Todo es propiedad de George R. R. Martin.
A/N: Esta última ausencia se sintió como una eternidad...
Bueno, para no perder la costumbre, voy a pedir disculpas primero. Mi estado de ánimo no es el mejor estos últimos meses, y sinceramente no tenía deseos de escribir nada. Lo intenté un par de veces (debo de haber comenzado 3 fics nuevos quizás) pero no salió nada bueno y al final acabe frustrada así que decidí dejarlo por unos días... que se transformaron en semanas... y aquí estoy.
Mis cursos comienzan la semana próxima, y un familiar está próximo a operarse la siguiente... así que sacar inspiración para escribir esto fue prácticamente un milagro. He estado muy nerviosa últimamente y no saben cuanto disfrute de crear esto.
La semana anterior tuve un poco de tiempo libre así que me metí a leer algún fic Jon/Arya nuevo que pudiese encontrar, pero no encontré demasiadas actualizaciones/fic nuevos. A la semana siguiente pasó lo mismo y como no pude soportar el estancamiento de mi OTP, decidí escribir algo.
ACLARACIONES:
1) Este fic está basado en la serie de televisión solamente. Puede que haya algún que otro detalle de los libros, pero son cosas insignificantes que no cambian en nada la historia.
2) Probablemente esto sea lo más importante: decidí jugar un poco con la linea de tiempo. Arya abandona a los Hombres sin Rostros y viaja directo hacia el Muro (en vez de matar a Walder Frey y la historia que ya conocemos). Pospuse la muerte de Jon, de manera que cuando Arya llega, él acaba de ser asesinado.
3) Vamos a dejar de lado a Sansa en esto. Ella jamás se casó con Ramsay ni llegó al Muro para escapar de él. Digamos que sigue en el Valle.
También debo decir que este fic es un poco más oscuro de lo que suelo hacer... Sinceramente no lo planeaba así, pero sucedió y me encantó jugar con sus personalidades a este punto.
Este capítulo es el más corto, los próximos (2) serán un poco más extensos.
Todo fue inspirado por la canción "Salvation" de Scanners. Incluso puse algunas parte al principio, que tienen que ver con el capítulo.
MELISANDRE
Dark eyes become divine.
Your hands, they burn like mine.
Melisandre estuvo esperando por su llegada durante todo el día. Lo había visto en las llamas; R'hllor se lo dijo con claridad. Sabía que la loba estaba viniendo; era un largo camino el que recorría, y el Castillo Negro no era la última parada.
Ahora, finalmente había llegado.
Tarde.
Demasiado tarde.
Arya Stark entró a su recamara, casi tumbando la puerta en el proceso.
«Nos volveremos a ver».
El olor a muerte inundó la habitación y Melisandre tuvo que tragar saliva para contenerse y no vomitar.
La loba de sangre se ubicó frente a ella. Traía los ojos secos, pero llenos de ira.
La muchacha no había derramado una sola lágrima, pero ella podía sentir su dolor. Y era demasiado. Una carga muy grande para alguien tan joven.
—Traedlo de regreso.
Su voz ya sonaba amenazante, pero la chica tomó la empuñadura de su espada y la desenvainó para hacer su punto claro.
«No tengo ese poder» pensó, pero no lo dijo. Tenía que medir sus palabras con la chica Stark, especialmente ahora que su Señor parecía haberla abandonado.
Sintió la punta de la espada en su cuello, y se mantuvo quieta mientras el acero le besaba la piel.
—Haced que mi hermano vuelva a respirar, o ni siquiera vuestro Dios podrá salvaros de mí —continuó—. Haced que viva, y os perdonaré la vida.
No se dio cuenta de que temblaba hasta que vio la media sonrisa de la chica. «¿Mi cuerpo se sacude por miedo, o por frío?» se preguntó.
Melisandre sabía que ella hablaba en serio. Miró sus ojos oscuros y pudo escuchar los gritos de sus víctimas. Oyó como le rogaban por misericordia, pero también escuchó la voz de un hombre pidiéndole que lo matara.
Las manos de la sacerdotisa estaban siempre calientes, porque el Señor de la Luz vivía en su interior. Las manos de Arya Stark eran cálidas porque estaban empapadas de sangre fresca.
«Mi destino es morir en tierras extranjeras —se recordó—, pero mi hora todavía no ha llegado».
Melisandre asintió con la cabeza, y la espada que amenazaba su vida desapareció. La chica Stark salió en silencio de la recamara, y ella siguió sus pasos. Al salir, observó el cielo negro que le cubría la cabeza y pudo ver los primeros copos de nieve caer frente a ella.
«Un mal presagio» decidió.
Mientras hacía su camino, Melisandre pidió a su Señor que no la abandone.
«Ayudadme a traer a Jon Snow de regreso» rezó. Algo dentro suyo le decía que, si eso no sucedía, el Castillo Negro se teñiría de rojo.
Ser Davos y un par de hermanos negros custodiaban el cuerpo de Jon Snow. También estaba allí el lobo. Melisandre no esperó menos, sabía que era un animal fiel, pero le sorprendió la tranquilidad que tenía la bestia.
El antiguo Lord Comandante todavía llevaba el jubón puesto, así como la túnica y el pantalón. Ordenó a los hombres que lo despojen de su ropa, y ellos no tardaron en obedecer. Una vez que estuvo hecho, pudo apreciar con precisión las heridas que llevaron a Jon Snow a la muerte. Cada vez que miraba una puñalada nueva, le parecía más profunda que la anterior. Solo una estaba destinada a quitarle la vida, las demás solo lo hicieron sufrir.
Todavía tenía el pecho empapado en sangre seca, así que ella tomó un paño y lo humedeció para poder limpiarlo.
—Yo lo haré.
Arya Stark se acercó con tanto sigilo que no la vio venir. Los demás hombres también parecieron caer en cuenta de que estaba allí, porque se miraron entre ellos, nerviosos.
—Mi señora, no tenéis porque ver esto —Ser Davos hizo un intento por detenerla.
—Dije que yo lo haría, y es mi palabra final.
Melisandre le entregó el trapo de buena gana. No tanto para complacerla, sino para no desatar la furia de la muchacha. Esa era una fuerza que no estaba segura de poder controlar.
Fue casi como ver a un lobo cuidando de su compañero. La muchacha lavó en silencio el cuerpo de su hermano, sin dejar de mirarlo ni siquiera por un segundo. Las lágrimas caían de sus ojos libremente, pero ella parecía no darse cuenta de eso.
Hubo tanto amor en ese simple gesto que a ella se le hubiera ablandado el corazón, de no conocer la verdad.
Melisandre había visto los ojos de la chica Stark. Vio las vidas que tomó, y los rostros que usó. Arya Stark dejaba una huella de lobo y un rastro de sangre en cada lugar que visitaba.
«Es una sirvienta de la Muerte —supo—. Piensa que dejó atrás la Casa de Blanco y Negro, pero ella es una de ellos… siempre lo será».
Mitad loba.
Mitad sin rostro.
Arya Stark era un ser peligroso.
«Veo una oscuridad en ti» le había afirmado hace mucho tiempo. Ahora ya no estaba tan segura. Quizás Arya Stark estuvo rodeada de oscuridad desde el día en que nació.
Beric Dondarrion le dijo que cada vez que regresaba de la muerte era un poco menos humano, un poco más oscuro. Melisandre rezó porque Jon Snow vuelva con más luz que la que llevaba antes, porque si su oscuridad se cruzaba con la de su hermana… Se estremeció de tan solo pensar en su unión, y casi estuvo a punto de cancelar el ritual. Casi.
La chica Stark terminó su tarea en ese momento, y arrojó el trapo ensangrentado al suelo. Entonces, lentamente caminó hasta ella, acercando su rostro al suyo.
—Sólo la muerte puede pagar por una vida —lo susurró tan bajo que la sacerdotisa tuvo que hacer un esfuerzo por escucharla—. Si es una muerte lo que necesitáis para traerlo de regreso, decidlo y os la ofreceré a vuestro Señor.
Melisandre no pudo resistir la tentación. Los demonios de la muchacha estaban tan cerca que podía oírlos gritar.
Le puso la mano debajo del mentón, y observó sus ojos, tratando de leer su interior. Las voces no tardaron en hablar, como si estuvieran esperando por alguien que las escuche.
Mi nombre es Arya Stark, quiero que sepáis eso.
Dejad a un lobo vivo, y las ovejas jamás estarán a salvo.
Diles que el Norte recuerda.
Cuando se separó de ella, Melisandre estaba jadeando, tratando de recuperar el aliento. Había visto el destino de la loba, y sentía que si no lo decía en voz alta iba a ahogarse.
Arya Stark.
Destrozaréis Casas enteras con un solo movimiento de vuestra mano.
Haréis caer a una Reina, y acabarás con la existencia de un Rey.
Para cuando el invierno acabe, todo el mundo conocerá vuestro nombre y ningún hombre querrá convertirse en vuestro enemigo.
Melisandre no dijo nada de aquello. En cambio, respondió la petición que la niña Stark le hizo.
—No, no será necesario.
Cortó un mechón del cabello oscuro de Jon Snow, y lo arrojó al fuego. Las llamas se alzaron dos palmos, rugiendo como jamás lo habían hecho. Melisandre vio muchas cosas allí.
Un dragón blanco.
Una loba gruñendo.
Hielo.
Fuego.
Sangre, demasiada sangre.
Vio la sangre derramarse sobre el suelo y teñir las hojas de los arboles de rojo.
«No me dejéis sola, mi Señor» rogó, sintiendo como un escalofrío le atravesaba el cuerpo.
Antes de comenzar, se ajustó su capa con fuerza. De repente, hacía mucho frío en la habitación.
A/N: El próximo capítulo está hecho por la mitad. Me tomará un par de días terminarlo y editarlo.
Espero que les haya gustado.
¡Saludos!
