Capítulo 01 La llegada De Akatsuki

En el antiguo Japón, bello y hermoso país llena de vida, cultura y hermosa arquitectura. En la gran muralla se encontraban los soldados imperiales haciendo guardia, era una noche muy tranquila cuando en eso un halcón golpea la parte posterior de la cabeza del soldado.

¡Ah! -dice un soldado para luego recoger de nuevo su casco.

Pero en eso el halcón hace un chillido. El soldado se acerca al bore de la pared. Un gancho viene volando hacia arriba, seguido por muchas más.

¡Estamos bajo ataque! ¡Encienda la señal! -gritaba el soldado desesperado corriendo a su puesto.

La puerta se abre, revelando un par de Akatsuki. El soldado sube por la escalera. Iluminando la señal con una antorcha, mientras que al líder de los Akatsuki; luego otras señales van en todo el camino a lo largo de la Gran Muralla.

Ahora toda Japón sabe que estás aquí -dijo el soldado satisfacción y con miedo a la vez.

Perfecto -dijo Madara con una sonrisa siniestra mostrando su rostro con una antorcha.

Muy lejos de ahí de la Gran Muralla, en el Palacio Imperial en la capital de Japón, Tokio, se encontraba un general entrado juntos con otros dos soldados en la sala principal del emperador.

Su majestad, los Akatsuki han cruzado nuestra frontera norte -dijo el general Fugaku informando de la situación.

¡Imposible! ¡Nadie puede obtener a través de la gran pared! -gritando Danzo, pero antes de continuar, él se silenció con una mano levantada del emperador.

Madara los está conduciendo vamos a configurar las defensas alrededor de su palacio de inmediato -dijo general Fugaku dándole sugerencias a su emperador.

¡No! -dijo Sarutobi para luego levantándose de su torno- ¡Envíe sus tropas para proteger a mi gente! -dijo dándole una orden a su general y soldados- ¡Danzo! -dijo para llamarle la atención.

Si, su alteza -le contestando Danzo.

Entrega varios avisos de reclutamiento en todas las provincias. Llama a las reservas, y otros tantos nuevos reclutas como sea posible -dijo Sarutobi con seriedad y firmeza en su voz.

Perdóname, majestad, pero creo que mis tropas pueden detenerlo -le dijo general Fugaku con mucha confianza.

No voy a correr ningún riesgo, general. Un solo grano de arroz puede inclinar la escala; un hombre puede ser la diferencia entre la victoria y la derrota -dijo Sarutobi con claridad y firmeza.