Esta es mí primer historia sobre esta pareja y es seguro que se me ira de las manos y por las ramas, si aún con esto quieres seguir leyendo eres bienvenid a hacerlo


Ella estaba de mal humor, una discusión de la que no pudo salir bien librada solo le recordaba que ya no era más la hija del alcalde de París. Deseaba afirmar que no había tenido culpa alguna en aquella discordia, sin embargo aquello sería mentira.

¿Que más podría hacer?

Día a día veía a su mejor amigo de toda la vida —la única persona a su lado que merecía ese título a su parecer— sufrir ante ella por la panadera, Chloe podría aceptar que él no la quisiera de aquella manera que ella había jurado hacerlo por casi una década lo que no podía aceptar era que esa chica tonta no deparará un minuto en admirar los suspiros que Adrien le dedicaba. Aunque era bien sabido que tampoco podía culparla, tantos intentos de ella por apartarlos habían tenido los resultados deseados —O eso prefería creer—. Mientras en lo más profundo de sí sabía la verdad; Marinette se había enamorado del hermano mayor de Juleka. Luka no tenía culpa alguna de meterse entre los sentimientos de Marinette y los no correspondidos de Adrien, como así tambien nadie cargaba con la mochila de que el modelo apreciará a la chica de coletas cuando la relación con el músico comenzó. Su rabia tal vez era infundada pero ciertamente tenía envidia de Marinette, ella siempre parecía ser mejor y ahora tenía a dos chicos terriblemente atractivos tras ella, mientras Chloe solo quería obtener algo de atención sincera de alguien.

Refunfuñaba por tener este castigo para si sola, la contienda fue por ambas partes. Admitía sin embargo que ella le había roto la nariz a la azabache, aunque no había sido de manera intencional. Cuando el timbre dio la salida su nariz aún sangraba y el resto de sus compañeros de clase la miraba como si fuese una arpía, a ellos poco les importaba si en realidad aquello había sido un accidente. Para culminar con su mala suerte; Sabrina hoy no estaba a su lado para respaldar su palabra, o al menos fingir hacerlo como siempre lo hacía, su "amistad" era meramente por conveniencia. Por ello se encontraba desempolvando los libros de la biblioteca, ordenándolos en su lugar y lamentándose por no haber aceptado el barbijo que se le ofreció para ese fin ya que cada vez que él polvo iba más allá del trapo se adentraba profundamente en su nariz haciéndola estornudar. Estando exhausta y ensimismada no noto cuando comenzó a llover, solamente tuvo una prueba de aquello cuando al abandonar la biblioteca debió rodear todo el tramo hasta los baños en vez de atravesar el patio. Admirando de esa manera como el cielo se iluminaba de cuando en cuando, haciendo a su vez que su columna vertebral se estremeciera recordando las razones por las que no le agradaban las tormentas eléctricas, por ello tal vez su mirada no se apartaba del cielo, a la espera de que el sonido tan atemorizante llegase a sus oídos, en cuanto estado sucedió procuro controlar a sus piernas para no erguirse en el suelo, odiaría dar esa imagen en el instituto aunque este se encontrase parcialmente desierto.

Al llegar no hizo mas que admirar su reflejo, la imagen que el espejo le devolvió era con la que nunca hubiese salido de su habitación; ojos cansados, cabello desordenado y más resabios de polvo sobre sí de los que había visto en su vida, palmeó la tierra en su ropa, lavo su rostro, peino su cabello y considerándose mínimamente presentable se atrevió a salir de allí. El colegio se veía tétrico estando vacío y siendo ya altas horas de la tarde; percibía solamente delante de ella la luz de la preceptoria mientras que unas aulas más allá por alguna razón el espacio de arte estaba iluminado, todo era tan silencioso que terminaba molestándola, la falta de sonido la obligaba a pensar en aquello que prefería ignorar.

Monsieur Perrault se encontraba en el lugar donde ella debía dirigirse oyendo algo de música de antaño, y por insólito que parezca aquello apaciguaba su ser, él esperaba que cumpliese la tarea que le fue encomendada, ella se presentó delante de la puerta dando suaves golpes a esta.

—Miss Bourgeois... ¿Ya acabo? —Chloe asintió con desgana—. Oh, bien. Supongo que no le molestará que lo compruebe.

Surpimio todo impulso desagradable que su ser estaba dispuesto a devolverle como respuesta, le cedió el paso y fue siguiéndolo unos metros detrás, esta vez no se adentro en el lugar; después de la ardua tarea que tuvo que realizar por sí misma debía ser una emergencia para que volviese a poner un pie allí. Perrault examinó minusiosamente cada recoveco de la estantería que le fue encomendada, asintió hacia ella y está soltó el aire que no sabía estaba conteniendo.

—¿Ya puedo marcharme?

El preceptor examinó el reloj en su muñeca; —Supongo que es suficiente por hoy, sin embargo sabe que su falta fue grave, ¿cierto? —Ella volvió a asentir—. ¡Bien! ¿Podría hacerme un favor antes?

—¿Y ahora que? —Pregunto al borde del enfado, ya que no era propio de ella comportarse amablemente por un periodo extenso de tiempo—.

El hombre alzó una de sus cejas inquisitivamente, Chloe casi quiso tragarse esas tres palabras o tal vez haber usado un tono de voz diferente; —Vaya al aula de arte y dígale a ese muchacho que la escuela cerrará, luego recoja sus cosas y márchese.

Esta vez no dijo palabra alguna por temor de repetir su error, simplemente asintió y siguió las instrucciones de aquel hombre. Era factible que al escuchar la palabra "muchacho" asociada con "salón de arte" debió haber pensado en que él estaría allí, sin embargo nada la preparo para la imagen frente a sí.

Nathaniel se encontraba de perfil a ella, sentado en un banquillo junto a un caballete, su cabello estaba recogido en una coleta y parecía tan concentrado en su labor que no notaría si ella entrará al aula y se parase tras de si para ver su trabajo. Nunca había visto su rostro ya que siempre cubría parte de con su cabello y ahora que este había crecido algo más la porción que se podía apreciar era más limitada. Jamás admitiría en voz alta que presto especial atención en sus gestos al momento en que esté dejó asomar su lengua entre sus labios, como tampoco el hecho de que su corazón se saltó dos latidos cuando él giro su rostro hacia ella encontrándose con su mirada turquesa. ¿Porque recién ahora notaba ese atrapante color en sus ojos?. Claramente fingió no estar alterada por ello.

—¡Por fin te dignas a prestar atención! —Le reclamo—. Perrault dice que recojas tus cosas, ya que va a cerrar.

Él no emitió ni una palabra, simplemente asintió algo sorprendido por encontrarse con ella, como así también intentando descifrar a que se debía el sonrojo que vio en sus mejillas. Nathaniel normalmente no se quedaría hasta estas horas en el aula, sin embargo su madre no iba a estar esa tarde para recibirlo, ni tampoco pasaría esa noche por allí y decidió que invertiría su tiempo en terminar la pintura en la que trabajaba en esos momentos. No llevo el trabajo a su casa por el hecho de que temía el mal tiempo, aquello hubiese arruinado todo, dos minutos después de que la campana de salida tocará comenzó a llover de manera torrencial. Agradecía su precaución cuando vio su obra a Punto de terminarse. Tomó sus cosas, cubrió su trabajo procurando que la tela no tocará la pintura y salió de allí apagando la luz tras de sí. En la puerta se topó nuevamente con la rubia maldiciendo su teléfono.

—¡No hay manera de que llegue así! ¡¿Porque justamente hoy debía la inútil de Sabrina faltar?! —Tiro el teléfono al suelo logrando que este se desarmase y volvió a gritar de frustración—.

Nathaniel resopló sabiendo que se arrepentiría de sus próximas palabras; —Chloe si quieres... —Extendió unos centímetros el paraguas hacia ella, quién no dudó en quitárselo de las manos. sin embargo Nath lo recuperó—. No puedo caminar bajo la lluvia sin resguardarme... pero me ofrezco a acompañarte.

Ella lo miró antes de resoplar, tomo del suelo el lío de partes en lo que termino su teléfono, convenciéndose de que si lograba armarlo lograría funcionar, miro al pelirrojo frente a ella, sabiendo que sin su ayuda no saldría de allí. Puesto que su padre había decidido ignorarla desde que la consideraba la principal causa de perder la última elección, ella sabía que todo aquello había sido culpa suya por ello prefería no insistir en tener una relación normal con él. Sabiendo que sus palabras siempre resultaban salir de manera hiriente prefirió no usarlas por lo que se limitó a asintir hacía él.

Nathaniel al ser unos centímetros más alto fue quien llevaba el control del dichoso paraguas, ella no quiso acercarse demasiado a él por lo que en varias ocasiones algunas gotas llegaron a su cuerpo. Él rodó los ojos sabiendo que tal vez su próxima acción lo llevaría a recibir un golpe de la rubia, quién poseía demasiado fuerza para lo que parecía, aquello era algo que estaba comprobado por Marinette y el resto de su curso. Posó una de sus manos en la cintura de la fémina y pretendió acercarla a él, ella malinterpretó su acción alejándose, justo en el momento que una ráfaga decidía pasar entre ellos logrando llevarse el paraguas de las manos del pelirrojo. Él bufó, dando media vuelta y cambiando de rumbo, ya que se encontraban a medio camino del hogar de la rubia y solo a un par de calles del suyo.

Los gritos de la chica tras de si no pasaron desapercibidos, para nadie a su alrededor, por lo que a paso decidido se acercó a ella, tomó su mano de manera brusca y la arrastró tras él soportando que está con su mano libre se dedicase a golpear su espalda. Al llegar al edificio donde residía acorraló a Chloe en la entrada del mismo, tomó su mano ya harto de que esta lo agrediese y la miró con rabia;

—¡¿Puedes parar ya?!. No es mí culpa que seas una inútil que no sabe hace nada por sí misma —Ella quedó pasmada por el tono de voz que él empleó—. Así está mejor, aquí vivo. Este lugar era más cerca que tu destino, te ofrezco pasar y luego tomarte un taxi. Puedes llamar desde adentro.

Chloe no podía salir de su impresión ¿Nathaniel siempre había tenido ese carácter o acaso ella había sobre pasado sus límites?, Sea como fuere no dudó en seguirlo mientras este se adentraba en el edificio. Nathaniel solo comprobó que ella estuviese tras él antes de presionar los botones del ascensor. El apartamento 303 se presentaba ante ellos, él giro la llave y dejó que ella pasase primero.

—Ahora traigo unas toallas, ¡Quédate aquí!, si mí madre descubre que llené todo el apartamento con agua me despejará vivo.

Chloe asintió aún en shock, no creyendo que el tímido chico pudiera alguna vez ponerla en su lugar, lo admiro hasta que desapareció tras una puerta regresando con dos mullidas toallas, ella seco su cabello y estornudo. Nathaniel volvió a desaparecer, esta vez por un pasillo a su derecha.

—¡Chloe! —ella busco la dirección de su voz, procurando no dejar demasiada agua a su paso—. ¡Chloe! —Volvio a llamar—.

—¡Aquí estoy!

—Este es mí cuarto —Instruyo él—. Toma, aquí tienes un cambio de ropa, espero que te quedé, puedes cambiarte aquí y arrojar la ropa a ese cesto. Yo iré a preparar café. Te pido que no toques nada.

En ese momento notó que Nathaniel había cambiado su ropa, una camiseta gris cubría su torso, un pantalón de friza azul sus piernas, estaba descalzo y había vuelto a sujetar su cabello. Chloe volvió a mirarlo silenciosamente. Trabó la puerta en cuanto esté abandonó el lugar. Su ropa olía a él, ya que reconocía un aroma familiar en estas sin embargo nunca hubiese creído que el pelirrojo tuviese un aroma tan embriagador. Se maldijo a sí misma palmeando su rostro e instándose a entrar en razón. ¿Qué demonios hacía en la casa de Nathaniel?. Salió del cuarto sin tocar una sola cosa, para sorpresa de ella había seguido sus palabras. Se encontró en el pasillo donde no había ni un resabio de agua, asumió que él había limpiado. Camino hacia el recibidor una vez más, encontrando a Nathaniel con dos tazas de café frente a él, recargando su nuca en el sofá y con los ojos cerrados. Se acercó se manera sigilosa a él, lo observó mientras pudo hacerlo; sus labios finos, sus tupidas pestañas y su delicada piel. No admitiría como escocían sus manos por querer tocarlo. Tomó asiento a su lado, él la observó ya que ella se veía nerviosa, ninguno de los dos entendía que pasaba en ese momento. Nathaniel se alejó sin emitir una palabra encaminandose hacia su cuarto, tomó la ropa de Chloe y la llevó consigo hacia la lavandería, programo un lavado rápido y volvió al lado de su acompañante. Parte de él quería disculparse y admitir que su carácter no era así, sin embargo le agradaba más esta version de Chloe. Sentándose a su lado tomó un sorbo de café, ella lo imitó.

Dejaron las tazas en la pequeña mesa frente a ellos y sus miradas se encontraron en ese momento un relámpago iluminó la habitación, segundos después un estruendoso rayo se hizo presente haciendo que la luz se vaya y que Chloe se lance a los brazos del chico, quién aún algo sorprendido no dudó en recibirla en estos. Ella temblaba como si fuese una niña y él se encontró enternecido por su reacción.

—Solo es un rayo, ya pasará —Intento calmarla, cuando el cuarto volvió a iluminarse y el estruendo se repitió, al parecer la tormenta estaba sobre ellos—. Tranquila.

La dejo estar así un buen tiempo, mientras sin meditar en ello comenzó a repasar los dedos por su cabello, ella no se quejo como así tampoco pretendió apartarlo. Nath no sabia que era el primer gesto amoroso que la rubia recibía en mucho tiempo. El pelirrojo sintió su respiración acompasada, ella se había dormido en sus brazos. Ahora no podía entender como una criatura en apariencia frágil y delicada podía haberle causado tantas desgracias en el instituto, abrazo su cuerpo y hundió los dedos en su cabello una vez mas, las finas cerdas de este producían una indescifrable sensación en sus dedos. Las luces volvieron a encenderse y pudo apreciar a la chica en sus brazos, ella se encontraba calmada y en paz con el oído directamente sobre su pecho, él hubiese jurado sin equivocarse que el sonido que retumbaba en los oídos de la rubia era el de su corazón, se sorprendió al ver un gesto en ella que nunca había visto; se encontraba genuinamente sonriendo acción que también lo llevo a sonreír a él. Tomo un momento para cuestionarse que pasaría la mañana siguiente cuando ella despertase en sus brazos, mientras aquello no tenia una certera respuesta, envolvio sus brazos en el delicado cuerpo de su compañera de clases, su bully personal a sabiendas que una oportunidad cómo está no volvería a presentarsele, a menos que el mundo decidiese girar tres veces más.