Aquel día era especial para mí, definitivamente aquel día marcaría la diferencia del resto de mi vida. La razón era simple y clara: aquel día pondría daría mi corazón a la chica correcta, a la única ladybug. Tanto tiempo había pasado desde que encontré las primeras pistas que para me habían parecido una eternidad. Esa chica de coletas había causado más dolores de cabeza de los que se suponían que tenía que experimentar en mi corta vida. Sin embargo lo valía, por ella todo valía la pena.

Desde la misma sonrisa, mismos ojos azules. Tal vez su personalidad era diferente, pero ambas partes creaban un todo. Adorable, valiente, leal, bondadoso, único. Un todo que quería para mí. Antes de ella, antes de ser Chat Noir, mi vida era gris, triste, tan solitaria, una frágil esfera que se podía desmoronar en cualquier momento.

Sin embargo ella trajo un pequeño rayo de luz que pudo disipar la soledad que se había instaurado en mi vida desde hace tanto. Con ella, una gama de colores se desplego ante mis ojos, se preocupó por mostrarme tantas cosas sin siquiera ser consciente de ello. Me enseño que una sonrisa podía aliviar cualquier tensión. La comencé amar, a las dos, antes de entender que no eran dos amores, sino uno solo.

Y allí iba yo otra vez, a chocar "accidentalmente" contra ella. Solo para mirar su rubor y su falta de palabras concretas cuando se trataba de mí. Lo sabía porque la había observado interactuar con otros chicos. La diferencia se hizo clara, con ellos si tenía la confianza de hablar. Conmigo apenas si había palabras, cuando las había eran muy rápidas. Pero era algo que simplemente me parecía adorable.

Su cuerpo colisiono contra el mío. Suaves curvas que se amoldaron a mi pecho, su altura era la perfecta, porque requería de subir su mirada para encontrarse con mis ojos. Verde contra azul. Cielo contra tierra. Teníamos que ser la combinación perfecta.

-oh! Lo siento tanto Marinette- dije sosteniendo su cuerpo por los hombros separándonos un poco, pero sin dejar mucho espacio, ansiaba tener su cuerpo lo más posible cerca del mío.

- no…. No te preocupes Adrien- dijo para dejar que sus mejillas se tiñeran de un rojo hermoso y cálido. Sin duda ese era su color. De eso estaba seguro. – Suele pasar- la última frase pareció decirla más para ella que para mí, pero pude escucharla de todos modos. Aquella tarde se veía hermosa. El verano parecía estar convirtiéndose en mi estación del año favorita.

Su cuerpo estaba dentro de un exquisito vestido de tonos pasteles, con un corte que acentuaba su pecho y cintura pero se aflojaba en las caderas hasta la rodilla, dando un vuelo suave y ligero. Su cabello normalmente amarrado hoy lo lucia suelto y adornado por una diadema a juego. Unas delicadas sandalias de tacón bajo con tirantes remataba en conjunto.

Parecía un ángel bajado directamente del cielo para aliviar mi mala suerte en la vida, y en verdad creo que lo era, mi ángel. Mi lady y princesa.

-Podría compensarte con algo…- comencé a decir, necesitando saber si mi plan podría ser alterado- ¿quizá un helado de chocolate y fresa?- sabía que ese era su sabor favorito, pero en este momento ese no era lo más importante.

-yo….- vi su duda, un destello en su mirada- me gustaría mucho… pero….yo…. no.,… no puedo hoy- me pregunte porque era el tartamudeo esta vez.

-oh- una falsa cara de desilusión fue pintada en mí. Sabia como actuar cuando me lo proponía- entonces, supongo que te veré luego- a regañadientes me aleje. Sin embargo no sería por mucho tiempo. Ya no dejaría que eso pasara en el futuro.

-tal vez podríamos… no sé…. Tomar ese helado otro día.- su voz fue apenas un hilo que atrape en el aire. Me encantaba su timidez y falta de experiencia en el amor.

-lo siento- aferre mi mano a la mochila para no estirarla y tocar su suave rostro que pedía a gritos una caricia. – sólo estoy libre esta tarde, otro día me sería imposible.

-oh…. Bueno… no hay problema- su mirada parecía triste. Odiaba ver esa expresión en su rostro. "pronto, más pronto de lo que crees hare que tu rostro no vuelva a tener ese tipo de expresiones".

-si… luego te veo Marinette- me aleje hacia el coche, donde mi chofer ya estaba esperando.

- adiós Adrien- se quedó mirando cómo me alejaba, como me subía al coche y comenzaba el regreso a casa. Mira por la ventanilla trasera. Y solamente hasta que la perdí de vista me sumí en el asiento de pasajero. Mi pobrecita niña no sabía la verdadera razón de mi invitación. No entendía la trampa de la que había sido víctima instantes antes. Mi principal motivo no era salir con ella, sino saber si su anterior cita no era cancelada de buenas a primeras.

Quería saber si para ella Chat valía lo mismo o incluso más que un amigo como Adrien. Y no me había defraudado. Me demostró que la promesa que le había hecho a Chat Noir hace tiempo seguía en pie, sería inquebrantable como ella misma.

Cerré los ojos y recordé el día en que comenzó aquello, era un maravilloso recuerdo que atesoraba con cada fibra de mí ser.

Aquel día había tenido una fuerte discusión con mi padre acerca de mi futuro como modelo, sin pensar en mis gustos o deseos. Fue contundente con sus intenciones, sin reproche, sin excusas que eso fue lo que comenzó a subir de tono la discusión. Ambos gritamos cosas que no queríamos decir.

En fin, el golpe final fue el tema de mi madre. Ambos sabíamos que todavía, después de años la herida todavía no cerraba. Salí furioso de casa, me trasforme y pensé en huir, en ser libre de cualquier cosa que no me hiciera daño. La lluvia ligera de la tarde estaba empapando mi cabello, traje y todo mi cuerpo. Pero no temblaba por frio, sino por el remolino de emociones que crecía en mi interior. Brinque, escale, me eleve entre el viento y los tejados. Desee quedarme para siempre como Chat, no quería volver a mi vida. No quería ser el Adrien que todos esperaban: perfecto, inalcanzable.

Me oculte en un callejón, recargando mi cuerpo contra la pared y cayendo hasta el suelo, permitiendo que mis lágrimas de impotencia salieran, combinándose con el agua que surcaba mi rostro. Lagrimas que había retenido por mucho tiempo. Desee hablar con Ladybug, de hecho estaba considerándolo, pero no debía molestarla con cosas tan personales, cosas que no tenían por qué importarle. Era su compañero para acabar con los akumas y proteger la ciudad, ella en ningún momento me permitió ser algo más.

Más llanto broto de mí, puse la cara entre las rodillas, en una pose derrotada y sola. Cerré los ojos, concentrándome en la sensación del agua. Sin embargo, en un punto esta cesó. Al abrir los ojos lo primero que note que es ya no estaba solo, lo segundo fue unas botas de lluvia rojas. Lo tercero fue alzar mi vista para ver el rostro preocupado de una chica de coletas y ojos de un hermoso azul. Como el color del cielo cuando la tormenta termina y las nubes se despeja, eran resplandecientes, luminosos y tan llenos de vida.

El impermeable del mismo color comenzaba a mojarse en algunos puntos. Su cuerpo estaba inclinado sobre el mío para seguir cubriéndose con el paraguas moteado que tenía entre las manos. Ese era el paraguas que había evitado que el agua siguiera mojándome. Me miraba con tal concentración que por un momento sentí que escudriñaba mi alma, que podía ver a través de mis emociones y saber con exactitud lo que me pasaba en ese momento. Pero era ridículo, una idea tonta e insulsa.

No dijo nada, pero su sonrisa fue única en ese momento. No había compasión, era dulce. Una sonrisa sincera que no escondía ninguna mala intención. Mi corazón se paralizo unos segundos. Jamás en el tiempo en que llevaba conociendo a Marinette me había dedicado una sonrisa así de hermosa.

-creo que alguien necesita un refugio- esa frase hizo eco en mi mente. Aun puedo recordar su mano extendida hacia mí. No pregunto el porqué de mi estado, no cuestiono mis ojos rojos o mi cara inexpresiva. Cuando me levante, el espacio reducido del paraguas nos obligó a estar más cerca. Con mi cuerpo chorreando comencé a mojarla, pero a ella no le importo. Me seguía viendo a los ojos, segura de lo que hacía.

Solo una invitación a un lugar seco y una taza de chocolate con galletas. Me sugirió que fuera a su casa, pero debía entrar por el balcón que había en la parte superior. No tenía a donde ir, no quería regresar a casa, y con la lluvia que ahora caía a cantaros probablemente terminaría seriamente enfermo. "Ella solo brindaba la ayuda porque le pareció bien recoger a un gato callejero" pensé para mis adentros. Supuse que una vez que se fuera, podría irme a ocultar a otro lado.

-estaré esperándote afuera- dijo simplemente, dejándome el paraguas y poniéndose el gorro de su impermeable, corriendo a la salida del callejón. En cuanto llegó, volteo en mi dirección y señalo hacia los tejados. Quería que siguiera el camino desde las alturas. Entendí que aunque no fuera, ella probablemente esperaría afuera, con la lluvia.

Tome una decisión, esperando que no fuera la equivocada. Con el paraguas en una mano, salte de techo en techo, salpicando el agua a mi paso.

Solo hasta ese momento comprendí el frio que calaba a mis huesos, sentí el cuerpo completamente frio e incluso el movimiento me comenzaba a parecer un poco doloroso. Me oculte en un techo cerca de la panadería de los padres de Marinette, su casa estaba encima de esta. Para mi asombro, ella ya había llegado a casa, y efectivamente me estaba esperando en el balcón, con sus brazos cruzados sobre su pecho, tratando de mantener el calor de su cuerpo para ella.

No supe como sentirme en ese momento. Era claro que no se metería pronto, mirando de un tejado a otro y esperando. Guarde el paraguas y salte la última distancia que me separaba de ella. Su cara se ilumino en cuanto me miro y otra vez sentí algo dentro de mí. Un corazón que palpitaba con demasiada rapidez, una turba de mariposas depositadas en mi estómago.

Aquella primera tarde, mientras me secaba con una toalla mientras ella preparaba chocolate y galletas me encontré con una hermosa cajita y en su centro una libreta que parecía un diario.

Mi curiosidad pudo mas que mi respeto por ella, así que me acerque al diario sin saber que unos grandes ojos me vigilaban escondidos entre las cosas de Marinette.

-si metes tu mano en esa caja, te atrapara y Marinette se va a molestar mucho.- una voz me advirtió a escasos centímetros de tocar el objeto y de inmediato retire la mano. De repente, una figurita se movió por el aire. Igual a Plagg, pero de color rojo y con un punto negro en su pequeña cabecita.

¿Es que acaso ella era….? ¿Entonces Marinette y Ladybug….?

Las preguntas se arremolinaron en mi cabeza, pero no pude decir nada, me caí sobre mi trasero de la impresión. Y la pequeña criatura siguió mi curso, posicionándose enfrente mío.

-sabes lo que soy- continuo- pero no quien soy. Me llamo Tikki.

-un… placer- dije, palido por el shock de la noticia.

-por favor, no le digas nada, ella confía en mí, y yo confió en ti- me miro con una carita tan encantadora que era imposible decir no.- te estima mucho Chat, y yo se que le quieres, por eso hago esto.

-mis labios son una tumba- dije cuando escuche ruidos acercándose.

- cuida de Marinette Chat, ella necesita a alguien que la proteja.- me dio un besito en la mejilla y volvió a su escondite mientras Marinette entraba a su cuarto con una bandeja de comida.

Decidí entonces que tenía que conocerla mejor y dejar que ella me conociera. Si nos acercábamos más y sentíamos la conexión, entonces mi corazón no se había equivocado. Pero si solo hacíamos una linda amistad, entonces estaría bien con ello, porque sabría que al menos intente enamorarme de su verdadero ser, en todas sus facetas. Aquella tardedeje salir en su cuarto todo aquello que me atormentaba en la vida. Sin decir nombre ni lugares, hable de mis problemas, de mi falta de sentido de la vida, de cosas que no le había platicado a nadie más.

Con chocolate y galletas dulces, pasamos conversando de tantas cosas, del pasado, del futuro, del presente. Marinette era una increíble persona. Cuando la lluvia paro y la noche cayó en Paris, decidí que era tiempo suficiente con ella. Pero me sorprendió la petición que le hice antes de salir al balcón.

-¿podría venir otra vez?- estaba en las escaleras hacia el balcón, mientras ella se encontraba atrapada en una manta violeta con su taza entre las manos y un plato casi vacío de galletas en sus piernas. Un segundo después de haberlo dicho, me sentí estúpido. Esa era quizás la petición más absurda del mundo. Pero su respuesta fue igual de sorpresiva.

- siempre que quieras hablar conmigo, la ventana estará abierta y tendré galletas y chocolate listos- sonrió y tomo un sorbo de su taza, como para reafirmarlo. Esa fue la primera de muchas tardes juntas. Platicando de cosas, tomándonos el pelo, ayudándole con tareas que eran idénticas a las mías, opinando de sus diseños e incluso siendo modelo de cuerpo en algunos.

Abrí los ojos para centrarme nuevamente. El carro había aparcado enfrente de casa. Baje y subí directamente a mi habitación. Tire la mochila en la cama y tome de debajo de esta el regalo que había escondido de miradas curiosas. Como siempre estaba solo en casa, pero nunca más estaría solo en esta vida. Plagg salió y sobrevoló cerca de mí. Había sido testigo de todo lo que había experimentado en aquellos meses, y parecía no tener replica para las cosa que hacía, o si las tenía, nunca las expresó en voz alta.

-¿Estás seguro de esto?

¿Lo estaba? No lo sabía con certeza. Pero independientemente de ello, hoy comprobaría cosas, me aseguraría que mis sentimientos eran correspondidos, que yo no le era indiferente, que esas miradas hacia Chat era algo más que una amistad.

-yo… no lo sé…- fue la única respuesta que pude darle.

-mmmmmm….. Entonces vamos a averiguarlo ¿cierto?- la sonrisa de Plagg me decía que estaba conmigo en esto, hasta el final.

Me trasforme y oculte el pequeño paquete en el bolso de mi traje. Salí de mi habitación por el ventanal y corrí hasta su casa. Ahora el balcón siempre permanecía abierto. Entre en silencio y me di el lujo de apreciarla unos minutos antes de que ella reparase en mí. Estaba de espaldas, trabajando en una chaqueta roja para dama. Se veía completamente concentrada, dedicada y disfrutando de cada minuto en el que trabajaba en su pasión. Cuando terminó, alzo la tela, la admiro y dio la vuelta para colgarlo, pero se asustó al verme recargado en la escalera.

-chat, te he dicho que no puedes entrar sin anunciarte, un día de estos me vas a matar de un susto- parecía un regaño, pero sabía que era solo un gran disimulo. Ella estaba sonriendo en vez de verse enojada. Tan hermosa y radiante. Aun después de tanto tiempo seguía paralizando mi corazón por segundos. Ese era parte de su encanto, del poder que podía ejercer sobre mí. Me separe lentamente de la escalera, y como un gesto caballeroso me incline con una mano sobre el corazón y la cabeza agachada.

-mis disculpas, princesa, esa no era mi intención.- levante la vista hacia ella con una sonrisa coqueta.

Sus manos cruzadas sobre su pecho me hicieron centrar levemente mi mirada en ellos, una fracción de segundo que me costó. Ella se percató de la dirección de mi mirada.

-gato pervertido- masculló caminando hasta su maniquí para colgar la chaqueta y dar los toques finales. Me hice a un lado para dejarle pasar. "si supieras cuanto", dije para mis adentros.

Mostré una fingida cara de persona herida, pero ella solo movió la cabeza negativamente y río con disimulo. Era un ambiente perfecto, divertido y calmado, nuestro mundo. Uno que habíamos creado ella y yo con el paso del tiempo.

Analice su escritorio, su cajita secreta donde ponía su diario, sus materiales para hacer hermosas prendas, su computadora y un montón de cosas femeninas y elegantes. Después me voltee hacia ella, siguiendo sus pasos y acercándome, casi invadiendo su espacio personal.

-¿dime en que piensas?- le dije con mi sonrisa escondida en la comisura de mis labios.

- un minino curioso- contesto ella desviando su mirada de la mía. Algo no estaba del todo bien.

- todos los felinos hacemos las mismas cosas- trate de descifra el mensaje en su rostro, pero simplemente no pude- dime ¿qué te ocurre hoy?

-no es muy importante, gatito, no te preocupes por ello- dijo moviéndose para ocultar su rostro de mí, pero yo se lo impedí, le seguí hasta que arrinconarla entre una pared y mis brazos. Ella se giró y quedamos frente a frente.

-es importante para mi si se trata de ti- fue una declaración completamente seria. Tome su barbilla para que me mirara a los ojos, y su barbilla parecía temblar ligeramente, el color en sus mejillas se tornaron rojas. Quise acortar la distancia y besarla, pero sería rebasar la línea entre nosotros. Una línea que personalmente no me importaría eliminar. Pero le debía respeto a ella.

-solo… es solo que hoy alguien me invito a salir- por un momento pensé que se trataba de otra persona, los celos se agruparon en mi boca, creando un sabor agrio. Pero recordé que yo también lo había hecho, es decir Adrien.

-¿Por qué no fuiste entonces?- quería presionar, necesitaba escuchar las palabras de su boca, saber que no eran ilusiones mías las miradas antes de atreverme a hacer algo loco.

-por qué ya había quedado conti… go….

-¿sí?

-porque yo había hecho una promesa con alguien que es muy importante para mí, contigo- fue una declaración rápida, con sus ojos cerrados y su cara toda roja. Encogida y pequeña frente a mí. Fue suficiente, mi autocontrol no pudo más. Pase mis garras de la pared a su espalda y la presione contra mi pecho. En ese abrazo busque expresarle mi agradecimiento, por todo. La amaba tanto, no podía contenerme. Paso una eternidad antes de que ella reaccionaria y pasara su manos por mi cuello y apretara. Reduciendo a un más el espacio.

-yo… no entiendo cómo… yo solo…. Es que tú…. Es que yo…- ahí iba otra vez su balbuceo insensato y defensivo. No deje que hablara más. No me pude contenerme. No cuando estábamos en la misma página.

La bese, pensé en ser tierno, pero no pude. En cuanto sus labios hicieron contacto con los míos supe que necesitaba más, mucho más. Mordisquee un poco su labio inferior e introduje mi lengua en su boca. Ella gimió en respuesta y obtuve su lengua como respuesta. No me estaba rechazando, no quería parar y ella parecía estar de acuerdo con ello.

Sentí estallar mi corazón, sin planearlo siquiera estábamos envueltos en un torrente de lujuria y excitación que no pensaba parar. Sus manos se aferraban a mi cabello. Una de mis manos se aferró a su pequeña cintura mientras la otra subió hasta ponerse en su nuca, permitiéndome dirigirla para ladear su cabeza y tener mejor acceso a su boca.

Nos separamos por intervalos, solo para volver a atacar los labios. Nuestras respiraciones eran irregulares y estaba seguro que el calor en la habitación había aumentado al menos 20 grados. Estaba quemándome.

No quise seguir esperando por más contacto así que busque su cuello con mis labios. Su pulso estaba desenfrenado y sonreí como un tonto, porque el mío estaba de igual manera. Su cuello era de un suave color blanquecino y de inmediato me dedique a probar la cremosa piel que exponía el escote de su vestido. Un camino de besos húmedos que no eran suficientes.

Sin pensarlo comencé a chupar, dejando marcas rojizas. Mi princesa trato de apartarme y aunque estaba seguro que tenía la fuerza suficiente para hacerlo, apenas si empujo. Yo de inmediato tome sus muñecas y las alce por encima de su cabeza. Seguí con mi tarea, subiendo desde la clavicula hasta la altura de su cuello. Ahí atrape su lóbulo con mis dientes y lo jale.

-CHAT!- el grito atrajo mi atención a su cara, si volvía a gritar, sus padres podrían escucharla desde la panadería y sería un momento incómodo para todos.

-shhh, no grites princesa- dije mirándola fijamente, perdiéndome en sus pozos azules- bueno al menos no aún, porque mi nombre en tus labios suena purrrrfecto- termine con un ronroneo.

-pensé que no ronroneabas- dijo tratando de que siguiera hablando y no ocupara mi boca para otras cosas.

-oh, princesa, te dije que todos los felinos hacíamos muchas cosas por igual- acaricie con la punta de mis pulgares la piel de sus muñecas- este es un claro ejemplo: todos los gatos ronronean. Y más cuando están disfrutando lo que hacen.

Un nuevo beso llego, apasionado, directo, sin vacilaciones ¡vivan los ronroneos!

-Chat, yo…. Creo…. – volvió a removerse entre mis brazos y una alarma sonó en mi cabeza. Preocupado me separe de ella. De repente vi sus muñecas rojizas a causa de la presión que estaba ejerciendo en ellas. Me sentí el imbécil más nefasto de la vida, por supuesto que ella no quería esto, por supuesto que habíamos llegado a esto solo porque yo la presione demás. Era ridículo pensar que me viera con amor, por mí.

Me aleje lo más posible de ella y me fui directo a la ventana del balcón. Al diablo el plan, al diablo todo, tenía que salir de ahí antes de volver a perder el control.

¿A dónde crees que vas?- Marinette sonaba enojada, pero era normal dado lo que yo había hecho.

-perdón, yo no quería obligarte a nada, debes de pensar que soy un idiota, no te preocupes no volveré a ….- no acabe la frase, antes de darme cuenta Marinette se había acortado la distancia que nos separaba y envuelto sus brazos en mi cuello para otro beso. Esta vez un simple roce de labios a comparación de los anteriores.

-pero… yo… pero… tu….. pero….- genial, ahora era mi turno para tartamudear y estar nervioso.

- cállate, gato tonto- puso un dedo en mis labios para que evitara seguir humillándome- te quiero chat- esas palabras. Dios, cuando había ansiado escucharlas. Era verdad todo lo que había pensado, ella me quería como Chat, pero también quería a Adrien, aunque claro, no tenía por qué ponerme celoso de mí mismo.

-¿Qué pasa con el chico que te invito a salir?- necesitaba saber.

-yo… quiero a esa persona, pero no es lo mismo… tú me haces sentir bien, contigo soy yo misma y me siento muy feliz, pero con Ad… con él me pongo nerviosa y balbuceo sin parar, tal vez solo me pasa lo que a la mayoría de mis compañeras, me deje deslumbrar, no lo sé…- su mirada bajo y trato de ocultar su rostro en mi pecho. Pero se lo impedí. Su amor por Adrien- cof, por mi, cof- era muy inocente, tierno, era un primer amor. Sin embargo por Chat era un amor diferente. Así que estas eran algunas de las caras del amor. Las conocía de alguna forma ahora.

Me fundí en un abrazo con ella, este sin duda entraba en mi lista de los mejores días de mi vida.

-no digas nada- apoye mi mentón en su cabeza- entiendo todo- alce su rostro hacia el mío y acorte la distancia que nos separaba- te amo, mi princesa.

La volvía a besar, tan dulcemente como pude, controlando mis impulsos, pero todo se fue al carajo cuando fue ella la que tomo la iniciativa y profundizo el beso. Acaricio mi cuello y trasladó sus manos a mi pecho. Yo deje mis manos en su espalda baja, casi al inicio de un firme trasero.

Sin pensarlo comenzamos a caminar hasta que llegamos a su diván, y ella me jalo para que ambos nos acomodáramos mejor, seguimos besándonos, explorando nuestros cuerpos sobre la ropa. Acaricie sus piernas, su escote, deleite mi mirada con su forma curvada y atlética. Pero entendí que no podía seguir con esto. Si lo hacía terminaría en una situación placentera si, pero quizá demasiado pronto.

Me separe de ella y me conforme con acariciar su rostro mientras ella cerraba sus ojos. Las marcas que le había hecho en el cuello dejaban de ser rojizas para convertirse en fino chupetones, que seguramente sería difícil de ocultar dado el lugar.

De repente un bulto molesto mi costado y recordé el principal motivo por el que había ido ese día a su casa.

-recuerda que te pedí específicamente este día para verte- le susurre. Ella solo asintió sin abrir los ojos, feliz con una gran sonrisa estampada en su rostro.

Aproveche el momento para sacar la cajita y su contenido. Una hermosa cadena de plata con un cascabel pequeño del mismo color. Era fina y el cascabel estaba acompañado con una piedra verde, del color de mis ojos.

Tome su muñeca y la deposite suavemente en ella, admirando lo bien que le quedaba. Marinette abrió los ojos en cuanto sintió el peso del regalo y lo miro sumamente conmovida y con los ojos a punto de llorar.

-es preciosa

-es tuya, un presente de un gato vagabundo al que ayudaste una vez.

-tu no eres un gato vagabundo, porque esta es tu casa- su declaración me dejo a mí al borde de las lágrimas y con ganas de gritar al mundo. Pero me limite en esconder mi cabeza en su cuello y ronronear felizmente. Ella por supuesto se rio de la acción, pero no me aparto, jamás lo haría.

Cuando la noche llego, sin ningún disturbio, y nosotros dándonos mimos, fuera momento de volver a mi habitación. Salió conmigo al balcón y estuvimos viendo el cielo nocturno antes de irnos.

-prométeme que jamás te la quitaras- dije seriamente tomando sus manos entre las mías.

-lo prometo- fue solemne y contundente. Sabía que la cumpliría. Contaba con ello. Lleve sus manos a mis labios y las bese con devoción, después me aleje en la oscuridad.

Cuando llegue a mi habitación, termine la trasformación y Plagg salió disparado hacia el queso, mientras la sonrisa boba se estampaba en mi cara para quedarse ahí permanentemente.

-Fue una noche interesante- comentó Plagg antes de devorar sus platillos.- aunque no entiendo todavía ese plan tuyo.

-No te preocupes Plagg, mañana entenderás.

Al día siguiente llegue a la escuela más temprano de lo normal, salude a Nino, y no pude borrar mi sonrisa triunfal en todo el día. Cuando llegamos al salón, Marinette y Alya ya estaban en sus lugares. Y a pesar de que el pronóstico era un día sumamente soleado, Marinette llevaba una blusa sin mangas, pero con cuello de tortuga, tapando las evidencias de lo que ocurrió la noche pasada. En su mano descansaba la pulsera que le había regalado la pasada noche. Así que no había dudas de sus sentimientos.

-linda pulsera Marinette- dije mirándola sonrientemente.

-¿no vas a decir gracias?- Alya le pego con el codo a Marinette que se quedó muda.

-eh… oh. Si… muchas gracias….- se encogió un poco en su asiento.

-¿Dónde lo compraste?- esta vez Nino había hecho una interesante pregunta. ¿Cómo respondería?

Miro la pulsera y acaricio delicadamente el cascabel, creando un suave tintineo. – Es un regalo muy especial- me pareció que sus ojos brillaban.

-Marinette, está muy linda tu blusa pero ¿no tienes calor?- una de nuestras compañeras paso justo al lado suyo y la pregunta tomo por sorpresa a Marinette. Movió un poco el cuello de su blusa, mostrándome uno de los chupetones que le había hecho " así que esa es la manera en la que te los cubres". Sonreí ante el pensamiento. No tuvo tiempo de contestar porque la profesora entro de inmediato.

Mi dulce princesa estuvo callada todo el día, y la pobre no se esperaba hoy la visita de Chat, y más aún, no creo que esperara que hoy la sorpresa de su vida sería saber quién estaba detrás de las orejas del gato negro.

Adrien sospecha que Marinette es ladybug por un descuido de la chica y resulta que tiene un plan para revelar la verdad, esto lleva una noche muy interesante. Porque a los gatos de vez en cuando les gusta ronronear

Marinette quedara con chupetones en el cuello, y una pequeña marquita en la oreja, que al final chat reconocerá.

marichat