El olor del mar, la brisa del viento suave, el vaivén de la olas... Todo aquello hacía recordar a Luffy la razón por la que había decidido hacerse pirata. Sin embargo si miraba atrás podía encontrar mil y una razones en todas sus aventuras que le ayudaban a valorar su idea como algo positivo. Y no solo eso, sin duda había sido la mejor decisión que había tomado jamás. Y había sido igual de imprevisible que el resto. Embarcarse y perseguir un sueño era lo que hacía que cada mañana el moreno se levantase y cogiese con fuerza el timón, aunque solo fuera para darle un par de vueltas sin saber hacia donde se dirigía.
Sin embargo poco a poco podía ver que no era lo único que completaba su vida. Si bien era verdad que su viaje, su sueño, era su primer objetivo; había ciertas cosas por las que no estaba dispuesto a pasar. Y una de ellas eran sus nakamas. Sus nakamas con los que tantas veces había luchado, los cuales le habían acompañado en cada aventura, en cada fiesta. Había un lugar muy especial en su corazón para cada uno de ellos. Sin embargo alguien se había hecho un hueco especial dentro del mismo. Si, esa persona que estaba ahí casi desde el principio, cautivándolo con sus sonrisas. Que conseguía que los días fueran radiantes y brillantes, aunque hubiese una copiosa nevada o una lluvia intransigente. Esa persona sin la cual era incapaz de imaginarse la vida, y que había conseguido abrirle los ojos y enseñarle nuevos sentimientos y nuevas emociones que jamás habría llegado a sentir sin su presencia.
- Robin, ¿Podemos hablar? - preguntó el capitán en un momento en el cual los dos se encontraban solos. La morena, que leía un libro muy concentrada, afirmó con la cabeza sin dirigirle siquiera una mirada a su capitán.
- Tengo un problema. Desde hace algún tiempo. No sé como explicárselo a nadie, y no sé que hacer para resolverlo. Se que eres una persona muy inteligente, así que tu quizás me puedas ayudar.
Aquello llamó la atención de la arqueóloga, que cerró su libro y fijó sus ojos color turquesa en el chico con el sombrero de paja.
- Dispara - respondió la joven.
- Hace algún tiempo que me cuesta comer. Estoy distraído y no me concentro en mis sueños. A veces me pongo nervioso, sin ninguna explicación y actúo de manera irracional. No sé como decir esto... pero el otro día, cuando Sanji os sirvió a ti y a Nami vuestra comida preparada especialmente me sentí enfadado con el. No quería que lo hiciera, no quería que os tratara de manera especial. Quise pegarle...- dijo Luffy con la cabeza cabizbaja y avergonzado. - Me gustaría saber que me pasa. ¿Crees que puedo estar enfermo? A lo mejor tengo un virús, ¿Debería hablar con Chopper?
La joven morena se sintió cohibida. Su tez se sonrojó, porque reconocía los sentimientos que Luffy decía estar sintiendo. La muchacha había observado a su capitán desde que entró en el barco. Se había dado cuenta, desde el primer momento de que tenía una relación especial con la navegante. Se preguntaba si sería por eso.
- Luffy, no debes preocuparte por ello. No estás enfermo. Lo que sientes es algo muy normal que le pasa a mucha gente.
- ¿Como puedo dejar de sentirlo?
- No puedes. Pero puedes calmar un poco tus emociones. No es algo fácil, sin duda. Debes ser sincero contigo mismo y con la persona que te causa esos sentimientos. Debes decirle exactamente lo que te ocurre, decirle porque te sientes así. Sino tus sentimientos se convertirán en algo mucho peor, enfermizo y peligroso, tanto para ti como para la otra persona. Lo que te pasó con Sanji el otro día... Se llaman celos, y es solo una pequeña muestra de todo lo que pueden causar esas emociones sino las liberas a tiempo. Así que piensa sobre ellos, y cuando tengas claro lo que sientes y hacia quien son esos sentimientos... solo dilo.
- Robin, gracias por tu ayuda. Sabía que si hablaba acabaría encontrando una solución. ¿Como sabes tanto sobre este tema?
- Yo también me siento igual Luffy. Yo también sentí algo por una persona.
- ¿Y hablaste con ella? - preguntó el capitán curioseando en sus pensamientos.
- Si, hace tiempo.
- ¿Y que pasó?
- Me rechazó.
Luffy dejó a un lado su sonrisa. No había pensado en aquella posibilidad. Quizás la persona que el amaba lo rechazara.
- ¿Y no tenías miedo?
- Por supuesto. Es un sentimiento terrible. Tienes la sensación de correr hacia un acantilado, de saltar sin saber si alguien te va a recoger, de tirarte al vacío con la única esperanza de que te tiendan una mano. Y sino lo hacen... bueno solo te tienes que levantar, pero lleva algún tiempo.
- ¿Entonces porque lo hiciste? - preguntó el moreno.
- Porque algo dentro de mi me consumía. Sentí que no podía quedarme mas tiempo esperando a que no pasara nada. Pensé que aunque no lo lograra valía la pena intentarlo.
- ¿Lo volverías a hacer?
- Si - respondió Robin, a pesar de que sabía que estaba mintiendo a su capitán. A pesar de todo, lo hacía por su bien, por la felicidad del mismo, y eso compensaba su mentira.
En ese momento Luffy abrió la puerta y se marchó de aquella habitación. Aquella charla con Robin le había hecho pensar. El era tan valiente para ciertas cosas, y tan cobarde para otras. Sin embargo no podía dejar de soñar cada noche con aquellos labios que tanto anhelaba, con aquellas piernas largas y suaves que siempre había deseado tocar, con aquellos ojos color caramelo que le hacían recordar su infancia, sus recuerdos infantiles mas felices. Finalmente conseguía quedarse dormido unicamente pensando en como sería contarle sus sentimientos, agarrarla de la mano junto a los mandarinos y contarle palabra por palabra todas las cosas que le pasaban por la cabeza. Nami, me has robado el corazón, soñaba. Esa misma noche decidió que no esperaría mas. Al día siguiente hablaría con ella.
En una solitaria habitación se encontraba Robin, pensando también en su charla con el capitán. Nunca había soñado con enamorarse, ni siquiera de pequeña. Nunca había sentido el calor de las personas hasta que llegó a la tripulación, que la acogió con total confianza. Sin embargo, y como esas cosas no se planean, si se enamoró.
FLASHBACK
Robin tenía apenas 14 años y cierto compañero de tripulación le entregaba un bol de arroz junto con una sonrisa cada mañana. Desde su infancia no había sentido una muestra de simpatía similar, así que era inevitable que aquel joven la consiguiera engatusar. Lo recordaba nitidamente, tenía los ojos verdes, el pelo oscuro y la tez morena. Su sonrisa iluminaba todas sus mañanas, y aunque solo era un pinche de cocina, para ella era la persona mas maravillosa del universo. Un día descubrió los planes ocultos del capitán, entregarla a la marina, a cambio de aquella cuantiosa recompensa. Al fin y al cabo, ella no era útil, tan solo era otra boca que alimentar. Si, trabajaba en la limpieza y el mantenimiento del barco... Pero 20 millones eran una recompensa tan alta que valía la pena. Además tan solo era una tonta jovencilla, así que no opondría una gran resistencia. Gran error el subestimarla.
Aquella misma noche, y aprovechando que habían encallado en una isla, Robin decidió huir y buscar otro lugar donde vivir. Sin embargo no pudo resistir la tentación y pasó por el camarote de Kenji, el pinche. Lo observó dormir, y no pudo contener una sonrisa. Pensó en lo mucho que lo echaría de menos, y no pudo contener sus emociones. Lo despertó y le confesó sus sentimientos. El joven, que no cabía en si de asombro le prometió que la ayudaría a escapar, y le pidió unas horas, puesto que no sería seguro huír juntos, pues podrían descubrirlos. Se encontrarían en el puerto de la ciudad para escapar en algún barco. Se despidió con un beso. Robin paseo por el puerto durante varias horas, recordando aquel beso, el primero de su vida. Ella vivió en una auténtica nube esperando a su amado en el muelle del puerto durante horas. Le importó poco el frío, pues sabía que de ahora en adelante no estaría sola. No le importaba huír, no le importaba la traición de su capitán, ni siquiera le importaba esperar en aquel oscuro lugar. Lo único en lo que podía pensar era en que ya jamás estaría sola.
FIN FLASHBACK
El espadachín interrumpió los recuerdos de la joven, que mantenía un aspecto calmado. Entró por la puerta sin avisar y se sirvió un poco de sake. Ella no dejó de observar al hombre que osaba perturbar sus recuerdos, que seguían siendo dolorosos, aunque ya no tanto.
- ¿Porqué me estás mirando? - preguntó el peliverde antes de dar un trago a su bebida.
- Me extraña verte por aquí. A estas horas sueles estar durmiendo. De hecho, siempre sueles estar durmiendo.
- Hoy me toca a mi la guardia, así que vengo a hacerla un poco más entretenida.
- A mi se me ocurren otras formas de hacer una guardia entretenida - respondió la joven mientras levantaba una ceja.
El espadachín la miró desconfiado. No sabía exactamente a que tipo de actividades se refería, pero no se fiaba de ella. La miró con su habitual cara de mala leche y no respondió a sus incitaciones.
Ella volvió a coger el libro y prosiguió con su lectura. A medida que pasaba el tiempo Robin hacía algunos movimientos de estiramiento, tratando de insinuarse de forma indirecta, sin embargo el espadachín parecía no darse cuenta de sus intenciones. El únicamente se entretenía mirando su perfecto cuerpo mientras bebía sake. Tras esto Robin dejó a un lado el libro y cogió otro vaso para servirse sake. No es que fuera su bebida preferida, pero quizás compartiendo alcohol con el espadachín consiguiera desinhibirse un poco y entrar en su juego. Tratando de ser un poco mas directa se sentó encima de la mesa, justo al lado del joven marimo.
- ¿Te apetece brindar? - preguntó ella.
- ¿Porqué brindamos?
- Por los deslices que hacen la vida un poco más feliz.
Ambos brindaron, aunque cada uno con su propia idea en la cabeza. Mientras la morena pensaba únicamente en compartir una velada sexual con el espadachín, éste pensaba que su brindis hacía referencia a la prohibición de beber alcohol el día en que tocaba hacer la guardia.
Cuando ya habían pasado un tiempo juntos la arqueóloga, cansada de insistir, se marchó dejando la puerta entreabierta. Mientras salía Zoro pudo escuchar como decía para si ''Bakka''.
El espadachín, con los sentidos ya un tanto nublados, no podía dejar de pensar en el perfecto cuerpo de su nakama, y en su voz tan sensual. Pensó que a pesar del insulto y de su extraña actitud hacia el, si tenía alguna oportunidad haría el amor con ella sin pensárselo dos veces. Después se puso a recordar todo lo que habían hecho juntos esa noche, y al darse cuenta de las verdaderas intenciones de la morena, decidió que tenía razón. No era mas que un Bakka.
