Chronicles of Narnia y sus personajes no me pertenecen.
Noche
Salta. Baja de la fría litera, recupera el aliento perdido entre gritos y gemidos en nombre amados. Busca a tientas una linterna, quizá una antorcha o un miserable fósforo –algo que te permita no tropezar en la oscuridad del tétrico edificio; huye e ignora los ojos atentos de tu compañero de cuarto, quien se limita a suspirar y proseguir su viaje a la tierra de Morfeo.
Corre, vuela. Atraviesa los extensos corredores sin una palabra, olvidando el punzante escalofrío en tus pies descalzos y enviando la sensación al diablo –pues en este lugar olvidado de Dios no existen sirvientes dispuestos a envolver la estancia de alfombras que te conserven del glacial clima. Ahora, los preceptores podrían descubrirte y enviarte de nuevo a la habitación; y si no logras verlo antes de tocar el alba perderás el juicio.
Recupera la visión, aunque no puedas serenarte. Tu pecho gime, tu mente recuerda y tu campo visual está colmado de voces y súplicas de noble perdición. Observa, no te pierdas; enfócate por un momento en llegar y no viajar en los chasquidos del arco atravesando el cuerpo familiar, .a figura amada que atesoras más que a tu vida misma.
Silencio, cuidado. La ronda nocturna se acerca a tu posición; haz lo posible por aquietar tu respiración agitada. Necesitas encontrarte allí y lo has conseguido tantas veces que debería convertirse ya en un plan perfecto; pero, no lo es porque las pesadillas cambian cada luna y te rehúsas a dormir hasta comprobar que se equivocan. No has fallado, no mereces la espada de algún Telmarino endemoniado.
Entra, despacio y sin ser escuchado por el compañero de la persona a quien desear –con fervor insano, ver. Acércate, cae de rodillas y deja salir un suspiro de alivio, casi una exclamación de gozo febril. Observa, cerciórate de la carencia de sangre o heridas en la piel pálida; nota la calma paz del cuarto y del rostro de tu hermano. Ve con tus propios ojos que no lo has perdido, que puedes protegerlo y que tu existencia sigue teniendo sentido.
Besa su frente, no apuros ni intenciones de despertarlo deben entorpecerte. Sonríe, recréate en la confirmación de que el sueño no se ha cumplido y que Edmund se encuentra seguro en su alcoba respectiva. Regresa, a sabiendas que ahora podrás dormitar sin el peso de saberte derrotado o las cientos de ocasiones en que has estado cerca de perderlo.
Pide a Aslan que –por su decisión y gracia, puedas hallar a tu hermano pequeño allí la noche siguiente.
N/A. Después de leer a Lirenel, tenía que hacer esto. Comentarios sinceros y moderados, serán aceptados.
