La historia de Harry Potter pertenece a J.K. Rowling. Yo sólo uso sus personajes para disfrutar. Espero que os guste mi historia, es divertida y prometo romance.
Capítulo 1: Llegada y sorpresas
- ¡Selena! – llamó mi mamá – ¡Vístete rápido o perderás el expreso de Hogwarts!
- Ya voy – contesté de mala gana.
¡Hogwarts! ¿Quién querría ir allí? Llevaba cinco años siendo educada por mi maestro particular, pero resulta que tenía que irse a vivir al extranjero ¡Y yo tenía que ir al colegio! No conocía a nadie de allí… salvo una persona. Mi engreído, estúpido y rompecorazones primo, Draco Malfoy. Nunca nos habíamos llevado bien.
Me miré al espejo después de vestirme y sonreí. Sí, estaba bien. Tenía el pelo largo, moreno y liso, al que me gustaba recoger en una coleta o moño. Aquel día llevaba un pequeño moño en el centro y el resto de mi pelo caía como una cascada, rollo chica oriental. Mi color favorito era el negro, así que llevaba un top oscuro, pantalones shorts y botas negras. En Londres hacía frío, pero aquello no me importaba, porque había aprendido un hechizo para entrar en calor y así poder vestirme como me gustaba. Mis ojos verdes me devolvieron la mirada, como un bosque profundo. A mi primo Draco no le gustaba el color de mis ojos, porque le recordaba, según él, a un enemigo suyo.
- Cariño, tenemos que ir rápido, hay mucha cola para acceder a la chimenea que lleva más cerca de King Cross – dijo mi mamá cuando bajé. Luego me miró con desaprobación - ¿Cómo vas vestida así? ¡Como una muggle!
Yo también la miré con desaprobación. Mi madre era una perfecta Malfoy: odiaba a los muggles, a los sangre sucia, despreciaba a los pobres… sin embargo yo había aprendido a pensar por mi misma y pasaba de todas aquellas tonterías. La ropa muggle era mejor que las aburridas túnicas de los magos y quería aprovechar pues en el colegio, según lo que había oído, te obligaban a llevar el uniforme.
- Me gusta la ropa muggle – repliqué y agarré mi baúl – y no voy a llegar tarde por qué no voy a ir con Red Flu. No sé si lo sabes, pero el maestro Ray me enseñó mucho más de lo que sabe alguien de mi edad.
- ¿Y cómo vas a ir, si se puede saber?
- ¡Adiós! – dije.
Cerré los ojos, di una vuelta sobre mi misma y ¡hop!, me aparecí cerca de la estación. En principio era ilegal aparecerme a causa de mi edad, pero mi maestro ya me había enseñado y yo lo hacía a la perfección.
Llegué al andén nueve y tres cuartos arrastrando el baúl. No conocía a nadie y, por mi suerte, no veía a mi primo por ninguna parte. Pasé por el lado de unos chicos de mi edad y oí que murmuraban.
- ¿Quién es esa? – preguntó uno alto y pelirrojo.
- No lo sé, Ron, ¿y qué importa? – contestó una chica castaña.
- Nada, es que parece de nuestra edad y nunca la he visto…
- A lo mejor es nueva – dijo un chico moreno con gafas. Se dio cuenta de que los estaba mirando y se sonrojó. Le sonreí para quitarle importancia: parecía buen chico.
Pero lo que vi después no me gustó tanto: mi primo Draco me saludaba sacando la cabeza de un vagón.
- ¡Selena! – gritó - ¡estás aquí! Ven, sube conmigo.
La expresión del chico moreno cambió a asco. ¡Estúpido Draco! Entendía al chico: Draco era insoportable, es normal que tuviese muchos enemigos. Me giré para decírselo pero ya había subido al tren, así que no tuve más remedio que ir con mi primo.
- Vaya, veo que ya estudias como la gente normal – se burló Draco y se giró hacia sus amiguitos – esa es mi prima, Selena Malfoy.
- Y yo veo que eres igual de engreído e insoportable como siempre – repliqué - espero que no me toque Slytherin. No soportaría ser tu compañera de casa-
- ¡Oh, venga, ven a Slytherin! – contestó un chico moreno – Draco nos ha dicho que eres muy poderosa. Necesitamos gente así para vencer a la sangre sucia de Granger.
- ¿Sangre sucia? – me escandalicé - ¿Todavía usáis ese término? ¡Trogloditas!
- ¿Troglo-qué? – preguntó Goyle, un amigo de Draco.
- Déjala, es una creída – gruñó mi primo – pues vete con ese estúpido de Potter si eres amiga de los sangre sucia.
- Pues voy – dije y salí del compartimiento.
Mi primo no pensaba que lo cumpliría, y se quedó con la boca abierta. Yo no iba a ser como esos amigos suyos tan pelotas, aunque sabía que me las haría pagar por ello, pero yo no le tenía miedo. Me fui a buscar a Potter por curiosidad. Sabía más o menos su historia, que era el elegido, y sin duda era alguien mucho más interesante que mi insoportable primo Draco Malfoy.
