Desquicio.


—La amo, la amo tanto…

Sus ojos azules han adquirido un brillo extraño, desde el momento que hizo aquella declaración.

Está Demente.

Enfermo.

Completamente desquiciado.

—Entonces, ¿en nombre del amor cometiste aquel error?

Cuestiona, el psicólogo, de ese lúgubre manicomio pero el nuevo integrante de ese lugar suelta una carcajada profundamente oscura.

— ¿Error?—sonríe desquiciadamente y prosigue—no, aquello no fue un error.

— ¿Qué fue entonces, Brief?

Su mirada se oscurece cada vez más. Está pensando en ese momento que marcó su vida, y por más que sabe que aquello que hizo fue realmente enfermo, no siente culpa, todo lo contrario porque su mente ya no razona, se rehúsa a pensar, se rehúsa a pensar como lo haría aquel viejo Trunks que antes fue. No quiere volver a ser el de antes, no quiere, porque sabe que la perderá si vuelve a ser el que fue.

—Lo correcto, eso fue.

Contesta sin más al doctor, quien se paraliza al oírlo. Nunca en sus años de trabajo había tratado a alguien como el sujeto que ahora tiene en frente. Su desquicio llega a intimidarlo hasta a él.

Sin dejar de lado su asombro, se acomoda las gafas, y continúa con la sesión.

— ¿Qué le incitó a cometer aquel acto, Brief?

Trunks, vuelve a dirigir su mirada hacía él y le sonríe con maldad.

—Ella.

— ¿Ella? —cuestiona sorprendido, el hombre con canas.

—Sí. Ella sabía que yo vivía por ella, que yo respiraba por ella, que vivía para ella y aquello pareció no importarle. La diferencia de edad, que existía entre los dos, comenzó a molestarle y me obligó a demostrarle que de mí no se podría alejar jamás.

—No comprendo…

—Si no la alejaba de todos esos malditos hombres que la rodeaban iba a terminar por dejarme por ello la tuve que secuestrar, por ello la mantuve cautiva todo este tiempo mientras le hacía creer a su familia que ella había muerto. Todo el tiempo que la tuve a mi lado fue maravilloso, ¿sabe? La tenía cada segundo del día conmigo, la poseía cada vez que lo deseara, donde fuera, sobre la escalera, sobre la alfombra, sobre la mesa. En donde quería hacerle el amor se lo hacía.

Sonríe orgulloso ante su escalofriante afirmación, sonríe porque ve la cara de miedo del inepto que tiene en frente.

— ¿Cuándo decidió matarla?

Según el informe que había leído, sobre el sujeto que ahora estaba tratando, él estaba acusado de asesinar a su pareja.

Trunks, se sienta sobre el diván, ya que antes estaba acostado sobre el mismo, y mira nuevamente al profesional de bata blanca.

—No la maté—se detiene unos segundos y prosigue—eso le hice creer a todos para que ya no la buscaran más. En realidad ella está en nuestra casa esperándome. Se debe de estar preocupando por lo que no he ido a ver en estos días.

Se pone de pie, y el doctor por poco y se desmaya del miedo. No puede quedarse ahí, debe irse y avisarle a la autoridad sobre la verdad que ahora sabe, pero antes de que alcance a ponerse de pie, el saiyajin, ya se encontraba detrás de su asiento, apretando con fuerza su frágil cuello.

—Ya pasé demasiado tiempo en esta mierda. Espero que me disculpe pero sabe demasiado y tendré que matarlo—sin decir más, y usando una fuerza abismal, le torció el cuello al doctor, en segundos, dejándolo así sin vida, una vez que dejó de sentir el ki de ese hombre comenzó a quitarle la ropa y a colocársela. Quería salir de ese lugar pero sin hacer un gran escándalo, una vez que se coloca la bata, sonríe y sale del cuarto para dirigirse a la salida de ese asqueroso manicomio.

—Hasta pronto, Dr. Carbajal.

Dice el guardia, que controlaba la entrada del manicomio, Trunks no dijo palabra y apretó el acelerador del automóvil, estando más que desesperado por perderse en los labios de su amada.


El corazón es como manicomio, siempre había espacio para una locura más.


The End.