Ninguno de estos personajes me pertenece. Todos son obra de JK Rowling.
Esta historia es de Blodeu-sama .Yo solo la he traducido con mucho gusto para vosotr s.
Capítulo I
¿Cómo he llegado a ese punto?
Realmente no lo sé.
Era una chica inteligente, hasta que mi vida ha estado marcada por el mismo punto común de la estupidez. 'Como' es una pregunta que no paro de hacerme, buscando incesantemente en los miles de libros almacenados en mi memoria, una respuesta lógica y satisfactoria. Pero debo enfrentarme a la verdad, ahora, así como me enfrento al rostro de él. Eso no tiene nada que ver con la lógica.
Me pregunto también si me casé por amor.
Que demonios, la respuesta es bastante obvia. Sí, me casé por amor, pero no sé si un gran amor vale realmente algo cuando se tiene diecisiete años.
Cuando Ron me pidió matrimonio, en nuestro baile de graduación... cielos, ¡lo amaba tanto! Aquella cara de niño que no sabía lo que hacía con las manos, la viva pasión en sus cabellos color del fuego...
Supe que amaba a Ron en cuarto curso, cuando Víctor y yo nos besamos, todo en lo que yo conseguía pensar era en cómo deseaba que Ron hubiera llegado primero. Yo lo amaba y lo odiaba con la misma intensidad.
De hecho, todo con él siempre fue intenso, peligroso y precariamente pensado.
Cuando nos besamos apasionadamente en medio de la batalla, cuando tuvimos relaciones sexuales en casa de él aquel verano, cuando le dije que sí... nunca hubo una pizca de inteligencia y sentido común en mi relación con Ron.
Y tal vez por eso, cuando estuvimos casados y viviendo juntos, las cosas comenzaron a cambiar. Mamá me dijo, el día de mi boda, que mi primer año de casada sería maravilloso, y que lo aprovechara bastante.
Nunca imaginé de cuanta razón tenía.
Nuestro primer año fue realmente maravilloso. Hacíamos el amor todos los días, trabajábamos hasta tarde para poder comer y aun así no le dábamos la mínima importancia al cansancio, escribiendo artículos y más artículos científicos para revistas de brujos; y Ron en el departamento con su padre. Aún así conseguíamos divertirnos cocinando juntos y viendo películas muggles en nuestro viejo televisor.
No percibí cuando comencé a desapasionarse por Ron así como no percibí cuando había comenzado a amarlo. Tal vez fue cuando él comenzó a llegar cada vez más tarde en casa a causa del trabajo, o cuando comenzó a insistir para que tuviéramos hijos... hijos que yo definitivamente no estaba preparada para tener. Tal vez fue cuando me di cuenta de que él ya no me tocaba con tanta frecuencia, o cuando ya no me ayudaba en la cocina. Tal vez me di cuenta de que me estaba desapasionando por Ron cuando una persona me dijo que la alumna más brillante que Hogwarts tuvo desde Dumbledore estaba desperdiciando su propia vida como una simple ama de casa.
¡Ais!... me acuerdo de ese día, más detalladamente de lo que me acuerdo del día de mi boda. Lo que es extraño, ya que el día en cuestión no tenía nada inusual solo una ola anormal de calor en el centro de Londres.
Ron estaba una vez más en el trabajo, no se había tomado unas vacaciones para poder juntar un poco de dinero. Me pareció simplemente un desperdicio quedarse en casa cuando, por primera vez en meses, el sol brillaba fuerte en las calles antiguas de la capital. Me vestí con ropa más fresca, un vestido blanco un poco por encima de las rodillas con un escote - en mi opinión - indecentemente grande, y fui pasear.
Mis pies me llevaron directo al Trafalgar Square, uno de los puntos de la ciudad más visitados por turistas con sus camisas floridas y sombreros 'cesta' enterrados en las cabezas. Y aquel día en específico, estaba bastante lleno. Yo pretendía esconderme una vez más dentro del Museo de Arte, pero la ola de personas que entraban en él era aún más aterradora. Entonces me senté en el borde de la fuente leyendo y me quedé observando a la gente, sintiendo un agradable calorcito del sol en mi rostro.
Había dos niños pequeños entrando dentro de la fuente en el oeste, bajo la mirada complaciente de la madre. Dos ancianos, aparentemente amigos desde la primera guerra mundial, sentados codo con codo en un banco alejado, alimentando palomos. Un grupo de turistas hablando un idioma bastante rápido, que sospecho debía ser español, aparentemente decidía que hacer allí. En un pequeño café del otro lado de la calle, una camarera se tropezaba con la propia bandeja, que se derrumbó teatralmente encima del cuello de un hombre vestido completamente de negro.
Me reí de él internamente, debía de estar loco por usar un suéter de cuello con aquel calor. Mi risa murió en la garganta cuando él se levantó enfadado de la mesa e intentó secarse el té de su ropa con una servilleta.
Puedo decir, con total certeza, que Severus Snape es absolutamente diferente a la luz del sol.
Tras un breve momento de vacilación, me levanté y atravesé la calle, en dirección a su mesa, donde la camarera rubia se disculpo por millonésima vez.
-Sabe profesor, usted es la última persona que yo pensaría encontrarme en una concurrida plaza, un día de verano. – Dije en voz baja, detrás de él, así que la camarera se giro alejándose.
Snape saltó nuevamente de la silla, esta vez expresando solamente sorpresa en la mirada, antes de regalarme una sarcástica sonrisa de lado y ofrecerme una silla.
-Podría decir exactamente lo mismo de la señorita... ah, me olvidaba, ahora es señora Weasley, ¿no?
- Sí, ahora es la señora Weasley - Por primera vez, no me sentí orgullosa en decir aquello.
Me senté frente a él y me permití un momento para observarlo. No había envejecido ni una mísera arruga desde el primer día en que yo lo vi, y a pesar de todas aquellas ropas negras cubriéndole la pálida piel, tenía una apariencia saludable. El pelo justo por encima de los hombros estaban agarrados en una cola de caballo , como la de Charlie, y, en mi opinión, no parecían nada grasoso como siempre decían Harry y Ron . Los ojos negros perspicaces descuadrillaban todo mi rostro con una indagación desinteresada en la mirada. No hablamos, hasta que la camarera volvió con una nueva taza de té de manzanilla.
- Pida alguna cosa señora Weasley, por mi cuenta.
Yo habría rechazado, pero tenía sed, sin dinero y... Bueno, yo quería prolongar la conversación.
-Un vaso de zumo de manzana, por favor. – Pedí a la rubia, que me miraba y a mí y a Severus con un toque de decepción. Me pregunté si ella creía que éramos pareja. -Sabe profesor Snape... no lo veo desde hace un año. Desde la última batalla, para ser más exacta.
- Creo que sería un tanto difícil, ya que yo no salgo de Hogwarts y usted parece bastante ocupada con sus artículos... y su marido.
No me gustó el tono con que él dijo 'marido'. Tampoco me sentía cómoda que él leyera mis artículos, la mayoría de ellos se trataba de nuevas pociones y fusiones mágicas, los dos temas que yo sabía que eran su especialidad, y, por supuesto, las otras artes oscuras eran desconocidas para mí.
No era por nada que Severus había conseguido ser espía para Dumbledore durante más de quince años, él era nada menos que un genio y yo nunca había intentado quitarle tal crédito. Él, sin embargo, se llevó el té a los labios y, cuando lo bajó, ya no me miraba, si no a algún punto perdido en la plaza.
-Hallé especialmente interesante aquel sobre los principios mágicos secundarios de la belladona y el modo como separarlos del efecto principal de la planta. En verdad, me ayudó bastante en mi último proyecto.
No voy a mentir, yo quedé extremadamente halagada. Primero, porque ni Ron ni cualquiera de mis amigos más próximos se interesaban mínimamente por mis focos de estudio. Segundo, porque aquella sin duda alguna era la primera vez que recibía un elogio del antiguo profesor.
-¿Estoy hablando con mi viejo Profesor de pociones, aquel que odiaba el sol y me llamaba sabelotodo, en cualquier mínima oportunidad? No lo puedo creer.
-Pero usted es una sabelotodo, señorita Granger - ignoré el hecho de él había olvidado mi nuevo estado civil. - ¿Que profesor tiene la oportunidad de enseñar a alguien, cuando una chica en la clase no para de recitar, letra por letra, libros que ni yo aún me atrevería dar a alumnos tres años más avanzados?
Yo reí, tímidamente. Él también sonrió. Entonces se dio cuenta del gesto y escondió el rostro nuevamente en la taza de té.
-Tampoco yo la reconozco. En la época de la escuela, parecía que moriría antes de usar un escote de esos.
Me sonrojé tan profundamente, que casi me levanto de la mesa para irme. No lo hice, sin embargo. Sólo me reproché por ruborizarme con tanta facilidad y por haber escogido aquel maldito vestido. Esperé para poder hablar, haciéndolo varios minutos después.
- Pociones podría haber sido mi materia preferida, si usted no hiciese tantos comentarios para ser detestable. - Comenté, neutra, bebiendo el primero trago de mi zumo.
-Si yo no fuera despreciable, no estaría tan interesada por la materia.
Era verdad. Snape, cuando era mi profesor, me desafiaba clase tras clase. Y yo nunca dejé de aceptar un desafío.
- Touche - murmuré, desconcertada.
- Granger, yo he estado siguiendo sus artículos y materias de la magia y ciencia nacional, en la revista Fusion Magazine e incluso en aquel periodicucho, gaceta Ciencia Bruja. Y no sólo yo... Minerva ya los ha comentado conmigo más de una vez.
Sus ojos estaban clavados en mi rostro más intensamente aún. Su voz grave me envolvía en aquellos elogios reticentes. Me estremecí ligeramente.
- Algunos son tonterías, tengo que decirle...
- Le garantizo que mi artículo sobre la influencia de la amistad en el momento de la preparación de ciertas pociones tiene fundamento Snape, sólo que no tengo cómo hacer las pruebas necesarias para demostrarlo. - Dije antes de que él pudiera añadir sobre que teoría hablaba específicamente.
-... pero eso no impide que la mayoría se aproxime a su perfección. - Continuó él con un tono de voz bastante conocido – Aunque su manía de interrumpirme aún sea bastante irritante, señora Weasley, yo puedo hacer algo sobre su falta de condiciones científicas.
Me incliné en dirección a él, atenta.
- Minerva está cansada. Dice que la dirección ya es más de lo que una vieja señora debería soportar, no quiere dar más clases. Si quisiera el cargo de Transfiguración...
-No lo quiero. - Respondí, interrumpiendo nuevamente. - Se lo agradezco, Snape, pero yo no tengo la intención de pasar la mayor parte del año lejos de mi marido. Lo prometí al casarnos.
Snape se encogió de hombros, terminando de un trago su taza de té. Luego buscó busco en su bolsillo dinero muggle.
- Su vida es su vida... pero en realidad es un gran desperdicio para el mundo mágico que la alumna más brillante de Hogwarts desde Dumbledore decida vivirla como una mera y común ama de casa.
Dejo el dinero sobre la mesa y se marchó.
Tres meses más tarde, descubrí que estaba embarazada. Ron casi soltó fuegos de alegría. Los habría soltado si Harry y yo no lo hubiéramos avisado de que fuegos de artificiales en forma de dragones nunca se borraban y llamarían la atención de los vecinos muggles. Hicimos una fiesta en la Madriguera, pensé que estaba plenamente feliz, que las palabras de Snape finalmente dejaron de resonar en mi cabeza.
Ginny ya había tenido el primer hijo de Harry, un niño de quien Ron y yo éramos los padrinos. Ella parecía radiante con el pequeño James en los brazos, y comenzó a darme consejos sobre el embarazo, junto con Molly. Yo estaba bastante perdida, pero claro, ahora que Ron tendría lo que quería, nuestra vida sólo podría ser perfecta.
Un día, cuando el invierno ya azotaba indiferente en mis ventanas, Harry apareció en casa mientras yo alternaba mi tiempo entre leer un libro antiguo sobre propiedades de saliva de Dragón y cocinar un plato de carne asada para la cena.
- Oye, ¿Cómo consigues leer esto y hacer la comida? - Preguntó él, debidamente instalado en la mesa de la cocina mientras yo miraba el asado.
- Yo no presto atención en las ilustraciones – respondí, riendo, sentándome con él.
- Sabes Hermione, creo que ya consigo ver tu barriguita. - Dijo, alejando el libro y sonriendo para mí tiernamente. – ¿Tres meses, no?
- Tres y medio... y sí, ya se puede ver - Le devolví la sonrisa. - Y a Ginny, ¿cuándo podremos verla de nuevo?
- ¿Como tu...? Ah, yo desisto de saber cómo adivinas las cosas – Harry sonrió ampliamente - En dos meses, probablemente.
Reímos juntos y comenzamos a hablar. Luego Ron llegó y se unió a nosotros dos. Serví la cena, y a la hora del café a dejé a los dos en el salón, con sus benditos equipos de Quidditch y de lo que más conversaban. Estaba colocando los platos sucios en el fregadero cuando sentí la primera punzada de dolor. Dejé caer un plato, que se estrello a mis pies. Apoyé las manos en el fregadero, respirando con dificultad , tratando de entender que era aquello.
Ron y Harry aparecieron a la puerta de la cocina.
- ¿Todo bien, Mione? – Ron preguntó.
-Sí, sólo dejé caer... aargg!
Una nueva punzada en el bajo vientre hizo doblarme, apretando los ojos. Esta vez el dolor no pasó, sólo comenzó a esparcirse por mi cuerpo. Sentí algo viscoso escurriendo por mis piernas, manchando los pantalones lilas, y cuando miré hacia abajo me di cuenta de que era sangre. Un miedo que nunca imaginé que sentiría se apodero de mí mientras miraba a los dos hombres, casi tan pálidos como yo.
Harry se acercó y me agarró de la cintura antes de que me cayera de rodillas sobre los fragmentos. Ron parecía paralizado.
- Vamos a ir a San Mungo - dijo Harry con voz firme, y apareciéndonos.
Aparecerse me causó más dolor del que yo podía soportar. Grité agonizante, mientras me contorsionaba en los brazos de Harry. Noté vagamente magos de verde que me acostaban en una camilla, mientras Harry cogía mi mano y murmuraba que todo saldría bien. Una varita se apoyo en mi frente, y me desmaye.
Cuando desperté, me sentía tan débil que era difícil hasta abrir los ojos. Había personas a mi redor, borrosas, y sus voces hacían que me doliera la cabeza. Gemí, y se quedaron en silencio. Parpadee varias veces antes de darme cuenta que las personas eran mis padres, Harry, y la familia Weasley .
- Descansa un poco más, cariño... – la voz de mi madre era tranquila y condescendiente. En ese mismo instante abrí más los ojos y me alarme.
-¿Que me ha pasado? – Pregunté a Ron, que estaba a mis pies, con una expresión de desgracia en el rostro. Él continuó en silencio, entonces Harry se aclaró la garganta y habló en voz baja.
- Mione... tu, Estas bien... aquella saliva de Dragón puede ser alérgica en algunos casos y... el bebé parecía alérgico, entonces... bueno, tu abortaste.
Las lágrimas comenzaron a correr por mi cara, mientras yo buscaba la mirada de Ron. Él parecía decidido a no mirarme. Sentí a mi madre y a mi padre abrazándome, Ginny y Harry también. No me sentía nada bien. Solo sentía dolor, todos los tipos de dolor que había los sentía en aquel momento. Además de un asustadizo y frío alivio. De repente sentí vergüenza de mí misma, odio. Le pedí a todos que se fueran, y Ron fue el primero en salir.
Llore por meses.
Mi matrimonio estaba acabado. Yo lo sabía que lo estaba. Ron apenas hablaba conmigo desde que perdí el niño, y cualquier cosa era una excusa para que él volviera a casa sólo después de que yo me fuera a dormir. Él me culpaba. Él quería aquel niño, y me culpaba por trabajar con cosas que no me daban respeto como la saliva de Dragón. Yo también me culpaba, pero no era por el mismo motivo. Desde el principio yo había conformado y quedado feliz con la idea de ser madre sólo porque quería ver a Ron feliz. Yo sabía que no quería ser madre. Y aunque miserable, me había quedado aliviada de no traer aquel niño al mundo. Alivio que yo definitivamente no podía sentir.
El ambiente en casa cada vez era más desagradable, y comencé a concentrarme aún más en mis investigaciones. Ronald pareció odiarlo aún más. Noté que no nos mirábamos a los ojos. Harry venía casi todos los días ver cómo estaba, él era mi único consuelo en aquella casa. Un día me propuso conseguir un empleo fuera, para relajarme.
- Te pasas demasiado tiempo aquí Mione. Necesita aire libre, estimular tu cabeza, personas... esa cosas...
Miré a Harry, preguntándome si él estaba describiendo Hogwarts o si sólo había hablado por hablar. Aparentemente él apenas quería conseguirme un empleo a media jornada en el ministerio. Harry siempre fue un buen amigo, pero él no podía saber que aquello me dejaría aún peor, trabajar al lado de Ron. Esperé a que él se fuera, entonces subí a mi habitación, cogí la pluma y pergamino y escribí.
Querido Snape,
Sé que probablemente mi carta le causará sorpresa. Pido disculpas por no haber mantenido contacto. Me acordé hace algunos días de nuestra última conversación (¿casi un año? El tiempo pasa rápido...), y me pregunté si aquella oferta aún seguía en pie. Tiene razón, yo no me siento muy confortable en la posición de ama de casa, y dar clase parece un trabajo bastante interesante. Y bueno , las clases están a punto de comenzar...
He hecho enormes progresos en pociones basado en el pelo de unicornio, sin embargo, como ese material es caro y yo me financio, las investigaciones tienen tendencia a resistirse. También me gustaría tener su opinión acerca sobre algunos aspectos.
Ah sí, y gracias por el zumo.
Hermione J. G. Weasley
Enrollé el pergamino y lo ato en la pequeña lechuza parda, acariciándole el pico.
-Llévalo directo al profesor Snape, Atenea... y sé gentil con él, aunque él sea gruñón.
Imaginé que la respuesta sólo llegaría en uno o dos días, pero en la mañana siguiente, cuando desperté, Atenea estaba pacientemente esperándome en la ventana con un pergamino en el pico. La dejé entrar y desenrollé el pergamino cuidadosamente, con miedo que ya hubiera alguien en el trabajo que yo quería.
Querida Señora Weasley,
De hecho, me quedé bastante sorprendido con su carta, no acostumbraba a ser del tipo que cambiaba de opinión. Sin embargo me alegro en saber que estaba en lo cierto acerca de usted. Intercambié algunas palabras con Minerva y ella pidió que viniera a hacerle una visita aquí en Hogwarts tan pronto como sea posible, para discutir el asunto.
En cuanto al pelo de unicornio, espero que se acuerde de no mezclarlo con nada que contenga esencia de Mitigo Brillante, si no quisiera tener una piel con diferentes colores hasta el próximo verano. Si de hecho la voy a tener que tolerar como compañera, espero que su insistencia en interrumpirme constantemente acabe.
Sin problemas con lo del zumo,
Severus Snape.
Reí leyendo la carta, ignorando el tono falsamente molesto, al darme cuenta que yo tenía una oportunidad bastante grande de conseguir el trabajo. Decidí responder a la carta cuando Atenea estuviera más descansada, y descendí para tomar café. Ron ya estaba allí, mirando el Diario el Profeta con una taza de café en la mano.
- Buenos días.
-Buenos días, Hermione -contestó sin apartar los ojos del periódico.
Me senté frente a él con una taza de té caliente en la mano. Me aclaré la garganta.
- Ron ... Yo estaba pensando ... Me gustaría trabajar.
Él bajó el periódico y me miró por un momento, después sonrió vagamente.
- Puedo hablar con papá para ver si hay alguna cosa en el Ministerio para ti.
- No... quiero decir, no es en eso que yo estoy pensando.
Me di cuenta que tenía toda su atención cuando finalmente dejó de leer el periódico.
- ¿Y en qué estas pensando?
- Bueno... Hogwarts.
Ron dobló cuidadosamente el periódico, y me miró, realmente para mí, por primera vez desde el hospital.
-Pensé que habíamos decidido que no ibas a hacer nada de eso.
- Bueno Ron, yo decidí que me cansé de quedarme en casa siendo sólo tu mujer. Sé que puedo hacer algo más por la sociedad mágica.
- Ah sí, finalmente se cansó de fingir ser ama de casa y notó que es muy inteligente para esta vida. – Su tono de voz era frío.
-... creo que un poco de distancia va ser bueno para nosotros – respondí igual de fría
- Hermione... – él se inclinó sobre la mesa y puso la mano sobre la mía, entonces cambió de idea –... debes estar en lo cierto. Siempre tienes la razón desde que te conocí. Voy al trabajo.
Y salió, dándome antes un frío beso en la frente. Cogí un pergamino y escribí mi respuesta en sólo una línea.
Gracias por el consejo. Dígale a la profesora McGonagal que estaré hoy ahí.
Hermione J. Granger
Estoy segura de que Snape se dio cuenta de que me había olvidado. Me olvide de poner mi nombre de casada.
