Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a Jotaká, y únicamente los uso por diversión.


¡Queremos luchar!


—El estado de alerta en el Mundo Mágico es oficial —anunció Dumbledore con una seriedad casi insólita en él, y un dejo de amargura en la voz.

Era una mañana fría y ventosa, lo que no favorecía mucho el buen humor de los alumnos en el desayuno. La mayoría de los chicos lloraban a mares abrazados a sus amigos; la noche anterior había habido un ataque por mortífagos en la boda de la madre de un Ravenclaw apellidado Corner. Había sido una de las matanzas mágicas más grandes de la última década. Padres y hermanos, tíos y primos, abuelos y amigos habían fallecido la noche pasada. La tristeza los invadía a todos.

—Hemos entrado en guerra, y su colaboración en el asunto es esencial —continuó Flitwick, llamando la atención de todos con un golpe de su varita en la copa. Para su desgracia, la rompió y ante la cuasi risa general, la arregló con un rápido movimiento.

—¿Cuándo y dónde hay que luchar? —preguntó un chico levantándose de su asiento en la mesa de los leones. Sus compañeros comenzaron a hacer la misma pregunta a gritos.

—¡Silencio! —pidió McGonagall, tratando de evitar el método del profesor de Encantamientos—. He de decirle que entendió mal, señor Longbottom. No pedimos colaboración en la lucha, sino prudencia respecto a ella dentro del castillo.

—Lo que sería prudente es que nos dejaran luchar —rebatió un joven de anteojos a un asiento de distancia del otro joven. Tres de las cinco mesas del comedor estallaron en vítores. Slytherin y los profesores hacían silencio.

—¡Potter! —se quejó Minerva—. No vamos a pedirles que arriesguen sus vidas por...

—¡Pero sí van a arriesgar las vidas de personas que no tienen el más mínimo interés en luchar!

—¡Longbottom! —se escandalizó Slughorn.

—Frank, James... —casi que suplicó Alice, sentada en medio de ambos. Los chicos simplemente la ignoraron, y siguieron discutiendo con los profesores. No cabía duda alguna de que eran Gryffindor.

—¡Tenemos todo el derecho de que nos digan dónde hay que luchar, que nos llamen para hacerlo! —siguió quejándose James.

—¡Somos mayores de edad! —añadió Frank.

—Son aún alumnos de este colegio, y por lo tanto...

—Por lo tanto, Minerva —la interrumpió Dumbledore—, tienen tanto derecho como nosotros de enfrentarse a nuestros enemigos para defender al Mundo Mágico de la oscuridad que comienza a cernirse sobre todos —nuevamente las tres mesas de siempre estallaron en aplausos y vítores, de gritos nerviosos y exclamaciones entre llantos.

Iban a luchar, ¡claro que iban a hacerlo! Sino, ¿en qué clase de mundo iban a seguir creciendo? ¿en qué clase de mundo iban a crecer sus hijos? ¿en qué clase de mundo iban a vivir los hijos de muggles, los traidores a la sangre?

Iban a luchar e iban a ganar, no importaba si caían en el camino y tenían que delegarle el trabajo a los demás. Habían nacido para ello, y para ello iban a morir de ser necesario.

No por nada James Potter y Frank Longbottom eran Gryffindors, ¿no?