Shingeki No Kyojin no me pertenece. Mis respetos a su respectivo creador
Éste fic va dedicado muy especialmente a Krystall y a la hermandad RivaMika. Gracias a Sarah Usher por traernos ésta maravillosa temática.
-RivaMika-
AU
TRAVESÍA HIDAD
Era la época en que las amapolas florecían. Era esa época dónde todo volvía a renacer, de una manera totalmente diferente a la anterior. El invierno había sido voraz ese año: la siembra de mamá Carla se había perdido en su mayoría, por lo que no fue la más grata de las navidades.
Habían hecho muchas fiestas en ese año, más yo sólo había asistido a dos. Una de ellas habría sido una completa mierda, de no ser porque Armin no se separó ni un mísero segundo de mi lado.
Recuerdo las risas y las burlas de los otros, además de lo tonta que me sentí por haber caído en uno de esos tantos rumores que la gente creaba, pero era innegable que mi cabello rubio oxigenado llamaba excesivamente la atención. Me reí, a mi manera. Había sido un cambio muy obvio y abrupto: de negro noche a rubio centellante.
Armin se había rebuscado las palabras para decirme que lucía como la mierda, que no me quedaba bien y que el motivo por el que lo había hecho era lo peor de todo, pero a su dulce y peculiar manera.
Pero aquel día en que las lágrimas por fin abrieron su cauce en un callejón oscuro y de mal augurio no necesitaba las palabras de consuelo del adorable rubio.
Y ahora que me lo pienso, me había tardado en notarlo: en notarlo a él y en todo lo que giraba en su entorno, porque… en el fondo, sabía que eso giraba en torno a mí. Y creo, no, sé que siempre lo supe, pero estaba más ocupada pensando en una cabellera castaña y unos bonitos ojos esmeraldas.
—Te ves como la mierda, Jaeger
Aquella voz me sacó de todos mis cabales. Me tomó de sorpresa totalmente. No recordaba haberla oído, pero sabía que lo había hecho. Cualquier chica común y corriente habría gritado despavorida hasta el desmayo, pero yo no sentí temor alguno al ver a ese hombre. Quizás sí su altura no fuera varios centímetros más baja que la mía, habría temido, aunque fuese un poco.
Los pequeños ojos rasgados resultaban amenazantes y afilados, como cuchillas en las penumbras. Sus labios estaban tiesos y su cabello negro alborotado, más parecía que él había tratado de peinarlo. Todo detalle resultó obnubilado ¿Por qué? No siempre te consigues a un tipo con la camisa, el rostro y las manos manchadas de rojo mientras un insoportable olor a óxido te llenaba las fosas nasales.
—Y de rubia te ves patética.
—Cállate.
Yo estaba temblando de la impotencia y de los sollozos que me esforzaba por no proferir. De inmediato lo maldije por estar ahí, por interrumpir la privacidad de mi llanto, porque ni siquiera había permitido que nadie de mi familia me viera llorar para que un tipo casi extraño se atreviera a hacerlo.
—Tch.
Y el tipo salió de allí, como sí nada, dándome la espalda mientras yo me sentía lo más miserable de éste mundo, lo odiaba con todas mis jodidas fuerzas. Y lo odié más cuando se detuvo a unos pasos, sus ojos conectaron con los míos propios tal cual imanes y por primera vez, su mirada me hizo sentir algo diferente del asco: un intenso escalofrío.
—Lo más patético y nauseabundo de todo, es el motivo por el que lo hiciste.
Y se esfumó como la niebla.
Siempre creí que toda esa conversación había sido parte de un sueño. Me convencí de que no había sido real, más porque las noches que le precedieron a ese encuentro el tipo no dejaba de atormentarme en sueños.
Falté unas cuantas veces al instituto queriendo no oír más las burlas de todos los demás, incluida Historia Reiss (quien, cabe resaltar, era rubia natural) y de Jean Kirstein, quien en algún momento de la primaria me había declarado todo su amor. Entonces otra persona me había visto llorar o soltar unas cuantas lágrimas. Me detesté por arrastrarlo conmigo de alguna manera, pero Armin me había seguido hasta uno de los jardines traseros del instituto y no declinó en quedarse conmigo, en abrazarme y en consolarme.
—No llores, Mikasa. No te sientas triste, por favor.
Armin me mantuvo entre sus brazos y jamás se quejó de mi peso sobre el suyo, Me brindó su calor y sus palabras de consuelo, hasta que poco a poco me fui quedando dormida, hasta que ya no existió el mundo ni su crueldad.
Después de ello, éramos uña y mugre. Mi cabello regresó a su estado natural un poco más corto y éramos inseparables, al mismo tiempo que Eren se alejaba de nosotros (lo más irónico era que convivíamos en la misma casa) y yo me quebraba interiormente como una muñeca de porcelana.
"¡No te me acerques, Mikasa!"
"¡Ahg! ¡Lárgate de mi habitación, Mikasa!"
"¡Tus barbies siempre están haciendo estorbo con mis juguetes!"
"¡No es tu problema niña boba!"
"¡Deja de meterte en mi vida, maldición!"
Siempre me pregunté porque mi hermano adoptivo me repudiaba tanto, hasta comencé a repudiarme a mí misma también. En mis recuerdos más viejos, Eren se había convertido en alguien tan importante como Dios, aunque yo misma no entendiera bien del porqué. Más o menos se me había hecho una idea, pues por algún motivo la primera persona de la que recuerdo haber sentido cariño era de él, ni siquiera de mamá Carla o de papá Grisha. Era Eren acogiéndome entre sus brazos e incitándome a seguir adelante lo más marcado en mi memoria.
Sin embargo, ese Eren afectuoso distaba mucho de la realidad. Ni siquiera sé con exactitud el momento en que comenzó a esquivarme o minimizarme, pero nada más el saludo de mi parte ya era una ofensa para él.
Una de las ironías más grandes era que gracias a él, había conocido a Armin y que gracias a Armin, Eren y yo pudimos convivir y jugar juntos en varios episodios de la niñez.
El rubio había sido un punto intermedio indispensable, hasta que a Eren le importaron más otras cosas. Entonces, Armin ha permanecido a mi lado desde siempre.
—Es porque le gustas. —Sasha me lo había dicho tranquilamente durante el almuerzo, absorta en su comida sin presenciar mi perplejidad y desconcierto, o tal vez ni aunque me viera lo notaría.
¿Yo, gustarle a Armin?
Sí había tenido ideas locas y extrañas, esa se llevaba el premio.
Me hice la pregunta muchas veces, mientras escuchaba el galopado ritmo del corazón de mi mejor amigo cuando estábamos en la quietud de su alcoba, sobre una cama con los ojos cerrados. Era ya como un ritual sin mediar palabras, donde mi alma yacía serena en sus manos y siempre terminábamos igual: mi cabeza en el pecho de Armin mientras el acariciaba cada hebra de mi negruzco cabello con su mano derecha.
Llegué a la conclusión de que la única manera de comprobarlo, era besarlo.
La idea de un beso me era una locura. Las niñas a mi alrededor hablaban del primer beso como algo equiparable al alcance de la iluminación, así que o llegabas a sentir que tocabas el cielo o te arrepentirías para toda la vida de haberlo hecho. Dependía de muchos factores, pero sobre todo de la persona a la que besarías.
No lo niego: fantaseé con que Eren sería mi primer beso por muchísimos años, pero tuve de que desistir. No sólo por el odio que me profesaba, sí no porque aparte era y es mi hermano adoptivo. Mamá Carla se escandalizaría de sólo pensarlo.
—Mikasa, ¿ya estás lista? —Oí a mi madre adoptiva llamarme del piso inferior, mientras terminaba de ajustarme la falda del instituto frente al espejo de mi habitación.
—Sí—Dije lo suficientemente alto para que me oyera. Tomé mis cosas y bajé a su encuentro, mientras un exquisito olor a manzana dulce me inundaba el sentido del olfato.
—Perfecto ¿Quieres hacerme el favor de llevarle ésta tarta a la señora Ackerman?
Tomé la charola sin rechistar y salí de la casa. Mamá solía cada tanto hacer una tarta a los vecinos que habían sido amables con la familia y aparentemente los Ackerman eran sus favoritos o al menos eran a los que más tartas de manzana he tenido que llevarles.
En ocasiones me era incómodo y ésta no fue la excepción. Cuando la mujer de rasgos asiáticos apareció tras la puerta después de que caminé varias cuadras para llegar frente a la misma, esa mirada enternecida y nostálgica me recibió sin contenciones.
—Mikasa…
—Buen día, señora Hitomi. Mi madre le manda esto. —Extendí el postre y ella lo recibió algo vacilante. Como siempre, no dejaba de mirarme.
—Muchas gracias, cariño. Hoy luces preciosa ¿Vas al instituto? ¿Qué tal te ha ido? —Estaba acostumbrada sus entrometidas preguntas, pero mi mente desvarió por un segundo volviendo a recobrar la imagen del sujeto ensangrentado en el callejón y tuve que sacudir la cabeza.
—Muy bien, señora Hitomi. Un gusto verla, cuídese.
La dejé con las palabras en la boca y casi me fui corriendo de allí. Avancé mis pasos lo más lejos posible de aquella casa, sentía un zumbido en los oídos y ¿En qué momento había llegado a la casa de Armin? Su rostro era digno de una pintura cuando de camino al instituto lo tomé de la mano. Aunque no dijo nada, afianzó el agarre algo nervioso, extrañado con la rapidez con la que avanzábamos por las calles.
Estaba decidida, sí Sasha estaba en lo cierto iba a comprobarlo una vez lo besara. Y sí Armin me quería iba a ser sencillamente maravilloso.
—Mikasa ¿Está todo bien? —Preguntó algo agitado cuando nos detuvimos en un semáforo. Encabezábamos la marea de gente y yo no veía la hora de cruzar.
—¿Por qué no lo estaría Armin? —Lo miré a sus bonitos ojos azules y le dirigí la más sincera de las sonrisas, entonces sus mejillas se tornaron rojizas y lucía hermoso.
Me estaba adaptando a cada detalle del rubio, haciéndome la idea de tenerlo a mi lado. Porque sabía que Armin valía la pena totalmente, porque nos queríamos demasiado y porque con él la oscuridad tenía luz.
Mantenía esas magníficas ideas cuando el semáforo cambió a verde y fui la primera en cruzar, más el ajetreo de gente separó nuestro agarre. Volteé para encontrar al rubio y todo se sucedió como en cámara lenta. Oí el chirrido de los neumáticos de un auto y me sentí de pronto sacudida. Percibí un gran impacto y unas fuertes manos, luego, nada más.
…
—Vete a la mierda, Levi, nos importa un coño quien sea ella.
—¿En serio, Rashad? ¿Entonces no te importaría que le corte el cuello a tu esposa?
Al principio oí las voces muy lejos, pero poco a poco fui oyéndolos bastante cerca, luego las imágenes difusas cobraron sentido y sentí un dolor de cabeza y mareo brutales.
—¡Atrévete a ponerle un dedo encima, hijo de puta!
—Ponme a prueba.
Todo era confuso. Visualicé a tres tipos enfundados en trajes negros, como los de un servicio de escoltas. Uno de ellos me daba la espalda, pero su silueta y su voz las reconocí de inmediato. Los otros dos tipos parecían coléricos, pero el mareo hacía todo insoportable para mí.
Me di cuenta de mi estado prontamente: estaba en un cuarto alumbrado únicamente por una lámpara del techo, amarrada firmemente a una silla. Todo daba indicio a que era una bodega abandonada o algo por el estilo.
Los tipos desconocidos me miraron.
—Parece que ya despertó tu mujercita.
El hombre a espaldas de mi volteó y ni siquiera me dieron las fuerzas para fulminarlo con la mirada. Me miró con su usual desdén, pero o fue el mareo o en verdad el azabache "ablandó" su mirada.
—Al fin despiertas, cariño.
¿Cariño?
—¿Levi, qué…?
Cualquier intento de hablar, resultó inútil de la manera más inesperada posible. En un momento estás planeando tu primer beso con un dulce chico y al siguiente despiertas amarrada a una silla para ser besada por un matón amargado.
Los labios del azabache se sintieron secos, pero suaves. Fue un roce etéreo y prófugo, se hundió lentamente contra mis labios. Por un momento creí que no sería tan malo, hasta que las cosas se profundizaron y la perplejidad me tomó al sentir la avidez de su lengua recorrerme los labios. Intentó forcejear para adentrarse en mi boca, pero estuve lo suficientemente estable para no permitirlo.
Levi se separó de mi boca y como sí nada volvió a encarar a los otros sujetos.
—Tienen suerte de que mi prometida esté bien.
El más alto de los otros dos caminó unos pasos hasta Levi y lo tomó del cuello.
—Escúchame, Levi, sí Hanji nos mandó por tu zorrita, fue por algo.
—Yo me las arreglo con Hanji. Y quítame las manos de encima, Rashad, te hieden a culo.
Los tipos me dieron una última mirada y abandonaron el sitio. Me sentí más confundida que nunca, aún con la sensación del beso. Seguí anonadada aún cuando Levi deshizo los amarres que me sostenían a la silla.
—Vamos, levántate.
—¿Por qué carajo me besaste?
—¿Qué?
—¿Por qué…?
—Te oí, maldita sea. ¿De verdad me vienes con eso? ¿Acaso viste a esos tipos? —Soltó un bufido antes de seguir—Iban a violarte y a matarte, Jaeger, pero sí eso es lo que quieres no tengo ningún problema en dejarte aquí.
Supe que hablaba en serio cuando hizo el amague de levantarse de un estirón, pero sostuve con fuerza su muñeca para impedirlo, levantándome a mí en el acto. No obstante una vez pisé, un fuerte dolor cruzó mi cuerpo y me desplomé sobre el suelo ahogando un gemido de dolor.
Levi se agachó a mi altura Los nervios vinieron a mí una vez sus manos me tantearon, levantando la camisa del uniforme a la altura del abdomen.
—Como lo pensé.
—¿Qué… qué sucede?
—No es nada tan grave, pero te dolerá varias semanas. Después de todo nos impactó un auto.
—"¿Nos?"
—Sí, Jaeger, impedí que fallecieras atropellada. De nada.
No añadí más nada. Tampoco me negué a que me cargara en sus brazos. Caminó por entre varios pasillos en mal estado, hasta que por fin visualicé la luz solar y salimos a un estacionamiento con un único auto.
Me subió en aquel Lancer del noventa y dos, mientras conducía por las calles yo no me sacaba de la cabeza la escena del beso más extraño de todos los tiempos. Sí, como lo planeé aquel día obtuve mi primer beso, pero no de quien y como quería.
No tardé en notar que Levi conducía por calles de las que yo no tenía ni la más remota idea.
—¿A dónde vamos?
—Al departamento de un amigo.
—Adivino, sí no lo haces me matarán a mí y a toda mi familia—.El silencio prolongado de Levi fue más que suficiente para confirmar mis sospechas. Musité una risa sin gracia—Hoy vi a tu madre. —No respondió, ni siquiera lo vi mostrar alguna expresión de reojo—Le llevé una tarta que preparó mamá. —Lo único cercano a una respuesta a mis palabras, fue un frenazo.
—Llegamos.
El edificio era algo viejo. También el estilo de los apartamentos era anticuado y algo pequeño. El amigo de Levi se llamaba Erd, tampoco se vio muy feliz de vernos, pero parece que le debía una "deuda" al azabache.
Pedí ir al baño y una vez ahí, tuve la no tan grandiosa dicha de encontrarme con un espejo. Supuse que hice bien en no insistirle a Levi que me dejara en casa, porque el grito que daría mamá Carla al encontrarme llena de moretones no sería nada normal.
También ¿Qué había sucedido con Armin luego del incidente?
—Hey, tu habitación será al fondo a la izquierda. Volveré en la noche —Escuché la voz de Levi a través de la puerta, seca, cortante y sus pasos alejarse. Al hacerlo, me apresuré en destrabar el cerrojo y salir antes de que se fuera.
—¿Sabes algo de Armin?
—¿Hmm? —Lo vi levantar una ceja extrañado.
—Armin, ya sabes, lo has visto con Eren y conmigo. El rubio.
—No me digas, ¿La nenita rubia tenía pito todo éste tiempo? —Lo fulminé con mis ojos en el acto. Definitivamente, el tipo era un bastardo con todas las letras.
—Sí, lo tenía.
—Ni idea, Jaeger. Me concentré más en que no nos mataran que en salvarle el culo a tu amiguito.
No agregué más nada y Levi se fue. El cuerpo me dolía por cada paso que daba, así que decidí quedarme en la cama del cuarto que el azabache me había indicado. No fue muy cómodo. El lugar apestaba a humedad por todas partes, pero mi cansancio era demasiado.
Cuando desperté ya era de noche. Erd había pedido pizza y estaba viendo fútbol en el viejo televisor de la sala de estar. No me prestó mucha atención cuando me senté en uno de los sillones, sólo me ofreció un pedazo de pizza que acepté a duras penas. Sin muchas cosas interesantes que encontrar más que un suelo cubiertos de envolturas y residuos más el olor a queso dándome nauseas que forcé disimular, el sujeto atrajo mi atención. No fue difícil para mí darme cuenta de su estado debido al tembleque de sus manos, lo marcado de sus huesos y de sus ojeras.
—Eres un adicto.
Mordí la pizza mientras sentí la mirada café del hombre caerme encima, nervioso, rascándose con insistencia.
—¿Qué? Pff, estás… estás loca.
—Pero no drogada.
—¡Vete a la mierda! —Lo siguiente fue tener al tipo apuntándome con un tenedor, tembloroso como un gato mojado. Levanté las manos en un intento porque bajara la guardia, mostrándome despreocupada—Sí viniste aquí para juzgarme…
—No te estoy juzgando, sólo dije la verdad.
—No es cierto. No consumo hace varias semanas.
—Tal vez, pero te hace falta ¿No?
Empeoré las cosas ligeramente. O tal vez terminé de cansar la resistencia del tipo que se dio por vencido. Se haló el grasoso cabello rubio cenizo y luego de dar un grito con aparentemente toda las fuerzas de sus pulmones, se desplomó en el sofá.
—Es una mierda. Ese imbécil de Levi me tiene los huevos rotos. —Suspiró, tapándose la cara con ambas manos. —Dijo que sólo me daría un poco sí limpiaba el apartamento.
—No veo mucho avance.
—¿Bromeas? Me jodí con la cocina, aún me arden las manos por el desengrasante.
Me asomé al área dicha. En evidencia, la cocina hasta brillaba, ni siquiera mamá Carla habría hecho una limpieza tan exhaustiva. Alcé ambas cejas y hasta me tenté de dar un silbido, era increíble el poder del vicio.
El resto de la noche, Erd se la pasó echando cuentos. Me relató de cómo terminó inmiscuido con Levi y todo ese bajo mundo. Tenía veintitrés, había comenzado a consumir marihuana a los quince, un año más tarde siguió con la cocaína, pasó por el LSD y finalmente se quedó con la heroína. Por conseguir más, terminó como un traficante pequeño en los barrios bajos y debiendo dinero a la mafia de los Hidad… en la cual trabajaba Levi.
La idea me dejó consternada.
Me abracé a mí misma. La idea era totalmente descabellada, inclusive terminé llena de escalofríos y temblores, por mientras una mar de recuerdos del azabache que ese día me había salvado corrían como una vertiente por mi cabeza.
—¿Y tú? —Oí aún absorta en mi mente a Erd—¿De dónde lo conoces? Pareces muy joven.
—… Era mi niñero.
—¿Tú qué? —Se rió hoscamente—¿Lo dices en serio? —Asentí mecánicamente. Ni yo lo podía digerir.
Eren y yo teníamos siete años en aquel entonces y Levi tenía mi edad o un poco más. Fue una temporada en la que la madre de Eren trabajó como repostera hasta que sufrió una fractura en una de sus piernas durante una jornada laboral. Mi familia adoptiva siempre había tenido gran estima por la de él y fue mamá Carla personalmente quien le pidió aquel favor. Fueron tiempos extraños, pero Levi no siempre podía cuidarnos, en algunas ocasiones lo hizo su madre u otras vecinas.
Recordaba haberlo visto desde muy joven llegar lleno de moretones y chorreando sangre. El vecindario entero decía que el hijo de los Ackerman iba por malos pasos, que se metía con gente peligrosa y que no era de extrañar que en algún momento apareciera "con moscas en la boca".
Recuerdo que un día golpeó muy fuerte a Eren y me enojé demasiado con él. No recuerdo bien el motivo, pero sí que después de esa paliza jamás se nos volvió a permitir acercarnos a él. Sus padres pidieron disculpas a Grisha y Carla, pero eso no cambió su decisión.
Decisión que me hizo muy feliz. Asegurar el bienestar de Eren siempre fue primordial para mí, hasta que sus rechazos se volvieron tan voraces. Tuve que resignarme a cuidar de mi hermanastro a la distancia.
Porque había jurado que cuidaría a Eren, siempre, toda mi vida.
Eren, ¿cómo estaba él?
Erd se quedó dormido en el sofá como un saco de papas. Hice zapping con el control mientras pasaba los canales, pensando en todo lo sucedido, luchando porque mis párpados no se terminaran de cerrar. Sabía que Levi no era el mejor de los tipos, pero nunca creí que terminaría envuelto en algo tan arriesgado como una mafia.
Y sí toda mi vida lo recordaba así ¿Cuántos años llevaba en todo eso?
La puerta se abrió y volteé de un reflejo en el acto.
Levi lanzó la chaqueta del traje con fuerza hacia un rincón. La camisa blanca y los pantalones estaban manchados de tierra y escombros, como quien sale de un derrumbe. Aunque su rostro de piedra no demostrara expresiones distinguibles, logré con sumo esfuerzo encontrar cierto fastidio. Comenzó a desabotonarse la camisa y caminar por el corredor, hasta que me miró de reojo y se detuvo. Fue un segundo de contacto, pues caminó hasta el baño y allí se encerró.
Duró muchísimo tiempo allí dentro. Oí el ruido de la regadera todo el rato. Me levanté para ver a través de la ventana más cercana, en un intento de batallar contra mi sueño. Afuera estaba nublado y sólo obtuve la vista de una calle desolada débilmente, más la vista de la cocina de otro apartamento. Imaginé que estábamos al sur de la ciudad, por como se mostraba todo y la cantidad de grafitis en cada mísero muro.
Cuando el ruido del agua de la regadera cesó, regresé mi atención al departamento. Levi salió con una toalla impecable rodeándole la cintura y pasó de largo hacia la cocina para beber de una botella de agua que sacó del refrigerador, haciendo como sí yo no me encontrara allí. Finalmente, me harté.
—¿Cuánto tiempo planeas ignorarme?
—No te estoy ignorando.
—Claro.
—Sí te ignorara créeme que no tendría la toalla puesta, Jaeger. —Me enmudecí al oírlo, guardándome para mis adentros que añadir, él arrugó la nariz con desagrado. —Tch, apesta como la mierda.
—Erd limpió la cocina.
—¿Sí? Pues un puto mono lo habría hecho mejor.
—¿Lo dices en serio? Quedó demasiado limpio.
—No lo suficiente. —Moví la cabeza de lado a lado, imaginando el motivo por el que él decía aquello. Recordaba que Levi era algo maníaco con la limpieza, a Eren y a mí nos hacía limpiar cada jodido mugre de la casa, pero esto era exagerar demasiado.
—Entiendo que lo digas para que haga algo productivo en lugar de matarse de una sobredosis, pero no hablas en serio ¿Verdad? Está demasiado limpio. —Aquella cara de asco que me puso fácilmente le hacía la competencia a las que me daba Eren.
—Lárgate a dormir.
—No tengo sueño—Y era en serio. Se había esfumado.
—Qué lástima, porque yo sí.
—¿No pudiste decirme que eras un mafioso? —Las palabras salieron de mi boca tan pronto estuvieron en mi cabeza, pero francamente no tuve la intención de detenerlas.
—Tan directa como siempre.
—¿Por qué haces esto, Levi? —Mi mente no dejaba de darle vueltas. Mi cara no develaba nada, pero dentro de mí todo era inentendible—Tienes una familia, unos excelentes padres ¿Por qué?
Entendí que no respondería. Miró la botella de agua como la cosa más interesante del mundo, aunque con sobrado desdén y bebió otra vez de ella, cerrando los ojos y secándose los labios por lo que parecía una eternidad.
—Y yo que pensaba que el entrometido era tu hermano. Dime, ¿ya te cansaste de que te mande a la mierda o sigues detrás de él como su perrito faldero?
Auch, golpe bajo. ¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que quise escupirle la cara a éste tipo? ¿Meses, años?
¿Alguna vez han tenido una batalla silenciosa con alguien? De esas en que sí los ojos fueran cuchillas, hace rato habría ocurrido una masacre sangrienta. Pues bien, en ese preciso instante librábamos esa clase de batalla.
Pero el maldito no daba su brazo a torcer y no soporté más. Abandoné el sitio y me encerré en la habitación, hasta que se hiciera de mañana. Intentar dormir fue un infierno, porque las imágenes de un Levi de diferentes edades manchado de sangre y barro se repitieron. ¿Había sido sangre de él? ¿De personas? ¿De cadáveres?
Transcurrió una semana. Al tercer día, ayudé a Erd con la limpieza del apartamento. De todas maneras, Levi no le daría ni un gramo de nada aunque brillara como un diamante. Lo vi esporádicamente, en dos oportunidades en que ninguno determinó al otro; la curiosidad pudo con Erd y cuando volvimos a estar solos me preguntó qué había sucedido, aunque yo tampoco le di mayor respuesta que hacerme la desentendida.
Obvié la preocupación de Grisha y Carla, puesto que yo había desaparecido repentinamente. Los moretones comenzaban a tener mejor pinta, aunque aún luciera como un saco de boxeo. Una vez desaparecieran los de mi rostro estaba lista para regresar a casa, pero necesitaba al menos darles a entender que me encontraba bien hasta entonces, así que me decidí a hablar con Levi cuando fuese que llegara.
La sorpresa fue grande. Fue él quien me dio el "hola" más frío que el mío propio primero, luego extendiéndome una bolsa. Enarqué mis cejas cuando encontré unos chocolates y una crema dentro.
—Usa la crema para los moretones. Te hará bien.
Dejé las cosas a un lado, al igual que mi educación. No me atreví a agradecerle, porque estaba más preocupada por otra cosa.
—Necesito decirle a mi familia que…
—Ya lo saben, Jaeger.
—¿Qué?
—Saben qué estás viva y que estarás unos días aquí. El señor Jaeger me confirmó que varios de los otros han estado rondando su casa, así que estuvimos de acuerdo en que lo mejor es que permanezcas en este lugar. —Mi desconcierto era grande, pero era lo más lógico. Era proteger a la familia y especialmente a Eren después de todo.
—Armin…
—El rubio está vivo. No deja de ir a tu casa a romper las bolas, también tu amiga la glotona. —Fruncí el ceño. ¿Cómo demonios sabía de Sasha? Era mejor no preguntar.
Levi estuvo ese día en el apartamento más de lo normal. Incluso, nos ayudó a Erd y a mí con el aseo, mientras preparé el almuerzo; ya me estaba cansando de la comida chatarra así que hice un arroz con pollo y jugo de fruta. Lo vi usar unos jeans y una camiseta gris, era raro no verlo con ese traje negro noche.
No era el tipo más conversador, más yo tampoco lo era: Erd era quien hablaba por los dos en el lugar, casi solo en sus desvaríos.
—También estaba este tipo… ¿Gunther? ¡Y Auruo! Joder sí, ¿has vuelto a verlos, Levi? Bueno, imagino que no, aunque no dudo que sí has visto a Petra—El pícaro comentario casi hace que Levi se ahogara con su bebida. Me atrevo a decir que fue ese inusual incidente el que llamó mi atención y miré a ambos hombres.
—¿Petra? —Indagué al pendiente de la reacción del azabache y lo noté encresparse.
—¿No sabes de ella, Mikasa? Bueno, imagino que Levi no te lo ha comentado igual.
—Basta Erd, ella no necesita saber de…
—Me encantaría saberlo Erd—Me apresuré a hablar y supe que Levi quería despellejarme ipso facto.
—Petra es una chica que Levi salvó de toda ésta porquería de las drogas, como a mí, ¡Y demonios qué era una belleza, Dios! Pero el Hadid número uno aquí presente no se dio cuenta de los sentimientos de ella hasta que fue muy tarde y terminó con Auruo. Así que cuando la quiso ya la tenía otro. —El rubio lo miró con decepción y el azabache pasó de largo comiendo sin hacer el menor caso, pero yo sabía que en cualquier momento gruñiría sí el tema seguía, o nos mandaría a callar.
—¿Y lo dejó por ese Auruo? —Pregunté. Y Levi chistó por lo bajo
—Ni siquiera lo dejó, él llego tarde, como bomberos a un incendio ¿Me entiendes? Lo peor es que… Bueno, no es que Auruo sea un Adonis.
—Imagino que ya no tienen nada interesante de que hablar ¿No es así? —Mencionó el contrario con voz filosa. Yo lo miré directo a sus ojos, de los cuales me di cuenta no eran negros como pensaba sí no azules como calcedonias (vaya sorpresa), y lo encaré.
—No, Levi, no tenemos nada más interesante de que hablar. —Y la tensión se podía cortar con un cuchillo. Erd además, tragó grueso.
—¡Bien! ¿Quién quiere más arroz?
La noche estaba fresca por el viento del verano. Me cubrí con una toalla y puse mi ropa a secar en los tendederos improvisados cerca de las ventanas, así que dormiría desnuda. En el silencio de la habitación colgué la toalla en un clavo y develé mi piel desnuda, marcada entre blanco, morado y un color amarillento por secciones. Mi estado era visualmente lastimoso y tener que andar con la falda del uniforme no facilitaba las cosas, pero suspiré y procedí a tomar el frasco de la crema que había traído Levi. Mejoraría y todo volvería a la normalidad, tenía que pensar en eso.
La crema se sintió helada al contacto con mi piel, pero aliviaba. Comencé a masajearla cuidadosamente por mis piernas y muslos, tratando de destensar mi propio cuerpo. Dolía a intervalos.
Recién lograba relajarme un poco, cuando el rechinido de la puerta puso todos mis sentidos alerta. Me removí a tomar la toalla y me cubrí tanto y tan rápido como pude y entonces reconocí el corte de cabello más la musculatura de la silueta.
—Se vale tocar la puerta.
—Imaginé que no estarías dormida.
—No, pero igual…
Mi voz se abanó y él se tomó sendos segundos de silencio. La luz de afuera daba a la crema, así que lo lógico es que la vio.
—¿Necesitas ayuda con eso?
—No.
—Vale. —Dio media vuelta para marcharse, pero consideré que no sería tan malo. Que un poco de ayuda no vendría mal y que luego haría que se fuera.
—Sólo en la espalda... Yo... no alcanzo muy bien.
Me puse de rodillas en la cama y me volteé. Obvié el calor en mis mejillas pintándolas y definitivamente no quería que él viera eso. Procuré desnudar la piel de mi espalda hasta cierto punto y percibí los dedos de Levi untarse de la crema, para deslizarse con soltura por mi amoratada piel. La sensación era completamente diferente a la de mis propios dedos, también me destensé casi en el acto. No era brusco y ni muy suave, era el ritmo ideal para aplacar la hinchazón. Casi suspiraba de la calidez de la sensación, opacando la frialdad de la crema misma.
Entonces, los minutos para mí fueron infinitos y placenteros, aunque recobré algo del sano juicio cuando los dedos buscaron más piel. Es extraño decirlo, pero me dio confianza… Y no me importó. Permití que Levi tocara los costados de mi cuerpo en pequeños círculos y trazara un lento camino hasta la parte más baja de mi espalda, en el territorio que ya casi declaraba mis glúteos.
Repentinamente volvieron a una zona no tan sensible; mis hombros y mi cuello sintieron la caricia de sus dígitos de lado a lado, hasta que estuvieron suficientemente amasados. No era necesario mediar palabras, él sabía dónde y como tocar. Era consciente de que solo iba por aquello que no estaba del color natural de mi piel, pero entonces, mi estómago también lo sintió.
—Levi…
—No te haré nada, Mikasa.
—…
—¿Te duele no es así? —Apreté mis labios. Hundió una zona de mi vientre donde el dolor fue ciertamente punzante. —Yo me encargo. No te haré nada.
Lo encaré porque sentí que así sabría qué tan verdadero era eso. Entonces, vi sus ojos y supe que no lo hacía, o era un maestro de la mentira.
La toalla fue a parar en un borde de la cama. Y fui muy seguramente abducida.
Los masajes fueron a mis brazos, a mis muslos, a cada curvatura de mi anatomía. Sentí un par de dedos pasearse por mi abdomen, hasta recorrerme el valle de los senos. Levi permaneció ahí, tanteándome indescifrable, hasta que los pequeños moretones de mis senos y otros raspones en el resto de mi piel, fueron tocados.
Tardó y no quise que se fuera, que dejara de tocar y acariciar con esa soltura. Pero entonces, ya mis moretones no lo requirieron más y la soledad se apoderó de la habitación. Musitó un descansa que apenas oí, uno que no llegué a encarnar muy bien.
En la mañana me pregunté sí no había sido un sueño más, pero fue la sensación en mi cuerpo la que me dio respuesta. Aún podía sentir el tacto áspero contra mi piel.
En el comedor hallé la sorpresa de que él había dejado el desayuno hecho.
Extrañamente, el resto de días lo vi más seguido por el apartamento.
Llegó justamente pocos minutos después de encontré a Erd tratando de inyectarse, mientras no sé cómo demonios hice para librarme de sus ataques desesperados por tener la jeringa en sus manos. Unos segundos después de que Levi llegó, Erd terminó inconsciente, así que lo dejamos en el sofá.
—¿Estás bien? —Se dejó caer en un sillón y me miró fijamente, sentí entonces un revoltijo en el estómago y desvíe la mirada.
—Sí.
—Pronto volverás a tu casa, Jaeger.
—Mikasa.
—¿Ah?
—La noche que me ayudaste con la crema me llamaste por mi nombre—. Mi voz salió de mi garganta por cuenta propia, pero la petición fue certera, fue anhelada—Me gusta que me llames por mi nombre.
El silencio se instaló en la sala, pesado y prolongado, hasta que un suspiro emitido por el hombre consciente lo rompió. Me quedé pensando en cada escena en los últimos días, especialmente el beso en la bodega con el que me "salvaron la vida".
—No puedo creer… —Mi voz sonó apagada, a duras penas audible—Que de todos los tipos tú terminaras siendo mi primer beso…
Levi me vio como sí hubiera hecho un descubrimiento totalmente nuevo.
—No me digas. ¿ni siquiera con el cabello oxigenado lograste un beso del maricón de Eren?
—Eren es mi hermano, —Dije con firmeza, forzando mi voz. Me irritaban sus comentarios ácidos, sobre todo si se relacionaban a Eren.
—Y bien qué te gustaría cometer incesto.
—¡Ni siquiera planeaba besar a Eren!
—¿Ah no? ¿Entonces a quién? —Mis manos se habían hecho puños y mi ojos trataban de pulverizar a ese estúpido enano. Yo ya no pensaba en qué responder y todo lo demás casi lo escupí—¿Uno de tus pajeros compañeros de clase o acaso a la nenita rubia que se la pasa contigo?
—Sí.
Mi respuesta fue quizá muy inesperada. Ciertamente, el mafioso irritante no era la más expresiva de las personas, pero con los ojos ligeramente más abiertos y la boca entreabierta era lo más similar a la visualización de la sorpresa en su ser. Sentí regocijo. Lo había pillado desprevenido con mis palabras, así que de alguna forma yo ejercí el control.
—Quería darle mi primer beso a Armin ese día.
No esperé nada de su parte. Me quedé mirando los restos de migas de pan en el suelo sin pensar o considerar nada más. Me quería ir, sentía nauseas.
—Ya veo—Y volví a oír su voz—Podrás hacerlo cuando regreses—Reconocí cierto deje en su voz—Quítale la virginidad sí se te canta el culo. —Acto seguido, Levi se levantó y tomó su chaqueta, para irse dando un último portazo.
Me amargué después, porque quise llorar con todas mis ganas, pero me restringí de hacerlo. Me sentía como una bomba a punto de estallar, hasta estuve a punto de mordisquearme las uñas. Fue en ese instante en el que quise regresar el tiempo atrás y cambiarlo todo, para irme por un camino totalmente diferente con Armin ese día que cambió todo.
Salí a tomar aire fresco y algo captó mi atención antes de tomar las llaves. La curiosidad pudo conmigo y me lo metí en mis bolsillos.
Cuando estuve sobre la grama, afuera del edificio, saqué el encendedor y un cigarrillo de la cajetilla que tomé del mesón. Lo miré determinando el liso del empapelado blanco y antes de atreverme a calarlo con todas mis ganas, pensé en que Levi Ackerman era un idiota. Uno de pequeños ojos azul zafiro.
Lo siguiente fui yo tosiendo atosigada con el humo, asfixiada hasta el maldito desespero. Fruncí el ceño y tosí hasta que me ardió la garganta, me recliné con las manos en mis rodillas y apreté el cigarrillo entre mis dedos. Cerré los ojos e inspiré hondo… pero yo estaba decidida a fumarme esa mierda, así que una vez me recobré, me lo volví a llevar a la boca. Y fumé. En segundos, me lo consumí casi todo, mientras todo desvanecía de mi cabeza.
Las cosas se tornaron indescriptibles. Yo siempre fui desconfiada de todo y de todos, salvo de Eren y Armin, tal vez Sasha y en su momento Jean. Decir lo que pasó parecía sacado de un libro fantástico: una chica de dieciséis años que evadió siete navajas lanzadas desde la oscuridad, con los ojos cerrados, claro, nada del otro mundo.
Me quedé ahí, tambaleando sobre mi pie derecho y mirando a todas partes. Ladeé la cabeza cuando lo primero que vi salir de las sombras nocturnas, fueron unos lentes.
—Increíble. —No identifiqué bien la voz. No supe sí era un hombre o una mujer, hasta que la vi salir por completo. Vestía unos pantalones de mezclilla y una chaqueta verde, el cabello castaño amarrado en una coleta excepto por el flequillo y mantenía un gesto asquerosamente divertido. —De verdad qué eres asombrosa.
—¿Quién eres tú? —Pregunté a la defensiva, al pendiente de cada uno de sus pasos. Estaba armada con los pistolas en un cinturón, no podía bajar la guardia.
—Tranquila, tranquila. No planeo hacerte daño, sólo… Quería saber porque Erwin está tan interesado en ti.
—¿Erwin?
—Nos veremos luego, Mikasa. Hasta entonces.
—Espera, no puedes…
Intenté seguirla, pero volvió a la sombras y desapareció como sí nada, como sí nunca hubiera estado allí.
Regresé al apartamento, consternada. Juré que ya estaba enloqueciendo, o que convivir con un adicto le hacía mal a la sanidad de mi juicio.
Me quedé en un estado catatónico, con los ojos abiertos mirando un punto muerto en la nada, abrazada a mis piernas. ¿Quién demonios era esa mujer? ¿Quién era Erwin? ¿Qué querían de mí?
Pensé en Armin en aquél momento y la falta que me hacía recostarme en su pecho oyéndolo decirme que todo estaría bien. Acariciando suavemente mi cabello. Como sí el destino me hiciera otra mala pasada, mis pensamientos fueron personificados; sentí una mano masculina acariciarme las hebras negras con sumo cuidado, regresándome a la realidad.
—Mikasa. —Subí mi cara al encuentro con el rostro pétreo de Levi—Toma.
Me extendió una bolsa, que tomé después de pensármelo mucho. Dentro encontré un empaque de galletas de distintos sabores, no entendí de qué iba la cosa de darme cosas dulces nuevamente, pero las acepté. Él se apartó y se sentó en el sillón habitual y comencé a comerme poco a poco las galletas. Le ofrecí una, pero se negó. Me encogí de hombros y lo miré de reojo.
Dejó la chaqueta negra en el espaldar del sillón, reclinó la cabeza hacia atrás contra el mismo y cerró los ojos. Lucía pacífico y sereno, me atrevo a pensar, que su rostro se pintaba hermoso, como el de un ser perfecto. Pensar que llevaba toda mi vida conociéndolo me daba un revoltijo en el estómago, que el mismo que alguna vez me cuidó a mí y a mi hermano, trabajaba para una mafia peligrosa, que existía la posibilidad de que le haya hecho daño a mucha gente.
—Mikasa.
—¿Hmm?
—¿Fue tan repugnante besarme?
Su duda me cayó como un balde de agua fría. Rebusqué con que palabras contestarle, pero no las hallé. Tuve que decirle lo primero que pasó por mi cabeza.
—No—Tajé, recordando aquel momento—Sólo que jamás creí que tú serías el primero.
—No le des vueltas—Me respondió monótono—No volverá a suceder
El silencio volvió a nosotros, como un depredador al acecho de su presa, así que no soportándolo tomé el control del radio y lo encendí, pasé unos cuántos canales hasta que hallé una canción.
—Tch. Apaga esa cosa.
—Me gusta ésta canción. —Mi cerebro memorizó el ritmo y la letra, hasta tuve la tentación de sonreír. Adoré el sentimiento que me trajo y afiancé el abrazo que me daba a mí misma… Vi a Levi sobarse una sus sienes y se levantó de golpe, yéndose a la cocina, supuse lo que haría. No tardó en regresar y cuando lo hizo yo me mecía de un lado al otro, a cada tonada de la música. Ignoré lo que sea que él buscaba y antes de pensar de más, le propuse lo que quería antes de que se fuera de nuevo. —Bailemos.
Él me miró como sí hubiera cometido un sacrilegio, pero me decidí a tomarlo por las muñecas y atraerlo hacia mí. Había que aprovechar la canción. Deslicé mi izquierda hacia la derecha de él, enredando nuestros dedos y coloqué su mano en mi cintura. Coloqué mi mano en su amplio hombro e hice que comenzáramos a mecernos de un lado a otro suavemente.
La cercanía me hizo percibirlo; sus manos estaban heladas y su expresión era indescifrable, mientras mi nariz reconocía ese olor a perfume caro que siempre había conservado. Yo lo rebasaba por unos cuantos centímetros. Podía abrigar cada latido de mi corazón por segundo e inspiré hondo, joder que era delicioso ese aroma.
—¿Cómo se llama?
—¿Qué?
—El perfume que usas. —Dije, buscando verlo a los ojos, pero él parecía más interesado en no verme. —Siempre me ha parecido muy bueno.
Levi hizo como sí nada y se mantuvo callado. Me exasperaba aquello. También había aflojado el agarre, lo que me daba un indicio de que no veía la hora de soltarme. Me tenté de alejarme y dar por sentado el asunto, de que mi intento por mantener una conversación se había ido muy a la mierda, pero era de esperarse pues después de todo ninguno de los dos éramos muy comunicativos que se diga.
—Así que ésta es la canción—Fruncí el ceño al oírlo. Creí inclusive que hablaba para sí mismo y posiblemente develé mi desconcierto en mi cara, ya que prosiguió—La canción que siempre quisiste bailar con Eren.
Sí yo no fuera Mikasa, me habría quedado con la boca abierta, pero no iba a demostrarlo. No obstante, mi sorpresa no tenía precedentes, no entendía como él podía recordar algo como eso.
—Lo mencionaste una vez—Dijo con parsimonia—Cuando eras niña, oías mucho ésta canción.
Iba a preguntárselo, el porqué recordaba algo tan ambiguo del pasado, pero no pude. Levi afianzó la mano en mi cintura y soltó mi mano; llevó la suya propia hasta mi mejilla y me atrajo hacia él. Todo se detuvo, nuestros labios se rozaron y terminaron fusionados instintivamente. Me dejé llevar. Enredé mis manos en su cabello y un jalón a mi labio inferior fue la llave para que su lengua invadiera mi boca y se encontrara con la mía.
Halé sus cabellos, así que sin querer lo incentivé a portarse "un poco más… salvaje".. me alzó de mis glúteos, llevándome a enredar mis piernas alrededor de su cintura. Todo en él era fuerte, férreo. No quería su maldita dominación ni su lengua subyugando a la mía, pero era tan contradictoria como para necesitarlo. Le hice la guerra. Mi lengua no le dio tregua a la suya y terminé besándolo con fiereza.
Y luego era de mañana.
Y luego desperté.
Y… a la mierda.
Abrí los ojos: estaba en la habitación, encerrada en ese olor a humedad, oyendo los pájaros cantar allá afuera.
No entendía un carajo.
Me levanté tambaleando. Lo hice de golpe y me llevé una mano a mi frente, porque era imposible, porque eso y toda la mierda sucedida no podía ser parte de un sueño, era una locura.
Salí apresurada. Oí la tetera chirriar en la cocina, caminando asegurándome de que sentía el suelo y las paredes, me dirigí hasta allá. En el proceso me encontré a Erd engullido de pan y con la mirada perdida, no tenía caso siquiera saludarlo.
Levi estaba de espaldas, sirviéndose té en una pequeña y fina taza, usando unos jeans, tenis y suéter gris.
Me encolericé sin consideración y fui hacia él, dispuesta a que me diera respuestas. Sí me estaban drogando o una mierda por el estilo, necesitaba saberlo ya.
—Más te vale decirme que…
Mi exigencia se quedó a medio camino. No esperaba encontrarme un moretón mordaz en su bonita cara para cuando se dio la vuelta, viéndome con su típica fachada de hielo bebiendo del café.
—¿Levi…? ¿Qué…?
—Dos días más, Mikasa. Sólo faltan dos días—. Dijo y luego caminó hasta la pequeña mesa dispuesta al fondo, se sentó en una silla como sí nada y continuó bebiendo aquel té—Hay algo de pan. Habría hecho un puto desayuno decente pero…
—Pero no sabes cocinar. —Recordaba tanto eso, como el color favorito de Eren. La única vez que ese hombre intentó hacernos comida a mi hermano y a mí, mamá Carla tuvo que comprar un sartén nuevo. Suspiré. —Dime por favor que no me estoy volviendo loca.
—No te estás volviendo loca. —Me senté frente a él y mientras sorbía de su taza me llevé ambas manos a la cara.
—Dime qué está pasando—Lo encaré de pronto, ya harta de tantas cosas repentinas. No sabía nada de mi familia ni de mis amigos desde hacía días y ya todo parecía una eternidad—Primero me traes aquí, luego una tipa sale de las sombras y ahora…
—¿Espera qué? ¿De qué tipa hablas?
—Ayer mientras no estabas salí afuera y una mujer me... —Pensé en sí decir como sucedió, porque incluso para mí no era fácil de digerir. Pero ya las cosas a esas alturas me daban muy igual—Me lanzó navajas. Siete para ser exacta, pero no me afectó en nada. No sé como las evadí pero lo hice.
Levi se levantó de golpe, logrando que la mesa se tambaleara y que el té negro se derramara. Me quedé quieta por precaución, pero más que nada busqué entender que le afanaba tanto. No alcancé a preguntar qué ocurría, él me tomó de la muñeca y me llevó a rastras afuera de la cocina, me ordenó ir por mis cosas mientras iba tomando las suyas.
—¿Cómo… Cómo era la mujer, Mikasa? ¿Qué más hizo? ¿Qué te dijo?
Soltó sus preguntas mientras bajamos el edificio, le seguí el paso tanto como pude y le respondí fatigada.
—No fue mucho, Levi. Me dijo que un tal Erwin estaba interesado en mí y se despidió… Ella usaba…—Entonces los dos nos quedamos de piedra frente a la puerta principal del edificio—…Lentes.
Ojos cafés, sonrisa socarrona, un desordenado cabello castaño. Ahí estaba de nuevo.
—¡Oh, Levi! ¿Te vas antes de que acabe la fiesta?
Todo fue muy rápido.
La mujer sacó sus dos pistolas y Levi nos hizo para atrás, me empujó lejos y se movió con una rapidez sin precedentes. Lo vi sacar una daga de su bota y lanzarse contra ella, era lo más lógico pensar que no tenía oportunidad, pero me equivoqué, Levi evadió los tiros y abatió contra ella haciéndola retroceder y rasgándole parte de la chaqueta que llevaba puesta con el filo del arma. Entonces, ella me vio.
Mi corazón bombeaba fuertemente, me lancé rodando hacia mi derecha y escuché como las pistolas escupían las balas de golpe. Cuando me detuve, me puse de pie y tomé lo primero que encontré que me serviría para defenderme: el palo de una escoba que se sostenía con una pared.
Levi la hizo tambalear y evadió apenas un tiro que propició, aproveché aquello para irme encima de ella. No sabía lo que hacía, pero mi cuerpo dominado por una adrenalina sin precedentes, sí. Esquivó mi primer ataque, y el siguiente, pero cada lanzada que daba con los extremos de la escoba le dificultaban los movimientos. Levi entonces la derribó y le aplicó una llave, inmovilizándola.
—Suelta las armas, gafas de mierda. No tienes escapatoria. —Le dijo de manera amenazadora, yo mantuve en alto el palo en defensa. Ella rió.
—¿En serio, Levi? —Su ironía fue seguida por el continuo sonido de múltiples armas—¿Eso crees? —No s rodearon un montón de tipos con la misma ropa negra que Levi solía utilizar, armados hasta los dientes. Por lo menos había diez de cada uno. Los jodidos, en definitiva, éramos nosotros—Sé más prudente y suéltame, enano ¡Ya es doloroso! —Con la rabia carcomiéndolo y apretando los dientes, él lo hizo y ella se sobó el cuello al levantarse para ir junto a uno de los tantos armados—Joder, qué tienes fuerza, hombre.
—No sé qué mierda quieres Hanji, pero más te vale dejar ir a Mikasa.
Sentí un temblorcito en todo mi cuerpo cuando oí su pedido. Nuestras vidas estaban en juego y él realmente pensaba era en eso.
—Me temo que no puedo hacer eso. Lo siento, pero parece que ésta jovencita le será muy útil a Erwin.
—¡Mis pelotas le son útiles a ese cejotas, joder!
—También, enano ¿Pero no has visto lo que ella puede hacer? —Lo místico de la voz de esa mujer al decirlo, me hizo sentir una curiosidad inmensa, pero aún así impuse una advertencia mortal en mis ojos al conectar con los juguetones de ella. —Es increíble—Y procedió a dejarme de lado y mirarlo a él—Podrían salir de deudas más rápido.
—Sobre mi maldito cadáver, dejaré que ésta puta mafia se meta con ella.
Juré que el azabache que tanto daba por protegerme se tiraría al combate nuevamente y esa mujer debió adivinarlo también, porque de inmediato continuó mediando palabras con él.
—Sólo una cosa. Erwin necesita que Mikasa haga solo una cosa, sí o si.
—Me importa un carajo.
—¿Qué cosa? —Me adelanté a hablar antes de que Levi causara una tragedia ahí mismo. No sé si él se había dado cuenta, pero nos rodeaban demasiados tipos armados para no prestar algo de atención a toda la situación. La tal Hanji me miró satisfecha y no tardó en contestarme.
—Que Arlert termine el trabajo pendiente y ya. Es todo lo que queremos.
Estoy segura que el color abandonó por completo mi cara, cuando oí ese apellido. Porque de todas las personas que yo conocía solo uno tenía ese apellido y era rubio, risueño y una dulzura.
—No es posible…
Todo fue sordo para mí. Levi me empujó lejos y la balacera se desencadenó en el lugar, se convirtió en unas escena tórrida e indescriptible; un hombre, abatiendo a todos, siendo tan rápido como las balas, con una maldita daga. Y mis ojos visualizaron perfectamente como la enterraba en la carne del que se le pasara enfrente, como tomaba las armas de los asesinados por sus manos y continuaba matando, matando y matando.
Uno de ellos, castaño claro, no se concentró en Levi sí no en abrir espacio para escapar con Hanji del lugar.
Yo no podía vincular a toda ésta gente enfermiza, que moría frente a mí, con Armin. Con alguien tan puro y hermoso como Armin.
Y mientras todo pasaba con una velocidad vertiginosa, en mi mente veía en cámara lenta como un tipo golpeaba con su arma las piernas de Levi fuertemente, como último intento de acribillarlo antes de morir.
Una vez más supe que hacer, mi cuerpo lo supo y corrí. Tomé una arma del suelo con firme, centré mi objetivo con mi mirada y le apunté al otro que aprovecha ese pequeño desliz del azabache. Todo dependía que quien disparara primero, si él o yo.
Ver la sangre salir a borbotones de la garganta del sujeto después de que mi bala lo traspasó será una imagen que nunca saldría de mis recuerdos. No obstante, tuve que hacer de tripas corazón, correr hacia Levi y ayudarlo a levantarse. Teníamos que salir de ahí.
El lancer estaba estacionado a unos metros y nada más subirnos Levi lo encendió, hizo los cambios y hundió el acelerador hasta el fondo.
Mi pecho latía desaforado, tenía que calmarme, pero la vertiente de imágenes sanguinarias que se chorreaban en mi cabeza amenazaban con acabar mi cordura: Armin, la mujer, la sangre, Levi. Levi y más y más sangre. Nos miré: nuestra ropa estaba manchada del color carmesí donde se mirara. El hombre había matado para salvarme. El hombre que con tanta vehemencia había hecho de todo para salvarme, era un asesino.
Mis labios temblaron mientras el viento me azotaba. Miré a Levi desde mi lugar y me sorprendí a mí misma, porque me encontré con una entremezcla de sentimientos; sentía asco, sí, pero no sólo eso. Quizá y sólo quizá, era aprecio por lo que había hecho por mí. En ningún momento quise subir la ventana, a pesar de que el viento estaba enredando mi cabello, porque quería que se llevara todo.
Entonces la última imagen vino a mí y me restringí de cerrar mis ojos, a pesar de que quise hacerlo con todas mis fuerzas. No dejé de reproducir en mi mente al tipo que maté, al tipo que determinaba lo que ahora era yo. Y yo era eso mismo que era Levi.
Atribuí a eso que no sentía tanto asco hacia él, puesto que, ahora más que nunca, éramos iguales.
Recordé cuando en el pasado Armin me dijo que yo me parecía a Levi tanto en mi físico como en mi forma de ser. En esa oportunidad creí que estaba loco para compararme con "ese tipo" pero también en el fondo, me había emocionado, porque de ser así creía que Eren me tendría un poco del aprecio y admiración que tanto profesaba a Levi.
No sé cuánto tiempo llevábamos en carretera cuando me lo pregunté.
—¿A dónde vamos?
—A dónde una vieja amiga. Ya vamos a llegar.
El silencio siguió en nosotros otro rato, hasta que llegamos a una zona de urbanismos. Se detuvo frente a una sencilla casa de color verde manzana y blanco con un pequeño jardín muy bien cuidado.
Cuando apagó el auto, dejé que mi impulso tomara las riendas nuevamente. Levi me miró con confusión oculta cuando mi mano izquierda le impidió bajar del auto y entonces, decidí acercarme y acortar la distancia. Busqué sentirme más humana, aunque fuera un poco y obtener algo (lo que fuera) de un mísero beso.
Todo estuvo bien, o por lo menos mejor. El calor se sintió vivo y no necesité nada más; ¿Sintió él lo mismo? Yo me imagino qué sí, porque si no ¿Por qué besarme con tanto ahínco y vehemencia? Parecía que ese hombre quería todo, absolutamente todo. Envidié la entrega que ofrecía al besarme… ¿Qué pasaría de ser Eren? Me tenté de imaginarlo… Y lo hice.
Y el calor se fue.
Mi cara forjó una mueca y me separé de inmediato de su boca. No lo comprendí. Eren lo era todo para mí, pero no había nada si imaginaba que era él quien me besaba en lugar de Levi.
—Mikasa—La pronunciación de mi nombre sonó como una forma de intentar saber qué me pasaba, pero desistió de lo que en verdad quería agregar. Lo cambió por otra cosa, lo puedo jurar—Vamos.
Tocó la puerta. Esperamos. Nada.
—¡Petra! —Así que veníamos a refugiarnos con la famosa Petra— ¡Hey, Petra, soy yo!
Miré de un lado a otro asegurándome de que no hubiera nadie por la zona. La noche se pintaba fría y sin un alma, daba tanta inquietud como alivio. Sin embargo, perduró mi mal sabor de boca. Minutos después Levi se atrevió a girar la perilla de puerta y resultó abierta… Así que pasamos sin problema.
Adentro todas las luces estaban encendidas, era lógico que hubiera alguien. Atravesamos la sala de estar y la humilde cocina, seguí al azabache a través de los pasillos. Identifiqué varios cuadros, la mayoría, de una mujer pequeña y muy bonita con un hombre viejo no muy agraciado.
Imaginé que eran ella y el tal Auruo, quién como dijo Erd, no era muy guapo.
Me quedé un rato admirando las fotos así que, cuando me di cuenta, Levi ya me había dejado atrás. Subí al piso de arriba; todas las puertas, hasta las de los baños y unos armarios estaban abiertas. Detesté tantas luces encendidas.
—Les saldrá cara la cuenta de luz.
Mi comentario fue más para mí misma que cualquiera, Levi tal vez lo escuchó pero no le hizo el menor caso. Lo vi de espaldas a la puerta de la habitación a la que entró e ingresé yo también, procedí a colocarme de su lado derecho. Decir como lucía me hizo abrir los ojos como platos, más que lo que había frente a nosotros en sí. Él imitaba a un espectro mismo, a alguien cuya alma lo abandona totalmente, alguien a quien el horror lo drena.
Sentí mucha pena, una congoja muy grande. En la cama yacía la misma mujer de los cuadros, de cabello castaño y ojos miel abiertos en su totalidad sin ningún rastro de brillo; usaba un pijama rosa y desde su boca brotaba vómito que se regaba hasta su cuello y la cama. El cuerpo estaba ya pálido y tieso; llegué a sentir muchísimo frío. Aunque nunca la conocí con vida, sabía que ella era importante para el que estaba a mi lado. Y dolía mucho.
Yo no me imaginaba a Sasha ni a ninguno de mis conocidos de esa manera.
Determiné la causa de muerte en un instante. La mesita de noche llena de jeringas, cucharas y bolsitas vacías hablaba por sí sola. El nauseabundo olor también.
—Levi…—Susurré su nombre tan bajito que fue imperceptible. Miré su mano y busqué darle mi apoyo de alguna forma, así que la tomé. Fuerte, muy fuerte, aunque no hubiera atisbo alguno de su reacción, pero los segundos pasaron y así él apretó muy poquito.
—Busca—Su voz se oyó forzada. Sé que le costó recobrar el habla—Busca algo que te quede y cámbiate.
Me sentí vomitiva cuando toqué cada prenda de ropa, pero sabía que debía hacerlo. Ella era más pequeña que yo, la mayoría de sus cosas no me quedarían, pero por fin una camiseta blanca y unos jeans me calzaron. Lo hice con pura inercia, sin pensar bien, porque el cansancio agobiaba mi mente ya.
Luego de vestirme volví a donde él. Seguía mirándola de pie en el mismo lugar, pero ahora vestía una camiseta ceñida al cuerpo y un pantalón deportivo. Ambas piezas le sentaban muy bien.
Me quedé un tiempo detrás de él, hasta que vi como se arrodillaba y se acercaba al cuerpo de Petra. Su gesto no cambió, su rostro perpetuaba la muerta palidez, aún cuando besó una delicada mano sin vida. Finalmente, le cerró los párpados y salió.
Caminé adelante, oyendo paso cada paso, en silencio. Pensar el lamentable final de esa mujer era demasiado triste, pero de igual forma pensé en lo bien que le sentaba la ropa que llevaba puesta Levi. Sabía la razón. Pero preferí reservármela adentro de esa casa y continuar hasta salir y estar en el auto. Me subí, Levi después y no aguardé más.
—La ropa te sienta excelente.
—Hmp.
—Demasiado bien para ser del tal Auruo. Digo, se ve que el tipo es bastante más alto que tú ¿No? La camiseta no te debería quedar ceñida.
—Mikasa…
—Te acostabas con ella.
Y su silencio fue toda la respuesta que necesité.
Y ninguno habló más.
Condujo otra hora más, distinguí que estábamos nuevamente en la ciudad. Habíamos dado muchas vueltas y yo no paraba de pensar en Petra; en lo feliz que se veía en las fotos, en lo hermosa que era, en la cara de Auruo cuando llegara a casa… en ella y Levi haciendo el amor. En todo.
No había estrellas en el firmamento y ya no me extrañaba. La noche era fría, paramos en una estación, lo esperé mientras llenaba el combustible. Levi era apuesto, inteligente e imparable. Incluso me jacté de verlo buscar la manguera que colocó en el tanque; el pantalón deportivo acentuaba su figura y admito, lo enano le sentaba con ese trasero.
Pensé en que en cualquier momento un grupo de los Hidad saldría a matarnos. Eso podía pasar, por algo Levi no paraba de conducir, entonces… sí, podíamos morir en cualquier momento. ¿Por qué no hacer lo que quería antes de morir?
—Para el auto —. Le dije unas calles después, cuando cruzábamos unas calles desoladas. Me observó con aburrimiento, pero me obedeció.
—Mikasa, pudiste ir al baño en la estación—Dijo cuando comencé a desabrocharme los jeans y giró la cabeza al otro lado. Los dejé caer a mis pies y seguidos de ellos, me deshice de mis bragas. —Maldición aquí es antihigiénico, joder. —Aproveché su distracción de mí y, de un movimiento, mis piernas estuvieron a sus costados y mi desnuda intimidad sobre la suya— ¡¿Mikasa, qué mierda?!
Lo callé con un beso, de esos urgidos; le invadí la boca con insistencia y me restregué contra su sexo dormido. Intentó resistirse al principio, él me correspondía los besos a medias, pero finalmente fue inevitable. Sus besos se hicieron fieros y su entrepierna se puso durísima, nuestras respiraciones eran irregulares y mis quejidos nublaban la línea de cordura de él.
Hasta que logró recobrarse un poco. Ambos queríamos esto, pero no era correcto. Claro que luego de todos los eventos hasta el momento, era lo de menos justo ahora, pero cuando Levi me sostuvo de las muñecas supe que para él no era lo de menos.
—Mikasa, no…
—Escúchame.
—Mikasa…
—Escúchame Levi—Ejercí presión y me zafé de su agarre. Yo no era tan débil después de todo y procedí a tomar su rostro entre mis manos y mirarme fijamente a los ojos, porque tenía que hacerle saber a ese bonito color azul lo que pensaba—Quiero esto, ¿de acuerdo? En verdad quiero hacerlo. Déjame hacerlo.
Costó, pero lo logré, hice que cooperara. Su cuerpo se fue destensando de a poco, me aseguré de que se relajara, aunque fuera inexperta en la materia y algo hosca en el trato. Liberé su pene de las telas que lo aprisionaban y, desesperada por sentir la textura, tanteé toda esa erección entre mi palma de arriba abajo repetidas veces, hasta que sentí en ella un poco de un líquido viscoso. Era gomosa, dura y suave al mismo tiempo.
Reconocí sus dedos acariciando delicadamente mis labios rosáceos. Era una sensación increíble, jamás había estado tan húmeda.
Pero pensando en que el tiempo se escurría entre nuestros dedos, no desperdicié más tiempo. Acomodé mi pelvis y de una estocada, accedí a un sentón de golpe, hundiendo la dureza de su virilidad en mi interior. Me llevé una mano a la boca para no gritar y Levi agarró con fuerza mi cintura, tomándola para hacer que le levantara un poco. Me maldije internamente por haber sido tan condenadamente bruta.
—Maldición, Mikasa, estás sangrando. —Vi sus ojos y puedo jurar que casi me muero. Jamás pensé ver tanto en una expresión facial de Levi, en mi vida. Parecía muy preocupado, nervioso y hasta asustado en ese preciso instante, mi corazón se puso como una pasita y no me privé de besarlo repetidas veces.
Luego, los vidrios se empañaron. Mandé al carajo la retención de mis gritos, jadeos y gemidos, porque esas embestidas me estaban extrayendo al puto paraíso. Porque la sensación de ese hombre apretado por mis paredes vaginales, gruñendo en mi oído, abrazándome contra su caliente cuerpo, besando mis senos como si la vida se le fuera en ello, era lo mejor de éste jodido mundo. Y rocé el cielo cuando sentí que todos mis sentidos sentían un placer sin precedentes y, poco después, una sustancia cálida me llenaba por dentro.
Tomamos un pequeño descanso. Él en su lugar y yo nuevamente vestida en mi puesto; estaba exhausta, él igual. Había sido maravilloso. Estoy segura que vio la pequeña sonrisa que me causó cuando, al estarme quedando dormida, su pulgar aparto un mechón de cabello acariciando mi cara.
Aún seguía siendo de noche cuando volví a despertar y lo pillé como sí nada, reclinado en su asiento.
—¿No dormiste nada? —Sólo movió un poco la cabeza de lado a lado. Ciertamente, explicaba sus ojeras. Me acomodé para sentarme como debía y, pasados sendos segundos, tuve la osadía de hablarle—Llévame a casa.
—No.
—Haré que Armin termine lo que les debe y todo volverá a la normalidad.
—Nada volverá a la normalidad.
Auch. Quizá tenía razón. Yo no sabía mucho del mundo de las mafias, pero, estaba segura de que de ahí no se podía salir ileso. Aún así, no quería resignarme a vivir huyendo de esa manera.
—Quiero volver a mi casa. Levi, por favor.
Sí se lo pensó mucho, pero luego emprendió la marcha. Minutos después, estaba frente a la fachada de los Jaeger bajándome del auto.
—Hasta luego, Levi —Dije sonriéndole, de veras haciéndolo y creo que era la primera vez que ante él o cualquiera lo hacía. Porque, guardaría los secretos de todo esto, nadie lo sabría. Se lo dije con mi mirada y di media vuelta, sin esperar una respuesta que él no daría. Sin embargo, la dio.
—No volveremos a vernos.
—… Lo sé.
—Y los Hidad te impactaron por error ese día. Erwin no te quería a ti, quería a Arlert… no sé en qué momento ese desgraciado…
—Está bien, Levi. Te enviaré saludos con tus padres, si es que a ellos si los vuelves a ver.
No quise más de aquello y me di la vuelta, comencé a caminar sin ver atrás y oí al auto alejarse en la oscuridad de la noche, dejándome con un dolor ligeramente más grande en mi pecho que en mi vagina.
Carla fue la única en verdad feliz por mi regreso. Grisha me dijo que era bienvenida y me preguntó sí los Hidad no volverían, Eren, sin embargo, hizo una escena en el desayuno culpándome de que por aquellos días no pudo ni salir de la casa.
Sasha me recibió con un abrazo de oso, exclamando a todo pulmón lo mucho que me había extrañado. Todos pensaban que había estado enferma, o que tuve un accidente (algunos moretones no habían terminado de borrarse) y las cosas transcurrieron con cotidianidad; excepto un detalle: Armin no fue, ni ese día ni los otros dos.
El fin de semana, fui a verlo. Su abuelo me dejó pasar, diciendo que Armin estaba bastante enfermo, pero después de todo yo sabía que era mentira. Además, mi querido amigo rubio había sido muy lento y cuando yo ya había entrado fue que gritó a su abuelo que no me dejara pasar.
Cuando entré a su habitación, con firmeza y lo tuve enfrente, apreté bien mis puños.
—¡Mikasa, qué gusto verte! ¡Qué bien qué…!
Mi puñetazo lo mandó directo al suelo, causando un sonido estrepitoso al caerse de bruces, me le posicioné encima y lo tomé de las solapas de la camisa y, guiada por mis propios instintos, vi su carita. Me miraba atemorizado, pero eso no impidió que lo besara con frenesí.
El beso no fue tal. Fue un contacto desesperado y alarmante, donde Armin buscó escapar de mis fauces desde el primer momento, pero yo fui insistente. Continué besándolo hasta que se me acabara el aire, hasta que sintiera algo, pero fue… no fue nada.
Así que me aparté y él, que ya se estaba colocando de color morado, respiró profundamente.
—¡¿Qué es lo que te pasa?! ¡¿Te has vuelto loca?! —Me encogí de hombros.
—Tal vez, pero tú tienes muchas cosas que explicarme, Armin. —Declaré sin dejar de escrutarlo con mi mirada, logrando que tragara grueso—Dime, ¿Has oído hablar de los Hidad?
Armin me lo contó todo.
Intentó mentirme un par de veces, pero yo lo tajé de una. Conocía bien cuando él intentaba mentirme, se delataba por un extraño tic nervioso y sudoración excesiva, así que lo supe de arriba abajo: por saber sobre el paradero de sus padres, contactó por internet con un grupo Hidad, creyendo que con un pequeño pago de sus conocimientos informáticos zanjaría el asunto. Todo se fue por un abismo para él. Recibió una imagen de los cuerpos cercenados de sus padres y, más eso, terminó trabajando a la fuerza para el jefe de los Hidad. Armin tuvo que crear una red internacional de datos capaz de entrometerse en cualquier sistema del mundo. Básicamente, hackear cualquier artefacto, desgraciadamente para él terminó robado por un Hidad y perdiendo todo su trabajo.
—Les importó nada, quieren que vuelva a hacerlo ¿Sabes toda la información que había codificado? Me tomará años volver a rehacer una red de datos, Mikasa, es… es casi imposible que pueda hacerlo.
—¿Cómo era el Hidad qué te robó?
—No lo sé, estaba demasiado asustado para saberlo.
—Tú nunca olvidas una cara.
—No le vi la cara, ¿Quieres dejar de hacerme sentir como la mierda? Creí que te habían hecho cosas horribles ¿Cómo es qué estás aquí como si nada?
—Levi me salvó.
—¿Levi…? Claro, el hijo de los Ackerman. —El rubio se dio un palmazo en la frente y enarqué una ceja al verlo —Hola Armin.
—¿Sabías qué era un Hidad todo éste tiempo? Claro, qué digo, tú también lo eres.
—No podía simplemente decirte "hey, Mikasa, soy parte de la mafia" ¿Entiendes? Mikasa, eras de lo poco que me hacía olvidar todo éste asunto. —Agregó sonrojándose. Me dio ternura su vergüenza, pero me mantuve rígida en mi sitio. —Estuve muy preocupado.
—Te extrañé, Armin. —Dije sin miramientos. Me acerqué y ambos nos abrazamos, llenándonos del calor del otro.
Nuestros ojos volvieron a encontrarse y su bonito color azul mar en sus irises me obtuvo abstraída en ellos. Volvió a suceder, pero increíblemente fue Armin quien buscó el contacto con nuestros labios. Ésta vez sí fue un beso de verdad, uno muy dulce, pero tan… Tan simple, tan oblicuo, tan…
Tan jodidamente diferente de lo que era besar a Levi.
—Armin…
—¿Sí?
—¿Qué tanto sabes de Levi? —Su dulce expresión se desvaneció dando lugar a una asentada seriedad.
—No mucho más que tú. Levi ha sido el Hidad más joven de todos y quizá el más letal de todos—Oír eso fue alucinante. No daba crédito a lo que oía.
—¿Qué tanto? ¿Cuánto lleva siendo Hidad? —Ansiaba saberlo. Lo más seguro es que el hombre que había sido mi niñero, ya era un miembro de la mafia en aquel entonces…
—Pff, es un Ackerman, viene fichado a ser Hidad de antes de nacer. Esa familia tiene una deuda increíblemente enorme con la mafia, tanto que por generaciones han tenido que servirle.
—¿Quieres decir… que los señores Ackerman lo saben?
—Sí, ellos más que nadie lo saben.
Mi consternación era enorme. La irá me domó por completo, tantos años de verlos a diario y todo el tiempo no eran más que la fachada de una pareja amorosa… Eran unos monstruos.
Sí, lo eran. Salí encolerizada de la casa de Armin, dispuesta a todo. Caminé entre las calles con un único objetivo y cuando vi la casa celeste y blanco atravesé la puerta sin pensarlo.
Porque era imperdonable, era totalmente imperdonable. Siempre ajenos al dolor de su hijo, sin pensar en las consecuencias de sus actos, haber traído a Levi al mundo para que fuera el esclavo de unos degenerados…
Ambos estaban en su bonita y perfecta sala de estar, abrazados en el sofá, ignorando que Levi podía estar muerto en ese preciso instante. Lo odié con todas mis fuerzas. Sus caras al verme fueron las de quien ve un fantasma en medio de la noche, pero eso fue lo que menos me importó.
—¡Son unos hijos de perra! —Exclamé a todo lo que daba mi garganta—¡Todos éstos años, dejando que simplemente pasara!
—Mikasa, cálmate, por favor. —El señor Alphonse trató de razonar conmigo, pero cuando intentó ponerme una mano encima lo lancé de un manotazo lejos de mí—¡No me toque! ¡Es un cerdo!
—¡Mikasa, por favor!
—¡Es una maldita, señora Hitomi! ¿Qué no le duele? ¿No le duele a usted como madre ver la vida que le han dado a Levi? —Las palabras dolían en mi garganta. Sentí que me fallaba la voz, pero no tenía la intención de detenerme. Pensar en Levi todo lleno de barro y demacrado en medio de la noche, siempre vestido de negro, me llenaba de más ira, así que la tomé de los brazos y apreté con fuerza.
—Mikasa…. Lo siento, de verdad no quería que Levi fuera parte de eso…
—¡¿Entonces por qué no lo cuidó?! ¡¿Por qué no lo sacó de esa mierda?! ¡¿Por qué no se hicieron responsables?! —La mujer no paraba de llorar, pero eso no evitó que enterrara mis uñas en ella, hasta que la sangre brotó de las heridas. El señor Alphonse se estaba levantando y corrió en el auxilio de su esposa, pero lo hice a un lado con una fuerte patada.
—¡Porque de todas formas no podía hacer nada para salvarlo!
—… ¿No podía hacer nada? —Bufé—Usted es increíble…
—Mikasa… Sí no era Levi… Eras tú…
Mi ceño se frunció. Toda mi cara debió haber sido de retrato, porque… No entendía nada. Nada de nada. Juré haber oído mal.
—¿Qué dijo?
—Para salvarte de terminar sirviendo a los Hidad tuvimos que darte en adopción a los Jaeger—Mi agarré se aflojó cuando la mujer gimió de dolor, con el rostro hinchado sin parar de derramar lágrimas y, en ese instante, yo misma empecé a temblar. Ya no distinguía en absoluto—Nuestro hijo o hija debía servirles, así que cuando Kuchel murió acogimos a su hijo como el nuestro. Sí no lo hacíamos, tanto él como tú terminarían siendo todo lo que él es ahora.
—Lo hicimos para protegerte, Mikasa y para ofrecerle al menos un techo a Levi.
Caí de rodillas al suelo. No sé en qué momento mi rostro se empapó de un atroz llanto, de cuando comencé a proferir gritos hasta donde me dio la garganta, de cuando la oscuridad se cernió sobre mí.
Desde siempre, Mikasa.
Desperté con dos caras mirándome preocupadas. El señor Alphonse corrió por un vaso de agua y, en cambio, mientras la cabeza no paraba de darme mil y un vueltas la señora Hitomi me ayudó a incorporarme.
—¿Cómo te sientes?
—… Bien—Contesté a secas. Dejé sin muchas ganas que ella me sostuviera de las manos y, quise reír.
Bebí del vaso que trajo el señor Alphonse hasta el fondo y sin parar, mirándolos en todo momento. Recordé como de niña me veía mi cara en el espejo, preguntándome porque mis rasgos eran tan diferentes ¿Era hija de unos asiáticos? Era lo más seguro y entonces, pensaba en que la única mujer con rasgos asiáticos en la zona era la señora Hitomi.
Pero nunca se me cruzó por la cabeza que ella pudiera ser mi madre, jamás.
Ahora que los veía bien a los dos, tenía varios parentescos con ambos. En especial, con ella.
Quería que la tierra me tragara cuando vi las marcas de mis uñas en sus blancos y delgados brazos.
—Lamento… haberla…—Señalé las heridas causas y ella se miró sin muchos rodeos.
—Bah, da igual, cariño. Ya pasará. Es normal que hayas estado tan molesta.
—Jamás creímos que llegaría el día en te diríamos todo esto. —El señor Alphonse… Mi padre, lo había dicho con una cara nostálgica. Y me sentí tan extraña.
—Yo sí—Dijo la señora Hitomi muy segura—Desde que desapareciste la semana pasada sabía que se debía a los Hidad.
—Le rogamos a Levi que hiciera lo posible por mantenerte a salvo.
—¿Eso quiere decir… que Levi es mi primo? —La idea era asquerosa. Había cometido incesto sin haber tenido la menor idea y era inevitable que una expresión de disgusto se forjara en mi rostro.
—No, cariño. Los Ackerman éramos un clan enorme, pero desde que el ancestro asesinó al primer Hidad cometiendo alta traición, fuimos asesinados poco a poco. Quedábamos pequeñas líneas, la de la madre y el tío de Levi era la única que quedaba junto a la nuestra.
—El poder de los Ackerman también se volvió escaso. Tu padre, afortunadamente, no lo heredó, ni Kuchel, pero Levi, su tío y tú sí.
—¿Poder Ackerman?
—La fuerza y los reflejos de cien hombres en una sola persona.
Mis padres biológicos relataron todo. Erwin Smith era el directo jefe de la línea Hidad actual, el poder de hacer y deshacer lo que quisiera estaba en sus manos, la palabra de los Smith era ley. Eran básicamente los Reiss de la mafia y además, estaban confabulados con ellos.
Me despedí de ellos cuando ya se instalaba la noche, rechazando la oferta de cenar. La verdad que era todo tan nuevo, que no estaba preparada para compartir tanto con quienes había creído por años solo eran mis vecinos.
—El poder Ackerman se incrementa cuando se asesina a alguien por primera vez.
Eso había dicho el señor Alphonse y me observé mis manos, ¿qué tan cierto era aquello?
Sí Erwin Smith me quería, no era sólo para hacer que Armin terminara "el trabajo" y ya sabría porqué. Debía encontrar al tipo que le robó el almacenamiento de datos, a como diera lugar.
Armin y yo armamos una estrategia, que implicaba revisar las zonas más peligrosas de la ciudad. La primera semana, casi fuimos asaltados, de no ser porque casi le quiebro el cuello a uno de los sujetos que intentaron robarnos.
No habíamos tenido mucho éxito y entre la escuela y nuestras familias, las cosas se complicaban. Mamá Carla estaba enfadada por mis tardías llegadas, pero me daba muy igual. Estaba algo enojada con ella por nunca haberme dicho la verdad y verme la cara enviándome a llevarle tartas a mi verdadera madre.
A las once de la noche de un jueves, recorría uno de los barrios en búsqueda de cualquier Hidad a la vista, pero un coche deteniéndose a mi lado en medio de la calle y con un frenazo invasivo interrumpió mi rutina.
—¿Qué carajo haces aquí a éstas horas?
—Creí que dijiste que no volveríamos a vernos.
—Los Ackerman ya te lo dijeron todo.
—Hmp.
—Súbete.
—No.
—Mikasa.
Comencé a caminar por la acera como sí nada y, como era de esperarse, el Lancer me siguió de cerca. Resoplé internamente y me di por vencida. No había nada por hacer.
Aproximé alrededor de cuarenta y cinco minutos, el rato que duramos cogiendo en el auto unas calles después.
Cuando Levi condujo para llevarme a mi casa, reconocí el auto aparcado en la acera de al frente.
—Ahg…
—¿Qué pasa? ¿Por qué pones esa cara de estreñida?
—Carla me había dicho que llegara temprano porque venía el hijo de Grisha de visita, pero lo olvidé.
—Tiene razón, las mocosas no deben andar por ahí a estas horas. —Lo miré verdaderamente mal y me recliné a centímetros de su rostro.
—Buenas noches. —Dije expulsando mi aliento en su cara, saliendo de un salto.
—Joder, despídete bien al menos.
—¿Aquí? ¿Qué dirán de que la hija del doctor Jaeger ande con el mala conducta del barrio? —Fingí preocupación por la estupidez que salió de mi boca.
—Que está embarazada—Levi lo dijo con una seriedad inusitada, que casi me provocó escupirle, pero solté una risa seca.
—Eres un odioso.
—Y tú una mocosa desesperante.
Cuando entré a casa, las luces ya estaban apagadas. Me aseguré de ser silenciosa en todo momento e ir escaleras arriba directo a mi habitación, pero en el trayecto, una luz encendida lo evitó.
—¿Mikasa?
Lo que faltaba.
Me di cuenta de que cometí un error fatal cuando ya era tarde y es que no hay la comedia y acción que estoy segura te hubiera gustado. Lo siento muchísimo por eso:( sí llegaste hasta acá, te habrás dado cuenta que me extendí demasiado y terminé haciendo un súper one-shot.
Quiero que sepas que puse mucho esfuerzo en escribirlo. Al principio me costó, pero al final la propuesta de hacer una mafia y un triángulo amoroso terminó encantándome.
Quería terminarlo y no dejar los cabos sueltos, pero también se me fueron totalmente las horas, así que al menos te merecías tu obsequio a tiempo.
Imagino que quien lea ésto tiene más preguntas que respuestas. Afirmo que en el siguiente capítulo culminará todo y allí tendrán las respuestas :D Mil disculpas y mil gracias, por los errores cometidos y por leerme.
Se despide
Mio Siriban.
