Ahí estaba yo, un pony unicornio adolescente de aproximadamente 15 años despertando un lunes solo para empezar su rutina de siempre, todavía me acuerdo bien, o tal vez no tanto. Era un pony normal que vivía en una pequeña comunidad, en una de las primeras que se estaban formando, era un lugar un poco aburrido sin mucho que hacer, solo pasearse por las grandes praderas y caminos marcados con las huellas de otros, solo para ver lo mismo de siempre y a su rutina, despertarse y desayunar, después quedarme en mi casa para ayudar a mi madre en los quehaceres mientras mi padre salía a minar piedra para venderlas, nuestra casa no era muy grande, pero era lo mejor, y en la familia solo éramos nosotros 3, así que no necesitábamos mucho dinero, esta parte era la que más me aburría, porque aunque siempre o casi siempre había algo diferente para hacer me sentía prisionero teniendo que obedecer siempre en todo, sin protestar ni saber la razón de hacerlo al saber que me llamaría la atención y castigarían al no entender mi forma de pensar y ver las cosas, aunque no había mucho de que castigar. Luego salía a hacer los mandados de mi madre, comida, agua, etc. Por lo menos en esos momentos podía caminar un poco y despejar mi mente de toda la ira que se me acumulaba a lo largo de la corta mañana, observar el paisaje y lo que lo rodeaba, la naturaleza, animales y demás. Después llegaba a la casa y mi padre ya estaba en ella listo para almorzar, ayudaba a preparar la comida y la mesa, llevar el agua y platos, servirlas, lavar los platos y la mesa. Y por fin en la tarde podía descansar, hacer lo que quisiera, o por lo menos lo que me permitieran, que no era mucho y por eso me sentía un poco aburrido, hacía ejercicio, pensaba, jugaba y experimentaba con las rocas y materiales, hasta que llegaba la noche y lo mismo hasta que me dormía, y a empezar de nuevo, ya estaba muy cansado de eso.
Un día me levanté al escuchar un ruido extraño muy temprano, por eso de las 5 de la madrugada y salí a ver qué era lo que lo había provocado, para mi sorpresa mis padres no se habían levantado. No había nada roto en ninguna parte ni tampoco habían entrado en la casa, así que abrí la puerta y ahí estaban, dos pequeñas potras, unicornios como yo, una de unos 5 años aproximadamente, y la otra, la menor, de unos 2 años, solas, sin nadie que por lo menos pareciera que ahí las dejó. No sabía qué hacer, no les podía decir a mis padres porque no las aceptarían y las dejarían a su suerte, que sería muy probablemente la muerte. Así que en un momento desesperado las tomé y abrasé a las dos y las llevé a su cuarto y las oculté detrás de mi cama al hacer un espacio entre esta y la pared, yo sabía que necesitaban de alguien que las cuidara, pero nadie las aceptaría en ningún lugar, así que decidí quedármelas, una decisión que seguramente cambiaría toda mi vida hasta el final de esta, aunque muy inseguro obviamente, esperando que no me descubrieran. Esa mañana fue normal, solo que al desayunar guardé un poco de comida sin que nadie lo supiese y antes de salir se la ofrecí a la mayor, que era una potra de color blanco y melena de un color muy pálido parecido al rosado, y a la menor le ofrecí una buena parte de la leche que siempre tomaba en las mañanas, ella era de un color azul oscuro con la melena de un color azul más intenso, y les dije que no dejaran que nadie las viese y que se cuidaran, pero sabía que no me comprendían solo que me sentía más seguro de esa manera. Volví muy ansioso por saber que les había ocurrido, sentía miedo, angustia y muchas otras cosas indescriptibles, al entrar ahí estaban, dormidas, y sentí un gran alivio y me recosté a lado de ellas, empecé a pensar, ahora eran mi responsabilidad y aunque sabía que no era una obligación muy en el fondo sabía que ellas podían llenar el vacío que tenía y sentía de tristeza, nostalgia y melancolía, ellas eran mis hijas.
Y así seguí durante los años, les hablada, alimentaba, jugaba y hasta enseñaba muchas cosas, quería ser un buen padre para dos ponis que no tenían la culpa de haberme conocido, quería que se desarrollaran bien con un conocimiento necesario no solo para sobrevivir, si no que para vivir, que sepan diferencias el bien del mal, sus derechos y obligaciones así como las de los demás, entre muchas otras cosas que les seguiría enseñando sobre la magia para que la supieran usar y controlar a la perfección, bueno, nada es perfecto. De vez en cuando, en los momentos en los que me quedaba solo en la casa al salir mis padres (Porque aunque ellos me decían que los acompañara yo me quedaba por razone obvias) les decía que podían jugar y moverse libremente, solo que fueran un poco cuidadosas y que no rompieran nada. Pero casi siempre después de unos cuantos minutos volvían al cuarto y me llamaban, de hecho no les he dicho mi nombre, pero ya no es importante y la verdad ya no recuerdo, porque desde ese momento les dije que me dijeran papá si querían, y eso hicieron y cuando lo hacían me sentía feliz, algo muy especial dentro de mí. Las abrazaba y la acostaba junto a mí afuera de la casa sobre el césped, y me preguntaban sobre todo lo que querían, obviamente no lo sabía todo y lo sigo haciendo. Un día me preguntaron sobre sus nombres, yo no les había puesto ninguno porque la verdad nunca me senté a pensarlo, en otras palabras se me olvidó, me sentía terrible aunque solo duró un instante porque me lo volvieron a preguntar, si, las 2 ya hablaban bien y también podían hacer lo que otros potros de su edad hacían, como comer solos, escribir, leer, comprender, y hasta bañarse solas, me sentía muy orgulloso, tenían 7 años la mayor y la otra 4. Así que me puse a pensar, a la mayor le gustaba el orden, la paz y armonía al igual que la menor, pero a ella le gustaban las praderas, el cielo azul, y sobre todo el sol, el gran y amarrillo sol, me preguntó en ese momento qué era, porque vio cómo lo veía determinados momentos, y le dije que era lo que nos daba vida, una estrella, nuestra estrella, me dijo que le gustaba, así que decidí ponerle Celestia, le dije que eso significaba celeste, como una estrella, brillante. A ella pareció gustarle, y a la menor ya la había visto viendo las estrellas, apreciando la noche y sobre todo la Luna, por eso le dije que ella sería Luna como tal satélite que nos orbitaba, que nos ayudaba a vivir y a controlar y ordenar todo, también pareció gustarle. A la mañana siguiente parecía no amanecer y también parecía que Celestia y Luna no estaban, me alarmé y salí corriendo susurrando sus nombres, estaban afuera discutiendo sobre el turno de cada una, pregunté de qué hablaban, me dijeron -"Papi, estamos discutiendo acerca de a quién le toca subir sus símbolos"- miré y ahí estaban, sus Cutie Marks, a Celestia un sol y a Luna pues obviamente una media Luna, les expliqué qué eran, pero eso no explicaba por qué discutían sobre el sol y la luna, entonces Celestia usó su magia y repentinamente empezó a salir el sol, me quedé boquiabierto, entonces Luna hizo lo mismo y salió la luna, sabía que eran especiales, y desde ese momento lo confirmé, le dije a Luna que dejara que su hermana subiera el sol y que era tiempo del amanecer, que sería turno de cada una cada 12 horas y que las empezaran a contar desde ese momento, por supuesto yo empecé la cuenta las primeras veces hasta que ellas y yo nos acostumbramos. Aparte de eso, todo seguía normal.
