Miró a su alrededor algo esquivó, pero aun así con un sentimiento nuevo y extraño instalándose en su pecho, un sentimiento que aun no comprendía del todo, y el que no admitiría le daba miedo entenderlo.
Dio un paso aquella en habitación, y aquel dulce olor llegó a sus fosas nasales. Todo era tan pulcro y limpió. No como la cueva oscura y humedad en la que vivía antes.
— Entre Hinata y Himawari la decoraron — comenta Naruto a su lado en el marco de la puerta, captando la atención del joven chico en el centro de su habitación —. Aquellos girasoles en el borde de la ventana son cortesía de Hima — río.
Kawaki miró hacia la ventana, y observo aquellos brillantes girasoles sobre un bonito jarrón. Por su mente pasó el que había roto; y recordó entonces la aceptación de Boruto por lo que finalmente había hecho y la sonrisa de Himawari por ver el jarrón de su mamá finalmente pegado.
— Bien, te dejó para que te acostumbres. Duerme si quieres, aun tienes que recuperarte de esa lección — señalo su brazo vendado, y con una ultima sonrisa se marchó.
Kawaki aun desconcertado solo se sentó en la cama y quedó ahí, en silencio. Aun abrumado por todo lo nuevo que estaba ocurriendo en su vida ¿Quedarse ahí? Miró su brazo donde su Karma dominaba, y frunció un poco el ceño. No, aun había cosas que hacer para ser finalmente libre.
— Esperó no ronques fuerte, mi habitación queda al lado de la tuya.
Alzó la mirada, aquellos dos hermanos lo observaban desde el marco de la puerta.
— ¿Te gusta como mamá y yo decoramos? —pregunta la niña acercándose hacia la ventana—. Coloque girasoles, pero si quieres otro tipo de flor solo dime y las cambio—sonrío ampliamente.
Kawaki no dijo nada, solo asintió despacio a su dedicación y Himawari vio que le gustaban.
Boruto se sentó en una silla ubicada frente al escritorio.
— Hima, te dije no fueras amable con este aprovechado — alza una sonrisa burlona—. ¡Ey! ni creas que no harás nada, aquí ayudamos a mamá con el oficio.
Kawaki solo le mira fastidiado por su voz alta, pero en sus pupilas se reflejaba tranquilidad. Se fijó entonces en su brazo, donde tenía su karma. Estaba igual de vendada. Mira la de él y aprieta su mano con fuerza, sin importar el dolor que le causo.
— Aun no nos debemos rendir — dice fuerte, y Boruto entendió enseguida a que se refería. Miro su mano, y asiente firme. Himawari solo mira a los dos preocupada, pero puede sentir la determinación brotando de sus cuerpos.
Solo esperaba nada saliera mal en el futuro debido a eso.
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