Wan a veces se sentía solo. Siempre luchando, siempre tratando de acabar con las hostilidades. Se sentía cansado, agotado, a veces no quería despertar del dulce sueño que lo acogía cuando podía acudir a él.
Peor entonces estaba Raava, el fiel espíritu, la luz, la bondad en su interior, fusionada a él. Era entonces cuando ella le daba fuerzas, y hacía sentirse cálido en su interior. Lo hacía ver de nuevo todo lo positivo que había en el mundo y las cosas por las que tenía que luchar para no dejar que la maldad lo consiguiera. Puede que Vaatu estuviera encerrado, pero el daño había sido hecho cuando fue libre. Había dejado una pizca de maldad en los corazones de los hombres, una que les hacía luchar unos con otros.
Entonces era cuando Wan se levantaba. Aún cuando sus músculos estuvieran adoloridos, o su cuerpo al borde de la extenuación, recordaba por lo que luchaba. Equilibrio. El equilibrio que él rompió y ahora estaba atado a su promesa. Porque si algo no era Wan, era ser deshonesto. Él lo cumpliría. Es lo que haría siempre.
Él era el Avatar.
Me encanta Wan, y esto es poco de lo que puedo decir de él. Gracias Wan, me hiciste enamorarme de Legend of Korra.
Angie.
