Redención.
Disclaimer: los personajes le pertenecen a J.K. Rowling, yo los uso un ratito nada más.
Éste fic participa en el reto anual "Long Story 2.0.", del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black."
Capítulo Uno.
"¿Quién necesita enemigos cuando te tienes a ti mismo?"
Cuando era un crío, amaba pintar. Sencillamente sentía placer en observar el pincel –siempre de cola de mono, por supuesto–, moviéndose insistentemente contra el lienzo. A veces creaba garabatos ordinarios y sin sentido, pero otras, me dejaba llevar. Plasmaba figuras que me inspiraban o me resultaban bonitas, acaso mínimamente interesantes. Por ello, millones de retratos de mi madre, con sus cabellos dorados y los ojos celestes, con el aura pacífica que solía emanar, se multiplicaban por la sala de dibujo.
Recuerdo todavía que era mi musa preferida: su porte aristocrático, la sonrisa enigmática y su rostro de muñeca de porcelana hacían de ella una mujer envidiable, aún a sus ya treinta y cinco años de edad seguía resultándome bellísima. Acaso porque era mi madre, o tal vez porque siempre fui de idealizar demasiado determinadas situaciones, pero para mí no había mujer o ser más hermoso que ella en la tierra. Llámenle Edipo, estupidez o inmadurez, pero yo era así y nadie podía cambiarlo.
Y, ahora, el saber que la delicada mujer que me contaba cuentos a la hora de dormir y solía cantarme con su dulce voz estaba pudriéndose en una celda, rodeada de dementores, por el simple hecho de ser la esposa de un capullo que seguía a muerte las ideas de un mestizo megalómano que claramente estaba mal de la azotea, sencillamente hacía que una furia ciega nublara mis ojos.
¿Cómo pude ser tan estúpido?
Una pregunta a la que no puedo encontrarle respuesta alguna resuena en mi cabeza, causándome una molestia que hace que mi estómago se comprima.
Había pensado que ser mortífago era un honor, que lograr erradicar a todos los impuros sería lo mejor para el Mundo Mágico, y que era invencible.
Cuán equivocado estaba.
Avanzo por los pasillos de Hogwarts cabizbajo. Mi túnica de Slytherin acaricia el suelo a cada paso que doy, y rezo porque McGonagall, que me citó a su despacho para vaya a saber uno qué, me encargue algo que, lisa y llanamente, acabe con mi vida. Creo firmemente que le haría un favor al colegio si así fuera.
Y me haría un favor a mí mismo.
Al volver para cursar mi Séptimo Año en Hogwarts, ya imaginaba que las cosas serían tensas. Yo estaba afrontando un momento duro, la sociedad mágica al completo me repudiaba, y mi familia estaba en Azkaban. Ni siquiera podía encontrar refugio en la pintura: después de aquella vez que mi tía torturó a Granger en la sala de dibujo, jamás pude volver allí sin sentir un martillazo en el estómago.
Pero tampoco estaba preparado para lo que se avecinaba. Todos me evadían como si tuviese alguna peste extraña, y mis dos mejores amigos no habían vuelto al colegio. Me habían nombrado Premio Anual, un detonante total que logró que el odio que todos sentían hacia mí se multiplicara por setecientos, y creo que me quedo corto.
Cuando llego a la gárgola de entrada de su despacho, tiendo entre mis manos el pedazo de pergamino que me entregó. Una letra pulcra y formal forma la palabra "Albus Dumbledore", la contraseña para ingresar a la sala en la que me esperan.
Pronuncio el nombre del fallecido director e ingreso, impaciente. La escalera de caracol me marea, pero pronto me veo a mí mismo golpeteando una ancha puerta de madera, con los nervios a flor de piel.
—Pase. —La voz de McGonagall suena extraña. La verdad es que, desde que fue nombrada Directora de Hogwarts, se la nota agotada. Más que de costumbre.
La puerta produce un irritante chirrido al abrirse. Saludo a la vieja con un seco asentimiento de cabeza y me quedo parado, con los hombros rectos, observándola fijamente.
—Siéntese, señor Malfoy. —Hago caso y tomo asiento en un sillón bastante confortable. —Bien, usted verá. Estuve hablando con el retrato de Albus. —Señaló al cuadro, en el que el anterior director saluda con una pragmática sonrisa en el rostro. Me produce un poco de ansiedad, al ser sinceros. ¿Acaso me castigarían por mi pasado como Mortífago? —Y él me ha hecho caer en la cuenta de que estás… arrepentido, digamos, por tus… eh… —Carraspeó incómodamente, y yo rodé los ojos— experiencias pasadas. ¿No es así?
La observo fijamente. A pesar de que me siento la peor escoria del universo, mi lado Slytherin sale a flote. ¿Qué intereses tiene? ¿Con qué objetivo me hace ésta pregunta?
—Tranquilo, Draco. No te mandaremos a Azkaban, si es lo que temes. —La voz del viejo chocho me hace pegar un respingo. Me observa con sus ojos azules llenos de compasión, y la sangre me hierve por dentro. ¡No necesito su jodida lástima! —Y sé que debes sentir aprensión al modo en que te tratamos. Pero confía en mí.
—Por favor les pido. —Intenté arrastrar las palabras con desagrado, como solía hacer antaño. Me decepcionó y frustró a partes iguales notar que sonó como un balido lastimero. —Díganme lo que está pasando, o la idea que tuvieron, o lo que demonios sea. Tengo sueño, es tarde, mañana hay clases y realmente no me apetece ser un maldito muerto en vida. —Obviamente, mi objetivo era ponerlos nerviosos, tensos, y que McGonagall me eche a la mierda de su despacho.
Pero no lo logré.
El jodido viejo comenzó a reír, y mis ojos se inundaron de ira. Estaba a punto de salir corriendo del despacho en dirección a la Torre de Premios Anuales, asentarme en mi cama y jamás en la vida abandonarla. Pero, entonces, McGonagall habló.
—Verá, señor Malfoy. Hemos estado pensando, y Albus me ha confiado el secreto de una magia muy poderosa desconocida para la mayoría de la población. —Me observó fijamente a través de los lentes que llevaba puestos, y prosiguió. —Le da al individuo la oportunidad de volver a vivir toda su vida de nuevo. Es decir: si aceptas nuestra propuesta, retornarás a tus orígenes. Así, podrás cambiar todos los errores que cometiste en el pasado… y, tal vez, hacerte de nuevas compañías que te aseguren un nuevo futuro.
Tragué grueso.
Nunca había oído hablar de ése tipo de magia. Pero, de hecho, podría cambiar bastantes cosas si aceptaba la propuesta: podría ser más valiente, no seguir los pasos de mi padre para unirme a los Mortífagos, proteger más a mi madre, e incluso modificar todo lo que me hizo sentirme un cobarde, un cabrón y un malnacido.
Al mismo tiempo, si aceptaba la propuesta debería experimentar toda la Guerra de vuelta. Las muertes de miles de alumnos, profesores y hechiceros adultos. La pérdida total de mi familia, o de lo que yo creía que era mi familia.
"Pero puedes cambiarlo."
La voz de mi inconsciente me hizo reaccionar. Vale, la Guerra ocurriría. Pero muchas muertes podrían revertirse con una buena advertencia, con un buen plan.
Estaba en mí cambiar los hechos.
No quería sonar como un héroe trágico (la gente como San Potty me sigue produciendo repelús), pero encontraba en la propuesta una excelente oportunidad. Sí, muchos de los alumnos me caían mal, pero sus muertes me resultaban demasiado injustas.
Tal vez… Tal vez…
—Acepto. —Mi propia voz me pilló desprevenido. Sonó segura, imponente y desvergonzada. No vacilé ni un segundo, y levanté la vista con decisión hacia McGonagall.
—Bien. —La voz de Dumbledore seguía asustándome cada vez que sonaba. Solía olvidarme que el ex director estaba allí. —Entonces, tómate esto. —La actual directora me dio una poción plateada con motes púrpuras. —Y buena suerte, Draco.
¡Hola! Bien, acabo de terminar el primer capítulo media hora antes de ir para el colegio, así que está hecho a las apuradas y bastante mal.
La idea surgió de un sueño —sí, por lo general todos los fics que hago surgen de mi extraña imaginación mientras duermo—, y he estado intentando escribirlo durante mucho tiempo, pero nunca me sentía conforme y tenía que hacerlo de vuelta, y de vuelta, y de vuelta…
Seguramente piensen que quedan muchos cabos sueltos, pero es mi idea: el por qué de los acontecimientos va a ir mostrándose poco a poco a lo largo de los capítulos.
Es la primera historia que escribo en la que hay un poco de surrealismo, ya que por lo general mis fics tratan de la época en Hogwarts o después de él, pero no de viajes en el tiempo y ésas cosas, ya saben.
Va a estar narrada desde el punto de Draco, por lo que Dumbledore, McGonagall y otros personajes por lo general van a estar nombrados como "el viejo", o "la vieja", ya que no quise hacerlo demasiado OoC, ya saben. No me trago ésa del Draco súper consejero a la primera. Mi objetivo es que vaya metamorfoseándose a lo largo del tiempo.
En cuanto al Dramione: va a aparecer pronto, tranquilas. Éste capítulo es una suerte de Prólogo, digamos, que narra cómo Draco puede volver a la vida para enmendar sus errores.
Ah, otra cosa: no sé dividir los párrafos en FanFiction, y eso que llevo más de siete meses registrada. Me frustra sobremanera, pero espero lograrlo con el paso del tiempo.
En lo relacionado con el lenguaje: soy una adolescente de trece años que vive en Argentina, así que tengo todo en mi contra. Al tener los años que tengo, me cuesta bastante expresarme de un modo más serio, y al ser argentina, escribir en neutro hace que mis sesos exploten y vuelen por todas partes. (Bueno, no tanto.)
En fin, espero que les haya gustado y agradecería muchísimo si pueden dejarme un review, son los que me impulsan a seguir escribiendo.
Sin más preámbulos, me despido.
¡Au revoir!
—Martu.
