Cuando abrió los ojos aquella mañana sintió que el mundo había experimentado una ligera transformación. No sabría decir qué había cambiado, pero el aire estaba enrarecido. Se quedó allí tumbada en la cama durante unos minutos largos. Todavía no había sonado el despertador. Trató de recordar la pesadilla que la había asaltado durante la noche. Había soñado que la estaban persiguiendo. Y que corría, corría… sin poder escapar jamás. Se frotó los ojos y los paseó por la habitación. Su cuarto estaba ordenado. Los libros pulcramente colocados en la estantería. Los lápices en el bote de colores. Las cuartillas perfectamente apiladas. El uniforme de colegio planchado y doblado en la silla. Se fijó en la tela de color azul. Mañana sería el último día que lo llevaría puesto.
Un pitido fuerte en la mesilla de noche le indicó que ya era hora de levantarse. Apagó el despertador y se encaminó a la silla. Se deslizó el uniforme y se abrochó el lazo de la espalda. Se miró en el espejo. El reflejo le devolvió su mueca. Puso los ojos en blanco y salió del cuarto.
— Buenos días, princesa —su padre sonrió detrás de la taza de café: —¿qué tal has dormido?
Aile sonrió.
— Bien, gracias.
El señor Gilbert le sirvió café en una taza y le pasó las galletas. Ailee mordisqueó una distraída.
— Buenos días —Nate entró bostezando en la cocina.
Se sentó junto a su hermana y empezó a devorar la comida. Sólo más tarde reparó en su hermana.
— Eh, hoy es el día, ¿no?
Aile asintió.
— ¿Estás nerviosa?
— Un poco.
— Bueno, no te preocupes —dijo Nate con la boca llena,— la Prueba no te dirá nada nuevo. Te tocará Erudición, lo llevas en la sangre.
Nate había hecho la Prueba tres años atrás. Ailee todavía recordaba ese día. Fue la única vez en que su hermano se había comportado como un auténtico loco. Fue el día en que Eric había abandonado Erudición.
Ailee alejó esos pensamientos y dio un sorbo a su café.
Cara pasó a recogerla, tan puntual como siempre.
— Hola. Qué, ¿estás lista?
Su amiga sonrió.
— Preparadísima. ¡Soy capaz de enfrentarme a cualquier cosa!
Ailee se puso a reír.
— ¡Pues allá vamos!
Y juntas se unieron a los grupos de estudiantes que iban a hacer la Prueba.
Delante del Colegio se habían formado cinco colas de estudiantes, según la facción a la que pertenecían. Cara y Ailee se unieron a Erudición.
— ¡Eh, Cara, Alteza, aquí! —un chico de su clase les hizo señas para que se unieran a él.
— Gracias, Tim —aprovechó el intercambio de miradas entre el chico y su amiga para fijarse en los miembros de las otras facciones.
El ambiente general era de nerviosismo, de tensión. Los estudiantes que no saben que están dudando. Mientras que los que destilaban seguridad eran, con toda probabilidad, los que sabían en que no iban a cambiar de facción.
Basculó el peso de una pierna a otra. Estaba nerviosa, tenía que admitirlo. Sabía cuál iba a ser el resultado de la Prueba. Nate tenía razón, lo llevaba en la sangre. Pero aún así, siempre cabía la remota posibilidad de… Trató de apartar esos pensamientos de la mente. No se precipitaría. Cuando supiera los resultados ya tomaría una decisión. Además, la Prueba era justamente para eso, para aceptar sin más el resultado. Sin que hubiera dudas.
Abrió la puerta y entró en la habitación. Su mirada se topó con su reflejo.
— Es un espejo —la mujer que había hablado tenía los ojos rasgados y el pelo oscuro salpicado de grises.—Adelante. Soy Tori, soy quién te administrará la Prueba.
La sala parecía la consulta del dentista y Tori le indicó que se sentara en la silla del centro. Ailee se sentó y respiró hondo, tratando de relajarse. Tori percibió su nerviosismo.
— No te preocupes, es muy sencillo. Ten, bebe esto —añadió mientras le alargaba un pequeño vasito de cristal.
El líquido tenía un lejano sabor mentolado y Ailee cerró los ojos tratando de relajarse.
— ¿Qué? ¿Cuál ha sido el resultado? —Cara se abalanzó sobre ella sonriendo.
— ¿Y el tuyo?
— ¡Qué tonta! —ninguna de las dos estaba autorizada a decir el resultado y aunque Ailee se moría de ganas de comentar sus dudas con su amiga, se mordió la lengua.
Alguien gritó el nombre de las chicas y vieron a Nate saludándolas desde el otro lado de la calle.
— Mira, tu hermano. Vamos.
Nate las recibió con una sonrisa.
— ¿Habéis pasado miedo o qué?
— Nah, qué va, ha sido más sencillo de lo que pensaba, ¿no Ailee?
Asintió e iba a comentar algo con Cara cuando se fijó que su amiga se ponía tiesa.
— ¿Qué pasa?
— Es ella, ha venido.
— ¿Quién… —empezó a decir, pero ya sabía la respuesta—: Jeanine?
Cara asintió y Ailee se puso tensa.
— Buenos días, Cara Dent —la voz de la líder de Erudición era muy suave.— Nate.
— Buenos días, Jeanine —Ailee se giró con una sonrisa.
— Buenos días, Alteza —Jeanine todavía miraba a Cara:— Veo que ya habéis pasado la Prueba.
Su amiga asintió, sonriendo.
— Y supongo que el resultado ha sido el que esperábais —añadió Jeanine y, de nuevo, Cara y Ailee asintieron.:— Perfecto. Nate, si te parece, acompaña a la señorita Dent a su casa, yo quiero hablar un rato con tu hermana.
Siguió a Jeanine y entró con ella en el coche.
— Llévanos a casa, Evan —indicó al chófer. Luego se giró para mirar a Ailee:— Te noto tensa, cariño, ¿no ha ido bien la Prueba?
— Ya sabes el resultado.
— ¿Y no te parece adecuado?
— Sí, no es eso, es…
— Dime —Jeanine puso su mano encima de la de la chica: —¿Qué sucede?
— Sólo estoy agobiada por mañana. No quiero que nada cambie después de la Prueba.
Jeanine sonrió comprensiva.
— Mi niña, pero si tú has nacido para esto. ¿De dónde crees que viene tu apodo? La gente reconoce tu sangre real.
No, Jeanine, la gente te reconoce a ti como su Líder. Yo no soy nadie, sólo por casualidad te ha tocado ser mi madrina. Pero Jeanine seguía hablando y Ailee prestó atención.
— Mañana, cuando elijas, tu vida va a cambiar. Pero no estarás sola. Me tienes a mí, tienes a tu padre, a Nate… y a todos los que son fieles a nuestra causa. Tienes que pensar en esto si tienes dudas.
Ailee asintió, tratando de parecer relajada.
— Hoy cenaremos juntas, quiero que conozcas a alguien.
Ese alguien era Caleb Prior.
— Alteza —la saludó al entrar.
— Enantada —Ailee sonrió. Caleb era un año mayor que ella. El año pasado había sido transferido de Abnegación. Y se entendía de mil maravillas con Jeanine. Ailee se apuntó mentalmente que no debía olvidar ese dato.
La conversación durante la cena fue muy distendida. En realidad, giró en torno a un estudio que estaba realizando Jeanine y con el cual Caleb colaboraba.
— Mañana Ailee decidirá su Facción —comentó la Líder durante el postre.
Caleb se giró para mirarla y clavó en ella unos ojos penetrantes.
— ¿Estás nerviosa?
— No, ya no. Noblesse oblige.
Desde su posición en la cabecera de la mesa, Jeanine sonrió satisfecha.
— Id pasando al salón, ahora me reúno con vosotros.
Ailee se levantó desganada y Caleb la siguió. El cuarto de estar de Jeanine era frío, ordenado. Se sentaron en un sillón blanco.
— Me sorprende lo bien que has conectado con Jeanine. Antes estabas en Abnegación, ¿no?— el tono fue más insultante de lo que había pretendido y notó como la mirada de Caleb se endurecía.
— Sí, nací allá. Pero este es mi lugar ahora.
— Ya, ahora eres el nuevo favorito —hizo un gesto en dirección a la cocina, donde estaba Jeanine:— ¿Sabes que es mi madrina?
— Sí.
— Cuando murió mi madre, Jeanine atendió muy bien a mi padre y por eso tiene derechos sobre mi vida.
— Entiendo.
— No, no entiendes. Lo que te estoy diciendo es que ella te ha considerado un buen partido para mí.
Caleb enrojeció y miró hacia otro lado. Fuera llovía.
Volvieron juntos a casa, en silencio, mientras Ailee saltaba los charcos se encontraba a su paso. Al llegar frente a su edificio, se giró para despedirse.
— Gracias por acompañarme, ha sido un placer. Descansa.
— Espera —el chico tiró de la manga de su uniforme.
— ¿Qu…? —empezó mientras se giraba, pero no pudo terminar, porque Caleb la besó. Ailee dejó caer los brazos a ambos lados del cuerpo, sin corresponder. Cuando por fin se apartó para mirarla, ella esbozó una sonrisa nerviosa.
— Tengo que entrar. Buenas noches.
— Buenas noches, Alteza.
