Suelto el hacha y el ruido metálico que hace cuando choca contra el suelo sigue en mis oídos. Sé que será lo único que escuche durante todo el día, me perseguirá incluso dormida. Abro los ojos dándome cuenta que los cerré unos momentos antes y entonces los veo, no estábamos solos. Hay personas alrededor formando un casi perfecto círculo, encerrándome, como una presa. Reconozco los rostros de las personas, aunque algunos son tan desconocidos que me da miedo el haberme equivocado de distrito.
— ¡Asesina! – alguien grita y las personas comienzan a señalarme. Pero nadie se me acerca. Me temen.
— ¡Mató al hijo del alcalde! – grita otra persona, una mujer.
Quiero defenderme, decir algo que me permita demostrar mi inocencia, pero ¿Qué pruebas tengo? Mis manos están manchadas de sangre, algunas gotas también están en mi ropa y el arma asesina cayo de mis manos apenas unos segundos atrás. Doy un paso hacia el frente y me dejo caer sobre mis rodillas mirando hacia el frente en todo momento, el paisaje cambia mientras caigo, lo que antes eran rostros de personas ahora es el cuerpo de una persona echada en el suelo.
Es un muchacho que podrías haber visto en cualquier lado, normalmente estaba en los bosques cortando árboles, prefería eso a estar fabricando papel, tiene el cabello negro y los ojos azules más brillantes que eh visto alguna vez, incluso más profundos que los míos, pero ya no luce bello, ya no es el chico sano que carga grandes troncos de madera sobre sus hombros. Ni siquiera creo que sea el y de no ser por el colgante que tiene aun en el cuello probablemente pensaría que es otra persona, pero es el colgante que le di hace una semana antes que las cosas se pusieran serias de verdad.
La sangre baña su pecho, ahí donde el hacha se enterró, si me fijara más, seguro que podría ver sus intestinos, su rostro aún tiene los ojos y la boca abierta en una mueca de sorpresa. Conozco a esa persona, tan bien que me da miedo admitir lo que he hecho. Acerco mi mano para apartar un mechón que cubre su frente, a él no le gustaba tener el cabello en su frente. Yo lo mate. Yo lo mate.
Una mujer se acerca gritando, sus ojos están bañados en lágrimas y se hinca para abrazar al muchacho muerto, no es necesario mirarla para saber de quién se trata, también la conozco, es la madre de Bryan, la esposa del alcalde. Es la única voz que escucho y desearía no hacerlo pues lo único que hace es llorar y pedirle a su hijo que este bien, que se recupere pero yo sé que ni la medicina del capitolio podría curarlo. Además que el capitolio no ayudaría. No después de lo que nos hizo, de lo que le hicimos.
—Daphne, hija ¿Qué está pasando? — me pregunta ignorando las voces de las personas que explican que fui yo la asesina.
Su nombre es Celine Utrecht, es la esposa del alcalde y la madre de mi mejor amigo. Es tan parecida a su hijo que me duele mirarla, con los brillantes ojos azules ahora bañados en lágrimas y con su cabello negro como la noche este día suelto llegándole a la barbilla. Siempre me tuvo un cariño especial, al no tener hijas y no poder tener más niños me trataba como parte de la familia, en realidad es por ella que conocí a Bryan. Un día mi papá me llevo a la alcaldía para que conociera al mayor, eran amigos desde jóvenes pues habían trabajado juntos bajo el sol. Tenía tanto miedo porque supuse debía comportarme de forma más correcta y no con los modales que aprendes cuando tu padre lleva un hacha todo el tiempo sobre el hombro, tendría tal vez cinco años pero en cuanto Celine me vio me ofreció galletas que rápidamente acepte, en mi casa nunca había dinero para esas delicias y todo el miedo desapareció.
Celine decía que era una bella niña y que le gustaría cepillar mi cabello, le deje y rápidamente comenzó a trenzarlo y me pidió que la dejara peinarme cada vez que nos encontráramos. Un día incluso me confesó que tuvo una hermana menor, pero que fue elegida para los juegos del hambre cuando apenas tenía 12 años y nunca regresó a casa: "Me recuerdas a ella", me dijo y a partir de ese día no me dejaba sin mimar, me presentó a su hijo y en secreto me dijo que yo le gustaba. Celine era para mí una segunda madre, podía hablar con ella con tanta facilidad mientras peinaba mi cabello.
Pero en este momento ella no esta peinando mi cabello, su voz sigue siendo dulce lo cual hace más difícil mirarla. Soy a la única a la que le pregunta porque sabe que diré la verdad, ni una sola vez me atreví a mentirle y ella esta esperando mi respuesta. No puedo mirar a los ojos a la persona que tanto me quiso, que me abrió las puertas de su casa y decirle que yo lo hice, pero es lo mínimo que puedo hacer. Trago el nudo de mi garganta para contestar y la voz que sale es tan desconocida y distante que incluso podría haberlo dicho otra persona.
— ¿No es obvio? — Señalo el hacha que está a un lado de mi — Yo lo mate.
Su expresión primero es de incredulidad, luego de horror y finalmente de odio. Me bofetea pero el dolor nunca llega a mí, estoy tan entumecida que podría matarme en este momento y no sentiría nada. De hecho, deseo que lo hagan, que me asesinen y así poder acabar con mi propio sufrimiento. No se si estoy llorando, no se si debería llorar pero hay un liquido recorriendo mis mejillas, es tan caliente que podría ser sangre.
Acabo de perder a dos de las personas más importantes en mi vida, no creo que la muerte sea peor que esto.
La noche está cayendo tan veloz que parece imposible que unas horas antes estuviera en el bosque riendo con Bryan ¿Cómo podía ser posible eso? En un momento estas comiendo bayas con tu novio y en el siguiente estas enterrando una fría hacha en sus entrañas. Agradezco que la oscuridad este cubriéndome, así la gente no podrá ver mi expresión de tristeza, quiero lucir fuerte cuando me ahorquen.
— ¡ASESINA! ¡ASESINA! ¡ASESINA! ¡Que la ejecuten de inmediato!
Las personas gritan a mí alrededor clamando para ver como la vida se escapa de mis ojos, se han llevado el cuerpo de Bryan y no tengo las fuerzas para ir con él aunque lo eh intentado cayendo penosamente sobre mi pecho en el frío suelo, le prometí no dejarlo. Unos hombres se acercan a mí y jalan de mis hombros bruscamente para ponerme de pie, me llevan hacia la cárcel de nuestro distrito, no entiendo muy bien el porqué, me merezco la muerte. Lo sé. Una muerte rápida.
— ¿A dónde me llevan? — pregunto a una persona que camina a mí lado.
Miro al suelo dejando que me arrastren, no es como si tuviera mucha fuerza para moverme. Heridas cubren mis brazos y donde antes tenía una linda piel ahora esta rosada y maltratada por los días que estuve fuera. Seguro que ellos se preguntan como me hice las heridas pero nadie pregunta.
—Ninguna persona es ejecutada sin un juicio primero.
Reconozco la voz y alzo la cabeza para mirar a la persona. Es un hombre de edad avanzada, ningún cabello cubre su cabeza pero si tiene un grueso bigote blanco, sus ojos son de color azul cristalinos por la edad. Lleva un traje elegante, es la única persona del distrito que puede darse el lujo de vestir de esa forma. Su mirada es suave, aun cuando debería ser el primero en odiarme, aun cuando debería dar la orden de ahorcarme frente a todo el pueblo. Lo entiendo, cree que soy inocente.
—Señor Utrecht. — digo consciente que estoy pronunciando el mismo apellido de la persona que asesine. — No hay necesidad de un juicio, yo lo mate. Mate a su hijo. — De nuevo, es la voz de una extraña.
Es el tercer y último miembro de la familia Utrecht, el último al que heriré, me prometo mentalmente. Su mirada se pierde en el suelo, evitando verme, evitando ver a la niña que jugaba con su hijo cuando eran pequeños, la misma niña que ceno en navidad años consecutivos con él, la misma que escapo con su hijo un par de años atrás sin dejar rastro y que ahora volvía con el cadáver de su hijo. Tiene que odiarme, ningún hombre, ni siquiera él es tan benevolente. Si su esposa me odio, el probablemente me mate con sus propias manos.
—Te ahorcaran mañana. — dice y se da media vuelta perdiéndose entre los espectadores.
Siento como su hubiera matado a tres personas en vez de una. Una mano helada aprieta mi corazón y no lo deja ir, temo que no poder estar presente en mi juicio mañana.
Todos ven como los agentes de paz me arrastran a la cárcel que tenemos en el distrito. Es un pequeño cuarto frente al edificio de paz, justo al otro lado de la plaza principal. Eh dormido en una de sus celdas un par de veces. Tiene tres cuartos, todos iguales con barrotes negros y fuertes, me arrojan en uno y se dan media vuelta. Todos ven como cierran la puerta de mi celda y me dejan en la oscuridad de un cuarto de paredes de metal. Me acurruco en una esquina pensando el porqué de mi situación, deberían asesinarme, matarme en ese momento ¿a que esperaban?
Son pocas las veces que eh visto una ejecución en público, cuando un hombre se ha vuelto tan loco por el sol y mata a uno de sus compañeros es llevado al centro de la plaza principal, colocan grilletes en sus manos y lo atan a un poste. Primero lo azotan y después colocan una cuerda en su cuello, una palanca es halada y una puerta bajo él se abre y cae ahorcándose. Nunca meten a un asesino en las celdas, son solo para ladrones y cosas menores, los asesinos son peligrosos, locos incluso. No tenían por qué meterme aquí.
Entonces veo a través de mis barrotes lo que está sucediendo, pantallas de 125 pulgadas están siendo colocadas en la plaza, un podio se encuentra allá cerca del edificio de paz y aunque no puedo verlo sé que atrás donde se encuentran los pinos esta esperando el tren del capitolio, listo para recoger a los desafortunados tributos del año.
—Dos años exactamente. – me digo asombrada.
No puedo creer que haga dos años que escape de este mismo distrito hacia los bosques salvajes, que logre burlar la seguridad y junto a Bryan escape lejos. Me pregunto cuántas cosas habrán cambiado desde entonces, desde luego que las cosas cambiaron mucho, al igual que yo había cambiado. Mi cabello ya no estaba corto, había crecido mucho, tanto que si lo soltaba caía hasta mis rodillas. Ya no era la niña de 15 años que se moría de nervios cuando los 44º juegos del hambre llegaron.
Trato de limpiar la sangre de mis manos frotándola con mi pantalón, pero es tan corto que rápidamente se llena de sangre y no hay tela disponible donde limpiarme, pienso en limpiarme restregándola con el suelo pero están tan adoloridas y magulladas que lo único que lograría sería lastimarlas más.
La noche llega tan pronto que es cuestión de segundos para que todas las luces de la plaza se apaguen y me dejen en tinieblas, conozco de memoria a mi distrito pero me sorprende cuando se apagan, quizá esperaba que hubiera un pequeño cambio. Todo esta oscuro, a excepción de lo poco que la luna logra iluminar, bañando con su luz el poste en medio de la plaza donde seré ejecutada mañana. Su sombra parece burlarse de mí.
—Volviste.
Una persona se asoma por los barrotes, la oscuridad me impide ver con claridad quien es pero no tardo en reconocerla. Mi madre. Una mujer que bien podría ser mi hermana, una mujer que se había casado tan joven que lucía unos esplendorosos 32 años aun cuando su hija mayor tenía 17.
—Mamá. — digo llorando por primera vez desde que regrese al distrito 7. Sé que esta vez que son lagrimas por la forma en la que me arde la nariz, algo que siempre me sucede desde que soy pequeña.
Verla es un golpe duro. No ah cambiado nada, sigue luciendo joven, o al menos eso es lo que me parece pues sin luz es difícil saber, un vestido amarillo la viste, incluso puedo recordar ese vestido que mi padre le había regalado cuando eran jóvenes. Pero su rostro mostraba odio, no la dulzura con la que la recuerdo. Cruza sus brazos sobre su pecho y sé que esta frunciendo el ceño y me alegro que la oscuridad lo oculte, no puedo soportar verla.
¿Qué es peor que ser rechazada por tu madre? Oh si, ser rechazada dos veces, porque Cecil es como mi madre. Era como mi madre.
— ¿Por qué? — Pregunta hablando más para sí misma. — ¿Por qué volviste?
No respondo inmediatamente, no puedo hacerlo, de todas formas nada que diga puede salvarme de mi muerte. Tengo un pie en la tumba y ninguna pala cerca para desenterrarme.
—Yo…
— ¡No me hables! — Grita alejándose de los barrotes, no puedo verla muy bien pero estoy segura que esta llorando por la forma en la que su voz se quiebra — ¿Sabes cuantas noches espere por ti? ¿Cuántas veces suplique a los agentes que fueran a buscarte? ¿Cuánto tiempo llore por tu muerte?
¿Cómo se contesta a una pregunta como esa? Cuando huía no pensé en mi familia, no hasta el año siguiente, no es como si fuéramos muy unidos, en el distrito 7 no hay mucho tiempo para conocer a tu familia, pero aun así los llegue a querer, llegue a querer mis dos hermanos menores que en las noches se escabullían a la alacena para conseguir nueces, a mi madre que cantaba mientras tejía la ropa que vendía y a mi padre que llegaba oliendo a pino, un olor que me tranquiliza y que en este momento llena la celda pero no parece surtir efecto.
—Y ahora regresas, matando a tu mejor amigo, a la única persona que podía hacerte sonreír de verdad.
Sus palabras están llenas de odio y verdad, cada una es como una navaja en mi corazón. Tiene que parar, ¿no sabe que esta haciéndole daño a su única hija? Empiezo a rasgar mi camisa, siempre que me enojo rompo cosas y la camisa es lo único que tengo al alcance. Sueno igual que un animal herido tratando de detener el llanto y gruñendo al romper la camisa. Mis dedos tiemblan y sé que será cuestión de segundos para que colapse.
—Eras mi niña, te arrope cuando dormías. Te hice tu primer vestido e incluso te enseñe a cocinar.
—Mamá — empiezo a pedir pero la voz es tan extraña y ahogada que no puedo decir una oración completa.
—Jamás creí que estaba criando a una asesina. No vuelvas a decirme mamá, ya no eres mi hija.
Las palabras son tan duras que incluso puedo sentirlas golpeando mi rostro, estos golpes duelen más que la bofeteada de Cecil. La nariz sigue ardiendo y las lágrimas continúan su recorrido quemando mis mejillas.
—Estas muerta para mí.
Y no puedo evitarlo, comienzo a llorar fuertemente. No me importa cuanta gente me escuche no me importa si la gente del capitolio me observa y me critica. Mañana es el día de mi muerte y tengo derecho a llorar esta noche. Llorar por Bryan, aunque la gente crea que es hipócrita de mi parte, llorar por mi madre, mis dos madres y mis hermanos pequeños quienes seguramente en este momento están odiándome.
Mi madre se fue en algún momento mientras lloraba y toda la plaza quedo en silencio, solo un leñador como yo podría ser capaz de escuchar el ulular de los búhos que trae el viento desde el bosque. Las lagrimas se detienen mientras controlo mi respiración y pienso en búhos, en como me encantaría ser uno ahora y escapar volando una vez mas sin mirar atrás.
En algún momento me quede dormida.
Esta noche mis sueños son perturbadores, son los más oscuros que eh tenido. Corro por un bosque presa del pánico, algo oprime mi corazón y con cada paso que doy la respiración se vuelve mas difícil como si el oxigeno se volviera escaso. Escucho un sonido detrás de mi y no puedo voltear aunque lo desee, simplemente no puedo.
Mi nombre es Daphne. Me digo mientras corro entre los arboles cortándome con las ramas. Tengo 17 años. El bosque comienza a desaparecer y estoy de vuelta en el distrito 7. Escape. La gente me rodea, miles de personas sonriéndome de forma siniestra. Volví. Entonces lo veo, señalándome. No quiero hacerlo. Entonces veo algo brillante frente mis pies.
Me despierto cuando los barrotes están abriéndose justo en el momento cuando tomó un hacha en el sueño y un hombre me arroja un vestido que me perteneció hace dos años. Lo recuerdo, es el mismo que use en mi tercera cosecha cuando tenía 14 años. Es de color blanco con puntos negros, tan aniñado que me da repulsión. Me eh estirado tanto que es probable que parezca una blusa y no un vestido.
— ¿Me visten para mi funeral? — pregunto desnudándome frente al hombre.
No me da pena exponerme, sobre todo porque sé que en unos momentos estaré expuesta frente a todo el mundo, todos podrán ver como mis ojos se ponen vidriosos cuando muera. Estar desnuda no es nada en comparación. Se siente bien deshacerse de esa ropa sucia y rota que se pegaba a mi piel gracias al sudor y la sangre, pero me quedo el pantaloncillo, aunque este completamente lleno de sangre seca funciona como short y así no estaré tan exhibida ante la gente con el vestido corto.
—No, para la cosecha. Es una orden que todas las ciudadanos entre 12 y 18 años estén presentes. Con suerte no serás elegida y tendrás una muerte rápida cuando las cámaras se hallan marchado. Tienes 5 minutos para lavarte la cara y tomar tu puesto en la plaza. — deja en el suelo una cazuela con agua y me da una rápida mirada.
El agente de paz se va sin decir otra cosa. También lo conozco, su nombre es Marcus, era el encargado de vigilar mi desempeño en el bosque, cada chica tiene a un agente cuando se inicia en la tala y Marcus era el mío. Seguro que me recuerda ¿sentirá lastima por mi muerte? ¿Sería uno de los que clamaban mi muerte anoche? Aunque no quiero saber, la respuesta me da curiosidad. Pero no podre preguntarle.
Tal y como lo pensaba el vestido me queda tan corto que pueden verse mis glúteos si te fijas bien, corto un poco el cuello con las manos o moriré asfixiada durante la cosecha, entonces me detengo pensando que quizá no sería tan malo si me muero ahí. Lavo mi cara rápidamente con el agua helada, tratando de limpiar toda la sangre de mi rostro, sangre suya, sangre mía ¿Qué tiene de distinto? Limpio y tallo la sangre de mis palmas, seca por toda la noche en la celda. También mis brazos y piernas y usando los retazos de mi blusa. El cabello aún lo tengo atado en un moño alto y decido no hacerle nada y finalmente estando lo más presentable posible salgo de la cárcel ante la mirada de todas las personas que se agrupan alrededor esperando ver quiénes son elegidos tributos.
La plaza ya esta repleta de gente, los chicos están en sus posiciones temblando, los adultos esperan en la parte de atrás creando sus apuestas, "¿Sera leñador, será un trabajador de la fabrica?", esas son las típicas apuestas y sobre todo que edad tendrán pero cuando avanzo entre ellos se callan. Todos me miran, puede ser por tantas cosas, porque mi vestido es muy corto, porque tengo la piel roja, por todas las heridas en mis brazos y piernas o simplemente porque soy la asesina de anoche.
De todas formas nadie me abuchea como esperaba, aunque es obvio, con las cámaras del capitolio observando nadie se atreve a decir nada. Doy pasos firmes hasta donde una mujer registra mi nombre y me da una mirada extraña, "no estuviste el año pasado en la cosecha", no lo dice pero estoy segura que es lo que piensa. Le sonrío mordazmente tratando de lucir inocente y avanzo hasta colocarme donde las chicas se preparan para escuchar el siguiente nombre desafortunado.
Trato de imaginar mi aspecto en este momento, con la luz del sol bañando mi rostro y descubriendo todo mi cuerpo. Anoche varios tuvieron una imagen de mí, pero seguro que no notaron las ojeras debajo de mis ojos, oscuras como los moretones de mis pantorrillas. Las cicatrices del cuello deben ser perturbadoras, expuestas porque mi cabello castaño esta recogido, sucio y despeinado desde luego.
Crean espacio para no estar tan cerca de mí, como si tuviera una enfermedad realmente peligrosa. Las miro y a cada una de ellas le sonrío, sé que en ese momento todas están deseando que mi nombre sea llamado, salvarse de una muerte y de paso librarse de mí. No sé qué es peor, esperar a que mi nombre sea llamado o esperar a que me ahorquen una vez terminada la cosecha. La ansiedad me invade y tengo ganas de salir corriendo, empujar a toda la gente y huir hacia el bosque como hace dos años, pero no tengo el valor, el valor en esa ocasión se la debo a Bryan. El chico que mate.
Me quedo derecha recordando mi primera vez, también era la primera vez de Bryan y me miraba desde el lado de los chicos, levantó su pulgar y con sus labios formulo la palabra suerte. Había otro chico más que también me sonrió y me decía con la mirada que todo estaría bien, un chico del cual hacia mucho tiempo no pensaba pero que en realidad era la razón por la que había vuelto después de dos largos años. De alguna forma, siempre lo tuve en mente.
Limpio las lágrimas desesperadamente de mis ojos, odio verme tan vulnerable. No quiero darles la satisfacción. Entonces el himno del capitolio suena y el alcalde empieza a hablar. Su voz es tan fría e inestable que cualquiera que haya escuchado sobre ayer sabe el por qué, su único hijo fue asesinado en su plaza la noche pasada, aunque es absurdo siento que todo lo que dice va dirigido a mí, como si me deseara la misma muerte que todos los tributos anteriores y la destrucción del distrito 13 en los días oscuros.
Paseo mi mirada por la multitud de chicos, reconozco a la mayoría, todos están nerviosos y evaden mis ojos, algunos talaban junto a mí, otros iban al colegio conmigo cuando pequeños. También veo a mis hermanos, ya tienen la edad para entrar a la cosecha, los dos visten trajes idénticos con corbatas y camisas de holanes, se ven tan grandes que de nuevo tengo ganas de llorar. Uno de ellos, Evan, me mira y desvía la mirada rápidamente, despreciándome como solo un hermano puede hacerlo.
Entonces decido lo que voy a hacer, ni siquiera estoy pensando en cuáles serán las consecuencias, pero sé que no tengo otra opción.
—Bueno, bueno, ¡Bienvenidos a los 46º juegos del hambre! — chilla el presentador de nuestro distrito, un hombre sacado del capitolio que me da repulsión desde el primer año que lo vi.
Esta tan operado que no se siquiera si debería llamarlo hombre. Este año tiene unos bigotes de gato rizados, y sus ojos están pintados de un vibrante color naranja, lleva un traje del mismo tono y cuando avanza hacia la urna de las mujeres sus zapatos taconean. Aplaude antes de elegir un papel entre los miles. Se acerca al podio y dice el nombre de una chica, un nombre que quizá escuche una vez pero que no puedo relacionar con nadie del círculo cercano a mi. La chica sube y veo como sus rodillas tiemblan, tanto que podrían rompérsele con cada paso.
— ¡Un aplauso para nuestra tributo femenina! Pero aún tienen oportunidad de participar — dice Gil Terrance — ¿Tenemos algún voluntario a tributo?
Nadie dice nada, como era de esperarse, pero yo alzó mi mano y lentamente, a sabiendas que todos en Panem me están observando, quizá no en este momento pero sí cuando repitan las cosechas en la noche, digo:
—Me ofrezco como tributo.
