Prólogo: Sacrificio

Desde muy joven, siempre me había acostumbrado a ser la que defendiera a mis hermanas menores. Desde muy joven acepte los castigos que debían serles impuestos a sus otras dos hermanas, después de todo era la mayor y mi deber era cuidar y defender a mis dos hermanas menores. Y a pesar de todo el esfuerzo que puse en defender y cuidar a mis dos hermanitas, he acabado aquí. Hace años que no sé nada de Meda quién me cree una fanática de un loco mestizo con ansias de poder. Mientras mi pequeña Cissy va a hacer una verdadera locura tan solo porqué el espécimen que tiene por marido se lo había pedido.

El trabajo que al que tanto empeño había puesto en mis cortos treinta años no había servido para nada pues Meda se escapo de mi ala sin darme ni siquiera la oportunidad de defenderme y Cissy obvia mis consejos por un patán que no la quiere.

- Narcisa se coherente – gritaba a mi hermana mientras corría tras ella por toda su mansión. Cissy estaba recogiendo mi atuendo de mortifaga y llevaba una hora como una verdadera desquiciada buscando mi máscara

Cissy me miro con cara de pocos amigos. Sabía que estaba enfadada, el inútil de su marido acababa de ser enviado a Azkaban por dejar pistas en una de las escenas de asesinato que los mortifagos llevaban a cabo semanalmente haciendo pensar a los autores que era partidario de Voldemort y uno de sus mortifagos aunque conocía de primera mano que no iría a Azkaban pues seguramente diría todo lo que sabe para evitar la cárcel de magos. .

- ¡Cállate Bella! – grito harta de mis incesantes intentos de hacerla entrar en razón.

Cissy no pensaba en lo que dejaba atrás si iba a cometer la locura que tenía pensado cometer. Dejaría a su pobre y querido Draco desamparado porque ella también iría a Azkaban

Sin nada más que decir se coloco una máscara blanca que contrastaba a la perfección con su atuendo todo negro y se coloco entre su cuñado, Rodolphus, y el hermano de este, Rabastan.

- Narcisa Black piensa un poco – pedí de nuevo su hermana antes de que salieran por la puerta rumbo a torturar y asesinar a algún pobre auror.

Rodolphus me miro con asco. Estoy seguro que piensa que desde que nació Draco me he vuelto débil. Es seguro que no soy la misma que antes. Antes no tenía ningún infante al que proteger pero ahora que un nuevo bebe había sido incorporado a mi familia tenía que pensar con la cabeza fría ya que parecía que Cissy no tenía intención alguna de pensar de forma lógica y coherente por un momento

- Bella si no vas a hacer nada será mejor que cierres la boca – siseo con desdén mientras me miraba con furia. Odiaba a este hombre con todo mi corazón. Si hubiera sido mi elección yo me hubiera casado con… No Bella, no pienses en eso, es pasado y ya no puede ser.

Mire a Rodolphus a los ojos de mi marido con una sonrisa helada y sardónica. El podía ser el hombre en este matrimonio pero yo no me asustaba ante nada. Desde pequeña estaba acostumbrada a todas las torturas habidas y por haber y ya no tenía miedo.

- Marido metete en tus asuntos – puse la varita en el cuello de mi esposo y la apretó –Aun sigo siendo una de las mejores mortifagas de nuestro Señor y no me tiembla el pulso al lanzar un crucio ni si quiera a ti – respondí con un deje psicótico

Rodolphus trago saliva y se trago sus palabras. Podía haber cambiado un poco su carácter en cuanto a su sobrino pero, como acababa de decir, seguía siendo una fiel seguidora del que-no-debe-ser-nombrado. Rabastan sonrió a su cuñada y se desapareció siendo seguido de poco por Narcisa y su hermano.

Suspiré mientras negaba con la cabeza. Esto solo iba a acabar de una forma y era muy sencilla: les pillarían. Quizá no en el momento de torturar y asesinar a los aurores que pillaran desprevenidos pero a la larga el ministerio sabría quién habría perpetrado el crimen.

Iba a sentarme en un sillón cuándo el grito del único bebe, que apenas tenía un año, me alertó. Subí escaleras arriba temiendo que algún mortifago hubiera decidido venir a esconderse a la mansión e intentara hacer algo al pequeño Draco.

Al llegar al cuarto cogí al bebe y mire a ambos lados. No parecía que hubiera nadie pero por si acaso se aseguraría de que al día siguiente se pusieran hechizos de detección de personas en ese cuarto.

Mire a Draco y le sonreí mientras lo arrullaba. Supongo que echaba de menos a la kamize de su madre pero mientras yo estuviera aquí el estaba a salvo y era querido pues no dejaría que nada ni nadie tocara a su pequeño sobrino.

- Tranquilo Draco. Tú no te quedaras solo. La tía Bella solucionara todo – choque la nariz con la de mi sobrino y le sonreí dulcemente – Tendrás a tu papa y a tu mama. Te lo prometo – murmure sobre el cuello del infante.

Deje a Draco en su cuna y me fui a mi cuarto en la casa de su hermana para descansar. Cuando se tumbo en la cama cayo totalmente rendida a pesar de que intento mantenerse despierta para ver si podía sentir la llegada de su hermana. A la mañana siguiente se levanto y vio a su marido a su lado. Sonrió de manera triste. Había realizado gran cantidad de sacrificios para que sus dos hermanas más pequeñas tuvieran la vida que deseaban. Al menos Meda había conseguido parte de esa felicidad pero Cissy lo único que había era echar por tierra todos mis esfuerzos por mantenerla a salvo y feliz.

Me vestí y baje a desayunar. Poco tiempo después una lechuza dejaba caer la edición de ese día del profeta. En primera plana había una foto de dos aurores que enseguida reconoció: Alice y Frank Longbottom. Ellos estaban sentados en sillas de ruedas inmóviles. Y encima de la foto rezaba el siguiente título Grupo de Mortigafos tortura a los aurores Longbottom hasta la locura. Poco después mi hermana, mi marido y cuñado bajaron a desayunar comentando lo bien que les había ido en la tortura mientras que yo me dedicaba a pedir a todo aquello que conocía en silencio que no les hubiera reconocido.

El día paso sumamente rápido para mi gusto. Cada día era un día menos que nos quedaba de libertad pues sabían que serían enviados a Azkaban tarde o temprano.

Mientras estaba en el Invernadero a las afueras de la mansión oi el ruido de una explosión en la puerta principal de la mansión. Cuándo entre un grupo de aurores estaba en el salón reteniendo a Narcisa, Rodolphus y Rabastan y otros dos se pusieron a mis lados cogiendo mis brazos. No iba a ser tonta, no pondría resistencia al menos no aquí donde podía dañar a mi pequeño sobrino.

El que parecía ser el líder del grupo se acerco a Cissy, mi cuñado y mi marido y les miro uno por uno.

- Narcisa Malfoy, Rodolphus y Rabastan Lestrange quedan detenidos por la tortura de los aurores Longbottom – dijo

Cuándo se acerco a mi hermana, recordé la promesa que la noche anterior había hecho al niño de apenas un año que ahora estaba durmiendo ajeno de todo en la planta de arriba. Empecé a reírme como una desquiciada y a retorcerme en los brazos de los aurores que me sujetaban haciendo que tanto ellos como los propios aurores me miraran.

- ¿Ves, Cissy? – dije con tono enloquecido – Tu amigo Snape no tenía razón. Si que puedo hacer una poción multijugos decente – empecé a reír – Tan así que he logrado engañar a los aurores haciéndoles creer que quien torturo a los Longbottom fuiste tú – grite mientras intentaba una huída hacia la chimenea conectada a la red flu. Sabía que no lo lograría pero debía dar el pego de que era una mortifaga fiel y que había sido yo la que había realizado los crímenes que mi hermana había hecho

Los aurores la miraron y el jefe asintió. El auror que sujetaba a Narcisa la soltó y fue hacia mi junto al dementor. Sabía que me dirigía hacia Azkaban de forma y que, aunque tuviera un "juicio", nunca saldría. Lo único que lamentaba era no poder estar para ver crecer a Draco.


Espero os haya gustado.

Besos y abrazos.