Hola queridos lectores y lectoras. Aquí estoy de regreso con este pequeño fic. Tendrá solo dos capítulos más el epílogo.

Quiero dedicar esta historia a una amiga muy especial del fandom: Mitsuryouku. La historia es un poco triste, pero te la dedico como trabajo con mucho cariño.

Espero les guste esta historia desarrollada en un universo alterno, teniendo como protagonista a mi personaje favorito: Saga. Es un tipo de historia bastante diferente al que suelo escribir. Tiene romance, pero no tan rosa. Me inspiré hace unos días mientras escuchaba una canción.

Que disfruten!


Disclaimer: Los personajes no me pertenecen y pertenecen a Masami Kurumada. La imagen de la portada tampoco es mía.


¿Injusticia? Parte I

Denver, Colorado. 5 de Agosto 1988.

Saga era un pequeño niño de contextura delgada en aquella época. Tenía ocho años y para entonces vivía junto a su padre John Nicholson, un soldado que constantemente se ausentaba del hogar por largos períodos debido a su trabajo. Solía ser un hombre frío que rara vez mostró alguna muestra de afecto hacia su hijo mayor. El pequeño también vivía junto a su madre Anne, una mujer de unos 38 años quien solo se dedicaba a ser dueña de casa. Además vivía con Kanon, su hermano gemelo.

Saga era un muchacho bastante introvertido, para quien era muy difícil relacionarse con los demás compañeros de escuela, por lo que pasaba gran parte de su tiempo solo. Kanon, a diferencia de él, era extrovertido y muy sociable. Siempre estaba rodeado de amigos. Todo el tiempo, pese a ser todavía un niño, se hacía acompañar por alguien. Claro, ese alguien podía ser cualquier persona, menos su hermano.

La relación de Saga con su padre no era buena. Él era un hombre tosco y prefería pasar su escaso tiempo en casa con Kanon, pues consideraba que Saga era un niño débil y no merecía que le dedicara atenciones. Por ello el pequeño de azul cabellera era más bien apegado a su madre, con quien su relación era mucho mejor. Sin embargo, de un tiempo a la fecha ella tenía a sus hijos más desatendidos, cosa que para el muchachito no pasaba desapercibida.

Además de ser un chico tímido, Saga sufría de un trastorno de identidad disociativo, es decir, padecía de un trastorno de personalidad múltiple, el que desafortunadamente jamás fue diagnosticado, ya que sus padres estaban más bien preocupados en pasársela discutiendo entre ellos.

Cierto día John salió del hogar. Esta vez estaría ausente por dos meses debido a su trabajo, por lo que se despidió con cariño de su hijo menor Kanon y luego con un gesto se despidió fríamente de su esposa Anne. Definitivamente las cosas entre ellos no estaban bien. En ese instante Saga no estaba en la casa pues había ido a comprar unas cosas en un almacén cerca de ahí. Su madre lo enviaba a él para que pudiese vencer un poco su timidez al hablar con el vendedor, pero Saga simplemente prefería anotar lo que su madre necesitaba y solo le daba el papel al vendedor. De esa forma evitaba hablar.

Cuando iba de regreso, vio cómo su padre salía de la casa y tomaba su camino. Se quedó mirándolo por un minuto cuando en eso notó que a media cuadra le esperaba una mujer, quien sin ningún recato lo abrazó ahí mismo. Inmediatamente ese abrazo fue correspondido con un beso: Sí, su padre estaba besando a una mujer y esa mujer no era su mamá. Saga se quedó inmóvil hasta que la pareja retomó su camino tomados de la mano. No podía ser, su padre con otra mujer. El pequeño avanzó hasta su casa, abrió la puerta y entregó la bolsa con las compras a su madre sin decir una palabra. Luego se dirigió hasta su habitación y se dejó caer sobre su cama. La imagen de su padre con esa mujer no dejaba de darle vueltas en su cabeza una y otra vez. Aquella noche fue muy difícil para el pequeño Saga conciliar el sueño.

Dos meses después.

Una tarde de otoño Saga, como era costumbre, se dirigía hasta su casa que estaba a unas cinco cuadras de la escuela en donde estudiaba. Siempre se iba y regresaba solo, ya que su hermano prefería pasársela con sus amigos. Cuando llegó a su casa, Saga abrió la puerta y lo primero que notó eran unas maletas. También vio a su padre que parecía había estado discutiendo con su madre. Ella tenía los ojos rojos como si hubiese estado llorando.

-Nos vamos Saga- fueron las palabras de su madre. Su padre permanecía serio sin decir nada –Tu padre nos ha echado a ti y a mí para así él vivir con otra mujer. Dice que tu hermano Kanon se quedará aquí-

Saga estaba inmóvil sin articular ni una sola palabra. Era pequeño, pero aun así entendía perfectamente la situación. Su madre tomó la maleta más pequeña y se la dio a Saga. Luego tomó la otra maleta y de un jalón llevó a Saga fuera de la casa. –No tenemos nada que hacer aquí. Nos iremos a otra ciudad más pequeña y comenzaremos una nueva y mejor vida solos tú y yo.- fue lo último que ella dijo antes de partir.

A medida que se alejaban de la casa, el pequeño se volteó para ver por última vez el que había sido el hogar de toda su vida mientras que una lágrima rodaba por su mejilla. No tuvo oportunidad de despedirse de aquel hombre que era su padre. Él le quería, aunque el mayor jamás le dio ni una sola muestra de cariño, sino solo indiferencia. Aunque no podía negar que desde aquel día en que le vio besando a esa otra mujer, algo de rencor había guardado hacia él.

Minutos después llegaron hasta la estación de buses y tomaron un bus que les llevaría lejos de ahí. El destino: Grand Lake, un pequeño pueblo ubicado a un poco menos de 200 km de Denver, su ciudad natal.

Por ser un pueblo pequeño, prácticamente todos los habitantes se conocían unos con otros. Para Saga no fue fácil integrarse en su nueva escuela. Como era ya costumbre se pasaba todo el tiempo solo. Ahora sentía que más que nunca deseaba estar solo. Desde su primer día de clases sus compañeros comenzaron a molestarlo diciéndole que parecía "niñita". Incluso hubo un muchacho que hasta lo golpeó solo porque se le dio la gana. El golpe que Saga recibió fue tan fuerte que su nariz comenzó a sangrar abundantemente. El pequeño peliazul huyó del lugar y se refugió tras un árbol del patio. Permaneció ahí por un buen rato, hasta que la presencia de una niña de su clase le hizo estremecer.

-Ten- decía la pequeña mientras le tendía un pañuelo –No dejes que te molesten. Si lo haces siempre lo harán, especialmente Julián- luego ella le regaló una tierna sonrisa que Saga jamás pudo olvidar.-Yo soy Saori y espero que podamos ser amigos. Ahora tengo que irme. Nos vemos pronto.- y con un gesto con la mano la chica salió corriendo del lugar. Saga estaba impresionado, ya que por primera vez una niña le dirigía la palabra. El pequeño se limpió los restos de sangre y salió de su escondite para luego saltar una pared y así huir hasta su casa sin que nadie le viese, en especial Julián, Julián Solo, el muchacho que lo había golpeado.

Se fue corriendo lo más rápido que pudo y en un par de minutos ya estaba llegando a su casa. Si su madre le preguntaba porqué había llegado tan temprano en el primer día de clases no sabría qué decirle.

Respiró hondo para hacerse de valor y cautelosamente abrió la puerta. Buscó a su madre con la vista y no la encontró. Fue a verla hasta la cocina donde normalmente pasaba su tiempo, pero ahí tampoco estaba. Fue en ese instante que oyó unos ruidos un poco extraños para él y estos provenían de una de las habitaciones. Caminó hasta allá y notó que la puerta estaba entreabierta. Se asomó y grande fue su sorpresa al ver que su madre estaba acostada con un hombre que no era su padre y a su parecer se movían de manera extraña. Además notó que ambos estaban desnudos. El chico se quedó ahí un instante sin ser capaz de moverse. Fue ahí que su madre lo vio- -¡Saga! – exclamó. El pequeño salió corriendo del lugar. Luego de eso todo se volvió negro.

Grand Lake, Colorado. 20 años después.

Saga ya era un hombre de 28 años. Los años habían pasado y ya atrás había quedado ese niño de débil apariencia. Se había convertido en un joven muy guapo, de cuerpo muy fornido. Sin embargo, su personalidad seguía siendo la misma, seguía siendo retraído y muy solitario. La vida había sido muy injusta con él. Vivía solo en una humilde casa rodante luego de que su madre muriera en un incendio hacía veinte años. Él no podía recordar nada de aquel fatídico día. Lo único que recordaba era a su madre junto a ese hombre extraño para él. De vez en cuando tenía un sueño recurrente en el que veía cómo la casa se comenzaba a quemar. Extrañamente él en sus sueños siempre olía a combustible. No entendía porqué.

Desde que su mamá murió quedó absolutamente solo. Su padre jamás se hizo presente. Nunca ningún vecino lo acogió, pues en el pueblo todos decían que era un niño muy extraño. Tampoco permitían que sus hijos se juntaran con él. Es más, incluso hubo uno de los pobladores que en una ocasión le dijo que era él, Saga, el culpable de que su madre hubiese muerto en ese incendio, cosa que él jamás comprendió. Saga sabía que él no era responsable de la muerte de su madre, pues jamás le hubiese hecho daño a la única persona que tenía en el mundo.

Siendo Saga ya un adulto era un chico muy apuesto, aunque esto de nada le servía, pues todos le evitaban. Con mucho esfuerzo se compró esa casa rodante haciendo uno que otro trabajo a alguno de los vecinos que, si bien no le querían, tampoco le rechazaban.

A diario recordaba a aquella hermosa niña de largos cabellos lilas que un día le habló con tanta ternura. Claro que esa fue la única vez, ya que los padres de ésta nunca aceptaron que ella se hiciera amiga de ese extraño niño.

-Saori…- decía Saga para sí mientras se hallaba sentado con su espalda apoyada sobre su casa rodante, la cual estaba ubicada en las afueras de Grand Lake. Así pasaba un buen rato cada tarde, reviviendo la única vez que estuvo junto a ella.

Inesperadamente, como si tratase de una visión, la pequeña de lilas cabellos apareció ante él; claro, la pequeña era inexistente, pues en su lugar había una hermosa joven, delgada, con unos enormes y hermosos ojos azules.

-¿Cómo estás Saga?- fueron sus palabras. El joven dio un sobresalto y con un gran esfuerzo trató de responder de inmediato, pero aquello no pasó, ni una palabra salió de su boca, pues estaba impresionado.

-Me alegra verte después de tantos años- habló ella otra vez.

Un par de minutos pasaron hasta que Saga, en una lucha interna, decidió que era momento de hablar.

-¿Cómo es que recuerdas mi nombre?- logró articular.

-Todo el mundo te conoce aquí. Recuerda que es un pueblo pequeño-dijo ella amablemente mientras se sentaba junto a él.

-Claro- añadió él un poco decepcionado fijando su vista hacia adelante, evitando de alguna manera mirarla a ella. Se sintió un poco ridículo al pensar que él no había dejado de pensar en la chica por un solo instante durante esos veinte años que habían transcurrido. Cada día repasaba la imagen de aquel día en la escuela cuando se conocieron. La repasaba una y otra y otra vez.

-Jamás me olvidé de ti, Saga- habló la joven nuevamente. –Me pareciste un niño muy solitario y yo quería ser tu amiga- la joven cambió su semblante- Desafortunadamente eso no fue posible-

-Me imagino que tus padres no te lo permitieron- añadió él –Todo el mundo en este pueblo siempre dijo que yo era un chico extraño…..y quizás tenían razón. Todos los niños de mi edad me tenían miedo o desconfianza-

-Yo no. Yo sí quería estar cerca de ti y ser tu amiga. Es cierto que mis padres no me lo permitieron, ya que todos en este pueblo se encargaron de llenarles la cabeza de mentiras y comentarios malintencionados-

-No te preocupes, pese a ser un niño de alguna forma lo comprendía.- decía con una sonrisa melancólica. La chica lo miró a los ojos y posó una de sus manos sobre la mejilla de Saga, obligándolo a mirarla.

-Has tenido una vida muy dura, ¿verdad? Haber perdido a tu madre siendo tan pequeño y que más encima te culpen a ti de su muerte. Aparte de todo siempre has estado solo.- ella sentía cómo se le quebraba un poco la voz al pensar en toda esa situación. Él se sintió estremecer ante tal contacto. Jamás había recibido un gesto de preocupación tan genuino.

-¿Eso te decían?- logró él articular.- Que yo era el culpable de que mi madre muriese?-

-Sí, pero yo jamás lo creí. Es imposible que un niño haga algo así.-

-Yo jamás le hubiese hecho daño a mi madre. Era la única persona que tenía en el mundo, pero ¿sabes? No recuerdo mucho de aquel día.-

-Tal vez tu mente ha eliminado todos esos recuerdos para que no sigas sufriendo. – hablaba ella en tono compasivo. Luego hubo silencio, que poco después fue roto por él.

-Es increíble que nos volvamos a ver después de veinte años, siendo que ambos vivimos en un pueblo tan pequeño- decía el joven con un poco más de confianza. La chica provocaba en él el deseo de decir más cosas, lo que nunca antes le había sucedido.

-Yo me fui de este lugar hace 19 años Saga. Mi padre se separó de mi madre y me llevó a vivir lejos de aquí. Ella era alcohólica y mi padre estaba cansado. Aunque en ese tiempo no lograba entenderlo, agradezco haber salido de este pueblo lleno de malas personas que solo se dedican a hacer prejuicios hacia los demás…y no solo prejuicios, sino que también se dedican a juzgar al resto como si ellos fuesen perfectos.-

-Entonces fue por esa razón que jamás te volví a ver!- habló él sintiéndose extrañamente aliviado.

-Ajá. Aunque no te niego que dentro de mí siempre sentí el deseo de regresar, solo para saber cómo estabas-

Ante aquel comentario Saga se puso nervioso. Nunca en su vida alguien había expresado algo así en relación a él. Se mantuvo en silencio por un minuto y luego de alguna forma trató de desviar el tema para no sentirse tan nervioso.

-¿Y hace cuánto tiempo volviste a Grand Lake?-

-Hace dos años.-

- ¿Y cómo fue que finalmente decidiste volver a este lugar?-

-Verás, -retomó ella la palabra -mi padre enfermó repentinamente y luego de tres meses falleció y yo quedé sola, por ello decidí venir hasta donde se hallaba mi madre, quien me recibió con mucha alegría. Ella me decía que cuando me fui de aquí ella cayó en el vicio del alcohol de manera denigrante. Sin embargo conoció a un hombre un poco mayor que ella quien la ayudó sin dudar a salir de esa situación. Con el tiempo se enamoraron y se casaron, pero él murió hace cuatro años. Ahora ambas estamos juntas y nos hacemos compañía.-

-Me alegra que así sea. Un hijo no debería estar nunca lejos de su madre. Al menos eso es lo que yo siempre creí.-

¿Sabes?- dijo ella nuevamente -Al principio, cuando recién regresé aquí, quise buscarte, pero Julián no me lo permitía. Para la fecha él y yo éramos novios, pero unos meses después decidí terminar con él. Se estaba volviendo insoportable. Me celaba cada minuto con la persona que fuera. Era horrible.-

-¿Julián? Ése era el chico que me golpeó en mi primer día de escuela, ¿verdad?-

-Sí, el mismo. No sé cómo logró convencerme de estar con él…me arrepiento profundamente. Todavía me cela, pero yo decidí ignorarlo, ya que entre él y yo ya no hay nada.-

-Es que eres una chica muy hermosa- dijo Saga inhibidamente. Siempre lo creyó así, pese a que aún eran unos niños. Cuando cayó en cuenta de sus palabras, sintió cómo toda la sangre se le iba al rostro.- Lo siento- agregó él agachando su cabeza.

-No te preocupes. Agradezco tu cumplido- decía ella en tono tierno. Luego reinó el silencio por un instante. Sin embargo, no fue posible retomar la conversación.

-¡Saori!- se oyó decir repentinamente. Era Aioros, el capitán de la policía del Condado de Grand y quien además era amigo de Saori desde su niñez. La amaba en secreto y desde que ella regresó al pueblo sintió cómo las esperanzas de estar con ella renacían. Esa mañana él la había seguido cautelosamente con su patrulla policial. La verdad es que el que él siguiera a Saori era algo habitual, sin embargo ella nunca se había dado cuenta al respecto, pues creía que solo se trataba de sus labores en andar de aquí para allá.

Aquella tarde, cuando el joven castaño descubrió cuál era el destino de la pelilila, se sintió bastante molesto. No podía aceptar que ella se acercara a ese extraño hombre llamado Saga.

-Aioros!, ¿qué haces aquí?- dijo la joven acercándose hasta donde estaba el vehículo. Al mismo tiempo ella acomodaba sus cabellos que se le iban al rostro por la fuerte brisa que se comenzaba a sentir.

-Te estoy cuidando ¿es que acaso no recuerdas que no es seguro que te juntes con este tipo?-

-Aioros- habló ella frunciendo el ceño -te recuerdo que ya no soy una niña. Yo decido con quién me junto-

Saga permanecía en el mismo lugar que estaba. Es que estaba acostumbrado a ese tipo de comentarios. Además no quería intervenir para no causarle más problemas a la joven Saori.

-Súbete a la patrulla- decía Aioros. Su tono autoritario no daba cabida a reclamos. Ante ello Saori decidió obedecer y subir al auto, que en un par de segundos se fue del lugar, solo permitiéndole a la joven despedirse de Saga rápidamente con un gesto hecho con su mano. El joven peliazul devolvió el gesto y pronto se puso de pie y entró a su casa rodante con una sonrisa dibujada en su rostro.

Tres semanas después

Saga y Saori comenzaban a hacerse muy buenos amigos, pese a las dificultades. De alguna forma la joven se las arreglaba para llegar hasta la casa rodante de Saga y pasar un rato ahí. Es que no solo Aioros trataba de impedirle a la chica que compartiera con el gemelo mayor, sino también Julián, quien pese a ya no ser el novio de la muchacha siempre la buscaba. Más aún desde que se enterara de la incipiente amistad que tenía con el "raro".

Una de las tardes en que la chica le visitó, Saga estaba más feliz que nunca. Tenía en su mente un plan que le hacía inmensamente feliz. Es que sin duda su vida había dado un giro importante desde aquella vez que se volvieron a encontrar después de veinte años. Cuando la joven de azules ojos llegó, Saga no dudó en hablar de inmediato.

-Ven Saori- decía ofreciéndole su mano para así llevarla a algún lugar.

-¿A dónde me llevas?- inquiría ella, muy feliz. Es que simplemente no podía desconfiar de aquel hermoso joven por el que siempre había sentido algo especial y ahora más que nunca.

-Quiero mostrarte un lugar que está por este camino y al que siempre voy. Cada vez que me siento triste voy hasta allá. Es mi lugar especial y quiero que tú lo conozcas.- hablaba él mientras avanzaban.

Cuando ambos llegaron al mencionado lugar, Saori quedó perpleja de la impresión.

-Es hermosísimo, Saga.-

-¿Te gusta?-

-Me encanta- decía ella mientras daba unos cuantos pasos como para acercarse y así contemplar el paisaje de mejor forma. Era un hermoso lago rodeado por unos cerros cubiertos de verde pasto.

-Desde que quedé solo siempre visito este lugar.- agregaba él mientras se sentaba en las cercanías del lago invitando a la joven a tomar asiento junto a él -Siento que todo en este lugar emana una paz indescriptible. Es un lugar muy especial para mí, por eso decidí traerte conmigo.-

Ella sonrió y luego desvió su mirada –Jamás había venido a este lugar. Cuando era pequeña mis padres nunca me trajeron y luego, tú sabes, me fui del pueblo- la pelilila cortó una pequeña flor del suelo, acción que Saga siguió con su vista detalladamente. –Agradezco que me trajeras…. Ahora quisiera que este fuera nuestro lugar especial, ¿es eso posible?-

Saga abrió los ojos sorprendido. Su corazón se sentía tan bien, sentía que ya no estaba solo. Desde que ellos se comenzaran a hacer amigos sentía que debía darle, de lo poco que tenía, lo mejor y sin duda llevarla hasta ahí era algo. Se prometió a sí mismo cuidarla más que a su vida.

-Claro que puede ser nuestro lugar especial. Solo prométeme que no le dirás a nadie sobre él.-

-Te lo prometo- dijo ella provocando en Saga sonreír ampliamente. Estaba rebosante de felicidad por primera vez en su vida, al menos en lo que él guardaba en su memoria.

-¿Te puedo hacer una pregunta?- fue ella quien habló, sacando al joven de ojos verdes de sus pensamientos.

-Claro, puedes preguntarme lo que desees.-

-Esa bufanda que siempre traes puesta, ¿tiene algo de especial? Perdona si estoy siendo indiscreta, pero desde la primera vez que no reencontramos he visto que la llevas puesta- Era un bufanda negra con algunas flores estampadas encima. Realmente no lucía muy masculina.

-No te preocupes- habló él –Esta bufanda era de mi madre. Es lo único que pude rescatar de ella antes de aquel incendio que le costó la vida. Al usarla siento que ella de alguna forma me hace compañía.-

-Comprendo- habló ella agachando un poco el rostro. Dentro de sí se sintió triste por haber tocado el tema. Ese gesto no pasó desapercibido para Saga.

-No te sientas mal. Es normal que sintieses curiosidad- le dijo tratando de animarla. La muchacha le miró y le devolvió una sonrisa. Luego miró la bufanda y la quitó del cuello del peliazul, acción que sorprendió a Saga.

-Déjame arreglártela. Creo que debes usarla de otra forma.- decía ella mientras acomodaba nuevamente la bufanda alrededor del cuello del muchacho. Él no pudo evitar sonreír al ver lo concentrada que ella lucía ante tan sencilla tarea. Mientras ella continuaba, él la miraba enternecido. Pensaba en cómo ella había cambiado su vida. Ella había sido la única persona capaz de ignorar los prejuicios, viendo realmente lo que él era, el verdadero hombre que habitaba en él.

Cuando Saori terminó de acomodar la bufanda, Saga la observaba atento con esos pensamientos en mente. Ella le quedó mirando embelesada. En ese instante ambos comenzaron a acercar sus rostros, hasta que sus labios se rozaron. Fue un beso casto, pero que provocó que ambos se sonrojaran en sobremanera. Sin embargo, eso no había sido suficiente, por lo que ambos nuevamente se acercaron y se besaron, pero esta vez con más deseo.

-Te amo- dijo Saga internamente cuando hubieron acabado. Los dos se sentían felices.

-¿Sabes?- dijo ella sonriendo, dirigiendo su vista hacia el lago. –Todos me dicen que debería sentir miedo de ti- luego giró su cabeza para mirarlo a él otra vez –pero yo no tengo miedo-

El peliazul volvió a sonreír, como se estaba haciendo costumbre. Se puso de pie y la invitó para que le acompañara. Se tomaron de la mano con la intención de volver hasta la casa rodante, ya que comenzaba a oscurecerse. Habían avanzado solo unos cuantos metros cuando alguien les interrumpió.

-Saori, ¿otra vez con este tipo? Te dije que no era buena idea que te siguieras viendo con él. Ven, sube a la patrulla, te llevaré a tu casa.- era Aioros nuevamente. Había estaba observando cada movimiento de la pareja y estaba indignado.

-No me iré contigo, Aioros- respondió ella molesta- Me quedaré con Saga-

-No lo harás. Tu madre sabe que te has estado juntando con este infeliz y me pidió que te llevara conmigo aunque fuese a la rastra.-

-Pues dile a mi madre que no lo haré- volvió ella a hablar. Saga la jaló suavemente de la mano obligándola a mirarlo. –Hazlo- le susurró él. Sabía que no era buena idea ir en contra de todos. En cierta forma podía comprender la preocupación de la madre de la chica porque ella estuviera con él.

La muchacha notó la expresión de él y decidió obedecerle, por lo que le besó en la mejilla y se dirigió hasta donde estaba la patrulla de Aioros. Este último le abrió la puerta y se quitó los lentes de sol solo para dar una mirada amenazante a Saga antes de subirse al vehículo. Pronto el auto partió del lugar por el camino de tierra a gran velocidad.

Saga se quedó de pie mirando hasta que se perdieron de vista para luego retomar su camino de regreso a casa. En el fondo estaba feliz por lo que se había dado entre él y Saori aquella tarde.

Dos semanas después.

Saga y Saori se veían a diario. De alguna u otra forma ella encontraba el pretexto perfecto para salir de su casa. Si bien ella ya era una mujer adulta, su madre estaba preocupada por la nueva junta de su hija. Sumado a todos los horribles comentarios que Aioros se había encargado de hacer.

Cada tarde la pareja se dirigía hasta el lago donde se sentaban a observar el paisaje mientras conversaban. También les gustaba caminar por la orilla del lago tomados de la mano. Lo que Saori más amaba era ver cómo el sol se ponía, pues –en su opinión- el paisaje era sencillamente deslumbrante.

Aquel día, cuando ya estaba casi completamente oscuro ambos se fueron de regreso a la casa rodante. El tema de conversación en ese momento era el cómo algún día ambos huirían de ese pueblo en el que vivían. La idea parecía una locura, pero para ellos era un tema muy serio. Debían salir de ahí y comenzar una vida juntos con tranquilidad en otro lugar.

Afortunadamente Aioros no se había aparecido por ahí ese día. Aquella ocasión Saori estaba decidida a pasar la noche con Saga y ser su mujer. Caminaba feliz pensando en esa idea. Sin embargo, sus planes no se podrían llevar a cabo, ya que cuando llegaron hasta su destino un visitante inesperado les esperaba fuera de la casa rodante.

-¡Julián!- exclamó ella- ¿Qué haces aquí?-

El rostro del joven de cabellos celestes lo decía todo. Decir que estaba molesto era poco: estaba indignadísimo.

-Entonces era cierto- habló él - … era cierto que estabas saliendo con este tipo, Saori ¿por qué? dime ¿por qué?-

-No tengo que darte explicaciones- dijo ella enojada- Tú no eres nada mío y yo ya estoy bastante grandecita como para decidir qué hago con mi vida-

-Tal vez tengas razón al decir que no somos nada, pero no voy a aceptar que mi reemplazo sea este poca cosa- añadía mirando a Saga con desprecio. Este último permanecía de pie junto a Saori.

-Pues te equivocas. Saga no es ningún poca cosa. Él es mucho mejor persona que tú-

-¿Cómo va a ser mejor que yo?! –dijo Julián alterado- Además, ¿no temes acaso que te haga algo malo?-

-El daño me lo haces tú, Julián- decía la pelilila apuntándolo con su dedo índice. A esta altura la discusión estaba empeorando.

-Pero míralo! Si hasta da lástima, ¿cómo lo puedes preferir a él antes que a mí?- decía indicando a Saga. El peliazul permanecía inerte, es que la verdad es que estaba tan acostumbrado a que lo discriminaran y hablaran así de él que no le importaba mucho. Lo que sí no permitiría jamás es que le dijesen o hiciesen algo a Saori.

- Vete de aquí, Julián- volvió a hablar la joven- Eres lo peor del mundo y no tienes derecho a hablar así de Saga!-

Ante estas últimas palabras Julián estaba hecho una furia, por .lo que rápidamente extendió su mano y abofeteó a la muchacha tan fuerte que ésta cayó al suelo.

Saga se sintió arder ante la situación. Luego todo se puso negro.

Día siguiente. Casa rodante de Saga.

Saga despertó repentinamente. Le dolía un poco la cabeza. Abrió los ojos con dificultad pues la claridad del día le molestaba. Notó que estaba recostado sobre su sofá que solía utilizar como cama. Al sentarse, también notó que Saori estaba junto a él.

-Saori, ¿qué haces aquí?-inquirió sorprendido.

-¿Es que acaso no lo recuerdas?-

-Recordar qué?-

-Lo que ocurrió anoche, Saga- ella lucía inclusive más sorprendida que él. En ese instante el joven vio un moretón en el rostro de ella.

-¿Qué te ocurrió Saori?-

Ella ahora sí no cabía en su asombro.

-Fue Julián ¿De verdad no lo recuerdas o me estás tomando el pelo?-

-Lo siento, pero no lo recuerdo- dijo él agachando el rostro.

-Anoche Julián me golpeó por estar contigo. Después de eso tú te abalanzaste sobre él y lo golpeaste salvajemente. Por un momento sentí temor porque no parecías ser tú. Lo golpeaste hasta que te cansaste. Después de eso me tomaste de la mano y me trajiste hasta aquí.-

-¿En serio?- habló él poco convencido

-Por supuesto. Yo no mentiría con algo así. Luego comenzaste a decirme algunas cosas que, en mi opinión, eran bastante incoherentes. Un rato después me invitaste a recostarme a tu lado. Debo confesarte que no pude dormir en toda la noche. Algo no andaba bien contigo.-

La joven acababa recién de hablar cuando violentamente alguien comenzó a golpear la puerta de la casa.

-¡Abre la puerta Saga! Somos de la policía-

Saori y Saga se miraron sorprendidos. El joven se levantó y procedió a abrir la puerta. De un empujón Aioros lo tiró al suelo mientras dos oficiales más se abalanzaron sobre el peliazul.

-¿Qué sucede?- inquirió Saori evidentemente preocupada.

-Nos llevaremos a este tipo detenido. Julián hizo una denuncia contra él por agresión-

-Pero yo no hice nada!- se defendió el ojiverde, recibiendo a cambio un golpe fortísimo en la cabeza con un bastón policial, por parte de Aioros.

-Todos los delincuentes dicen lo mismo. Llévenselo- le dijo el castaño a sus subalternos. –Yo llegaré a la estación de policía un poco más tarde. Llevaré a Saori hasta su casa.-

-P-p-pe-pero yo no iré contigo a ninguna parte. ¡Mira lo que le has hecho a Saga!- replicó ella.

-Saori- respondió él otra vez- No te lo estoy pidiendo como tu amigo. Te lo estoy ordenando como el oficial de policía que soy ¡Obedece!-

Un par de minutos después Saga era llevado como un delincuente y Saori era llevada de regreso a su hogar. Ahí Aioros no dudó en decirle a la preocupada madre de la chica que el responsable de ese golpe que Saori había recibido no era más que Saga, cosa que ella trató de negar, pero en vano.

Saga pasó cuatro días enteros encerrado en la pequeña celda de la estación de policía. El primer día recibió la visita de un encolerizado Aioros que entre interrogatorios "legales" y de rigor se dedicó a golpear a Saga una y otra vez liberando todo el rencor que sentía por él. Este último no se defendía. No podía recordar nada de aquello de lo que se le acusaba. Sentía en cierta forma que era una injusticia. Sin embargo, Saori afirmaba que las cosas efectivamente se le habían escapado de las manos. La vida seguía siendo injusta con él.

Continuará….


Espero les haya gustado lo que va de la historia. Sí, sé que es un poco triste y debo decir que se pondrá incluso más triste.

Cualquier comentario déjenmelo en un review.

Gracias por leer

Saludos!

Saga Dreamer