Capitulo 1.
"Llanto de Tempestad"
POV Tempest.
Era una noche oscura, llovía a cantaros y no se veían personas a esas altas horas en las calles. Todos estaban en sus casas disfrutando del cálido fuego o de la compañía de una dama o varón dentro de un burdel. En la casona se escuchaba el sonido de conversaciones, risas, vasos siendo chocados unos contra otros además de los gemidos y jadeos ahogados por las puertas de las habitaciones. Todas estaban siendo ocupadas pero en solo una de estas se llevaba a cabo un trabajo de parto.
Un quejido de dolor resuena en el cuarto de la mujer mientras con todas sus fuerzas intentaba dar vida a un pequeño e inocente bebe. La comadrona en medio de sus piernas se encargaba de supervisar el nacimiento del niño. Había sido un parto complicado, varias horas de contracciones y sangrados, haciendo que la madre se debilitara demasiado rápido. Nadie en la habitación estaba seguro de si iba a poder sobrevivir luego del esfuerzo.
Otro grito ahogado se escapa de los labios de la madre cuando el niño asoma la cabeza y pega un primer llanto resonando en toda la casa. Por un segundo fue lo único que pudo escucharse en el bullicioso lugar.
- Un poco más, Anny. Ya casi esta fuera.- La partera ayuda al bebe al mismo tiempo en el que la madre ejerce fuerza por última vez. – Es una hermosa niña.- La mujer corta el cordón umbilical y envuelve a la pequeña en una manta para limpiarla rápidamente con un paño húmedo quitando los restos de sangre y fluidos. - ¿Cómo vas a llamarle? –Claris entrega la niña a su madre para que la vea y acune en sus brazos mientras termina de limpiarla y atenderla finalizando el parto.
- La llamare, Tempest. Es adecuado para ella, ha nacido en un desastroso lugar y tiene un horrible padre.- Susurra la madre antes de peinar unos pocos y húmedos cabellos sobre su rostro. Mira a la niña y observa lo bella que era. Tenía los ojos de su padre, azules como el cielo. Su cabello estaba apenas rizado y era de un castaño cobrizo que resaltaba sus regordetes pómulos y su delicado rostro. Acomoda a la niña para que beba de su pecho y se queda sola en la habitación para recuperar el aliento y beber un poco de agua. Le hace espacio en la cama y dormitan abrazadas olvidando el tiempo y el lugar en el que estaban aunque sea por unos minutos.
- ¡Esa niña es mi hija! –Exclama una voz detrás de la habitación de la madre.- Exijo verla.
- Esta muy débil, no le permitiré entrar y ver a esa pobre. Venga conmigo.- Con igual autoridad Josette se encarga de dejar a la madre descansando para meter al hombre en su oficina. Anne, la madre de la niña, despierta escuchando aquello y con todas sus fuerzas hace lo posible por ponerse sobre sus pies. Camina por el pasillo tambaleándose hacia la habitación de la dueña del burdel y a escondidas abre un poco la puerta para escuchar cómo se desarrollaba una acalorada discusión.
- No tiene derecho de hablarme de esa forma. Es mía y voy a llevármela. –Gruñe el hombre mirando de forma amenazadora.
- Usted puede tener dinero y posición social, pero eso no le da ningún derecho sobre ellas. Esta es MI casa y se hará lo que yo ordeno. –
- Puedo hacer que destruyan este lugar con solo decirlo. No me provoques, Josette. – Con un bufido la señora pasa su mano por sus cabellos dorados.-
- Olvidas quienes son los propietarios de esto, querido Alastor. Ya tienen planes para la niña. Nunca será tuya. –El hombre toma a Josette por el cuello quitándole el aire antes de retroceder. No era estúpido, la influencia que había en este burdel sobrepasaba su poder, estaba con las manos atadas. La dueña al verse libre alza el rostro de forma altanera y le golpea doblando su rostro con una cachetada.- Sal de aquí y vete. No tienes nada que hacer…
Anne sabiendo que no tenía escapatoria y que su vida estaba corrupta quería la liberación de su niña. No iba a permitir que el enfermo padre, Josette o hasta los propietarios del burdel tomaran algo que no les pertenecía, ya había sido suficiente con usar su vida y tomar lo que todo lo que tenía desde su cuerpo a su libertad. Medio corrió de vuelta a su habitación para ponerse un gran abrigo y cubrir a la niña con una gruesa manta.
Su hija podría haber nacido en las peores condiciones, podría no haber sido querida en un comienzo y, si, había vuelto su vida un infierno al notar que estaba embarazada y ya era demasiado tarde para abortar, pero eso había cambiado con los meses. Era suya y aunque había llamado la atención de los grandes señores, no iba a dárselas sin luchar. Todos pensaban que si la belleza de la Anne no tenía comparación, su hija seria una joya para pulir. Amaba a su hija porque era sangre de su sangre y carne de su carne. Había estado dentro de ella y nadie iba a lastimarla. No mientras pudiera asegurarse de darle una mejor vida.
Evitando que alguien notara su presencia se deslizo de forma silenciosa por el pasillo hasta la puerta trasera. Los cocineros estaban tan ocupados con sus labores de esa noche que si alguno vio que salía no soltó palabra.
Ya en la calle bajo la torrencial lluvia, camino alejándose de su tormento procurando que nadie la siguiera. Se percato que entre sus piernas volvía a sangrar, dado que el parto se había llevado a cabo hacia solo unas horas, pensándolo bien era de esperar que el sangrado regresara por el reciente esfuerzo. Mirando a todos lados desesperada por encontrar ayuda vio como una criada sacudía un mantel en un patio trasero. No dudo en ir hasta allá y rogar por la vida de su hija.
- Por favor…Ayúdeme. –Susurro débilmente dando lentos pasos acercándose a la criada. – Yo necesito….-Perdió el equilibrio y trastabillo con la niña en brazos. Al escucharla y verla a punto de irse en picada Gina no pudo hacer otra cosa que tomarla en sus brazos para que no se golpeara contra la tierra húmeda. Sin saber que hacer la mujer grito y llamo a su esposo.
- ¡Elliot! Ven aquí. –La criada sin saber que hacer mira a todos lados buscando de donde había salido la mujer. No tenía idea de que iba a decir su Ama, y no podía tenerla tanto tiempo aquí en el jardín bajo la lluvia. No pasa mucho tiempo más cuando llega el hombre y ve a las mujeres luchando por no caerse de bruces.
- ¿Quién es y qué haces con ella, mujer? Tenemos trabajo dentro.
- Apareció de pronto. ¿Qué hacemos?, no podemos dejarlas en la calle. Mírala, pobrecita.
- Calla a esa chiquilla, no quieres que la señora venga a ver qué pasa. –Gruñe el hombre cuando escucha el lastimero llanto.
-¿Por qué tanto alboroto? – Unos suaves pasos se escuchan entrando a la cocina para estudiar la escena hacia fuera. -¿Quién es ella y por qué no le han hecho pasar? Tiene un bebe, ¡por dios! –Los criados dudan antes de entrar deprisa y sentar a la mujer en una silla.
-Lo sentimos, no sabíamos qué hacer con ella. –Responde el jardinero caminando hacia atrás para perderse de vista y volver a sus labores en el cobertizo.
- ¿Cómo te llamas, niña? –La Señora de la casa sin importarle lo sucia y mojada que esta por la lluvia se acerca para poner su mano arrugada en la mejilla.- ¿Y quién este hermoso bebe?
- Soy Anne, y ella es mi hija. Tempest. –Su voz se escucha débil, casi como un susurro.- Por favor, cuídela…No deje que la tomen. Ella debe ser libre…Es mi único deseo…
- Acerca la estufa se está entumeciendo con esa ropa húmeda. –La señora de la casa le ordena a la criada antes de ver a la madre sujetando a su hija en brazos con sus últimas fuerzas- ¿Puedo tomarla y quieres contarme que ha ocurrido? – Anne asiente y permite que tome a la bebe. Al moverse gime y se retuerce en la silla para llevar sus manos a su vientre. Las dos mujeres se alarman y ven como poco a poco la sangre corría por su ropa desde entre sus piernas.
- Oh mi dios, está sangrando. –Gina cubre su boca con una mano antes de revisar en donde está la herida abriendo sus ropas. Ambas ven como una débil camisa de dormir la cubría y estaba manchada de un fuerte color rojo.
- Acaba de dar a luz. Llama a un médico, esta mujer esta terriblemente débil., ¿Dónde está Elliot? ¡Voy a enviar a asotar a ese idiota!–El hombre asoma su cabeza por la ventana y rápidamente entra para observar la escena. – Llévala a la habitación de invitados, por favor. Esta mal herida.
La señora Celina hizo todo lo posible por la madre y la niña pero cuando llego el doctor en el carruaje ya era demasiado tarde para Anne. Inerte en la cama con sus manos en el vientre mostraba una piel traslucida y sin vida. Ya había partido con la esperanza de que su niña tuviera algo mejor y la libertad que ella no había poseído hasta la muerte.
