Corría tan rápido que el aire le faltaba, sus piernas cortas se esforzaban a más no poder y en cualquier segundo perdería el equilibrio azotando en el suelo. ¿Quién diría que el joven Ichigo se vería en una situación así? Con una apariencia tan llamativa y siendo perseguido por una pandilla, uno nunca pensaría que aquel niño sería el joven sucesor de la familia Kurosaki, una de las más antiguas y respetadas de la región, cimentada sobre generaciones de ilustres doctores; sin embargo lo era y no obstante su situación era más problemática de lo que parecía.
Debido al cabello anaranjado de Ichigo, la gente creía que su madre, Masaki Kurosaki había tenido una aventura con alguno de esos extranjeros que llegan a los puertos y alegan traer novedosas mercancías, como resultado había nacido ese niño. Todos hablaban mal de la señora Kurosaki. Afortunadamente, el líder de la familia Kurosaki, Isshin, estaba totalmente enamorado de su esposa y ni por un momento dudó de su lealtad. Lo único que al matrimonio Kurosaki le importaba era el bienestar de sus hijos, pero a Masaki le preocupaba demasiado Ichigo, su primogénito. Lo mimaba y hacía lo posible por hacerlo sentir seguro pues sabía que en el futuro afrontaría muchos problemas.
Sea como sea, si estuvo bien o mal, no podemos decirlo. Ichigo creció en un ambiente lleno de amor, sus padres y sus dos hermanas lo eran todo para él. Era feliz y esa es la única verdad. Sin embargo, a sus ocho años, perdió a su madre, el pilar de su universo.
Todos en la familia habían sentido el impacto de la pérdida pero, al ser el sucesor de la familia, había muchas responsabilidades que pendían sobre la pequeña cabeza de Ichigo y como tal debía prepararse para tomar el liderazgo cuando el momento llegase, así que su padre decidió que era el momento adecuado para convertirlo en su aprendiz. A pesar de estar en una tierna edad, Ichigo debía demostrar sus capacidades y lidiar con su dolor.
Había pasado un mes desde aquél fatídico día e Ichigo volvía de hacer un encargo en la botica cuando un grupo de niños, probablemente mayores, empezaron la bulla. "¿Ése no es el niño Kurosaki? ya sabes, el hijo de la golfa"
Masaki se fue pero Ichigo seguía aquí, en este mundo feroz sin nadie que pudiera ayudarlo. Él, sin pensar en las consecuencias, abordó a esos niños y con una ira infantil les pidió no decir eso otra vez. Sólo le contestaron con unas carcajadas pero el enojo dentro de él, que se había ido acumulando desde la pérdida de su madre, hizo que el altercado llegara a una escala inimaginable para él, golpeando al chico que había empezado el alboroto.
Ese golpe sería una inflexión en el destino de Ichigo.
El otro chico no se quedó de brazos cruzados y estaba más que dispuesto a pagarle con la misma moneda, pero más rápido que un ciervo, el pelinaranja salió corriendo. Sin saber a dónde iba, sus pies lo llevaban lo más lejos que pudieran o al menos a una zona donde hubiese gente; esos bravucones nunca actuarían en un lugar donde pudiera atraparlos un policía o al menos podría intentar perderles entre la multitud. Por desgracia sus pies se equivocaron y llegó a un callejón sin salida, sólo había un gato que lo miraba de forma burlona, o eso pensaba él, quizá era él mismo quién se burlaba de su maldita suerte.
— ¡Bastardo!
El eco resonó hasta su corazón, el miedo lo tenía paralizado y sólo podía escuchar los pasos de lo que probablemente sería una gran golpiza acercándose.
— ¿Así que crees que puedes darme un golpe sin pagar las consecuencias? Sabes, para ser un debilucho me dejaste un moretón
— ¿Qué tal si le dejamos morada toda la cara? A ver si su padre lo reconoce
Las risas nunca habían sido tan ensordecedoras, Ichigo se sentía mareado e impotente, sabía que no podría contra esos tres niños, el doble de altos y fuertes que él, pero tampoco podía rendirse sin al menos intentar pelear, no después de insultar a su madre. ¿Cómo lo haría? No tenía ni idea, pero el instinto lo hizo voltear y preparar los puños.
— ¡Ustedes, idiotas! ¿Qué creen que hacen?
Una chica pequeña de cabello negro había aparecido de sorpresa, sin embargo los otros chicos parecían no prestarle atención, seguramente era una niña ilusa que no sabía a qué se enfrentaba, de esas que abundan en Edo.
— ¿Y tú quién eres, pulga? ¿También quieres unos golpes?
—Eso debería preguntártelo yo, estás en mi barrio y me estás molestando.
—Mira niña – dijo el otro – si no quieres que te demos algo peor que una paliza vete de aquí.
Ella no dijo nada y sólo suspiro, su expresión cambió a una mueca burlona y en menos de un parpadeo el chico que recién la amenazó yacía en el piso intentando recuperar el aire. Los otros dos se miraron, incrédulos, ante la fuerza y velocidad de una simple niña. Ambos se pusieron en guardia y atacaron a la joven. Un golpe en la cara y el estómago fue lo que ambos recibieron.
—Vámonos antes de que despierten – dijo la niña jalando el haori de Ichigo.
El sol ya se estaba ocultando cuando ambos llegaron a la cima de la colina. El aire era tibio y los insectos pululaban de un lado a otro. A lo lejos se escuchaba el sonido de tambores y gente riendo, seguramente era un festival. Sin querer Ichigo recordó la única vez que fue al festival con sus padres, los tres se divirtieron y comieron mucho. En esas fechas Masaki estaba encinta nuevamente e Ichigo esperaba ansioso el momento de divertirse con sus hermanitas en un festival. "La próxima vez, vendremos todos juntos" Eso le había prometido su madre, pero dadas las circunstancias, no pudieron hacerlo…
— ¡Oye, reacciona! ¿Qué le hiciste a esos tontos para que quisieran golpearte? – Silencio fue su respuesta – Mira niño, si vas a estar metiéndote en problemas será mejor que lo hagas en otra parte, en este barrio harían apuestas en lugar de ayudarte.
—Lo siento… yo no quería pero…
— ¿"pero"? Eso no importa, si estás en peligro levántate y pelea o si no te van a aplastar como a una mosca. Come mucho, hazte fuerte y acaba con ellos.
—Lo dices como si fuera tan fácil, yo no podría hacer algo así.
—Es fácil. Si eres un niño con hogar, familia y comida caliente es lo mínimo que deberías hacer.
— ¿Qué? ¿Acaso tú…? – Su pregunta quedó al aire, la niña le dio un cabezazo y lo miro a los ojos por unos segundos; no lo había notado hasta ahora, pero ella era una chica muy delgada, de piel nívea y ojos grandes y violetas, enmarcados por su cabello negro como el carbón. Su belleza contrastaba con el yukata de tela barata que vestía.
—Estamos hablando de ti, tonto. Si tienes tiempo para sentir lastima por mi tienes tiempo para hacer algo mejor, como intentar quitar esa cara triste, ¿no crees?
—No siento lástima por ti… y no estoy triste, tonta. – Sólo por un momento, pareció que él sonreía al decir "tonta" y eso, a su vez, llevó una sonrisa a los labios de la niña, quizá empezaban a entenderse. – Y a todo esto, ¿dónde estamos?
— ¿Uhm? Yoshiwara
— ¡¿Qué?! ¿Me desvié tanto? Debo irme y gracias… - Avanzó un par de pasos pero algo lo retuvo y se dio la vuelta – Por cierto, soy Kurosaki Ichigo, espero verte de nuevo.
—… Y yo soy Rukia, ojalá así sea.
