"Su hija tiene el cuerpo perfecto de una bailarina de ballet"

Esas palabras marcaron un final y un principio en mi vida, nunca deseé con tanto fervor algo como él haber cortado la lengua de la muy perra de mi vecina ,quien se creía una persona culta y refinada, para qué esas apalabras nunca hubieran sido pronunciadas.

Después de esas palabras yo deje de ser quién era y me convertí en la muñeca de mi madre, una muñeca cuyo único motivo en la vida era bailar. No tuve amigos, no salía a jugar con los demás niños; mi infancia transcurrió llena de lágrimas, regaños, ridículos nombres en francés que no comprendía, dolores en las pantorrillas y sangre chorreando de mis pies. Una infancia encantadora ¿Verdad?A los quince años era conocida como una pequeña genio, un prodigio.

A los quince años también perdí mi virginidad. Me acosté con mi profesor de matemáticas, quería joder a mi madre y no encontré mejor forma que robarle el novio, y bueno no es como si él hubiera puesto resistencia, era de esos pervertidos que se creen muy decentes pero les pone los pechos pequeños y las caras infantiles. A los diecisiete años maté a mi madre, no me malinterpreten no la acuchillé o algo así aún no estaba tan loca, ella murió de cáncer de pulmón.

Ella comenzó a ahogarse en tabaco el mismo día que me encontró mamándole la verga a mi sensei, que de paso era para ese entonces su prometido. Así que indirectamente yo la maté, por qué yo le robé el novio y planeé todo para ella que nos viera, para destruir su vida tal como hizo con la mía.

Con su muerte recuperé mi ansiada libertad, mi felicidad duro los escasos quince minutos en los que me di cuenta que no sabía que jodidos hacer con ella. Pase tanto tiempo odiando a mi madre, tanto tiempo planeando como vengarme de ella y tan poco pensando en qué hacer con mi vida;¿Cual era el propósito de mi existencia? fue inevitable me perdí, me convertí en una extraña para los demás y para mí misma. Seguí haciendo lo único que sabía hacer, bailar. Patético ¿No es así?

Kakashi-sensei fue el primero de una larga lista de hombres y mujeres; comencé a ensuciarme y romperme con un añico desesperado y me convertí en lo que soy: La hermosa bailarina de New York City Ballet capaz de realizar un allegro con los ojos cerrados, con una elegancia y exactitud inigualables pero con un vacío igual de inigualable. Un ángel de mirada tierna y sonrisa perversa.

Amada pero incapaz de amar. No podía amar a nadie pero tampoco podía estar sola, no lo resistía.

Así llegó a mi vida Ino, cuando mirabas a Ino bailar era como ver una hada flotar, una persona que comprendía mi deformada alma y que me amó con gran intensidad, ella era demasiado frágil pese a su astucia, con unos ojos encantadores y unos labios que invitaban a ser besados. Nunca la amé, no sabía cómo.

El resultado fue inevitable su vida termino en una bañera, con las muñecas abiertas y agua manchada de carmesí. Un espíritu celestial inmolado por mi vanidad. Su muerte no me dolió ni me causo tristeza, mi corazón estaba vacío, mi alma demasiado pálida como para permitirse sentir algo.

Cómo lo dije la muerte de Ino fue superficial para mí, así que seguí con mi vida de decadencia, yendo a fiestas nocturnas que terminaban en orgías, embrutecida en alcohol dejaba hacerme las cosas más depravadas que se puedan imaginar. Es impresionante la vida libertina y corrompida que puede ocultar el escenario, la perversión que pueden albergar las madonas del ballet, oculta debajo de una máscara de pureza y la putrefacción escondida entre encajes de colores pastel.

En una de esas salvajes fiestas lo conocí a él, Sasuke Uchiha, mi ángel oscuro, mi demonio particular, con ojos tan negros (rojos) que portaban la muerte y brazos que me incitaban a dejarme morir un poco cada día estrechada entre ellos. Su imagen es la seductora representación de la miseria humana; mi miseria.

En el momento que le conocí, en que nuestras miradas se cruzaron ansié ser llenada por su dolor, que coloreara mi pálida alma con sus corrompidos colores, aquellos que solamente él podía invocar, llenarme de rojo y negro. Los colores de la muerte.

Lo amo, amo su melancolía, su tristeza, su desesperanza hacia la humanidad y hacia el mismo, su maldad, su odio hacia la vida, sus ansias de venganza, sus arranques homicidas, amo lo que es, lo que fue y lo que llegara a hacer, lo bueno y lo malo por igual.

Lo amo como nunca pensé poder lograr a hacerlo. Como yo sólo podía hacerlo, de una forma enferma y depravada, como él desea ser amado (de la misma forma que él lo hace). Y cuando deja sus manos grabadas en mi piel en pequeños hematomas situados en lugares ocultos, cuando me hace gemir y retorcer ante su sádico toque mi corazón estalla.

—Pareces un ángel, un hermoso ángel que anhela ser mancillado por mí— susurra en mis odios, para después atravesarme de una sola estocada.

Y cuando me penetra de forma dolorosa y ruda, cuando me desgarra, me tiño de rojo y negro, me empapo de su existencia, me diluyó en su nocivo amor, me hundo en su dolor. Y pido más, ruego por más de él, con palabras obscenas y vulgares, con blasfemias y sacrilegios.

—Sí, eres un ángel, un ángel que se expresa como una mera puta—Concluye mientras se derrama en mí y me llena de él. Y mi mirada verde, tan honda y aparentemente inocente se empaña con lujuria, y mis labios corales emiten ruidos guturales de placer casi animales y el pelo rosa apenas me cubre los pezones que rebotan al empalmar mi menudo cuerpo en su falo, y cabalgarlo con una desesperación irracional. Me abraza y no me importa morir cada día, cada vez un poco más entre sus brazos y sé que eso es lo que deseo hacer con mi existencia. Morir con él.


Hola, pues vengo con esta historia tenía pensado incluirla en Silly love stories , pero como quería que esas fueran más tiernas y graciosas decidí publicarla por separado. Espero que les guste.