Disclaimer: Skip Beat! No es de mi propiedad. Skip Beat! Le pertenece a Yoshiki Nakamura al igual que todos sus personajes. Todas mis historias se van a enfocar en Universos Alternos, por lo que lo único que cogeré de Yoshiki Nakamura serán los nombres de sus personajes y espero mostrar el respeto que merecen.
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Capitulo uno: Rechazo de una madre
-Eres una maldita idiota Mogami. ¿Cómo esperas que pueda hacer bien mi trabajo si tu estúpida torpeza esta siempre en el medio? - Espeto el Dr. Sho.
-Lo siento, lo siento mucho. No volverá a suceder- le dije mientras me hacía a un lado para no estorbar.
-Eres una maldita enfermera, actúa como tal. Ahora pásame la morfina.
Recorrí la pequeña habitación con la mirada, hasta que di con la bandeja de medicamentos que había dejado Okami.
-Aquí tienes Dr. Sho- le deje saber mientras colocaba el medicamento con cuidado en sus manos para no tirarlo por error.
-Vaya, hasta que por fin haces algo bien. Lo último que me faltaría seria que te equivocaras de medicamento y mataras al pobre Sr. Robert.
El Sr. Robert me dio una mirada llena de preocupación y temor. Eso me dolió en el alma. Yo amaba a mis pacientes, para mi ellos lo eran todo. Me gustaba cuidarlos y proveerles el servicio que ellos merecían. El Sr. Robert por ejemplo estaba aquí por un fuerte dolor de espalda. De esos que te dejan doblados por la mitad sin poderte enderezar. Estuvo jugando con su nieto sin tener en consideración su avanzada edad. Cuando el pequeño le brinco en la espalda, esa fue la gota que derramo el vaso.
-Tranquilo hombre, esta inútil me trajo el correcto- se rio Sho, mientras mi rostro se ensombrecía.
Me dolía cada vez que escuchaba los comentarios mordaces de mis compañeros en el hospital, pero ¿Qué podía yo hacer? Tenían razón. Soy una inútil, una buena para nada; ni siquiera mi propio padre me quiso, es por eso que me dejo en el infierno que vivo. Se largó de mi vida cuando yo tenía once años y mi madre me dejo saber que fue por mi culpa. Si yo no hubiese nacido, ella todavía estaría con él. Como siempre, yo lo arruino todo.
Espere tranquilamente en mi lugar hasta que el doctor no necesitara de mi servicio. Una vez termino me dejo las instrucciones a seguir y se retiró para consultar a su próximo paciente.
-Aquí tienes una almohada, Sr. Robert- dije mientras la acomodaba detrás de su cabeza- ¿Algo más en lo que lo pueda ayudar?
-No realmente. Pero gracias por su atención- mis ojos se llenaron de lágrimas. No era muy seguido que alguien me daba las gracias.
-Permanecerá esta noche bajo observación, espero que se mejore.
Salí de la habitación y me dirigí hacia el siguiente cuarto. Me esperaba la Sra. Thomson.
-Buenas tardes- salude mientras entraba por la puerta.
-Hasta que por fin llegas tarada- me recibió ella.
-Sra. Thomson, sea más respetuosa por favor- suspire- estoy aquí para ayudarle.
-Pues podrías empezar maquillándote. Por poco me da otro ataque de corazón cuando te vi entrar. Pensé que eras la muerte buscándome.
-Pues créame que, si lo veo, lo dirijo directamente a su cuarto.
- ¡Estúpida!- ladro. Puse los ojos en blanco y cerré su cortina. Si tenía suficientes fuerzas para ofenderme, se encontraba mejor.
Camine hasta la habitación continua. Ángela, una niña de nueve años me estaba esperando. Al parecer tenía un virus estomacal.
-Hola princesa, ¿Cómo te sientes? - pregunte con una sonrisa.
-No muy bie…
No pudo terminar cuando termine cubierta de su vomito.
-Lo siento- se disculpó la madre mientras ayudaba a la niña a limpiarse.
-No se preocupe- intente no respirar por la nariz- eso es normal, le pediré al médico que la vuelva a revisar.
Salí corriendo de ahí hacia el baño. Intenté limpiar lo mejor que pude mi uniforme antes de llegar a la estación de enfermeras.
-Kyoko, ¿Qué le hiciste a la Sra. Thomson? - pregunto Okami inmediatamente me vio.
- ¿A qué te refieres? - pregunte inocentemente.
-Estaba hablando sola cuando fui a darle su baño y hablaba muchas cosas groseras de ti.
-Es solo una anciana solitaria con mucho tiempo en sus manos. Trato de no tomar en cuenta sus arranques de ira- me encogí de hombros- además, no debe ser fácil vivir sola y rodeada de gatos.
-Sí, ese es un destino que no se lo deseo a nadie.
Me quede pensando por un segundo y luego caí en la realización de que ese podría ser mi futuro. Tenía 27 años de edad y jamás había tenido ni siquiera un novio.
- ¿Qué huele tan feo aquí? - pregunto Okami arrugando su pequeña nariz.
-Necesito una ducha de verdad- me estremecí- el pequeño angelito del 104 tiene un virus estomacal y me ha vomitado peor que la niña del Exorcista.
-Es una lástima, me gusta tu bata de payasos, pero creo que tendrás que usar una típico azul o verde del hospital. Ve a la oficina del Dr. Otto, él está de vacaciones y nadie te molestara. Puedes usar una de mis batas.
-Gracias Okami.
Okami era la jefa de enfermeras. Tenía la responsabilidad de hacerse cargo de todas nosotras, pero siempre me miraba con ojos suaves y maternales. Casi como la forma en la que me gustaría que me mirara mi mama. Creo que es el hecho de que ella nunca pudo tener hijos. Ella era una de las pocas personas que no me trataba como una basura.
Hice mi camino hacia la oficina del doctor y me di una ducha rápida. Me vestí con una bata limpia y guardé en mi casillero la sucia para poder llevarla a casa y lavarla. Miré el reloj y comprobé que me faltaban menos de dos horas para salir.
-Mogami-san, ¿Tienes un segundo? - pregunto Chiori Amamiya. Una chica de estatura pequeña, cabello negro hasta los hombros y un poco bipolar. Pero a pesar de eso, siempre me trataba con amabilidad.
- ¿En qué te puedo ayudar?
-Te he estado observando por días y me gustaría saber si… ¿quisieras ir a una salida de chicas dentro de una semana?
Esta era la primera vez que me invitaban a salir. Una noche de chicas, eso sonaba increíble. No sabía mucho de lo que se debía hacer en una, pero deseaba saberlo. Lástima que la realidad de mi vida me cayó como un balde de agua helada.
-Amamiya, realmente agradezco la oferta.
- ¿Pero…?
Suspire
-Mi madre me está esperando en la casa. Me hubiera encantado salir con ustedes, pero tengo que cuidar de mi madre, ella está muy enferma desde que mi padre nos abandonó. Como su única hija, me toca a mí cuidarla- la verdad era que desde que mi padre se fue, mi madre dejo de ir al trabajo, ya no se arreglaba, no tiene amistades ni sale del apartamento. Se la pasa todo el día sentada en la sala viendo las fotos de su boda. Un álbum completo de fotografías en donde no podrás encontrar ni una sola mía.
-Es una lástima, realmente quería llegar a conocerte. Pareces como que serias una buena amiga. No pareces una mala chica- respondió enarcando una ceja.
- ¿Mala chica? - pregunte intrigada.
-Sí, con todos los rumores corriendo en el hospital sobre ti. Sin duda los has escuchado.
Asentí.
-Pues a mí me gusta hacer mis propias conclusiones. Hasta que realmente no llegue a conocerte no diré nada malo de ti- me sonrió- bueno, la verdad es que aun así no diría nada malo.
-Me alegra escuchar eso.
-La verdad Kyoko es que me gustaría ser tu amiga. Luces como alguien que en verdad la necesitas. Todavía falta una semana, así que no te sorprendas si te invito nuevamente hasta que digas que sí.
Me sonrió mientras se alejaba dándome una despedida con su mano. Yo me quede congelada en mi lugar. ¿Esa chica quería ser mi amiga? ¿Por qué? Yo no lo valía. No era justo que ella perdiera su tiempo en mí. Después de todo, yo solo debería desaparecer.
Termine el resto de mis pacientes y complete mis notas, hable con la próxima enfermera en hacerse cargo de mis pacientes y me dirigí a mi casillero. Acomode la bata sucia en una bolsa para llevarla a lavar y de viaje revise mi celular.
2 mensajes de voz
Se me erizo toda la piel. El único número que tenía registrado era el del departamento. Por lo que estaba segura que era mi madre. Lo que más temía de ella era que tenía dos humores solamente para mí. Unos días ella no me dirigía la palabra, como si yo no existiera. Pero en otros días, era como si papa se hubiese ido de nuevo, ya que el recuerdo estaba tan vivo en ella como en ese día. Y cuando eso pasaba… al parecer hoy es uno de esos días.
Primer Mensaje
¿Por qué demonios se te ocurrió nacer Kyoko? Eres una irresponsable. ¿Dónde estás? ¿Cómo esperas que coma o me bañe si tú no puedes ni siquiera atenderme? Seguramente estas por ahí revolcándote en la cama de algún hombre; no vales nada. Un día de estos me voy a cansar de ti y yo también te abandonare. Hija ingra…
Oprimí la tecla número siete para borrar el mensaje antes de que terminara, de la misma manera que la oprimí por segunda vez para no escuchar el segundo. Mi día cada vez se volvía peor. Ya sabía lo que me esperaba cuando llegara a casa.
Con un largo suspiro de resignación, camine hacia la calle y espere por un taxi para llegar al departamento. Una vez llego uno, le di las indicaciones del lugar, me senté en silencio en la parte trasera y dejé a mi imaginación volar. Pensando cómo sería mi vida de haber nacido en otra familia.
El conductor se detuvo frente al descuidado apartamento y yo le entregue el dinero. Arrastre mis pies lentamente por las escaleras hasta el tercer piso e incline mi rostro sobre la puerta antes de abrirla.
- ¡Mal nacida! - fui recibida por un florero que se estrelló a centímetros de mi cabeza- ¿Cómo se te ocurre disfrutar la vida cuando tú eres la culpable de mi desdicha? Tú con tu cara de mosca muerta. No vales nada.
-Mama, por favor. Acabo de llegar del trabajo.
-Mentiras. ¿Qué sabes tú de trabajo? Eres una miserable. Seguramente te prostituyes para conseguir dinero.
-Suficiente- le espete- lo se mama, sé que no valgo nada y no debería ni siquiera de haber nacido, pero por favor…
-Por favor nada. Escúchame bien mocosa, no me llames mama. Yo no tengo hija. Para mi tu moriste el día que tu padre se fue.
Era imposible hablar con ella cuando estaba así. Las lágrimas amenazaban con salir de mis ojos, pero yo sabía más que eso. La última vez, casi termino yo en la sala de emergencias. Lo único que no soportaba mi madre eran las lágrimas. Cada lagrima que bajara por mi rostro era el equivalente a una bofetada.
-De acuerdo Saena. ¿Te puedo ayudar en algo?
-Sí, no seas tan fea. Me puedes explicar, ¿Cómo diablos algo tan horrible salió de mí? Eres la cosa más fea, repugnante, sencilla y plana que conozco. ¡Demonios! Ni siquiera puedo tener visitas aquí sin que tú me avergüences.
Sin duda todo el veneno que salían de la boca de mi madre me herían peor que cualquier puñal, pero yo estaba demasiado cansada. Doce horas trabajando en el hospital eran suficientes para cansar a cualquiera. Mi cuerpo sencillamente no podía procesar nada más.
Entrecerré los ojos y corrí hacia el baño, dejando atrás los gritos de Saena. Me quité mi uniforme y me di un baño profundo, tratando de sacar todas las inmundicias de mi cuerpo. Si tan solo pudiera también sacar la fealdad con agua y jabón, estaría sumergida por el resto de mi vida.
Salí de la ducha con una toalla envuelta en mi cuerpo y me miré en el espejo de la pared. ¡Estaba horrible! Mi piel reseca y mi cabello de porquería pedía a gritos un cambio. ¿Por qué no podía ser como las otras chicas? ¿Por qué sencillamente no podía intentar ser más alegre y amarme a mí misma?
-Fuera del maldito baño Kyoko. ¿Cuánto tiempo necesitas para limpiar tu asqueroso cuerpo? - grito Saena golpeando la puerta.
Ahí estaba mi respuesta. Si mi propia madre no me ama, ¿Por qué lo haría yo o el resto del mundo? Espere pacientemente a que ella se cansara de golpear la puerta y se alejara, antes de yo salir a toda velocidad y ponerle seguro a la puerta de mi recamara.
Una hija no debería de tenerle miedo a su madre. Pero aquí estaba yo temblando de pies a cabeza y deseando que llegara mañana. A pesar del abuso que pasaba en el trabajo, era preferible eso a vivir este infierno.
Me vestí rápidamente con un pantaloncito cortos azules y una camisa larga sin manga. Envolví mi cuerpo con el edredón y me arrodillé al lado de mi cama. Saque una pequeña cajita que guardaba con recelo en la mesita de noche y saque a mi mejor amigo.
"¿Sabes Corn? Hoy fue un día malo. Pero, ¿Qué día no es malo para mí? Desde que papa se fue mi vida es un tormento. Por más que intente de hacer bien mi trabajo, siempre hay algo que me sale mal. Nadie me agradece si hago un buen trabajo. Entonces, ¿Para qué esforzarse?"
Corn es mi piedra mágica. Mi mejor amigo, mi único amigo en todo el mundo. El único regalo que mi padre me entrego en mi vida. Corn se lleva mis lágrimas, mi sufrimiento y mi dolor. Es… como un bálsamo fresco sobre mis heridas. Cuando cambia de color, estoy segura que me escucho y me está ayudando a olvidar.
"¡Corn! ¿Qué tengo yo de malo? ¿Por qué nadie me quiere? Mira lo patética que soy. Soy un maldito fracaso. ¿Por qué estoy todavía en este mundo? ¿Hasta cuándo debo mantener mi falsa sonrisa para todos? A veces siento que estoy esperando por algo que nunca va a llegar."
Mis ojos se pasearon por mi pequeña habitación color blanca y las lágrimas llenaron mis ojos. Mis padres nunca supieron si tendrían varón o mujer hasta el día en que nací, por lo que nunca pintaron el cuarto de rosa o azul. Siempre tuvieron en la mente: "después de que nazca lo pintamos", pero eso nunca paso. El único gran cambio fue una cama en lugar de cuna. Todo lo demás seguía de la misma manera.
Con la única excepción de una rosa pintada a mano incompleta. Sucedió un día cuando cumplí los diez años. Comencé a interesarme por el arte y en la escuela aprendimos como hacer rosas y hadas. Cuando llegue a casa, corrí a mi recamara y comencé a dibujar una rosa en la pared para luego complementarla con el hada, pero Saena entro como un huracán y me golpeo hasta que perdí el conocimiento.
Cuando desperté, todas mis pinturas y pinceles no estaban y nunca más volverían a estar. La única prueba de que alguna vez me gusto dibujar y pintar estaba desvaneciéndose poco a poco ante mis ojos con el pasar del tiempo.
Le di un pequeño beso a Corn tan pronto lo vi cambiar de color y sonreí. Esta noche no tendría pesadillas. Me acosté en mi cama y cerré los ojos. Quede dormida tan pronto mi cabeza toco la almohada.
