¡Hola, hola!

¿Cómo han estado? Yo sé que me quieren matar y que soy una mal parida, pero un reto de "¡Siéntate!" como todo el mundo sabe, es un reto de "¡Siéntate!" y no ha como hacerse la loca en algo tan serio como esto.

Sí, ahora vine con un reto de humor de mi querida y hermosa bruxi, joder, mujer, que tu reto ha sido un verdadero reto para mí, y debo confesar que me he estado esmerando mucho para crear algo de tu entero disfrute porque sé que te lo mereces, preciosa, eres un cariño andante y sabes cuánto te admiro.

Espero y te guste, disfrútalo mucho.

Ah, visten el foro por aquí: h t, t, p, s: / / www. Fanfiction topic / 84265 /89914320 / 1 / RETOS -A-PEDIDO-Desaf%C3%ADa-tu-imaginaci%C3%B3n sólo ya saben, quiten el "espeis" XD


Disclaimer: Honores a mi comadre Rumiko Takahashi por prestarme a sus personajes. La idea tiene los honores de bruxi© pero cada párrafo y horror ortográfico me pertenece.


Curves revealed.

I


Ella estaba (literalmente) jodida.

Y cuando se refería a jodida, hablaba de estar jodida. No, no podía expresarse con palabras, no lo que estaba pasando en esos momentos y el odio tan infernal que la embargaba para sus (en ese momento) estúpidas amigas. Y no era porque se volvieran locas por su novio rebelde que si se ponía a pensar, era bastante incómodo, también, tampoco porque se la pasaban pegadas escuchando sus conversaciones con Hōjō, ni porque estaban obstinadas en recordarle que ella era plato de segunda mesa de InuYasha; sino más bien porque la habían metido en la deuda más grande de su ya bastante desgraciada vida.

Y sí, sí, hablaba de una deuda, con dinero. Iba a matarlas, de eso estaba segura.

Miró para su gato, el cual se revolvía inquieto en el tatami de su habitación y suspiró, no era como si Buyō fuera a sacarla de esos aprietos. No importaba, fuera lo que fuera, necesitaba reunir una gran cantidad de dinero (ochenta y un mil cuatrocientos diez yenes, según lo que recordaba) y todo para pagar un jarrón ¡un infeliz jarrón! Ese jarrón costosísimo que había roto en la casa de Nōriko, su amiga del salón de clases vecino, que tenía una casa más elegante que la del presidente, y reliquias de la época de InuYasha. No mentía, eran más antiguas que el propio Sesshōmaru, (cielos, no se había puesto a pensar cuántos años tendría, aunque a juzgar por su apariencia no pasaba, o casi estaba segura de que tendría unos veintidós, además de que era sexy, más de lo normal). ¡Ese no era momento para pensar en eso! Lo único que tendría que importarle era saber cómo demonios es que iba a conseguir semejante cantidad de dinero en tan poco tiempo.

Y esque Nōriko le había dicho algo así como: «Lo siento, Kagome, pero tienes que pagarme ese jarrón para los próximos diez días, tendré que mandar a hacer una réplica antes de que lleguen mis padres de China.» y no es que no entendiera a su amiga, de hecho, si hubiese sido ella la afectada, hubiese pedido lo mismo, ya que el mentado jarrón había pasado de generación en generación en la familia Takeda. El problema era que ella vivía en un templo y los ingresos apenas bastaban para mantener a su familia, sin contar el dinero extra que eventualmente ganaban con los exorcismos especiales que hacía su abuelo. No, ni porque soñara conseguiría esa cantidad de dinero en tan poco tiempo.

Y es que todo era culpa de Yuka, Eri y Ayumi (Yuka y Eri más que todo). Ellas eran las que habían hecho que fuera a casa de los Takeda, la asustaron con una de las armaduras que había en alguna esquina de la casa, e hicieron que ella se tropezara con el bendito jarrón y lo hiciera millares de pedazos (lo que le recordaba a la Perla de Shikon), así que realmente la culpa era de ellas. Que buscaran una solución o las cuatro se irían de Call Girl para ganar lo suficiente y pagar esa deuda. Sí, se estaba volviendo loca (a propósito, el color en sus mejillas había subido, consecuencia de sus nada sanos pensamientos).

—¡Kagome!—Escuchó el llamado de su madre desde el piso de abajo y suspiró—. ¡Yuka te llama por teléfono!

¿Yuka? ¿Y ahora qué era lo que quería?

—¡Voy, mamá! —Respondió mientras se preparaba para bajar. Al llegar hasta el teléfono, su madre le sonrió de esa manera tan pura que siempre solía hacer cuando se trataba de las amistades de su hija—. Muchas gracias. —Sonrió la Higurashi, mientras tomaba el aparato de comunicación en sus manos—. ¿Bueno, Yuka? —Saludó a la muchacha mientras empezaba a ponerse enojada. Aun recordaba lo que le había hecho aquel día del jarrón.

¡Kagome! —Escuchó chillar a su amiga— he encontrado la solución a todos tus problemas.

—¿Mis problemas? —Ironizó—, Yuka, te recuerdo que tú fuiste la que me asustó y…

Eso no importa, Kagome—cortó la joven, como queriendo no escuchar las querellas de la azabache—, ya sé cómo puedes conseguir la cantidad perfecta de dinero para pagar el jarrón.

La propuesta quedó como en el aire, por unos segundos no hubo interlocución y Yuka empezaba a desesperarse al no obtener respuesta de su amiga. Se suponía que Kagome estaba desesperada por pagar el jarrón ¿no? Entonces qué era lo que esperaba para responder, ¿estaba de boba, o qué?

—Yuka…—Dudó Kagome, mientras comenzaba a jugar con el cable chorro del teléfono— ¿qué es lo que quieres decirme? No se puede conseguir tanto dinero de un momento a otro y tú lo sabes.

Es un trabajo fácil. —Rió Yuka al notar el nerviosismo en la voz de Higurashi.

La aludida abrió los ojos como platos… ¿Acaso Yuka le estaba proponiendo?

—Yuka, no me digas que es droga —trató de bajar la voz mientras buscaba con la mirada que no hubiera moros en la costa mientras se sonrojaba—, o es prostitución.

¡¿Pero qué dices, Kagome?! ¡¿Estás loca?! ¡Jamás andaría en cosas torcidas! —Se defendió Yuka, completamente ofendida por los pensamientos de la azabache. Al parecer, su novio rebelde le había metido demasiadas estupideces en la cabeza, tal vez era él el que andaba con esas cosas y Kagome ya estaba traumada.

¡Hombres!

—¿Entonces? —Inquirió la sacerdotiza, completamente desorientada.

Escúchame bien: hay una agencia de modas que está buscando jovencitas sin experiencia para posar ropa interior juvenil de la reciente línea de esta firma—Kagome alzó una ceja ¿Yuka no pretendía hacerla posar en la mencionada agencia o sí? No, tal vez era otra cosa, o estaba buscando a una chica que ayudara a darles agua a las modelos y tal vez le pagaban bien—. Bueno, Kagome ¿no dices nada?

—¿Qué?

Mañana empieza el casting así que tienes que prepararte.

—Espera, espera —frunció el ceño mientras empezaba a sonrojarse—, no esperarás que envíe mis datos para posar en esa agencia ¿o sí?

Pues qué esperabas Kagome, sabes que necesitamos el dinero para pagar ese jarrón y lo necesitamos ya—puntualizó con un poco de exasperación al notar la terqueza de su amiga.

—Pero…

No digas más Kagome, Yuri, Eri y yo ya hemos enviado tus datos y punto—sentenció cabreada, antes de cortar y dejar a la pobre azabache más confundida y desorientada de lo que ya era por naturaleza.


Gruñó una vez más.

—¿Por qué demonios Kagome va y viene cuando se le da la gana de su época?

Sí, allí estaba de nuevo. Todos en la cabaña de la anciana Kaede dieron un largo suspiro, las caras largas y cansadas daban un ambiente verdaderamente desolado y aburrido, a pesar de que había tres personas, incluyendo híbridos y monstruos de toda clase. Como era de esperarse, Naraku no había atacado cuando más se lo necesitaba, así que lo más conveniente (y menos arriesgado) era permanecer en la cabaña de la anciana y esperar hasta que Kagome regresara, aunque no era muy hermoso pasar el valioso tiempo escuchando a InuYasha rezongar porque a su chica todavía no se le daba la gana de mostrar su bonita cara por esos lares.

—¡Qué bueno que no está la anciana Kaede! —Sango celebró la buena nueva.

—¿Por qué dices eso, Sango? —Rebatió InuYasha, más exasperado aún.

—Porque es mejor para la salud de la anciana estar recogiendo hierbas a escuchar tus estupideces.

Miroku apoyó la moción. Shippō subió de un salto hasta el hombro del monje mientras miraba fijamente a InuYasha y su cara de perro celoso.

—InuYasha, deberías dejar en paz a Kagome, si sigues así ella se terminará yendo con Kōga—comentó parsimoniosamente el zorrito mientras se hacía imágenes de Kagome y ese lobo juntos. No era muy bonito, a pesar de todo seguía prefiriendo al idiota de InuYasha.

—¡Cierra la boca, zorro! —Y antes de que el hanyō pudiera estampar su puño en la cabeza del kitsune, el báculo de Miroku ya estaba sobre los cabellos plateados del ambarino—. ¡Ay, maldito Miroku!

—InuYasha, tonto amigo…lo que dice Shippō es cierto, deja de cansar a la señorita Kagome. —Vaya serenidad que podía mantener ese monje en casos tan desesperantes como ese (era la impresión de InuYasha o él era el único desesperado por el retorno de Kagome).

—Es cierto—Sango arrugó sus propias palabras con un poco de fastidio—, hoy estás especialmente más gritón que nunca, InuYasha. —Frunció el ceño con ganas de partirle la cabeza usando su Hiraikotzu.

—¡Cierren la boca todos de una maldita vez! —Su sonrojo comenzaba a subir; se estaba dando cuenta de que sus sentimientos estaban a flote. Mala señal. Aún faltaban dos días para el regreso de la chica (apenas se había ido en la mañana ¡por Dios!).

—No tienes remedio. —Suspiró la castaña, mientras le acariciaba la cola a Kirara.


—No esperas que me ponga eso ¿o sí, Eri? —Kagome competía con un tomate esa mañana.

—Basta ya Kagome, este es el mejor atuendo para ti—rebatió la chica mientras fruncía el ceño—, además, Yuka, Ayumi y yo gastamos todos nuestros ahorros para comprarte esto.

—Es cierto, Kagome—apareció Yuka con un par de tacones en las manos. Parecían militares, mandando a Kagome y lo que tenía que hacer con sus atuendos—. Ahora, entra a ese camerino y vístete.

La azabache no tuvo más remedio. Al cabo de unos minutos, y con tanta insistencia por parte de sus compañeras; Kagome Higurashi apareció tímidamente y con un fuerte sonrojo en sus mejillas. Aún se tapaba disimuladamente con las cortinas rojas del vestidor. Buscaba algo de protección en ese momento «Me pregunto qué pensaría InuYasha si me viera de esta manera». Ignoró por goleada los comentarios excitados de sus amigas pidiéndole que se dejara ver bien, exactamente por imaginarse la cara del ambarino si la viera con aquellas ropas tan provocativas.

Las jóvenes miraron sorprendidas cómo le quedaba a Kagome esa ropa: la falda café de tablones era corta, como la de su uniforme, la blusa del enterizo strapless le quedaba excelente siendo combinada con el chaleco blanco, que daba el toque encantador de esos tacones plateados de tres centímetros.

—¡Kagome, esa ropa te queda de muerte! —Terminó por chillar Yuka, mientras se sonrojaba y caminaba hasta su amiga para sacarla por fin del vestidor—. Date la vuelta—le cogió de la mano al tiempo que la alzaba para poder apreciarla mejor.

—Deja la vergüenza, Kagome—Ayumi le sonrió de manera tierna a su amiga para darle seguridad.

—Bien Kagome, tienes…

—¡Participante número 102! —Escucharon por el altavoz decir a una joven. Miraron el ticket de Higurashi ¡ese era el número!

—¡Vamos, Kagome! —Gritaron las chicas—. ¡Suerte!

La azabache estaba demasiado nerviosa ¿en qué momento se le había ocurrido meterse en camisa de once varas? Miró nerviosa para sus alrededores mientras trataba de no caerse; estaba acostumbrada a sus plataformas y no a esas agujas que la sostenían. Caminó con la elegancia (y poca seguridad) que tuvo hasta presentarse ante un grupo de jurados que la miraron expectantes al momento que se les paró en frente. Le dio aún más nervios al darse cuenta de que no se inmutaron. Había tres hombres y tres mujeres.

—Dinos tu nombre, cariño, —habló de manera suave, la que parecía ser moderadora de esas personas. Kagome abrió los ojos como platos al divisar tras esos lentes cristalinos de marcos rosas los ojos café de esa mujer ¡Era increíblemente parecida a Kikyō! Esos rasgos… el único detalle era que se veía un poco más madura y tenía el cabello más corto agarrado en una coleta. Seguramente esa su reencarnación (pero qué estaba diciendo ¡ella era su reencarnación!) Eran los nervios, de eso estaba segura—. ¿Linda? —La sacó de su ensimismamiento.

—Eh…lo siento mucho, mi nombre es Kagome Higurashi.

Escuchó los murmullos molestos de los demás jurados, al parecer se sintieron un poco indignados al darse cuenta de que ella estaba nerviosa y pensando vaya usted a saber qué.

—Muy bien Kagome, dame tu edad.

—Quince años. —Trató de que la voz no le temblara.

El jurado empezó a escribir sus datos en una carpeta.

—¿Has tenido experiencia en modelaje o algo referente alguna vez?

—No, señorita, es mi primera vez y…

—Estás nerviosa—adivinó, regresando la mirada hasta Kagome. Sonrió de manera cálida para darle un poco de confianza, ya que sus compañeros se encargaban de ponerla más nerviosa con esas miradas duras que le lanzaban. Higurashi asintió en respuesta, poniéndose roja nuevamente—. Piensa que eres la única que está aquí, nadie más ¿estamos? —Kagome volvió a asentir comenzando a mentalizar—. Bien, muéstranos lo que puedes hacer.

La mente de Kagome comenzó a volar: por arte de magia estaba con aquella ropa atrevida en la era feudal, frente a InuYasha, solos…ella y él. Su fantasía se extendió al imaginarlo semidesnudo, sin la parte superior de su traje, sentado en la hierba, mirándola con deseo. Se sacó el chaleco, dejando sus hombros desnudos y posó de lado, alineando sus caderas y flexionando sutilmente la pierna izquierda para dar ese toque sensual que necesitaba la pose. Los jurados comenzaron a mirar atentos, pero la que le había hablado a Kagome llamó corriendo a un camarógrafo para que no dejara de captarla.

—¿Puedes jugar con la falda? —Pidió ella, mientras miraba extasiada las poses.

Kagome hizo lo propio: usó un sillón que estaba detrás de ella y se sentó, estirando las piernas en todo la extensión del mueble, flexionó la pierna izquierda dejando a la vista sus muslos blancos (no sabía por qué, pero InuYasha era la fuente de su inspiración, ni siquiera se daba cuenta de lo que hacía). Cruzó las piernas y esta vez se sentó hacia el frente, jugando con el escote de su enterizo café y su cabello azabache.

—¡Me encanta! Ahora haz como si te estuvieras sacando los tacones ¿vale? Pero hazlo con la mirada perdida, que suene sensual ¿me entiendes?

—Sí. —Afirmó en una especie de trance, Kagome.

Lo hizo, increíble pero lo hizo. Dejó impresionado a todos los jurados, que al mirar a una niña tímida y nerviosa, se encontraron con un gran potencial que luciría perfecta en las portadas de su revista por esa temporada juvenil. No trataron de hacer notar su satisfacción, no querían darle ilusiones que estaban a la suerte.

—Kagome, nos ha encantado ¿no es así, muchachos? —Miró para sus compañeros, esperando una respuesta positiva.

—Es buena, así que supongo que está bien. —Opinó uno de ellos.

—¡¿En serio?! —Chilló emocionada, ¿entonces tenía posibilidad de entrar?

—Ten esta carpeta, te llamaremos mañana en la noche después del sorteo ¿vale? —Apuntó el jurado, mientras extendía los documentos a Kagome.

—Muchas gracias, hasta mañana.

Recogió su chaleco, se lo puso y salió del set, mientras escuchaba por el altavoz a la siguiente chica que era una de las últimas que habían quedado en la fila. Suspiró nerviosa ¿qué era lo que había hecho? Naturalmente ella estaría en su casa, concentrada en sus cuadernos tratando de ponerse al día con sus exámenes, que sabía estaban salvándole el año prácticamente. Sus amigas estaban afuera, lo sabía porque le habían permitido entrar para ayudarla a vestir adecuadamente para su presentación (aunque eso a ella no le parecía en lo absoluto adecuado).

Aun no entendía cómo rayos era que había posado de esa manera tan extraña que no era propia de ella. Sintió un cosquilleo en la boca del estómago al recordar la fantasía que había tenido con InuYasha, ¡había sido tan real! Podía jurar que aún sentía su mirada dorada clavada en su cuerpo al tiempo que ella tenía esas poses atrevidas. Pero bueno, chica, ¡iba a posar en ropa interior! ¡¿Acaso se daba cuenta de en lo que estaba metida?! Ella quería morirse, seguramente ¡todo el mundo la iba a ver! Pero, bueno, a la final en la época antigua nadie se iba a enterar y era obvio que no dejaría que InuYasha se entere.

Un momento… ¿InuYasha? ¡Dios, InuYasha!

—¡Kagome! ¿Cómo saliste? —En ese instante sus amigas la abordaron, chillando emocionadas.

—¿Eh? me dieron esto—les entregó la carpeta, tratando de ordenar sus ideas—, dijeron que me llamarían mañana en la noche después del sorteo, supongo que les agradé—se encogió de hombros, restándole importancia.

—Kagome, significa que estás nominada—habló, enojada, Yuka—deberías estar feliz, no con esa cara de amargada ¿acaso no te alegra? Pagarás el jarrón, es lo que más querías ¿no?

—Sí, pero…

—¿Qué?

Se ganaría tantos problemas, se exhibiría como una cualquiera…

—Nada, olvídalo. —Se giró, dándoles la espalda a sus amigas para tratar de cambiar ese ánimo y pensar que todo era por una buena causa.


El silencio fue interrumpido por el sonido de la madera crujir.

—¡InuYasha! —Llamó la atención, Sango, alarmada al ver la mano del híbrido dentro del hueco en el suelo. ¡Había dañado la cabaña de la anciana Kaede!

—¿Dónde demonios estás, Kagome? —Gruñó, indignado.

—¿Pero qué rayos te pasa, perro? —Chilló Shippō, con unas lagrimillas de susto en el hombro de Miroku, que también miraba extrañado a su compañero.

InuYasha soltó el aire contenido y él mismo se sorprendió, era cierto ¿qué carajo le pasaba? Ese día estaba especialmente irritado y sus pensamientos, en vez de estar sobre sobre el bastardo de Naraku y sus secuaces, recaían totalmente sobre Kagome, ¡en qué mierda estaba metida esa chiquilla! Podía sentirlo, hasta hacía solo unos momentos había tenido el presentimiento de que Kagome estaba en problemas, nerviosa, con presión o algo así, y de pronto se sintió irritado.

No tenía la más mínima idea de por qué, era como si presintiera que Kagome estaba haciendo algo que a él no le agradaría para nada ¡podía sentirlo! Era por eso que estaba tan estúpidamente irritante y sabía que estaba molestando a sus amigos, pero no podía hacer nada más, estaba desesperado y lo que más le frustraba era saber que no podía nada en esos momentos, tenía un día específico para poder ir por ella con la excusa de los fragmentos, pero especialmente ese día algo lo arrastraba hasta la época de Kagome.

Estaba seguro de que algo malo estaba pasando.


Se puso la ropa normal que debería traer como buena chica después de un buen baño y se sentó en su cama, suspirando al tiempo que miraba a su gato Buyō revolcarse en el tatami de su habitación. Ninguno de sus familiares sabía nada de lo que le estaba pasando, y no tenía intenciones de hacer que se enteraran. Ahora bien, no había momento en el que no hubiera pensado en la reacción de InuYasha (con lo celoso y posesivo que era) seguro que enterarse de eso no le sentaría de la mejor manera. ¿Qué era lo que le iba a decir cuando fuera por ella?

Ahora sí, no era por molestar pero… estaba (definitivamente) jodida.

Continuará…


¡Sorpresa!

Cariño, por favor, no te molestes, quería hacer algo que no predijeras y dejarte la mejor parte para el siguiente capítulo, espero realmente que no te haya causado mal estar.

Si es así solo avísamelo ¿vale? Estoy ansiosa por saber qué piensas de este primer capítulo, se supone que es un two! Shot, ya que no especificaste eso en el reto y pues yo me tomé libertades .-.

Elegí la imagen especialmente para tu historia, espero te guste :')

Y a las demás personas que me leen, espero disfruten y sepan recompensar mi esfuerzo.

¡Gracias por leer!

PD: LA CORRECCIÓN ESTÁ EN BRUTO. Ojalá no te encuentres con horrores, bruxi T_T