Hola lectoras. Comenzamos una nueva aventura. Se trata del fic francés Ying & Yang de Sedgie (nuestra creadora de tantas historias ya traducidas) Este fic en concreto ha cosechado en su lengua más de mil comentarios en , así que espero que las lectoras españolas no se queden atrás. Es una historia completamente AU, y como Sedgie misma la define, una especie de comedia romántica americana, pero he de decir que se queda corta. Es mucho más. Lloraremos, nos reiremos mucho, sufriremos, y nos sorprenderemos. Dos mujeres y dos niños de mundos diferentes se encuentran, o mejor dicho, sufren un encontronazo que no augura nada bueno, sin embargo como dice el dicho los opuestos se atraen. Y esos son Regina y Emma en este fic, el Ying y el Yang. Espero que disfrutéis. Esun fic muy largo, 37 capítulos, y cada uno no tiene menos de 5000 palabras, o sea que, con paciencia. Pero no aburre, los capítulos todos terminan dejándote con ganas de saber más.

Primer día

Las maletas cayeron al suelo haciendo un ruido sordo, resonando en todo el apartamento. Ella arrastró su mirada por la inmensa estancia que le haría de salón, comedor y cocina. Inmensas ventanas daban una vista impresionante de los rascacielos de Nueva York.

Nueva York…Una nueva vida comenzaba para los dos. Una vida plena de aventuras, de nuevas experiencias, de nuevos retos. Una vida para ellos, para ella, para su hijo. El cambio era radical, cierto, pero ella lo necesitaba, era de culo inquieto. Ya no podía permanecer en Maine, no después de lo que acababa de suceder: demasiados recuerdos, demasiadas significaciones. Para ella, que estaba acostumbrada a moverse, era la ocasión soñada.

«Hm…No está mal» resopló el adolescente dejando su mochila en el suelo

«¿No está mal? Venga ya, eres difícil de contentar, ¿eh? ¡Este apartamento es inmenso! El salón solo es del tamaño de nuestro anterior apartamento. Y además, mira esa enorme pantalla plana. ¡Vamos a poder echarnos grandes partidas de Need For Speed

«Ya…Espero a ver a la habitación…¡Me quedo la más grande!» dijo él encaminándose hacia el pasillo

«¡Ni lo sueñes!» dijo la joven muchacha corriendo tras él riendo frenéticamente

Sí, una nueva vida comenzaba, para lo mejor y para lo peor.


«¿Es obligatorio?»

«Hey, no te vas a echar atrás, ahora, hm…Eres un adolescente, casi un adulto, como te gusta decir. No es el momento de comportarte como un chiquillo»

«¡No soy un chiquillo!»

«Entonces, actúa como un hombre. Tienes 12 años ya y…»

«¡Casi 13!» interrumpió el joven mientras masticaba un pastel

«¡Oh, sí, perdón, casi 13! ¡Es ya tiempo de que vayas al instituto!»

«Pero, tú podrías seguir haciendo lo que hacíamos antes»

«Sabes muy bien que no, y sabes por qué. No volvamos con eso. Estuvimos de acuerdo en que, cuando llegara el momento de que entraras al instituto, te escolarizarías»

El muchacho sabía muy bien que ella tenía razón, sabía que él le había dado su palabra, pero, ahora con todo ya hecho, ya no estaba seguro de su elección. Y helo ahí, en esa nueva vida llena de promesas y de futuro. Su madre había hecho inmensas concesiones para que él viviera como él quería. Ahora, él tenía que darle también la oportunidad de vivir su vida, a ella que le había consagrado su vida.

«Ok…»

«Venga, prepárate, vamos a llegar tarde» dijo la joven golpeando los dedos en la encimera de la cocina

Y media hora más tarde, el muchacho se encontraba en el escarabajo amarillo de su madre, de camino al instituto Roosevelt. Y ante la inmensa fachada de ladrillos del edificio, el corazón del pequeño tamborileaba en su pecho, el miedo se apoderaba de él.

«¿Estás bien? ¿Quieres que te acompañe?»

«¡No!» soltó rápidamente el muchacho «Irá todo bien, gracias» Nunca le confesaría a su madre hasta qué punto estaba nervioso, y era por una buena razón: él sabía que ella también lo estaba; sin demostrarlo, ella estaba aterrorizada ante ese primer gran día.

Ella y su hijo habían vivido toda su vida juntos, sin separarse nunca. Y la particular situación familiar en la que él había crecido no había hecho sino reforzar los lazos entre los dos.

«¿Y tú? ¿Vas a estar bien?»

«No te preocupes por mí. Yo también tendré mi primer día» dijo ella con un guiño, que pretendía que fuera tranquilizador.

El muchacho le sonrió entonces y salió del coche

«Entonces, hasta esta tarde»

«Hey…» él se agachó y apoyó los codos en la ventanilla del coche «¡No me avergüences!»

«jJa, ja, muy divertida!»

Él se alejó bajo la mirada enternecida de su madre: todo iría bien, ella tenía confianza en la maña de su hijo. Lo que temía, por el contrario, era a los otros. Los adolescentes no eran conocidos por ser el mejor público. Y él no había tenido la experiencia de la camaradería escolar. Su círculo de amigos se resumía a algunos niños con quien había crecido en aquel pueblecito perdido en el interior de Maine…Sabía que su hijo tenía sus recursos, solo temía que fuera demasiado crédulo.


«Me voy, Granny»

«No olvides tu redacción, estuvimos toda la noche»

La muchacha asintió entonces y comprobó una última vez su mochila. Lanzó una ojeada al reloj del salón.

«¿Mi madre ya se ha ido?»

«Hace más de una hora, tenía una reunión importante»

«Como todos los días» resopló la niña con tono hastiado antes de ponerse la mochila en los hombros «Me voy. Marco seguro que me está esperando»

«Muy bien. Hasta esta tarde, señorita»

La anciana le sonrió a su protegida. Pues, más que una empleada de la familia, Granny era un miembro de la familia con pleno derecho: había visto nacer a la única hija de la familia, la había visto crecer y convertirse en aquello de lo que toda madre se sentiría orgullosa.

La familia era acomodada, muy acomodada y eso había permitido a la pequeña hacer todo lo que había deseado: clases de piano, de violoncelo, de dibujo, de natación o incluso múltiples viajes alrededor del mundo. Tenía todo lo que podía desear una muchacha de su edad.

Por herencia familiar, sabía que su futuro estaba asegurado, y su destino completamente trazado. Su madre le aseguraba la entrada en una prestigiosa facultad de Derecho, y podría vivir en una de sus casas secundarias…Sí, su futuro estaba perfectamente delineado.

Y mientras comenzaba un nuevo día, conducida al instituto por su chofer, se desesperaba un poco. Porque si bien tenía todo lo que una adolescente podía soñar, le faltaba una cosa esencial: una madre.

Por supuesto, tenía una, pero…esta última estaba tan ocupada en su puesto de directora que le dedicaba poco tiempo: se iba muy pronto por las mañanas y a menudo volvía tarde, cuando su hija ya había cenado y estaba a punto de meterse en la cama.

Oh, no le faltaba amor, su madre la quería como a la niña de sus ojos, y la amaba hasta el punto de explotarle el corazón. Pero los hechos eran esos: su trabajo le ocupaba el 90% de su tiempo y el resto estaba consagrado a su hija. ¿Cómo había dejado que el trabajo se pusiera por encima de su hija? Algunas circunstancias habían empujado a su madre a alejarse de casa…Y, atrapada por el trabajo, no había podido dar marcha atrás.

Su hija estaba lejos de ser ingrata: sabía que lo que vivía, la inmensa mansión en la que habitaban, las facilidades en la vida, se lo debía, en gran parte, a los sacrificios de su madre y a su afección al trabajo. Pero en contrapartida, pasaba poco tiempo con ella.

Y como todos los años, por su cumpleaños, su madre le daba la ocasión de celebrar una fiesta sin parangón, con un despliegue faraónico, siempre subiendo el listón un poco más, porque, por su hija, ella era capaz de todo.

«Señorita, hemos llegado»

«Gracias Marco»

La chica salió del Mercedes de ventanillas tintadas antes de ir al encuentro del grupo de amigas que la esperaban pacientemente, como todas las mañanas. Apreciada, la chica se autoimponía ser la mejor en clase y sacar las mejores notas de la clase. Debía eso a su madre que se pasaba los días trabajando para ofrecerle todo lo que ella quería. Sí, era su deber.


Henry había investigado sobre el sitio antes de llegar. En Internet, había hecho una visita 3D de las aulas y de los pasillos. Había conseguido ser aceptado en su nuevo instituto justo antes de la mudanza. Entonces, él y su madre decidieron trasladarse a Nueva York para comenzar una nueva vida.

Y desde hacía algunas semanas, él no hablaba, no pensaba sino en eso: su futuro colegio. No tenía idea hasta qué punto era difícil llegar con el curso escolar comenzado. Pero, lo iba a comprender rápidamente.

Mientras circulaba por los pasillos buscando la administración, tuvo que enfrentarse con las miradas insistentes de aquellos que veían una nueva cara o la invisibilidad total de la masa.

Para él, que venía de un pequeño pueblo de Maine, ver tanta gente le resultaba bastante difícil. Leía mucho, incluso mucho para un joven de su edad, lo que le había ayudado bastante en sus estudios, pero ningún libro lo había preparado para lo que estaba a punto de vivir ese día: empezar en el colegio. La socialización no era su fuerte: prefería sus libros, sus comics y sus videojuegos más que una tarde entre compañeros y paseos. Tenía amigos, es verdad, pero ninguno supo qué decirle cuando él les anunció su traslado.

«Buenos días» dijo al llegar finalmente a la ventanilla donde estaba una mujer de cierta edad con gafas atrozmente grandes, clavadas sobre su nariz.

«¿Qué deseas?»

«Yo…Soy nuevo, Henry Swan»

La mujer mayor frunció la nariz, alzó la mirada para hundirla inmediatamente en los expedientes

«Hm…Henry Swan…Aquí está. Es una primera matriculación»

«Eso es»

«Aquí tienes tu horario. Las clases comenzarán en 20 minutos, no te retrases. Toma también el candado de tu taquilla. Se encuentran en la segunda planta, numero 110. La primera clase es la del señor Gold, que también será el tutor de tu curso, el aula está…»

«Oh, sé dónde es, gracias» dijo con una enorme sonrisa mientras cogía sus llaves y el resto de sus cosas

«Vaya…Ya que el señor es un chico grande, no te retengo más» dijo ella con una sonrisa mezquina y burlona

Él se despidió y se dirigió hacia su nueva taquilla. Y aunque eso era algo trivial, para Henry desprendía una excitación particular y un entusiasmo inhabitual en su vida. Todo era nuevo, tenía que descubrirlo.

Al llegar a la planta correcta, recorrió la línea de taquillas hasta llegar a la suya. Colocó el candado, todo orgulloso, antes de abrir la puerta y dejar dentro algunos libros, dados en la administración.

Tenía esa sensación particular de formar parte, finalmente del sistema, de ser un estudiante como los demás. Formaba parte de unos cientos de anónimos que iban y venían por los pasillos del instituto, y eso no podía darle más satisfacción. No podía borrar esa sonrisa que decoraba su rostro.

Y cuando cerró la puerta de la taquilla, se cruzó con la mirada penetrante y dubitativa de una chica, que ocupaba la taquilla de al lado, la 108.

«¿Por qué sonríes como un estúpido?» le soltó con voz seca

«Euh, yo…Solo es que estoy contento, es todo»

Ella, entonces, arqueó una ceja, antes de esbozar una ligera sonrisa y girar sus talones murmurando un «chalado» antes de desaparecer en la muchedumbre.

«Hey, bah…Para un primer contacto con los autóctonos, podría haber sido peor» resopló

«¿Hablas solo?» se sobresaltó al escuchar una voz masculina tras él. En la taquilla 111, un muchacho que tenía que tener su edad lo miró «Hey…¿Hay alguien ahí dentro?»

«Oh, euh…Sí»

«¿Sí, hablas solo o sí, hay alguien ahí dentro?» dijo divertido el adolescente

Henry hizo una mueca antes de masajearse la nuca

«Henry, Henry Swan, soy nuevo» dijo tendiendo su mano hacia el muchacho, que estudió su gesto por algunos segundos antes de extender la suya y aferrársela

«Arthur, Arthur Hopper»

Henry le sonrió: alto, cabellos pelirrojos y pecas por todo su rostro, le recordaba a Ron Wesley de Harry Potter.

«Nuevo, euh…¿De dónde vienes?»

«De Maine»

«¿En serio?» se asombró

«¿Por qué no lo sería?»

«Ok, eres original, me gusta. ¿En qué clase estás?»

«En la del señor…euh…Gold»

«Oh…No has dado con el mejor, es un viejo cascarrabias…»

«No me importa»

«¿Me equivoco o pareces contento? ¿Qué chico estaría tan contento por ir al cole…?»

«Bueno…Parece que yo»

«Ah, los chicos de campo, vamos…»

Arthur lo acompañó hasta el aula. Por el camino, le dijo que tenía 14 años, pero que había repetido dos veces y que por eso estaba en el mismo curso que él. E información no despreciable, era hijo de una de los profesores, Archibald Hopper. Al llegar al aula de Gold, Arthur se despidió de él no sin antes quedar para almorzar juntos.

Al final, la entrada en materia había ido más o menos bien. Suspiró, aliviado, antes de entrar en el aula ya llena. Un hombre estaba sentada en su mesa, rellenando algunos papeles, y una veintena de pares de ojos se volvieron hacia él. Henry, entonces, carraspeó para llamar su atención

«¿Señor Gold?»

Este último alzó entonces la mirada y miró a Henry, que se echó a temblar ante la mirada del hombre

«¿Sí?»

«Yo…Soy nuevo. Henry Swan. Me han puesto en su clase» dijo él dándole su expediente que el hombre cogió, dio un rápido vistazo y lo dejó sobre la mesa

«Ya veo. No veo sus antecedentes escolares en su expediente»

«Oh, eso es porque nunca he tenido» una ola de murmullos y suspiros se elevó en la clase, Henry frunció el ceño antes de continuar «Yo…he recibido una educación en casa»

Un pesado silencio se hizo, poniendo, por primera vez, a Henry incómodo. Dejó correr su mirada por la clase y divisó a la chica que había visto minutos antes en las taquillas. Sentada en primera fila, sola, lo miraba con atravesada mirada.

«¿En casa?» dijo Gold, capturando de nuevo su mirada «¿Quién le daba esas clases?»

«Mi madre…Y mi abuela. Ella era profesora, Después, cuando ya eso no fue suficiente, se decidió enviarme al instituto»

Gold arqueó una ceja

«Ya veo…¿He de suponer que no ha seguido el principio del programa de este año?»

«Oh, euh…Para ser sincero, realmente no he seguido ningún programa»

En ese momento, las risas y murmullos se hicieron más fuertes en la clase

«¡Silencio!» ordenó Gold golpeando la mesa con la palma de la mano, haciendo sobresaltar al muchacho también

«Ok…Va a tener que ponerse a la altura» arrastró su mirada por la clase y se detuvo ante la bella morena «Señorita Mills, usted se encargara de tutorizar al señor Swan. Le pondrá al nivel de la clase. Evidentemente, esa tutoría la librará de algunas tareas y le concederá puntos extras en su media, ¿entendido?»

A pesar del visible disgusto que le traería esa tarea, la joven asintió

«Entendido, señor Gold»

«Siéntese» dijo él señalando con el dedo el sitio vacío al lado de la chica. Henry se sentó y envió una discreta sonrisa de agradecimiento a la chica, que lo evitó cuidadosamente. Esto no iba a ser un comienzo placentero.


La primera clase había sido algo aburrida para Henry. El señor Gold había pensado que él estaría a la zaga, pero visiblemente se equivocaba. Lo que hoy había visto en clase, él ya lo había estudiado en su casa el año pasado con su abuela. Pero se quedó callado durante toda la clase. Al terminar esta, cuando la chica se disponía a marcharse, él la retuvo por el brazo

«Hey…»

Ella lo fusiló con la mirada, y él le soltó el brazo

«¿Qué quieres?»

«Gold ha dicho que…»

«Sé lo que ha dicho» gritó ella, llamando la atención del profesor

«¿Algún problema, señorita Mills?»

El rostro de la muchacha se transformó repentinamente y se dibujó en ella una radiante sonrisa

«Ninguno en absoluto, señor Gold»

El profesor salió de la clase, dejando a los dos adolescentes solos. Ella desdibujó rápidamente su sonrisa y enarbolando una oscura mirada se giró hacia Henry.

«Escucha. No tengo la intención de perder mi tiempo contigo»

«Pero, él ha dicho…»

«Sé lo que ha dicho. Y mañana tendrás todos los apuntes. Déjame solo el tiempo para hacer las copias»

«¿Y en lo que respecta a la tutorización?»

Ella reviró los ojos y resopló exasperada

«Si hubieras seguido una escolarización normal, no estarías en esta situación. ¿Qué eres? ¿Un marginal? ¿Un emigrante?»

«No, ¿por qué preguntas eso?»

«Entonces eres pobre…»

«Tampoco»

«Entonces, ¿por qué no has ido al colegio como todo el mundo?»

«Tengo mis razones…En fin, realmente, las tiene mi madre»

«No me importa»

Cuando se levantó y salió del aula, Henry la alcanzó

«¡Hey!»

«¿Qué?»

«Entonces, puedes despedirte de tus puntos extras»

«¿De qué hablas?»

«Si Gold se entera de que no me has dado clases»

«¿Y cómo se enteraría? Por supuesto, se lo dirías. Eres de ese tipo de chicos que quieren ser el favorito del profe. ¿Interpretas al nuevo pelota?»

«En absoluto. Pero, como tú, deseo sacar el año. Y si no tengo las clases apropiadas, me veré obligado»

La joven entonces lo miró fijamente con sus ojos marrones, después suspiró.

«Muy bien. En mi casa esta tarde después de las clases»

«Hey, espera, ¿dónde vives?»

«Apáñatelas» después, ella desapareció por el pasillo

Henry entonces suspiró: él no necesitaba esas clases extra, parecía estar al nivel del programa del curso, incluso por delante. Así que, ¿por qué insistir tanto? Se podría haber puesto de acuerdo con ella para decir que sí había recibido las clases y ella tendría sus puntos. Pero algo le decía que esa chica era mucho más que esa fachada fría y austera.


Como le había prometido, Henry se unió a Arthur para almorzar. Con su bandeja en la mano, se sentó en la mesa donde estaba el pelirrojo

«Hey, ¿qué tal entonces tu mañana?»

Henry suspiró antes de atacar sus papas fritas

«Ha estado…interesante»

«¿Has qué punto?»

«Interesante»

«Oh…Entonces, estás en la clase de la Glacial»

«¿La Glacial?»

«La señorita Evelyn Mills»

«Oh, sí…¿la Glacial, eh?»

«Es fría y tan amable como la puerta de una cárcel. Parecer ser que el año pasado una chica se marchó porque a ella se le metió entre ceja y ceja. Y además añádele que es la mejor alumna del instituto»

«¿De la clase querrás decir?»

«No, has oído bien: del instituto, de todas las clases y todos los cursos. Está las 24 horas del día encima de los libros, es una verdadera rata de biblioteca. Y además, está forrada…»

«¿Cómo?»

«¿Conoces la revista Elixir?»

«Euh, creo que mi madre la ha leído algunas veces…»

«Bah, pues su madre es la gran jefa de la revista. Ella la dirige. Te digo que tiene tanto que no sabe qué hacer con ello»

«Bah, mejor para ella. Pero, eso no es excusa para ser tan borde»

«Bueno, creo que ha habido problemas en su familia y que desde entonces, se ha alejado de todo el mundo para sumergirse en los libros. Tiene pocos amigos, salvo cuando es su cumpleaños. Eso es la fiesta de los lameculos y otras joyitas: invita a unos treinta adolescentes a su casa y monta una fiesta que se ve pocas veces. Incluso se ha hecho construir una piscina cuando cumplió los diez años solo para deslumbrar a los compañeros. El año pasado, instaló todo un pueblo hinchable»

«Eh, bien…¿Y tú has sido invitado?»

«El año pasado sí. No soy estúpido, sé que ella solo invita a gente que le es útil o que tienen notoriedad: hijos de gente importante…y yo, como soy hijo de uno de los profes…pues eso ayuda»

«Ya veo…»

«Ya verás su choza, es casi un castillo. Y su jardín…Pufff…algo de locos»

«Por cierto, si sabes dónde vive, ¿me podrías pasar la dirección?»

«¿Por qué?»

«Tengo que ir esta tarde»

«Wow, wow, wow…Espera, ¿qué?»

«Gold le ha pedido que me dé clases de recuperación. Ella me ha dicho que vaya a su casa esta tarde, pero no me ha dado ninguna indicación»

«Joder…Tienes suerte»

«¿Cómo?»

«Nunca invita a nadie a su casa. Y tú, apareces y voilà, te invita»

«Bah, de hecho no le he dado elección. Quería dejarme plantado»

«La Glacial, te lo he dicho. Toma, esta es su dirección. ¡Ya me contarás, eh!»

«Prometido, aunque dudo de que haya algo que contar»


El fin de la jornada pasó muy tranquilamente: Henry se dio cuenta de que estaba adelantado en todas las materias. ¿Acaso su madre y su abuela habían sido demasiado cuidadosas o habían tenido la mano demasiado pesada en las tareas? Pero esos eran los hechos: tenía un adelanto considerable en todas las materias, y cuando se encontraba delante de la puerta de los Milss, se preguntó por qué había insistido tanto en unas clases que no le serían útiles.

Miró la inmensa puerta blanca. Tuvo que terminar el recorrido en taxi, ningún autobús pasaba por el barrio. Nada más la entrada era deslumbrante, no se podía imaginar cómo sería el resto. La mansión estaba en las afueras y se preguntaba cómo llegaba ella todos los días a la hora si no había autobús por la zona.

Salió de sus pensamientos cuando el portón se abrió automáticamente. Entonces, descubrió el sitio donde vivía esa misteriosa chica. Se le cortó el aliento al ver la enorme casa. Arthur no había mentido, realmente parecía un castillo.

«¿Piensas quedarte fuera o te decides a entrar?»

Henry se giró hacia la pequeña cámara de la entrada, en el portón. Reconoció la voz de Evelyn y avanzó entonces hasta la puerta de entrada donde apenas tuvo tiempo de tocar

«¿Qué desea?»

«Oh, euh, soy Henry Swan. Me esperan»

«Entre»

El adolescente se quedó en el gigantesco recibidor de mármol de cuyo techo colgaban arañas de cristal y oro. De repente, se sintió incómodo ante tanto fasto, él que estaba acostumbrado a la sencillez.

«¡Venga, acércate!» dijo amargamente la chica

Henry tragó saliva y subió algunos escalones que conducían al pequeño salón presidido por una mesa. Evelyn se sentó y lo invitó a su lado, cosa que él hizo

«Gracias otra vez por…»

«Hey, me has obligado a mi pesar, no tengo por costumbre invitar a cualquiera»

«Ah, vale, debe sentirme halagado entonces»

«Creo que no»

Se hizo un pequeño momento de silencio antes de que Henry lo rompiera

«Ok, ¿por dónde comenzamos?»

«Matemáticas»

«Ok»

Comenzaron en silencio las clases. Durante casi 15 minutos, se limitaron a ser educados, concentrándose en el álgebra. De vez en cuando, Henry echaba algún vistazo hacia Evelyn, que movía sus rizos morenos desganadamente. Divisó los pendientes de oro en forma de caballos encabritados.

«¿Te gustan los caballos?»

Esa repentina pregunta sobresaltó a Evelyn

«¿Perdón?»

«Tus pendientes, son caballos, ¿no? ¿Haces equitación?»

Evelyn resopló y reviró los ojos

«¿Podemos centrarnos en las mates, por favor?»

«¿Por qué simplemente no puedes responder en vez de ser tan desagradable?»

«No tengo por qué responderte, no te interesa. Y si has venido a insultarme, ya puedes marcharte»

«¿Y entonces tus puntos?»

«Sabré pasar sin ellos. Después de todo, no los necesito para tener una buena media…a diferencia de otros…»

Henry hizo una mueca y recordó las palabras de Arthur: Evelyn, con su maldad, había logrado hacer huir a una alumna el año pasado. No le interesaba ponérsela en su contra desde el primer día de clase. Se limitó a bajar la cabeza y hacer el ejercicio que acababa de darle la chica.

Durante una hora, Henry interpretó el papel de ingenuo y fingió no comprender, prefiriendo hacerle creer a Evelyn que ella estaba haciendo algo útil. Evidentemente, no era así, y Henry incluso encontraba que al método de la chica le faltaba lógica y delicadez, pero se abstuvo por supuesto de decírselo.

De repente, su teléfono vibró en su bolsillo, sacándolo de su burbuja de estudio. Evelyn no escondió su malestar por ser interrumpida, lo que significaba que la sesión duraría un poco más de tiempo.

«¿Diga?»

«Henry, soy yo, ¿dónde estás?»

«Ah, euh…Estoy…» ¿Podía decírselo? Si le decía a su madre que estaba dando clases de recuperación, sospecharía de algo, ya que conocía su nivel «Estoy en casa de una compañera»

«Hey, ¿has visto la hora? No porque estemos en Nueva York te voy a dejar a tus anchas»

«Sí, lo siento, no he visto pasar el tiempo»

«¿Cuándo regresas? Quería que fuéramos a hacer la compra juntos. ¿Podemos vernos en diez minutos delante de Costco?»

«Ah, euh…Puedo ser que no esté en la ciudad»

«¿Qué?»

«No entrés en pánico, ella vive en el barrio norte»

«¿El barrio norte? Pero, ¿qué haces ahí?»

Ante la insistencia de su madre, Henry no podía recular

«Yo…recupero las clases que me he perdido»

Realmente no era una mentira

«Oh, ok, bien, ¿quieres que vaya a buscarte y vamos directos?»

«Eh…No creo que…»

«Pásame la dirección»

«Pero, mamá…»

«¿Qué te ocurre? ¿Te avergüenzas tanto de tu madre que no quieres que tu compañera me vea?»

«No es eso…» dijo apretando los dientes y dándose la vuelta

Evelyn arqueó una ceja, asombrada ante la repentina discreción del chico. Pero no le dio importancia, salvo cuando escuchó a Henry dar su dirección. Cuando colgó, ella lo fusiló con la mirada

«¿Has dado mi dirección?»

«Euh, sí…Mi madre va a venir a buscarme. Estará aquí en diez minutos, ¿no te molesta, no?»

«¿Cambiaría algo ahora que ya se la has dado?»

Henry se pasó la mano por la nuca

«Sí, lo siento, tendría que haberte pedido permiso»

Evelyn se pellizcó el labio inferior y cerró bruscamente el libro de álgebra

«Bueno, si he entendido bien, la sesión ha acabado» Después se levantó repentinamente en el momento en que la puerta se oyó

«¿Cariño? Eve, ¿estás ahí?»

«¿Ma…mamá?»

Asombrada, la chica dejó solo a Henry para precipitarse al recibidor y descubrir que, efectivamente, era su madre. Esta soltó lo que llevaba y le tendió los brazos. Olvidando que tenía un invitado, corrió hacia ella y la abrazo tan fuerte como pudo.

«¿Por qué estás aquí?»

«He terminado antes. Y me he dicho que podríamos ir a un restaurante, ¿qué te parece?»

«¡Sería genial!» exclamó la chica soltándose de su madre

«¿Quién es tu amigo?»

Evelyn se paralizó antes de lanzar una ojeada a lo alto de los escalones.

«Oh, es…un amigo. Es nuevo. El señor Gold me ha pedido que lo ayude a recuperar las clases y a ponerlo al nivel»

«Es muy caritativo y altruista por tu parte»

«Buenas tarde, señora»

«Mamá, es Harry»

«Henry» rectificó el muchacho sin importarle el error

«Encantada»

«Su madre va a venir a buscarlo» señaló Evelyn con un rictus de aversión, lo que no pasó desapercibido a Henry

«Voy a esperarla fuera, gracias por todo Evelyn»

«¿Fuera? Pero casi es de noche. Sé que el barrio es seguro, pero no sería razonable por mi parte dejarte solo en la calle» dijo ofuscada la madre de familia

«Oh, ningún problema, estoy acostumbrado» dijo en un tono de humor que no tuvo el impacto deseado: Evelyn y su madre lo miraron, con el ceño fruncido. En ese momento preciso Henry vio las semejanzas entre madre e hija: las dos morenas, con ojos marrones. Y si la madre lucía un peinado impecable, los cabellos de Evelyn ondeaban ligeramente, dejando patente sus orígenes latinos. Seguramente puertorriqueños o españoles, pensó Henry.

Ellas tenían sobre el rostro ese mismo aire altanero y frío, que las hacía ver orgullosas e impenetrables.

Cuando el timbre sonó, la madre se sobresaltó.

«Debe ser mi madre» justificó Henry cogiendo su mochila

Ella fue a abrir entonces y en su porche, una bella rubia enfundada en vaqueros ofensivamente apretados, rizos rubios y con una chaqueta de cuero roja, estaba de pie. La joven, con una sonrisa en la cara, le hizo una señal con la mano

«¡Hola! Soy la madre de Henry»

La madre la escaneó rápidamente de arriba abajo: una chaqueta imitando seguramente el cuero, un peinado tosco, sin hablar de su apariencia demasiado joven. ¿Qué edad podría tener para ser madre de un chico de 12 años?

«Regina Mills, encantada»

«Emma Swan, igualmente»


Bueno, este capítulo ha sido la presentación de las dos familias. Ya veremos qué secretos y dolores esconde cada una, y cómo los niños también van evolucionando en su relación, al comienzo nada amigable.