Harry Potter No es mío.
Cualquier referencia a la saga de libros de Pern de Anne McCaffrey es solo un homenaje.
Tiempos de Guerra
Prólogo.
Contexto histórico, Londres Muggle:
1995 ― Un grupo terrorista llamado "The Death Eaters", encabezado por Lord Voldemort, da un golpe de estado.
1996 ― La milicia intenta imponerse frente a los terroristas. Piden ayuda a sus vecinos Irlanda y Escocia. A finales del año el Primer Ministro es asesinado, toma su lugar Lucius Malfoy.
1997 ― El Reino Unido absorbe Irlanda, Islandia, Noruega, Suecia, Finlandia, Dinamarca, Ámsterdam y Bruselas. El Nuevo Reino Unido declara guerra fría a Alemania, Francia y España. Estados Unidos declara guerra al Nuevo Reino Unido. La crisis económica es demoledora.
1998 ― El gobierno del Nuevo Reino Unido, secundado por las Fuerzas Especiales, declaran el inicio de la Campaña de Limpieza Muggle. En respuesta se alza La Orden del Fénix, grupo de resistencia y rebelión encabezado por Kingsley Shackebolt. Se crea un nuevo grupo guerrillero llamado Los Caballeros de Londres dirigido por Matt Freeman, que hace negociaciones con la Orden del Fénix.
1999 ― Gracias a Francia y España una enorme cantidad de personas puede escapar del Nuevo Reino Unido a través de barcos. La Orden del Fénix logra tomar el control de Londres y asesina a Lucius Malfoy. El estado se declara sin gobierno. Estados Unidos detiene su participación en la guerra gracias a una negociación con los Caballeros de Londres.
2000 ― Se devela el mayor secreto del mundo a través de los años: la existencia de la magia. Las razones de la guerra ahora son claras. Se celebra un acuerdo entre seres mágicos y muggles que están en contra de los Death Eaters, creando un grupo unido: Revolucionarios del viejo Reino, más conocido como RR.
2001 ― Cada ciudad y pueblo reza por los integrantes del RR, pero sobre todo por Hermione Jane, representante de los mágicos y los muggles. Ella es un símbolo de libertad y lucha, siempre en la primera línea de fuego. Lord Voldemort pone una recompensa incalculable por su cabeza.
08 de Junio de 2001, 07:22PM ― Las radios de Europa son intervenidas. Una voz distorsionada pero claramente femenina irrumpe con lentitud y seguridad, haciendo vibrar a cada radioescucha:
Tom Marvolo Riddle, ya sé tu secreto. Confía en mí, te destruiré seis veces. No subestimes a un igual Tommy, mi sangre es como a la tuya: sucia, y mis habilidades mágicas son intachables. ¿Quieres seguirte escondiendo tras una profecía? No importa, aunque Harry ya no esté, yo te acabaré… lo juro.
A pesar de que nadie podía asegurar qué significaba por completo el mensaje, cada seguidor del RR estuvo seguro de algo: la voz de su ícono Hermione Jane le acababa de dar esperanzas al mundo.
Inicio. Capítulo 1
Inglaterra, Newcastle.
En cuanto la trasmisión del RR acabó, James apagó la radio. Se giró y trató de sonreírle a la mujer que estaba acostada en una cama de madera tallada. Anne le sonrió, estirando los labios arrugados.
―¿Escuchaste?
La vieja asintió trabajosamente –Es una lástima que no viviré para ver el final de esta maldita guerra.
James cruzó sus brazos, marcando los músculos que cortaban la leña diariamente –No digas tonterías, mamá.
―¿Tienes alguna sospecha sobre dónde viene la transmisión?
―La última vez que tuve noticias verdaderas sobre el RR fue que estaban cerca de York. Ahora quién sabe dónde pueden estar. Esa voz de mujer, ¿crees que sea de Hermione Jane?
Anne asintió ―Por supuesto, nadie más podría dar ese mensaje. Su voz era bonita, ¿no te parece?
James apretó la boca, igual que siempre que su madre intentaba sacarle algún comentario sobre una mujer. Imposible.
Una pequeña niña pelirroja se asomó por la puerta ―¿Tata? ¿Por qué ya no hay música?
―Apagué la radio― Explicó James tomando la mano de la niña –Dejemos a tu abuela dormir. Vamos a cenar ¿bien?
Antes de cerrar la puerta, miró a su madre acomodarse en las cobijas de lana, revisó que la chimenea tuviera suficiente leña y que la silla de ruedas quedara lejos del fuego. Se dirigió a la cocina donde provenía un delicioso olor a pato horneado. Al entrar, el escándalo que hacían los niños se detuvo. James los miró divertido, no pudiendo creer que hubiera tantos huérfanos en su cocina con las mejillas batidas de chocolate. Dorothy, al ser la mayor, llevaba las tareas de la casa como cocinar, limpiar y cuidar de sus hermanos adoptivos; tenía un fuerte enamoramiento hacia James. La siguiente en edad era Ruth, luego los gemelos Jack y Joe, en seguida Marcus, Jacob, Marietta, Jessy, Tom, Dawson y Giselle. Vivían en una enorme cabaña que le pertenecía a Anne Frey, que hasta hacía unos años era muy rica y respetada, pero que con la guerra vino a pique.
James fue el primero en ser adoptado en 1995, cuando aún no había guerra, así que pudo disfrutar un par de años de tranquilidad. Anne lo encontró malherido en la carretera, lo llevó al hospital donde le informaron que el joven había perdido su memoria; decidió adoptarlo, y lo trató como si fuera un hijo desde el primer momento. Con el tiempo le enseñó todo lo necesario sobre la enorme hacienda y le educó con valores para volverlo un buen hombre. Además lo instruyó en ciertas artes como la magia rúnica y el uso de la espada. Ahora James debía hacerse cargo de la casona y el enorme terreno que le pertenecían. Debido a esto, en contra de sus deseos, tuvo que quedarse en el pueblo y no ir a apoyar al RR. De él dependían todos esos niños y su madre adoptiva recientemente paralítica. Se sentía muy joven para tantas responsabilidades, pero le debía su vida a Anne y por ella haría lo que fuera.
Odín, un siberian husky, se levantó de donde estaba echado y ladró hacia la puerta. James le acarició las orejas, abrió la puerta de la cocina que daba hacia los jardines y a la carretera principal del pueblo. Entre las sombras de la noche logró distinguir a alguien correr hacia él. Se trataba de Dean Tisdale, hijo de Ramón Tisdale, el guardia del pueblo.
―¡Señor Frey, señor Frey!― Gritó hasta casi chocar contra él. James le dijo que tomara aliento y soltara lo que tuviera que decir. Dean aprovechó para echarle una mirada enamorada a Dorothy que lo ignoró –Dice mi padre que las Fuerzas Especiales están en el pueblo. Dice que están gritando y amenazando que vienen por lo de la Campaña de Limpieza Muggle, y que también vienen a quitar tierras y casas.
James sintió su corazón encogerse. El pueblo donde vivían estaba en una montaña, con un acceso muy complicado. Le parecía asombroso que la guerra les llegara tan directamente.
―¿En qué parte del pueblo están?
―En el centro, junto al quiosco.
―Bien― Se giró hacia todos los niños que lo miraban aterrados –Dorothy agarra a tus hermanos y escóndanse en el sótano. Dean irá con ustedes.
El chico negó ofendido ―¡Tengo quince años, puedo ayudarle señor Frey!
James colocó su mano en el hombro del joven muchacho –Me ayudarás protegiendo a Dorothy y a los chicos, ¿puedo confiar en ti?
Dean endureció el gesto –Por supuesto, señor Frey. Protegeré a los chicos.
Una vez que se hubo asegurado de que la casa estaba bien cerrada, James se dirigió hacia el quiosco del pueblo con su arma en el cinturón. Odín lo seguía de cerca. No tardó mucho en ver a los militares, y sintió su estómago doblarse de ira al notar una vara de madera con la punta encendida. Sabía que no todos los magos eran malos, afortunadamente, pero sentía tirria contra aquellas varitas que parecían tan inofensivas cuando en realidad eran armas de devastación. Su madre le había contado historias temibles sobre maldiciones.
La gente del pueblo estaba amontonada contra el quiosco, mirando aterrados al que parecía el líder de las Fuerzas Especiales: un Death Eater ―¿Quién es el alcalde del pueblo?
George Blair dio un tembloroso paso al frente. El Death Eater sonrió malignamente mientras lo apuntaba con su varita.
―Alto― Ordenó James con la voz más autoritaria que tenía. No tuvo necesidad de gritar, fue suficiente para que todos lo voltearan a ver –Somos un pueblo pequeño, no hacemos daño a nadie. Si necesitan descanso, comida y refugio mientras cruzan la montaña, entonces se los daremos, pero no hagan nada en contra de la gente.
El grupo de pueblerinos se podía describir como un tumulto de ancianos, ya que todos los jóvenes habían ido hacia la capital en busca de la RR para ayudar a la guerra. Como James era el último hombre joven del pueblo, la gente recaía en él como apoyo. Lo miraron expectantes, como si su presencia fuera suficiente para conseguir que el Death Eater y las Fuerzas Especiales se marcharan.
El mago oscuro soltó una enorme carcajada ―¿No hacen daño a nadie? ¡Su sola existencia es dañina, malditos muggles! No me darán nada, yo tomaré lo que quiera. Despídanse de su patético pueblo, alimañas asquerosas, hoy será su última noche, ¡Avada Kedavra!― El rayo verde impactó contra el pecho del alcalde.
La gente gimió desconsolada recibiendo el cuerpo sin vida de su querido gobernador. El Death Eater volvió a reír y lanzó otra maldición a la persona más cerca de él.
―¡Basta!― Gritó James. Sacó su arma y disparó.
El mago cayó con un hueco entre los ojos.
Las Fuerzas Especiales se movieron tan rápido que apenas registró cuando lo golpearon y perdió el conocimiento. Negro. Oscuro. Aturdido abrió los ojos, el cielo estaba entre gris y rosa, indicando el alba. Pronto sintió un olor espantoso que lo terminó de despertar por completo.
―Por fin despabilas, hombre― Dijo un militar con la mirada perdida –No te hemos matado porque resulta que tu casa, el territorio más grande del pueblo, está protegida por runas. Sin nuestro líder no podemos entrar a menos que tú nos des permiso― James se dio cuenta al fin de que estaba amarrado, arrodillado frente a la casona Frey –Te mataremos rápido si firmas estos papeles. Anda, te conviene.
―¿Firmar para qué?― Preguntó con la voz más ronca de lo normal debido al fétido olor que había en el aire.
El militar chasqueó la lengua –Para cederle los derechos de tu propiedad a la familia Parkinson.
―¿Parkinson?
―Haces muchas preguntas. Firma.
James negó –Olvídenlo. No lo haré.
―Te mataremos.
―Bien.
El militar sonrió –Eres un hombre con carácter― Le dio una patada en el estómago. James se dobló del dolor ―¿Adivina quién salió de tu casa a saludar?
El miedo lo invadió. Intentó no parecer nervioso y siguió jalando aire.
―Oh mi James.
Era su madre, Anne. La traían colgando de los brazos, arrastrando sus piernas muertas sobre la nieve. James echó una mirada alrededor buscando a los niños, afortunadamente no los encontró, sólo estaba la silla de ruedas rota, tirada en el porche.
―Torturaremos a tu madre hasta que decidas firmar.
Cada día que pasaba, James imploraba porque esta situación jamás llegase. Su madre lo había hecho duro, ventajoso, le enseñó lo que era la estrategia para salir bien librado en cualquier momento. A pesar del dolor tendría que aguantar ver a su madre ser aniquilada, así es como ella lo había educado.
―Bien.
Lo hicieron presenciar cada segundo de la tortura que duró horas. Los gritos de su madre jamás podría sacárselos de su memoria. Las lágrimas y los gemidos se mezclaban en la nieve, violando la blancura. Anne soportó más de lo que nadie creyó; sus ojos mieles miraban la casona donde creció, amó y envejeció, el hogar donde jamás pudo tener hijos y que luego se llenó de huérfanos adorables que la atestaron de cariño y felicidad. James lloró con ella, guardando en su silencio todo el agradecimiento y orgullo que sentía por aquella madre que lo rescató de la calle. Inevitablemente respiró aliviado cuando ella por fin murió, cuando se detuvo el sufrimiento que un ser tan bello no debió experimentar.
De inmediato procedieron a torturarlo.
Mientras sentía su piel ser quemada y los dedos de sus manos ser quebrados, James se consolaba al pensar que por lo menos no sería un maldito mago el que lo matara con una ridícula rama. Serían hombres comunes, muggles como les llamaban, igual de malditos y desgraciados, pero no superiores. Perdió el conocimiento repetidas veces, tragó brebajes extraños para medianamente reponerse y no morir desangrado, y siguió soportando la tortura. No sabía de dónde sacaba la fuerza de voluntad, la hombría para soportar sin declinar y firmar. Tal vez era que aún había niños resguardados en esa casa. Tal vez que se había vuelto loco del dolor.
Al siguiente día, cerca del atardecer, comenzó a suplicar que lo mataran. No cumplieron su deseo.
―Este contrato es mágico, si falsificamos tu firma la familia Parkinson nos matará. Firma y te mataremos.
Quiso decir "no" pero su boca estaba tan rota que fue imposible.
Entonces escuchó un grito de alerta, luego uno de dolor y una explosión.
―¡Son del RR!
―¡No puede ser! ¡Es… ¡agh!
Balazos. Un zumbido. Explosión. Gritos.
James entreabrió el ojo que aún respondía y pensó que había muerto e ido al cielo, ya que frente a él se encontraba una mujer hermosa de ojos mieles brillantes. Contuvo la respiración al ver la pañoleta roja amarrada en el cuello femenino. Era del RR.
―Sigues vivo― Ella le susurró sorprendida. Su voz hizo eco en la memoria de James, como si la hubiera escuchad antes.
―Hay… hay…
―Sé que duele, pero trata de no excederte, pronto nuestra doctora te ayudará.
James gruñó y trató de negar, no se estaba quejando –Casa… casa…
Los ojos mieles brillaron sagaces ―¿Aún hay gente en la casa?
―Niños― Logró decir.
Ella sonrió, actuando como un bálsamo para James –Por eso no firmaste. Fuiste muy valiente. De acuerdo, me encargaré de los niños.
Fue lo último que escuchó antes de desmayarse de nuevo.
―Me pareces muy familiar― Escuchó cuando recobró la conciencia. Estaba en su casa, en su cama. Junto a él una mujer castaña de ojos grises ―¿Eres mago?
―No― Gruñó agresivamente. La garganta le dolió de inmediato.
―Calma hombre, fue solo una pregunta. Ya estas casi recuperado, descansa un poco más y podrás levantarte.
―¿Dónde está ella?
―¿Ella quién?― James se sintió estúpido por haber preguntado eso en voz alta. La enfermera le miró divertida ―¿Castaña, ojos mieles? ¡Te ha gustado!
Gruñó de nuevo.
―Se ha ido, te dejó a mi cuidado.
Se sintió extrañamente desilusionado ―¿Los niños?
―Todos están bien.
La puerta se abrió y un enorme hombre moreno con bigote entró, vestía la clásica túnica azul rey con la pañoleta roja al cuello que traía cualquier guerrero del RR.
―¿Señor James Frey?― Preguntó con la voz tosca y firme.
―Sí.
―Soy el Teniente Coronel de Brigada Horace Morrison, quedé a cargo de esta zona después de que el Capitán General diera su aprobación. Escuché que mataste a un Death Eater, felicidades. Estoy reclutando gente para la RR y quedé muy impresionado por tu resistencia a la tortura de esos malnacidos, así que ¿quieres unirte?
James torció los labios en una sonrisa vacía –No puedo irme del pueblo, Teniente Coronel, la gente depende de mí para mantenerlo.
La enfermera soltó un gemido angustiado. Horace le hizo una seña para que saliera del cuarto. En cuanto estuvieron a solas el Teniente Coronel colocó una mano en el hombro de James –El pueblo fue arrasado. Las casas fueron quemadas con la gente dentro. Lo siento.
Recordó el olor tan desagradable que lo había rodeado durante la tortura. Era el olor de humanos calcinados.
Pasaron unos minutos hasta que James estuvo seguro de poder hablar sin que se le rompiera la voz ―¿Qué pasará con los niños?
―Tenemos una casa hogar en Liverpool que los recibirá con gusto. Ahí serán alimentados y educados hasta que cumplan la mayoría de edad y decidan qué hacer con sus vidas.
James asintió – ¿Estaría bajo sus órdenes, Teniente Coronel?
―Afirmativo.
―¿Es usted un mago?
―No. Soy un orgulloso muggle.
―Seré su orgulloso subordinado, Teniente Coronel.
―Excelente.
Al siguiente día James se vistió de azul y se amarró la pañoleta roja al cuello. Recibió un rifle de largo alcance y una semiautomática. Se despidió de los chiquillos que consideraba como hermanos. Dorothy no le habló ni le miró, incapaz de perdonarle su abandono. James aceptó su mala actitud, sabiendo que algún día entendería la razón de su marcha. Intercambió un par de palabras con el joven Dean y le regaló a Odín. Así partió junto con la Brigada 541-FD.
―Mi nombre es Phill Bennet, soy cabo en la Brigada.
James estrechó la mano del sonriente rubio –James Fray, supongo que también soy cabo, ¿Sabes qué es lo que hacían las Fuerzas Especiales aquí?
―Sí, intentaban cruzar la montaña para despistarnos. Por supuesto fallaron.
―¿Por qué los seguían?
Phill se encogió de hombros –Esa información no la tengo, pero debía ser algo grande porque Hermione Jane y su armada llegaron de la nada y nos ayudaron a patearles el trasero.
―¿Hermione Jane?
―Lo juro.
―¿Cómo es ella?
―No lo sé― Se encogió de hombros –Nadie la ve, dicen que siempre viene bajo una capa que la hace invisible, algo normal considerando que es la bruja más buscada del mundo.
―¿Entonces cómo sabes que era su armada?
―Porque el Teniente Coronel Horace me lo dijo y porque vi a Remus Lupin y Luna Lovegood.
―Increíble― Susurró James ―¿Estamos en alguna misión o algo así?
―Por supuesto, somos una Brigada que busca reclutas. En cuanto juntemos a unos cuantos más iremos al centro de entrenamiento. Una vez instruidos nos distribuirán dependiendo de nuestras habilidades para ser de verdadera ayuda en la guerra.
James asintió. La nieve cayó sobre ellos, cubriendo las pañoletas, empapando sus pechos. Fueron dos meses más para llegar a la base de entrenamiento del RR en Oxford, donde se despidieron del Teniente Coronel Horace e iniciaron su preparación.
A partir de ese día James despertaba a las cuatro de la mañana, bebía una poción para fortalecer sus huesos y músculos, pasaba el día entrenando y estudiando. Dominó cualquier arma de fuego y perfeccionó el arte de la espada. Se educó sobre la historia de la Orden del Fénix, sobre un joven llamado Harry Potter, que ha sido el único en casi derrotar a Voldemort y que desapareció; sobre los Caballeros de Londres, y sobre el propio Lord Voldemort. Aprendió y memorizó el nombre y rostro de cada integrante de todas las familias sangre pura, convirtiéndolos en sus objetivos. Estudió pociones, dominó runas antiguas.
En el segundo año de su entrenamiento fue trasferido a un nuevo campo de entrenamiento donde combinaban a reclutas muggles y magos. James se destacó de inmediato por su perfección al luchar y sus constantes victorias. Era como si tuviera la suerte necesaria para salir ileso de cada prueba. Afirmaba que sólo era esfuerzo pero incluso él tenía que aceptar que a veces era difícil explicar su puntería y fuerzas casi mágicas.
James seguía odiando cualquier insinuación sobre la magia, respetaba a cualquier miembro mágico de la RR, pero prefería estar con los muggles, se sentía más cómodo. A pesar de eso utilizaba mucho el arte rúnico, al punto que grabó runas en su espada para volverla irrompible, más liviana y más letal, asimismo con su pistola favorita para hacerla más rápida y exacta.
Estaba decidido a ser el mejor, ansiaba pertenecer a las Legendarias, como le llamaban a las Brigadas lideradas por Sirius Black, Kingsley Shackebolt, Ojo-loco Moody, y (su más grande héroe) el muggle Matt Freeman. Por supuesto, ni soñaba con pertenecer a la Brigada de Hermione Jane, era simplemente imposible. Ni siquiera tenía idea de cómo era ella, algunos decían que era una ninfa de la guerra, otros que era una mujer exuberante, otros que en realidad parecía hombre, otros aseguraban que no existía y que solo era un mito para darle esperanza a la gente. Un misterio absoluto.
Así en el verano de 2003 James Fray fue condecorado Sargento y enviado a la Brigada de asalto al noroeste de Inglaterra. Fueron necesarios dos años más para que James fuera Teniente Coronel y luchara hombro a hombro con Horace Morrison.
―Sabía que muy pronto llegarías tan lejos. Tengo buen ojo para eso― Le dijo Horace cuando se encontraron en su primera misión juntos.
Para ese entonces James ya tenía mucha fama, le llamaban (para su desdicha) el muggle-mágico. Se había encargado de cazar a los soldados que habían arrasado su pueblo, y varios Death Eaters estaban tras de él por venganza.
A pesar del tiempo y de haber tenido a bastantes mujeres en su cama, James no olvidaba los preciosos ojos mieles que lo rescataron de la peor tortura de su vida, y fue en el 19 de Septiembre de 2005 cuando nuevamente los encontró. Fue designado mantener la guardia junto con su Brigada a las afueras de lo que parecía una casa común y corriente en Cambridge, donde suponía que había una reunión con los más altos y poderosos miembros de la RR. James estaba seguro de que había por lo menos treinta Brigadas resguardando la zona. Un caso muy especial. Estaba apoyado en una loma, mirando a través de su fusil para francotirar, cuando notó una pequeña luz al otro lado del bosque. Estaba seguro de que había sido un lumus. Y se desató el pandemónium.
Las 27 Brigadas presentes se atrincheraron frente a la casa que debían proteger y lanzaron una ola interminable de balazos y granadas. James, desde su aventajada posición, se aseguró de liquidar a varios Death Eaters, y cuando se le terminó la munición decidió entrar en acción de manera más personal. Lamentablemente, después de unos minutos supo que iban a perder esa batalla. Por alguna razón Voldemort había enviado a sus mejores Death Eaters, y James debía aceptar que sentía miedo de sólo ver a Bellatrix Lastrange. Contra ella difícilmente un mago tenía oportunidad, él al ser un muggle estaba simplemente condenado.
Pero no siempre pasan las cosas como uno desearía. James disparó sin pensarlo dos veces contra la bruja que apareció frente a él. De inmediato escuchó el grito desgarrador y luego una fuerza lo impulsó contra un árbol.
―¡Maldito muggle! ¿Cómo te atreves a lastimarme?― Chillaba Bellatrix apretando su hombro ensangrentado. James se quiso golpear a sí mismo, ¡pudo haberla matado! ¡pero falló! Ese error le costaría la vida ―¡Te voy a torturar hasta volverte loco! ¡Y luego te mataré sabandija asquerosa! ¡Crucio!
El suplicio inició devastando sus nervios, quemándolo vivo.
―¡Reducto!
La explosión intervino, James fue liberado de la maldición y usó todo su autocontrol para no vomitar. Había sentido crucios en su vida, pero ninguno como el que imponía Lastrange. Al recuperarse fue consciente del impresionante despliegue de magia que estaba ocurriendo frente a él. Bellatrix estaba peleando a muerte contra otra mujer. James la reconoció, era la misma mujer con la que había estado soñando desde el día que abandonó su pueblo. Sintió cierta desazón al notar que era bruja, pero fue rápidamente olvidado al verla pelear. Era como una implacable leona: el brillo decidido de sus ojos, su cuerpo estilizado fuerte y ágil, su cabello de rizos largos y revueltos. Incluso su varita le pareció linda.
Se había vuelto, claramente, loco.
Aprovechó que ninguna lo miraba para recuperar su arma y apuntó contra la bruja mayor. Disparó. La bala rebotó contra un escudo mágico. Odiaba que ocurriera eso.
―¡Estúpido, acabaré contigo en cuanto mate a esta puta!
La castaña bufó ―¡Ni en tus sueños, Bellatrix! ¡Esta noche dormirás en una celda!
James notó que ninguna bruja clamaba el hechizo, simplemente los rayos salían sin parar de las varitas, demostrando un control absoluto de sus poderes. Decidió que si el arma de fuego no funcionaba, entonces tendría que usar la opción B. Desenvainó su espada y corrió contra Bellatrix, el escudo mágico se abrió desapareciendo debido a un corte letal. Gracias a una de las muchas runas que había grabado en la hoja, su espada podía romper ciertos hechizos. Bellatrix lo miró furiosa, casi sonrojándose bajo la piel cetrina y vieja.
―¡Pagarás! ¡Avada…
―¡Bombarda!
―¡Protego!
El rayo de la castaña estalló contra el nuevo escudo, James usó la oportunidad para azotar su espada contra la bruja. Bellatrix se alcanzó a quitar en el último segundo, sólo perdió dos dedos de la mano izquierda en el proceso. Sus gritos de furia y dolor eran maravillosos.
James retrajo la espada y con un giro se impulsó para dar el golpe de gracia, pero se encontró con un rayo morado que lo lanzó contra la otra bruja. Ambos cayeron con un quejido. James se irguió y miró desesperado que la castaña se había golpeado en la cabeza con una roca y ahora sangraba, inconsciente.
―No, no, no, despierta. Nos matará― Susurró cogiéndola en brazos y agitándola. Ella reaccionó levemente –Bellatrix nos matará, despierta― Urgió.
Ella asintió suavemente –Imposible de seguir― Alzó sus brazos y lo abrazó –Hipogrifo.
James sintió el horrible gancho bajo el estómago, de pronto se encontró en un bosque nevado y silencioso.
Durante muchas de sus misiones había tenido que utilizar los famosos trasladores, por supuesto los detestaba. La bruja había usado un traslador con palabra clave de activación para sacarlos del campo de batalla. Útil, pero también egoísta, él había dejado a toda su Brigada atrás.
―¿Dónde estamos?
Ella apenas podía mantener los ojos abiertos, la sangre salía sin control desde alguna parte de su cráneo –Bosque de Dean. Es seguro― Y se desmayó.
James suspiró y comenzó a examinarle la cabeza. Haciendo a un lado los suaves rizos que olían como a flores frescas (flores frescas, qué pensamiento tan ridículo, esa mujer tenía algo que lo idiotizaba) encontró el corte sangrante. De su cinturón extrajo una cajita con hilo y ajuga, y se dispuso a curarla. Una vez que se aseguró de mantenerla con vida, usó la pañoleta roja para envolver la varita y guardarla en su mochila. Siempre intentaba no hacer contacto directo con alguna de esas abominaciones. Revisó que no tuviera ninguna otra herida, encontrando el brazo derecho con un extraño color morado, muy frío y peligrosamente duro. Pensó que Bellatrix la había alcanzado con alguna maldición. No podía hacer nada por ella, para curarla necesitaría hacer magia y era imposible. La cargó y buscó un refugio decente. Afortunadamente encontró una cueva cercana, entró, acomodó a la mujer en una esquina, e hizo una fogata.
La noche pasó muy lenta, James tuvo que quitarse la túnica para mojarla en el río cercano y poder enfriar a la mujer que ardía en fiebre y soltaba frases sin sentido, repitiendo constantemente el nombre de un tal Harry.
Quizá era su novio.
Maldita sea.
Se sintió estúpido por la sensación sospechosamente parecida a celos que lo envolvió. Era increíble que se permitiera pensar esas ridiculeces. Sólo la había visto una vez, no era posible que se hubiese enamorado o alguna tontería así. Decidió ir a cazar algo para comer. Disparar siempre lo relajaba.
Al volver con un zorro en el hombro encontró la cueva vacía.
―Diablos…
―Al fin regresaste. Creía que te habían comido los osos o algo así.
Se giró al escuchar la dulce voz. La mujer se veía mucho mejor, con un saludable sonrojo en las mejillas que la hacía ver encantadora. Traía en la mano izquierda un cubo lleno de agua. La mano derecha se veía casi negra, muerta.
―¿De dónde sacaste el cubo para el agua?― Señaló. Entonces notó que ella lo miraba con miedo. Se miró a sí mismo: traía la túnica sucia y rota, seguramente el cabello (como siempre) revuelto en todas direcciones, debía oler mal ya que llevaba varias semanas sin tomar un baño, y en su rostro la cicatriz de su mejilla probablemente estaba más roja de lo común por el frío, además de que probablemente parecía un oso con la barba tan larga y enredada –Sé que no estoy muy presentable pero tampoco es para que me mires así― Masculló. Ella siguió con los ojos miedosos ―¡Ah, claro! No traigo la pañoleta roja del RR, la usé para guardar tu varita y que no se quebrara. Tranquila, soy de los tuyos.
―¿Cuál es tu nombre?
―James Fray, Teniente Coronel de la Brigada 051-K, ¿y el tuyo?
―Hermione.
James tragó seco. No-podía-ser-verdad. Precisamente ella tenía que ser la legendaria Hermione Jane, Capitán General del RR, división Estratégica. De inmediato se paró más firme y saludó respetuosamente –Estoy para servirle, Capitán General.
Ella sonrió –Calma, Fray. No tengo un gran gusto por el servicio militar. Ambos peleamos en la guerra, para mí estamos al mismo nivel. Además me salvaste la vida.
―Usted fue quien nos sacó del enfrentamiento― Respondió lentamente, no preparado para que la leyenda personificada fuera tan… pequeña y dulce. Recordó cómo luchó y pensó que definitivamente no podía dejarse llevar por la apariencia.
―Pero si no me hubieras despertado estoy segura que Bellatrix me habría matado. Gracias.
Asintió incómodo. Prefería que sus superiores fueran estrictos –Es mi deber, Capitán General.
―Llámame Hermione.
―Como ordene, Hermione Jane.
Ella soltó una linda carcajada ―¿En serio voy a tener que ordenarte que me trates como una persona normal, Fray?
―Entonces llámame James.
Hermione asintió –Muy justo. Respondiendo a tu pregunta: tengo una bolsa mágica atada a la cintura, en ella guardo todo lo necesario para cualquier circunstancia. Cuando desperté escuché un disparo, me imaginé que estarías cazando así que fui por agua al río.
―Bien, comamos algo para recuperar energías. Me imagino que debemos de estar cerca de alguna base del RR.
Ella negó –El Bosque de Dean es la última opción de escape para los más altos integrantes del RR, ya que está encantado. Es un laberinto mortal. Sin embargo hay un pequeño grupo de rebeldes que se mueven constantemente por el bosque, debemos caminar hasta toparlos.
Asintió ―¿Te gusta el zorro asado?
―Mientras sea comestible, no me quejo.
―Es más que comestible, es delicioso.
Ella sonrió.
James intentó no responderle la sonrisa. No podía ser posible que esa mujer fuera el símbolo del RR. Parecía muy humana, nada especial. Por supuesto, era hermosa, pero no de forma exótica. Se preguntó cómo había llegado a estar en la posición en la que estaba. Su juventud no iba de la mano con el cargo de Capitán General, aunque sus habilidades mágicas eran avasallantes. Aun así le parecía difícil imaginarla encabezando una revolución.
Si no fuera tan pequeñita…
Escuchó un suave quejido mientras giraba la carne que se cocinaba contra la fogata. Volteó y la encontró apretando su brazo derecho, un mohín en sus labios rosas.
―¿Fue una maldición?
Ella brincó al escucharlo –Sí… siempre me llevo un recuerdo cuando me enfrento con Bellatrix.
―¿Perderás el brazo?
―Merlín, no― Susurró desesperada ―…espero que no. A penas dominé hacer magia no-verbal, sería imposible que pudiera dominar la magia sin varita en el tiempo suficiente para destruir los…― Guardó silencio –Sólo necesito un médico.
―Entonces partiremos cuanto antes. Come― Le pasó una pieza de carne.
La miraba atentamente mientras comían. Parecía indecisa de iniciar una conversación ya que abría y cerraba la boca constantemente, luego lo miraba a los ojos y se quedaba estática.
―¿Por qué me sigues mirando así?
Ella desvió sus lindos ojos hacia la fogata –Me recuerdas a alguien.
―¿Alguien que te hizo daño?
―No― Respondió como si le hubiera dicho algo malo ―¿Por qué piensas eso?
―Me miras con miedo.
El cuerpo menudo tembló –Él… está muerto. Me es difícil soportar tus ojos verdes, son muy parecidos.
James torció una sonrisa –Eres la primera mujer a la que no le gustan mis ojos.
Se sonrojó –No he dicho que sean feos.
―Pero no te gustan.
―Pues no.
Dejó salir una profunda carcajada. Ella tembló de nuevo ―¿En serio eres Hermione Jane?
―¿A qué viene esa pregunta?
―A que eres muy pequeñita. Siempre me imaginé a una mujer tipo amazona o algo así.
―Vaya, lamento no llenar tus expectativas, pero soy yo: Hermione Jane Granger― Contestó orgullosa.
―¿Granger?― Sonrió curioso –Nunca había escuchado tu apellido.
―La importancia de los apellidos se perdió hace mucho. Ahora vale más tu rango militar― Parecía triste de comentarlo –Por ejemplo Matt, Freeman no es su verdadero apellido. Lo cambió para simbolizar su pensamiento.
―¡¿Conoces a Matt Freeman? Qué digo, ¡claro que lo conoces!
Ella sonrió divertida –Ah, tenemos un fanático de Matt presente.
James soltó un bufido –Claro que sí. Admiro a ese hombre más que a ningún otro.
―Si ya eres Teniente Coronel entonces muy probablemente algún día pelees junto a él. Matt sólo acepta a muggles en su Brigada.
―Es mi objetivo.
―Le hablaré de ti.
―¿Lo harías?
―Me salvaste la vida, claro que sí― Sonrió encantadoramente. James se recompuso.
―… sí. Gracias― Asintió respetuoso.
Terminaron de comer en silencio, apagaron la fogata y salieron para comenzar a buscar a los rebeldes.
―Hay que tener cuidado porque también hay Carroñeros que cruzan el bosque.
James soltó un suave gruñido ―¿En serio este es el lugar más seguro que tienes como escape?
Ella le devolvió una mirada cortante –Claramente.
―Bien, entonces hay que establecer ciertas reglas. Tú eres completamente inútil con el brazo así, por lo que todo depende de mí― Ignoró la nueva mirada fulminante –Debes mantenerte detrás de mí, no hacer nada arriesgado, y si nos encontramos con Carroñeros debes correr, me encargaré de ellos.
―Vaya, ¡qué suerte la mía de tenerte cuidando mi inútil trasero!― Bufó –Para tu información, James, soy perfectamente capaz de defenderme sola. He estado en peores circunstancias y siempre salgo bien... ¡Aaahhh!
James soltó una carcajada al verla rodar por la pequeña colina hasta caer sobre una enorme masa de nieve. Con un par de ágiles brincos llegó hasta ella y la miró ladinamente.
―Por supuesto― Fue todo lo que dijo.
Hermione lo miró sonrojada –Esto jamás me sucede…― Giró su rostro mientras mascullaba –Si no tuvieras esos ojos…
―Mis ojos se sienten halagados pero prefieren verte a salvo en vez de rodando.
―Tienes buen oído.
―Gajes del oficio― Se encogió de hombros. La ayudó a levantarse, notando el cuerpo femeninamente delicado –Como te decía, mantente detrás de mí, así sabrás que el camino es seguro.
Obtuvo un bufido por respuesta.
―Pero qué terca.
Otro bufido. Un gruñido, un aullido. Ambos se giraron sorprendidos al ver a una manada de lobos grises salir de entre los árboles. James sacó su arma y se colocó frente a la castaña.
―Con una pistola no lograrás detenerlos, además esos pobres animales no te han hecho nada― Gruñó Hermione.
―Seguro, mejor ni siquiera intento detenerlos para que nos puedan comer a gusto ¿no?
―No es necesario el sarcasmo.
―Eres un poco fastidiosa ¿te lo habían dicho?
Hermione lo miró furiosa –No― Mintió.
―Seguro…
Disparó en cuanto el primer lobo se movió. De inmediato el resto adelantó el cuerpo muerto y se lanzó contra ellos.
―Protego― Un escudo dorado los rodeó. James la volteó a ver sorprendido –Te dije que no era una completa inútil. El protego es el primer hechizo que cualquier mago y bruja debe aprender a realizar sin varita, por su seguridad.
―¿Es necesario que lo digas en ese tonito de sabidilla?
Ella se sonrojó.
Los lobos se estrellaron contra el escudo, gruñendo furiosos. James le apuntó al más cercano ―¿Las balas pueden salir del escudo?
―Naturalmente. Pero no…― Disparo ―¡James! No puedes matarlos a todos, no es justo para ellos.
―¿Entonces qué propones?
―Pues crear una distracción. La violencia no es la respuesta.
―¿En serio eres Hermione Jane?
―Deja de preguntar eso. El hecho de que sea una de los líderes de una revolución no quiere decir que sea una loca que ame la violencia… como algunos.
―¿Fue una indirecta?― Sonrió guardando su arma –Muy bien, muéstrame tu distracción.
―Podríamos separarnos, así…
―No. No te dejaré sola en el bosque.
―James, no seas necio, es la mejor estrategia.
―Prefiero matar a cada lobo.
―¡No lo harás!
―Es mejor que dejarte ir por ahí sola. Seguramente terminarás atrapada en una zanja o algo así.
El escudo vibró –Mi protego sin varita no dura demasiado. He dicho que nos separaremos, es una orden Teniente Coronel Fray.
James entrecerró los ojos. Hermione dio un paso atrás, intimidada por la transformación del joven cálido a un hombre peligroso –Usted es la mujer más significativa de la revolución, Capitán General, la más importante. Por lo que a mí respecta, su seguridad es la máxima prioridad ahora, así que va a tener que aceptar quedarse detrás de mí sí o sí.
Giró su mochila y sacó lo que pareció ser una granada. Hermione lo miró aterrada. James sacó el ganchillo y la dejó caer junto a ellos. Tomó a Hermione y la apretó contra su pecho cubriendo sus oídos.
La granada se abrió y dejó escapar un pitido que hizo a los lobos aullar mientras se retorcían. James aprovecho para correr jalando a su superior del brazo izquierdo. Pasaron unos minutos para que los oídos dejaran de zumbarles. Decrecieron el paso hasta detenerse. Hermione lo miró curiosa –Si tenías esa granada no debiste dispararles.
―A veces es más rápido usar el arma.
―Pero no mejor. Pudiste salvar la vida de dos lobos.
―Y perder la nuestra mientras sacaba la granada. Ellos atacan rápido.
―No te justifiques, simplemente disparas por reflejo, ya no piensas lo que haces.
―Eso me ha salvado la vida muchas veces.
―Pero te quita humanidad, James. Recuerda quién eres. Sólo los Death Eaters matan por matar.
―No me compares con esos monstruos.
―Entonces no actúes como tal.
―¡En serio eres insufrible! Te volví a salvar la vida. Tu estúpida estrategia de separarnos nos habría llevado a la muerte.
―Pero habríamos mantenido nuestros principios.
―¿Principios? ¿Cómo puedes pensar en algo así cuando tu vida peligra?
―Porque los principios e ideales son lo más importante que existe en el mundo. Si los olvidamos entonces no tendría sentido seguir defendiendo nuestra libertad.
James bufó cruzándose de brazos. Desvió la mirada de los brillantes ojos mieles –La libertad va a ser de mucha ayuda cuando estés tres metros bajo tierra.
―La libertad guiará mi alma al descanso.
Él apretó los dientes –Eso siempre decía mi madre.
―Pues tu madre es una persona muy inteligente.
―Mi madre está muerta. Fue torturada por las Fuerzas Especiales hasta que no pudo más. Sus principios la mataron.
―¡No! Fueron sus principios lo que la salvaron. Ahora ella está en el cielo mirando a su hijo luchar por una causa maravillosa, pero no comprendiéndola.
―¿Cómo no podría comprender la guerra? El punto es liquidar a todo Death Eater, y esperar a que tú mates a Voldemort.
Hermione sonrió con tristeza –No, James, ese no es el punto.
―Entonces ilumíname por favor, ¿Cuál es el objetivo de esta guerra?
―No hay objetivo. Ninguna guerra lo tiene.
―Me parece que Voldemort opina distinto.
―Voldemort es un ser sin alma.
―Como sea, entonces ¿Por qué peleas cada día, por qué lideras una revolución?
―Por la paz. No es de mi interés matar. Mi único sentido de vida es la paz, que la gente entienda que la liberad es un derecho. Lamentablemente hay que pelear para eso.
―Ahora me vas a decir que nunca has matado a nadie.
―Jamás he matado a alguien― Aseguró orgullosa –He atrapado a innumerables Death Eaters y he luchado por mi vida, pero nunca se la he arrebatado a nadie. Al único que destruiré será a Voldemort, pero él no cuenta como un ser vivo.
James se sorprendió al notar algo. Ahí, con las mejillas arreboladas y los ojos iluminados, esa pequeña mujer se convirtió en Hermione Jane, la imagen que él siempre imaginó que sería aquel símbolo de libertad. Era su alma incorrupta lo que la hacía tan importante para sobrevivir la guerra, era un recordatorio humano de principios e ideales.
―¿Por qué me miras así?― Inquirió sonrojada. James sonrió.
―Creo que eres demasiado santurrona.
―¡Terca, fastidiosa, insufrible y santurrona! ¿Acaso te dedicarás a insultarme?
―Ser santurrona no es algo malo. Además deberías aprovechar que estás con alguien que te dice las cosas como son. Seguramente te la pasas rodeada de gente que besa el suelo donde caminas.
―¡Claro que no! Mis amigos siempre me dicen la verdad. Nunca permitiría que alguien bese el suelo donde camino.
―Lo que digas, princesa.
―¿Princesa? Solo mi papá me llama así, Frey, retira lo dicho.
―No puedo hacerlo, te queda muy bien. Eres tan buena que casi pareces salida de un cuento, solo te falta comenzar a cantar para darme otro discurso sobre la libertad.
Sonrió divertidísimo, hacerla sonrojar de furia era maravilloso. Se imaginó haciéndola sonrojar de excitación, desnuda bajo él.
―Borra esa sonrisa de tu rostro ahora mismo― Gruñó empujándolo con todas sus fuerzas para luego volver a gruñir al no haber logrado moverlo en lo más mínimo ―¡Eres una roca!
―Deja de gritar, no va contigo, princesa.
Hermione entrecerró los ojos. James salió volando contra un tronco –Tómalo como parte de mis poderes de princesa, Frey.
―Naturalmente― Respondió con dificultad, pero sin dejar de sonreír –Incluso tus momentos de violencia son tiernos.
―¿Violenta yo?... ¿tiernos?
―¿Me vas a decir que no es violento empujar y luego mandar a volar a alguien? Aunque me dispararas seguiría siendo tierno, sobre todo la imagen de ti sujetando un arma con esas pequeñas manos.
―Deja de usar ese adjetivo para referirte a mí.
―¿Cuál? ¿Pequeña?
Hermione bufó y comenzó a caminar alejándose de él, mascullando cosas sin sentido.
James aprovechó para verle el trasero. Nada mal. ―¡Hey! Te dije que tienes que estar detrás de mí… ¿sabes qué? Eres la princesa del reino de la terquedad― Soltó una carcajada mientras la alcanzaba.
―Eres un pésimo comediante.
―Es curioso que digas eso con una sonrisa en la boca.
―Vale, me has descubierto, me divierte la gente como tú.
―¿Qué quieres decir con eso?
―Pues ya sabes, como tú.
―Explícate.
Hermione le sonrió como si guardara un secreto. James sintió algo en el pecho.
―Bien, guarda tus misterios, princesa.
Un nuevo bufido. Siguieron caminando.
EDITADO 10 ENERO 2014
