Hola a todos! ^^

Bueno, he de decir que me considero una gran fanática de Resident Evil, pero éste es el primer fic que escribo sobre RE. Tenía la idea hacía meses, pero hace poco me decidí por fin escribirla :)
Trata sobre lo ocurrido entre que Jill "muere" y RE5, comienza con la escena mostrada en RE5, y los capítulos serán sobre momentos de la vida de Chris, por lo que tal vez sean algo cortos para algunos.
Una nota: Este capítulo, y el segundo, están escritos en primera persona, los demás lo estarán en tercera, a menos que considere que es mejor en primera :)

Espero que les guste! :)

Ah! y todo, excepto tal vez algunos personajes, es propiedad de CAPCOM :)


01

No estaba seguro de cómo habíamos llegado hasta este punto. Luego de tanto tiempo buscando pistas sobre el paradero de Wesker, por fin habíamos conseguido información proveniente de una fuente viable, sobre dónde podíamos encontrar a Ozwell E. Spencer, el fundador de Umbrella. Así que decidimos visitarlo, esperando que nos pudiera llevar hacia nuestro objetivo principal.

Jill caminaba a mi lado, ambos con las armas desenfundadas, e intentando no hacer sonido alguno. El pasillo era largo pero estrecho, y sólo la luz proveniente de la luna alumbraba nuestro camino, ya que las velas en los candelabros de la pared no ayudaban demasiado. El aire estaba cargado de una humedad pegajosa, y el cielo tenía un color rosado extraño, augurando la tormenta que estaba por avecinarse. Mi corazón comenzó a latir más rápido mientras nos acercábamos a una gran puerta de madera al final del pasillo. Tantos años de experiencia habían ayudado a mantener mi postura, pero eso no hacía desaparecer el nerviosismo de, por fin, encontrar lo que estaba buscando.

Al llegar a la gran puerta, Jill y yo nos colocamos uno a cada lado. En unos segundos, múltiples pensamientos surcaron mi mente. ¿Qué encontraríamos allí? Luego de lo que habíamos pasado por esta mansión, podría ser cualquier cosa. Tal vez algún monstruo extraño nos estaba esperando detrás de esa puerta. Era muy probable. Aunque nunca nos imaginamos que fuera ese monstruo el que estaría allí.

Como cuando éramos compañeros en la unidad S.T.A.R.S de la policía de Raccoon City, nos miramos unos segundos, y luego cabeceé para indicarle a Jill que abriríamos la puerta al mismo tiempo e ingresaríamos con las armas en alto. Ella aceptó silenciosamente y, haciendo fuerza con el brazo, abrimos la puerta. Entramos rápidamente, pero nos quedamos paralizados apenas pusimos un pie en la estancia. Una figura alta y negra se encontraba frente al gran ventanal, al lado de una silla de ruedas y un cuerpo en el suelo. Cuando la figura se giró, un gran trueno resonó y el relámpago alumbró los vidrios de sus anteojos y sus ojos rojos chispearon.

-¡Wesker! – exclamé, y comencé a disparar. Jill me siguió abriendo fuego también.

Wesker esquivó cada una de las balas de una manera sorprendente. Parecía que se teletransportaba de un lugar a otro, dejando una estela de humo negro a su paso. Los disparos no impidieron que se acercara a nosotros con sus movimientos estilo matrix.

Me alcanzó primero, desarmándome y encadenando una serie de golpes con sus fuertes manos. Cuando me dejó en el suelo, se acercó a Jill, quien seguía disparando. La tomó por el cuello y la alzó, estampándola contra una columna como si fuera una simple muñeca de trapo. Me recuperé lo más rápido que pude para socorrer a Jill, y me lancé hacia Wesker, quien liberó a mi compañera, sólo para esquivar y bloquear mis golpes. Al intentar darle un derechazo, atrapó mis manos, dio una vuelta y su puño de acero golpeó mi rostro. Intenté sorprenderlo haciendo caso omiso al dolor en mi mejilla y asestándole una patada, pero también la atrapó.

Jill comenzó a disparar otra vez, y Wesker me empujó a un costado para deshacerse de ella. Esquivó todas las balas que el cartucho de la pistola de Jill disponía, así que ésta desenfundó el cuchillo y se acercó, pero la golpeó fuerte en el pecho, haciendo que se estampara dolorosamente contra una biblioteca.

Mi ira aumentó más, si era posible, y comencé a hacer todo el esfuerzo del que era capaz para asestarle un golpe, aunque era inútil. Wesker tenía movimientos asombrosos de lucha, y luego de darme un codazo en el estómago, me levantó por el cuello, para luego depositarme violentamente contra una mesa, arrastrarme sobre su superficie e impulsarme al suelo cerca del ventanal.

Me sentía como los mil demonios. Me dolía todo el cuerpo, y era incapaz de ponerme de pie sin que la sala girara a mi alrededor. Debía levantarme… debía ser fuerte. Pude notar por el rabillo del ojo que Wesker se acercaba, y su rostro no era muy amigable. Apoyé ambas manos en el frío suelo e intenté impulsarme, pero no fui demasiado rápido. Wesker llegó a mi posición y me levantó tomándome del cuello, otra vez.

Era demasiado fuerte, no podía respirar y sentía que éste era el fin. Luego de todo lo que habíamos hecho, luego de remover tierra y aire para encontrarlo… no era lo suficientemente fuerte para acabar con él. Me sentí un poco decepcionado. Siempre había existido una rivalidad entre nosotros dos, pero cuando él era el líder de nuestra unidad de S.T.A.R.S, nos respetábamos los unos a los otros, y nunca hubiera pensado que la situación llegaría a este extremo.

Estaba comenzando a rendirme cuando escuché un grito: "!No!", y supe que Jill ya estaba de pie corriendo hacia nuestra posición. Nunca había dudado de la fuerza, psicológica y física, de mi compañera, pero ahora me preguntaba de qué serviría que ella intentase hacer algo contra la semejante roca en la que se había convertido Wesker.

-Vamos a terminar esto. – Wesker arrastró las palabras al pronunciarlas.

Jill se acercó como un rayo, empujó con todas sus fuerzas a Wesker y se negó a soltar sus brazos de alrededor de la cintura del hombre, lo que hizo que éste me dejara caer al suelo y ambos atravesaran el gran ventanal de la estancia, precipitándose hacia el vacío.

Cuando noté lo sucedido, sacudí la cabeza, me levanté lo más rápido que pude, ignorando lo mareado que estaba y corrí hacia el cristal roto de la ventana. Estiré un brazo, como si eso me ayudara a alcanzarla y grité lo más fuerte que pude.

-¡JILL!

Me sorprendí lo ronca que tenía la voz, y noté que pronunciar ese simple nombre me había desgarrado, no solo la garganta, sino el corazón también. Jill había hecho eso para salvar mi vida, sin importarle qué ocurriera con ella. Comencé a desesperarme al no ver su cuerpo, ni el de Wesker, sólo olas que rompían contra las rocas del acantilado donde la mansión estaba dispuesta.

Me giré y observé la oscura y silenciosa estancia. Me apoyé en la ventana y coloqué una mano sobre mi frente. "Oh, por Dios". Procesando los hechos, sólo me costó unos segundos darme cuenta de lo que tenía que hacer. Comencé a correr, ignorando los dolores que sentía, y dejé atrás la sala, el pasillo oscuro con sus candelabros, y todo lo que habíamos recorrido para llegar allí. Era un largo camino, y estaba perdiendo valioso tiempo en encontrar la salida, ya que la mansión poseía muchas puertas que dirigían a muchas habitaciones, que a su vez tenían puertas que dirigían a otras habitaciones.

Mi nerviosismo no hacía más que aumentar, impidiéndome pensar con claridad el camino que debía tomar. Aún así, llegué al vestíbulo, en los que debieron de ser los minutos más largos de mi vida. Me precipité hacia el gran portón de salida y cuando la noche con su cielo encapotado me golpeó en la cara, me despabilé un poco. Giré hacia la derecha y corrí lo más rápido que pude con mis dolorosas piernas hacia la parte de atrás de la mansión, pero al llegar, se me cayó el alma a los pies.

No estaba seguro de qué pensaba encontrarme, pero fue peor de lo que me imaginé: no encontré nada. No había rastro de ningún cuerpo, sólo un gran acantilado con piedras y agua, del cual era imposible divisar nada a esa altura. Me arrodillé en el borde, y esperé a ver alguna pista de que ambos habían caído allí, pero no encontré nada. Me dejé caer sentado y comencé a respirar ruidosamente, con la boca abierta. "Jill…"

Levanté la vista al cielo justo en el momento en que las primeras gotas de lluvia comenzaban a caer. Saqué rápidamente mi teléfono móvil del bolsillo y marqué el número del jefe de nuestra división en la B.S.A.A.

-Mike, soy Chris… tenemos un gran problema. – Mi voz ronca estaba un poco mejorada.

-Redfield, ¿qué ocurre?, ¿encontraron algo? – Sonaba lejos.

-Encontramos algo, y perdimos otra. – Un nudo comenzó a formarse en mi garganta.

-¿Cómo? – Mike Parecía confunso.

-Jill ha desaparecido.

Un silencio incómodo se formó al otro lado de la línea.