© Fairy Tail y sus personajes pertenecen a Hiro Mashima. Yo solamente los tomo prestados para escribir el Fic.

Antes del cap unas aclaraciones:

(Entre paréntesis y subrayado)- aclaraciones que haré durante el fic para que se entienda porque ocurren esos sucesos y no otros.

En cursiva- pondré los pensamientos de los personajes, cuando un personaje lea algo o durante trozos narrativos en los que no pondré dialogó para que se sepa que dicen los personajes durante esa narración.

En negrita- Recalcan algo importante, como un nombre o un suceso puntual que debe tenerse en cuenta para los siguientes caps.

Capítulo 1. Muerte en el aire

-Mama, ¿por qué a las mujeres de la familia Scarlett nos dicen que tenemos una joya?- preguntó una inocente niña de larga melena roja.

-Veras cariño, nosotras siempre hemos sido de la realeza, por lo que se dice que nuestro corazón es superior al de cualquier mujer de este mundo, el hombre que logra ganarse ese corazón, se dice que arranca la joya de una Scarlett, así que el día que te enamores, estate convencida de que quieres que sea ese hombre el que te arranque la joya porque realmente se la merece- contestó sonriendo la joven reina a su pequeña de seis años.

Erza era una niña muy despierta para su edad, a los cuatro años sabía hablar y dominaba tres idiomas, a los seis ya preguntaba por cosas que a nadie de su edad se le ocurriría, era una niña feliz, vivía con muchos sirvientes, pero apreciaba realmente a tres:

Gray de la familia Fullbuster, durante generaciones habían servido como caballero de la familia Scarlett, él serviría a Erza y la protegería llegado el momento.

Lucy de la familia de los Heartfilia, grandes mayordomos y criadas, obviamente Lucy también tendría ese futuro con Erza, aunque a Erza no le gustaba que los sirvientes fuesen analfabetos, por lo que por las noches enseñaba a la pequeña a escondidas.

Levy de la familia McGarden, grandes consejeros y amigos de los reyes, la pequeña seguiría sus pasos y aconsejaría a Erza cuando fuese reina, su familia era la mejor cuna de estrategas que el mundo conociese.

Los cuatro vivían ajenos al mal estar, odio y rencor que iba adquiriendo el reino por las decisiones de unos reyes egoístas y crueles. Según fueron creciendo los tres jóvenes trataron de ocultarle a Erza la verdad de cómo eran sus padres con respecto a alguien que no fuese ella. Así transcurrieron seis pacíficos años para Erza, la joven ya tenía doce años, pero lo que ella no sabía es que el destino, tarde o temprano tiende a organizar las cosas.

Una noche mientras dormían, el palacio real fue atacado por los Fernandes, unos reyes extranjeros que acudieron en auxilio del lastimado pueblo, Ur la hermana mayor de Gray, consideró que lo mejor era poner a salvo a los más pequeños, agrupó a los cuatro muchachos y se los llevo por un conducto que solo la servidumbre conocía, al final del camino llegaron a los establos donde Ur los montó en dos viejos caballos y les ordenó tres cosas:

-La primera: Que protegiesen la verdadera identidad de Erza, nadie debía saber quién era realmente o la matarían.

–La segunda: Que cuidasen los unos de los otros.

-La tercera: Que escuchasen lo que escuchasen no mirasen atrás.

Golpeo a los caballos y estos empezaron a galopar, Ur se desplomó de rodillas en el suelo mientras la sangre de su costado teñía el agua de la lluvia de rojo, entre lágrimas vio cómo su hermanos y los demás huían. Lo había conseguido.

Mientras tanto en el castillo, finalmente la pelea entre los dos monarcas había tenido un vencedor, el rey Scarlett de rodillas en el suelo observaba como el rey Fernandes se dirigía hacia donde estaba.

-¿Qué quieres?- Preguntó un mal herido rey Scarlett.

-La libertad de tu pueblo- Contestó el rey Fernandes y la espada de este último cortó la cabeza del tirano.

(Siete años después)

-Pero padre…- Replicaba un joven.

-¡Te he dicho que no Jellal!, eres un príncipe, compórtate como tal- Recriminaba el padre a su hijo.

-Hablas de que conquistamos este lugar para proteger al pueblo de un tirano, pero parece que se ha colocado uno peor en el trono- Contestaba el heredero de los Fernandes.

-Mocoso insolente, como te atreves, nadie desafía mi autoridad- El rey se iba enfadando cada vez más.

-Parad los dos, no me gusta ver a mi esposo y a mi hijo discutir, que clase de imagen de unidad esperáis dar si no detenéis ambos esta pelea- La reina Fernandes era la única capaz de detener una pelea entre los dos hombres de la familia.

-Díselo a tu hijo, me viene con tonterías que hacer esclavos es malo y de una naturaleza tiránica- Protestaba el monarca.

-Son personas, no ganado, que clase de rey deja que la gente de su pueblo sea vendida como esclava- Recriminaba a su padre.

-Jellal cariño, me dejas hablar con tu padre a solas por favor- Cuando su madre decía esas palabras Jellal no podía negarla nada, su madre era el único ser que quería y haría casi cualquier cosa por verla sonreír.

-Claro madre.- Hizo una reverencia a su madre –Padre.- Dijo mirándole pero no hizo reverencia ninguna.

-¿Ves?, es un insolente, no sé cómo espera llevar este reino si es tan bueno y blando- Contestó entre dientes.

-Querido nuestro hijo tiene ya veinte años, no puedes esperar que piense como te criaron a ti, nuestro hijo está destinado a grandes cosas y si él no ve bien la esclavitud, logrará acabar con ella- Agarrando el rostro de su esposo para que la mirase.

-Es una tontería, terminar con la esclavitud, gente libre, esto es culpa tuya, le has llenado la cabeza de ideas, leer, estudiar, mira para lo que le ha servido- Protestaba ahora.

-Que nuestro hijo sea inteligente es algo de lo que estoy muy orgullosa y si con ello he logrado que mi hijo sea un hombre justo, realmente puedes culparme todo lo que te plazca- Se levantó del trono y salió por la puerta por la que su hijo había salido minutos antes.

Mientras tanto, ajeno a esta conversación cierto joven paseaba de un lado a otro de su cuarto, protestando sobre su padre, mientras sus dos mejores amigos y sirvientes le escuchaban.

Jellal era un joven de veinte años, era el heredero de la familia Fernandes, pero había sido mandado a su país natal para estudiar, hacía apenas unos tres años que había vuelto a Fiore, era un hombre alto, delgado pero musculoso, su pelo era de un tono azulado, ojos oscuros y la única cosa por la que se sentía avergonzado una extraña marca de nacimiento en forma de tatuaje que llevaba debajo de su ojo derecho desde el momento en el que nació. Su forma de ser chocaba mucho con la de su padre, Jellal era un chico tranquilo, algo tímido cuando se trataba de mujeres, pero de grandes ideales que no dudaba en defender contra quien fuese. Aunque ese 'quien' llegase a ser su propio padre. Era un mago capaz de utilizar diferentes tipos de magia.

-Es un idiota, se piensa que por estar en el trono se debe hacer todo lo que quiera- Volvía a ir de un lado a otro.

-Bueno, es lo que toca, para algo es el rey, tu padre, te guste o no, en unos años serás tú el que esté con el culo pegado a ese trono, gehe- Molestaba un joven de pelo largo y negro al que todos llamaban Gajeel.

Gajeel tenía diecinueve años, conoció a Jellal cuando este estudiaba en su país natal, era un asesino que fue contratado para matarlo, pero cuando conoció al príncipe supo que era diferente a los demás y se convirtieron en amigos, Gajeel tiene un carácter bastante serio, pero no duda en gastar bromas si se presenta la ocasión, era un hombre alto un poco más bajo que Jellal, al igual que él es musculoso y delgado, tiene el pelo largo y negro, sus ojos son rojos y rasgados. Era un Dragon Slayer de hierro.

Los Dragon Slayer eran personas capaces de utilizar la magia de los dragones, eran los magos más extraños que había en el mundo.

Se podría decir que Gajeel era el guardaespaldas personal de Jellal, a diferencia de los sirvientes que trabajan para sus padres, Gajeel servía a Jellal por amistad y hermandad, ya que ambos eran como hermanos, no por miedo o deber.

-Juvia no cree que sea bueno que discuta tanto con su padre Jellal-san- La joven de cabellos azules siempre era la voz de la razón.

Juvia tenía dieciocho años, era la pequeña de los tres, Juvia fue salvada por Jellal cuando iba a ser vendida a un viejo de dudosa reputación por su familia, las deudas los ahogaban y decidieron que vender a su hija era la mejor opción. Después de eso la joven lo siguió a él y a Gajeel, a ambos los ve como dos hermanos mayores, pero a Jellal le ofrece más respeto, después de todo es un príncipe. Su especialidad la magia de agua.

Juvia a simple vista podía parecer una muñeca, tenía la piel blanca, el pelo ondulado y azul, al igual que sus dos enormes ojos que era un tono azulado más oscuro, siempre hablaba en tercera persona y los días de lluvia la ponían triste.

-Lo sé Juvia, pero no puedo consentir que mi padre acepte la esclavitud como si nada, podrían estar pasando en estos momentos más casos como el tuyo Juvia- Dijo mirándola fijamente.

-Juvia entiende su punto de vista Jellal-san- Contestó agachando la cabeza y mirándose las manos.

-Bueno… ¿Qué vas a hacer?- Intervino el pelinegro para quitar importancia al asunto.

-Esta noche van a hacer una subasta ilegal de esclavos, iremos allí e intervendremos- Contestó el príncipe.

(En otro lugar)

-Esto es una locura- Se lamentaba una pequeña joven de pelo azulado.

-Lo sé, pero no tengo ganas de discutir con Erza- Se lamentaba una joven rubia.

-Cuando se enfada da miedo y es mejor no llevarla la contraria, es como un monstruo- Afirmaba un joven pelinegro.

-¿Qué dijisteis?- Preguntaron desde arriba.

-¡Nada!- Negaron los tres.

Finalmente consiguieron subir los cuatro, se habían metido en la profesión de mercenarios y hacían todo lo que debían para cumplir con sus objetivos, era la mejor forma de vivir sin que nadie descubriese a Erza y poder vivir a su manera.

Con el paso de los años Erza había aprendido a manejar la magia de reequipación como una profesional y ella y sus compañeros se habían labrado una reputación, en la que Erza era conocida por todo el país como la gran Titania, la mercenaria infalible que podía con todo.

Erza tenía ya diecinueve años, el pelo largo y rojo aunque siempre lo llevaba teñido para ocultar su verdadera identidad, era alta, tenía los ojos oscuros y llevaba siempre puesta media armadura de cintura para arriba que era su señal de identidad como mercenaria, era leal, fuerte y compasiva, aunque cuando se enfada sus compañeros la llamaban 'monstruo' a escondidas.

Gray tenía dieciocho años, tenía el pelo corto y negro, los ojos oscuros, era alto, musculoso y delgado, tenía la costumbre de desvestirse desde que tiempo atrás en una misión lo pillasen confraternizando con la mujer de un cliente, es un poco frío, listo y cabezota, cuida de las tres desde que salieron del castillo, maneja la magia de hielo como nadie y es capaz de derribar a varios oponentes a la vez si se lo propone, aunque las mujeres le gustan no suele estar dos veces con la misma, no quiere comprometerse.

Lucy tenía diecisiete años, era rubia, de estatura mediana, ni muy rellenita ni muy delgada, su especialidad era el látigo, aunque no era de las que peleaban mucho, se los dejaba principalmente a Erza y a Gray, tenía los ojos marrones, era positiva y siempre controlaba el dinero, buscaba y aceptaba las misiones del grupo para sacar el máximo beneficio.

Levy tenía diecisiete años, al igual que Lucy, era bajita y delgada, su pelo era de tono azulado, sus ojos eran marrones, era una joven muy alegre, la encanta leer libros, aunque no es buena peleando ayuda a sus compañeros siempre que puede con su magia escrita, es la que origina las estrategias a seguir, su cerebro es su mejor arma.

-Sigo pensando que no deberíamos estar aquí- Seguía con su lamento la pobre Levy.

-Deja de quejarte, estoy segura de que nadie esperará una acción así por nuestra parte- Sonó muy segura de sí misma la pelirroja.

Corrieron por varios pasillos hasta llegar al que daba justo a la puerta del gran comedor, caminaron sin hacer ruido y entraron, lo que allí vieron fue miles de jaulas en la que había personas de todas las edades y sexos encerradas como si se tratasen de animales.

-Esto es asqueroso- Dijo Gray.

-Tenemos que ayudarles, me da mucha pena verles así- Comentaba Lucy.

Cuando iban a dirigirse hacia las jaulas, la puerta de enfrente se abrió y entró el 'propietario' de dicho salón, Rustyrose era el culpable de todo, era un hombre que tenía el pelo de color plateado peinado hacia atrás, llevaba unas gafas con marco oscuro, chaqueta oscura de cuello alto y el resto de su ropa era también negra. Cuando los Scarlet reinaban poseía una inmunidad que le permitía hacer todo lo que quisiese, Erza lo había visto varias veces en su castillo cuando era niña. Ahora que los Fernandes estaban a cargo de la corona se había vuelto el rey de las ventas ilegales de esclavos.

-Cuidado con esos críos, si se lastiman perderán valor- Ordenaba.

-Sí, señor- Contestó uno de sus trabajadores.

-Esa pareja que hace aún junta, el chico valdrá al menos quinientas monedas, pero la mujer es el plato fuerte ella valdrá unas mil monedas- Seguía con la inspección.

-Tengo ganas de vomitar- Dijo Levy mientras le escuchaba hablar.

-Es un hombre despreciable- Contaba Lucy.

-Tranquilas, vamos a detenerle para siempre hoy- Confirmaba Erza.

-¿Estás segura?, porque ese hombre trabajaba con tus padres- Comento desafortunadamente Gray.

-Lo sé, pero debo detenerlo- Contestó a su amigo.

Desde lo ocurrido en el palacio hace ya siete años, Erza fue conociendo a través del pueblo como habían sido realmente sus padres, aunque sabía que eran crueles, pensaba que al menos un juicio habría sido lo justo, odiaba a los Fernandes, pero no por matar a sus padres, sino por tomar el trono para no hacer nada con respecto a las fechorías de tipos como Rustyrose.

Cuando hubiese ayudado a su pueblo, tomaría venganza sobre los Fernandes, si solo querían más poder para aumentar su reinado se habían equivocado de país, ella defendería a su pueblo aunque con ello tuviese que morir.

-Esto no va a quedar así, cuando salga te daré una patada en tu culo de bastardo- Amenazaba uno de los presos.

-Natsu Dragneel, de ciudad Volcaronia, hijo del difunto rey Igneel, el cual murió a manos de su propio hermano Acnologia, por eso estas aquí, huiste de tu país para pedir refugio y ayuda a los Fernandes, lástima que vayas a ser vendido esta noche, eres el broche final, entre cien mil y doscientas mil monedas de oro me harás ganar- Contestó mirando al joven pelirosa.

-Pagarás por esto bastardo, cuando salga voy a acabar contigo- Amenazo de nuevo.

-Inténtalo, quien sabe, lo mismo te vuelvo a capturar y me pagan otro buen pellizco por ti- Contestó arrogante.

-Tenemos que ayudarle- Comunicó Erza a sus compañeros desde las sombras.

Todos asintieron y se colocaron estratégicamente donde Titania les había indicado, esperarían el momento oportuno y atacarían.

Todo estaba listo para el ataque del equipo de Erza cuando el gran portón se abrió de par en par, reflejando la sombra de tres personas.

-Detén ahora mismo está fechoría o seré yo quien te detenga- Se escuchó decir a la sombra central.

-¿Quién te crees que eres para hablarme de esa forma muchacho?- Contestó Rustyrose.

Los tres dieron un paso adelante mostrando perfectamente quienes eran, lo que hizo que el equipo de Erza se reagrupara al estar muy confusos.

-Mi nombre es Jellal Fernandes, príncipe de este reino y ahora te ordeno que sueltes a esta gente- El joven estaba realmente enfadado.

-¡P-príncipe Jellal!- Rustyrose no podía creérselo.

-Jefe… Por él nos darán mucho más dinero- Dijo uno de los trabajadores.

-Eso es cierto- Su humor acababa de mejorar.

-¿De verdad piensas capturarme?- Contestó Fernandes.

-Sí, vas a ser una mina de oro, ¡atrapadlo!- Gritó.

-¡Nebulosa de Agua!- Juvia creó dos columnas de agua que giraron rápidamente y lanzaron con gran fuerza por los aires a los hombres de Rustyrose.

-Juvia no va a permitir que toque a Jellal-san- Dijo la maga muy enfadada.

-Vaya, vaya, vaya, sois magos los tres, esto va a ser interesante, ya que yo también lo soy…- Sonrió maliciosamente.

- Belcusas del Trueno- En ese momento una criatura enorme tomó forma al lado de Rustyrose, era una criatura de aspecto temible que parecía dispuesta a todo por proteger a su amo.

-¿De verdad piensas que voy a huir por semejante bicho?- Jellal permanecía impasible.

-Menudo bicho, no es como un dragón, pero seguro que muere rápido- Contestó Gajeel al lado de su amigo.

-Juvia, Gajeel, liberad a todos los prisioneros, yo me encargaré de él- Ordenó el príncipe.

-Pero Jellal-san…- Iba a contestar Juvia cuando fue callada por su amigo.

-Es una orden Juvia- Contestó mirando de reojo a la joven.

-Muy bien- Contestaron a la vez y se inclinaron en gesto de respeto.

Mientras tanto esta escena era presenciada por los cuatro jóvenes que seguían escondidos, en silencio y aguardando las ordenes de su líder.

-¿Qué hacemos ahora Erza?- Preguntó el mago de hielo.

-Nada, esperaremos a que Jellal terminé con ese hombre y después lo mataré yo- Contestó con el odio que llevaba dentro.

-¿Matarlo?, Erza, no puedes hacer eso, es el príncipe- Comentó Lucy.

-Lo sé, ellos mataron a mis padres, no les dieron un juicio justo, además ahora siguen haciendo que mi pueblo sufra de hambre, esclavitud y maltrato- Seguía con los ojos fijos en el peliazul.

-Pero él está luchando por salvar a esos esclavos- Argumento la pequeña peliazul.

-Voy a matarlo he dicho, no intervengáis, esto será entre él y yo- Dijo mientras en su mano aparecía una de sus famosas espadas.

-No vas a poder hacer nada contra mi pequeño- Contestó arrogante el peliplateado.

El monstruo creado por él corrió en dirección a Jellal que seguía en la misma posición impasible del principio, esperó a que el monstruo lanzase un puñetazo contra él para tomar impulso y dar un gran salto.

-Flechas Celestiales- Jellal separó sus brazos y dos grandes sellos mágicos aparecieron en sus manos, de dicho sellos empezaron a salir flechas de magia cuerpo celestial que atravesaron al monstruo deshaciéndolo en el momento.

-¡Imposible!- Rustyrose no podía creérselo.

-Ahora es tu turno, no voy a tener compasión con aquellos que hagan daño a estas gentes- Su ceño fruncido denotaba que hablaba enserio.

-Que dramática escena, un príncipe de un reino robado, un bandido que es descarado y un destino aciago- Empezó a hablar mientras agarraba dramáticamente su chaqueta.

Jellal estaba un poco confuso, el comportamiento de ese hombre le estaba descolocando, hacía apenas unos minutos que parecía decidido a matarle y ahora se ponía a rimar y a hablar de dramas.

-Está será la culminación de mi gran obra, Jellal, uno de los dos morirá, un drama perfecto- Contestó señalando al peliazul.

Chasqueó los dedos y las jaulas ya vacías se empotraron contra las paredes, dando lugar a un espacio mucho más amplio donde combatir entre ellos.

-Diría que me das pena, pero este es el destino que te has buscado, puede que mi padre y el antiguo rey no hiciesen nada para detenerte, pero yo si lo pienso hacer, salvaré a esta gente aunque me cueste la vida- Apretando los puños con fuerza.

-Eso es, dame más de esa rabia contenida, quiero ver el dramatismo de tus acciones, ahora que he mostrado mi verdadera personalidad, deja que vea la tuya antes de tu fatalidad- Volvió a hablar rimando y hablando de drama.

-Se acabó, me he cansado de tu palabrería- Jellal estaba listo para atacar cuando una bola de fuego se dirigió hacia donde se encontraba el nuevo poeta dramático.

-¿Qué demonios ha sido eso?- Preguntó confuso ahora el peliplateado.

-Te dije que me las pagarías bastardo- El joven de pelo rosa que había sido apresado antes, ahora buscaba su venganza.

-¿Quién eres tú?- Preguntó Jellal.

-Mi nombre es Natsu, Natsu Dragneel- Contestó el joven.

Natsu tenía dieciocho años, era un joven de estatura normal, su cuerpo no era musculoso pero si tonificado, tenía pelo rosa y ojos oscuros y rasgados, vestía con un chaleco negro sin camisa debajo, un faldón negro y unos pantalones blancos hasta las rodillas, en los pies llevaba unas sandalias negras y lo más llamativo se encontraba en su cuello, una bufanda blanca con forma de escamas. Natsu era un Dragon Slayer de fuego.

-Ahora que soy libre, estoy encendido- Dijo levantando su puño y haciendo que ardiese.

-¿Por qué piensas que necesito tu ayuda?- Preguntó Fernandes.

-No lo hago por ti, lo hago por mí, si te ayudo, podrás ayudarme con mi venganza hacía mi tío, ¿no eres Jellal Fernandes?- Preguntó sin apartar la vista del otro mago.

-Sí, soy yo, cuando terminemos con este parásito escucharé tus problemas- Contestó sonriendo un poco.

-Muy bien, es hora de deshacernos de él- Contestó el pelirosa listo para la pelea.

Hasta aquí el cap de hoy. La verdad es que estoy muy emocionada de volver a escribir este fic, hace unos meses tuve que borrarlo debido a la falta de tiempo y de inspiración que me estaban pasando factura, pero ahora lo retomo para empezarlo desde cero con nuevos toques y más fidelidad a la personalidad de los personajes de Mashima-sensei. Espero que os guste y me dejéis vuestros lindos reviews.

Misdry~