El Diario de la Chica Desastre

Resulta que estoy jodida. Jodida-jodida. Y no de la buena forma.

No tengo dinero, tengo mucho que estudiar, me falta pagar dos meses de la renta de mi apartamento, y estoy atrasada con el pago de la beca universitaria. Y aún falta una semana para que me paguen en el trabajo.

Si le hubiesen pedido a Bella que escribiese un libro, éste sería su encabezado. Mientras caminaba por las calles de New Jersey, con la cabeza baja y las manos dentro de su abrigo para darse calor, pensaba que lo mejor sería que la atropellara un auto. O que se ganara la lotería. Cualquiera de las dos.

Entró al viejo edificio donde vivía. Era antiguo, pero igual bonito. Fue toda una suerte que consiguiera algo relativamente económico en un lugar tan decente, y todo se lo debía a su pequeño ángel de la guarda-amiga-hermana-duende: Alice Brandon. Ella era la dueña del apartamento, y le alquilaba un cuarto. Así fue que se conocieron, y desde ese momento se cayeron bien. Desde entonces, hace unos dos años, eran amigas.

Al abrir la puerta del departamento, el olor a salsa boloñesa hizo que el estómago le rugiera y la boca se le aguara.

Alice estaba sentada frente a la tele, con pijamas y un gran plato de pasta en el regazo.

-Tienes tu plato en el microondas, Bella- le dijo como saludo, sin quitar los ojos de la tv.

Bella puso las llaves en la mesita de la entrada, tiró su bolso en el suelo, y fue a buscar su comida, infinitamente agradecida y aliviada.

-Por eso te amo, Alice- fue directo a la cocina, sacó el plato de pasta –aún caliente- y se unió a su amiga- ¿Qué vemos?

-Mujer Bonita- le explicó, con la barbilla manchada de salsa- Dios, me cojo mil veces a Richard Gere- suspiró.

-Zorra- bromeó, con la boca llena. La pasta estaba deliciosa- Yo también lo haría- suspiró, mirando al actor.

-¿Tienes que trabajar hoy?

Bella casi lloriqueó.

-Sí- su tono era tan triste, que Alice se volteó para mirarla- Odio a mi jefe, odio mi trabajo… por cierto, hoy hablaré con él para que me de un adelanto para pagarte la…

-Cállate, cállate- le interrumpió, inclinándose hacia el televisor, como si quisiera atravesarlo- AMO ESTA PARTE.

Era la parte donde Julia Roberts, luego de haberse comprado ropa nueva y fina, entraba a la tienda donde la dependienta la trata mal. Todo un clásico. La morena suspiró, echándose hacia atrás, y tomando otro bocado. Alice nunca le pedía que le pagase, como si se le olvidara, o algo. Pero ella no lo olvidaba, y siempre era puntual. Odiaba que su pago se atrasara, y eso la mortificaba; sabía que Alice no era rica y le estaba haciendo un favor dejándole el alquiler tan económico, aunque ella lo negara.

Cuando terminaron de comer, Bella lavó los trastes –era su trabajo siempre, dado que odiaba cocinar- y se acostó. Puso el despertador a las 7pm, para que le diera tiempo arreglarse y agarrar el subterráneo sin apuros hasta su trabajo.

En los vestidores, el bullicio de las bailarinas y el humo de cigarro apenas hacían posible su estancia ahí. Se apresuró a vestirse, maquillándose lo necesario, y halándose, inútilmente, el pequeño short negro hacia abajo. A pesar que tenía un año trabajando en ese lugar, no se acostumbraba a lucir más como bailarina que como mesera, que era su trabajo.

Aunque nunca faltaba algún cliente nuevo que le pidiera un baile erótico, o le propusiera cosas. A eso si se había acostumbrado, y había aprendido a lidiar con ellos sin entrar en pánico. Claro, siempre había algún pesado, pero para eso estaban Myke y Tyler, los porteros o personas de seguridad en su defecto. Y si la cosa se complicaba aún más, Jacob y Seth siempre podían saltar de la barra y servir de ayuda.

Ese sábado, el local estaba a estallar. Y aún no habían salido las bailarinas. Porque sí, de hecho trabajaba en un lugar llamado Hypnos, donde había un show con bailarinas exóticas y servían bebidas increíbles. Ella misma las había probado todas; no para nada su amigo era uno de los bartenders. Era un lugar no muy viejo, y de decoración moderna con mezcla de Burlesque que lo hacía muy popular entre los hombres de clase media y alta. No cualquiera podía costearse un servicio en ese lugar, tenías que pagar algo significativo si querías ver a hermosas chicas bañándose en copas de champagne gigantes. Muy colorido, sí.

Aunque precisamente eso, ser un lugar que frecuentaba gente con dinero, era lo que hacía más difícil el trabajo ahí: Los hombres con dinero, sobretodo si son jóvenes, creen que pueden tener cualquier cosa. Siempre llegaban pidiendo el mejor lugar, las bebidas más ridículamente caras, dándote buenas propinas, y creyendo que por eso tú les debías algo. Idiotas.

Para cuando el show de las bailarinas comenzó, las piernas estaban matándole. Se metió detrás de la barra para esconderse un momento y descansar, aprovechando para desabrocharse el chaleco corto de lentejuelas oscuras porque le daba una picazón terrible. Debajo de este, tenía una blusa manga larga blanca. El atuendo lo completaba una corbatita de lazo rojo, como sus zapatos de tacón.

-Malditos tacones- musitó, sentándose sobre unas cajas. Se sacó los zapatos, y masajeó la planta de su pie derecho.

-Hola, Muñeca- le saludó una voz grave y jovial.

-Si me sigues llamando muñeca, te pateo Jacob- respondió, levantando la vista y encontrándose con la gran sonrisa de su amigo. Era enorme. Pero enorme en serio; debía medir casi dos metros. Y tenía unos músculos muy decentes, y un color de piel que atraía a muchas chicas- Sabes que odio ese apelativo.

-Lo sé, por eso te lo digo- Le dio un vasito pequeño lleno de un líquido mitad amarillo, mitad azul neón- Pruébalo y dame tu opinión. Lo llamo "El Borrador".

Bella examinó la bebida, imaginándose el porqué de su nombre.

-Jake, no quiero eliminarme tan temprano hoy, mejor no- declinó, dudosa.

-Oh, vamos, pensé que eras más fuerte que un poco de alcohol- Sonrió con malicia, mostrándole sus dientes perfectos- Gallina.

Ella entrecerró los ojos. Hubo un rugido por parte de los hombres, y supo que tenía que seguir trabajando. Un trago no le haría nada, decidió, y se empujó la bebida de un golpe. Era dulce al principio, pero cuando llegaba a la garganta, estallaba el fuerte sabor a alcohol. Estaba bueno. Se contuvo de toser; no quería parecer una nenita llorona.

-No soy ninguna gallina- dijo, orgullosa, haciendo que Jacob aplaudiera. Luego se compuso el uniforme para seguir su ronda por las mesas.

Efectivamente, ya las chicas se habían quitado la camisa, y ahora mostraban sus bustos enormes en unos brassieres llamativos y sensuales. Los hombres babeaban, y apenas si ordenaban algo de beber.

Llevaba una bandeja de vasos vacíos hacia la barra, cuando al pasar al lado de una mesa llena de chicos, sintió que le palmeaban el trasero. Y no sólo eso, se lo apretaron también. Como bien apretado, sin vergüenza.

Se detuvo de inmediato, estupefacta, y se dio la vuelta lentamente.

Fue un chico, y lo supo porque él le sonreía cínicamente. Pero no era cualquier chico. Era el chico más malditamente sexy que había visto en su vida. A pesar de las luces de colores, y la semipenumbra del lugar, pudo advertir unos rasgos perfectos, rectos, y que exudaban masculinidad por todas partes. Sus ojos eran verdes, brillantes. Y también se dio cuenta que estaba algo ebrio.

Su primer impulso fue insultarlo sutilmente; ya no daba cachetadas porque para su desgracia, cosas como esas le pasaban al menos una vez al mes. Pero cuando lo vio, y se dio cuenta de que él estaba disfrutando de su asombro e indignación, decidió cambiar de táctica.

Así que se acercó al joven, sonriéndole sensualmente, y puso su boca cerca del oído de él. Olía demasiado bien, y pudo notar que su ropa era cara. Los demás chicos de la mesa silbaron y aplaudieron.

-Si me vuelves a agarrar el culo, te voy a estrujar tan duro las bolas que hasta a tus nietos les va a doler. Eso si aún puedes tener hijos luego- le amenazó, retirándose luego para mirarle el rostro. El muchacho tenía los ojos dilatados de la sorpresa, y su cincelada boca estaba entreabierta. Él no parecía tan asustado, pero seguramente no había esperado eso. Bella sonrió aún más, satisfecha.

-No me das miedo, muñeca- su voz, suave y grave, aterciopelada, llegó a sus oídos a pesar de la música. Los ojos penetrantes de él no dejaban los suyos, y ahora le sonreía de lado, como cualquier chico malo genérico.

-Eso es porque no me conoces- replicó ella, sin saber por qué estaba teniendo aquella conversación. Sí, ella amenazaba con herir miembros, pero generalmente quedaba hasta ahí, nunca se quedaba para escuchar argumentos.

Una ceja gruesa se alzó en el rostro del muchacho, que no debía ser mucho mayor que ella.

-¿Eso es una invitación?- le preguntó, medio burlón, medio provocándola.

Bella pestañeo, sin dejar de sonreírle con ironía.

-Si crees que eso es una invitación, fue porque no oíste bien la parte donde te decía que te iba a herir seriamente.

Sorprendiéndola, el chico se echó a reír cortamente. Luego, una mano de él la tomó delicadamente de la muñeca. Los dedos cálidos y gentiles la tomaron desprevenida, y los miró rápidamente mientras envolvían ese pedacito de su cuerpo.

Sintió un escalofrío subirle por el brazo, pero se mantuvo quieta. El corazón empezó a latirle rápido, y eso la asustó. Miró de nuevo al rostro de él.

-Dime tu nombre, por favor- le pidió, mirándola intensamente.

-Mi nombre no te importa, créeme- se deshizo de la mano del joven, y se alejó de ahí rápido. No volvería a esa mesa.

Cuando llegó a la barra, puso la bandeja en ella, y encargó los tragos que habían ordenado las demás mesas.

-Jake, ¿tienes más de eso que me diste hace un rato? Creo que necesito uno más- su amigo no la hizo esperar, y le sirvió otro trago. Su garganta chilló al recibir el líquido, pero su cara se mantuvo serena. Toda una dama. En ese momento, llegó a su lado una de sus compañeras de trabajo.

-Hey, Ángela, cambiemos de mesas, por favor- le pidió, casi gritando para hacerse escuchar entre una nueva ola de silbidos y aplausos- ¿Por favor? No quiero atender a unos conocidos que acaban de llegar- mintió con naturalidad. Simplemente no quería regresar a la mesa esa. Lidiar con esos tipos tan intensos la ponían de mal humor.

-Claro, Bella, no hay problema- aceptó la morena. Ángela era muy agradable, y se podría decir que eran como amigas, aunque no íntimas.

Las siguientes dos horas las dividió entre las mesas de la izquierda, y las de la parte VIP, que eran más privadas y desde luego más costosas. También ayudó a Jacob a preparar unos tragos, y como una de las bedeles no fue ese día, también le tocó llevar papel sanitario a los baños.

Al llegar al baño de damas, aprovechó de recoger su cabello en una coleta alta. Hizo todo lo que pudo para que pareciese un peinado con estilo. También se escondió en uno de los sanitarios para descansar los pies.

Nota mental: No traerme zapatos nuevos al trabajo sin haberlos usado un poco antes para suavizarlos.

Al llegar a la puerta del baño de caballeros, asomó primero la cabeza para asegurarse que estuviese vacío. Y como lo estaba, entró, apurada por salir de ahí rápido. Cerró la puerta tras de sí, y puso papel sanitario y jabón en gel. Se aseguró que todo estuviese en su lugar antes de salir, y cuando iba a tomar el pomo de la puerta, ésta se abrió de golpe.

El chico que le había agarrado el culo estaba ahí, y no parecía sentirse bien. Él sólo avanzó hasta uno de los sanitarios a zancadas, y lo escuchó vomitar violentamente.

-Ah, mierda- lo escuchó gemir.

Bella se quedó parada ahí. Luego, se encogió de hombros mentalmente, y salió del baño, dejando al chico atrás. Sin embargo, luego de unos pasos se detuvo. Pensó que quizás estaría bien ir a ver como estaba el chico. O ver si necesitaba el baño limpieza, para avisar al bedel que quedaba. Sí, debía regresar por eso.

Se quedó parada ahí por unos segundos. Luego chasqueó la lengua y maldijo.

Tres minutos después, regresaba al baño de hombres con un vaso de agua y un Alka-Seltzer. Cerró la puerta con seguro tras ella, y se asomó en el único retrete con la puerta abierta.

El muchacho estaba ahí, en el suelo sentado. Tenía la espalda y la cabeza recargada contra la pared y los ojos cerrados, no se veía bien.

Ella carraspeó para llamar su atención, y los ojos de él se abrieron para mirarla.

Carajo.

Eran como los ojos verdes más bonitos que había visto en su vida. Hicieron que las piernas le temblaran cuando la recorrieron de arriba abajo. Él ya no tenía la misma expresión de soy-un-Dios-y-todas-me-desean, pero su mirada seguía siendo intensa.

-Toma- le extendió la pastilla y el agua.

El muchacho no hizo nada por tomarla, sino que la miró unos segundos más, como si no comprendiera algo.

-¿Por qué haces esto? Yo no te gusto- le dijo con voz rasposa, entrecerrando los ojos.

-Yo nunca dije eso- negó ella por educación.

Otra vez apareció en su rostro guapo aquella sonrisa de niño bonito.

-O sea, sí te gusto.

-Tampoco dije eso- aclaró con cuidado, segura de que él sólo estaba molestándola- Sólo tómate eso, no quiero tener que llamar a alguien para que venga a limpiar vómito.

Entonces, como si el karma quisiera sólo reírse de ella, el muchacho se encorvó y vomitó en el suelo, salpicándole los zapatos nuevos.

-¡Oh, vamos! Los acabo de comprar, maldición- masculló, más para el universo que para él- Genial.

El pobre muchacho se recargó sobre la poceta y siguió vomitando.

-Estaría bien que te tomaras esto antes que te deshidrates, y tenga que llamar también a una ambulancia- agregó la pastilla en el vaso, y la puso en el suelo antes de salir a buscar a la pobre Hilda para que limpiase aquel desastre. Luego fue hasta una de las mesas, y se acercó a un joven corpulento de cabello negro y rizado.

-Oye, creo que debes buscar a tu amigo que está en el baño y llevártelo a casa antes de que se ahogue- le informó un poco irritada. Necesitaba urgentemente quitarse los zapatos y limpiarlos antes que la gamuza se dañase.

El chico la miró atento, y luego meneó la cabeza.

-Ese idiota. Le dije que no debía tomar tanto- gruñó antes de pararse y perderse en dirección hacia el baño de hombres. Se lo quedó mirando un momento, advirtiendo el tamaño de aquel hombre. Luego miró la mesa de nuevo, llena de otros tres hombres jóvenes que hablaban y reían.

¿Eran todos demasiado guapos o ya ella estaba también algo ebria?

Se fue hacia el camerino a limpiarse los zapatos, rogando porque todo terminara rápido para poder irse a dormir. Ya eran casi las 5am cuando estaban cerrando el local. Luego de ponerse su ropa normal, avanzó hasta la oficina del dueño. Suspiró antes de tocar la puerta.

-Pase- dijo la voz profunda y ronca.

Abrió la puerta, y entró. Cayo estaba sentado tras su escritorio elegante, fumando un puro y revolviendo unos papeles. Levantó la vista hacia ella, y le sonrió. No le gustaba ese hombre, pero era su jefe y tenía que tragárselo. No es que fuese malo… Pero simplemente no le gustaba.

-Isabella, muñeca, dime en qué puedo ayudarte- ella reprimió una mueca de disgusto, y se sentó en la silla del otro lado del escritorio cuando él le hizo una seña.

Se removió incómoda, pensando en las palabras correctas que utilizaría.

-Hola Cayo, bueno, verás, estos días… Yo… bueno- suspiró- Necesito que me des un adelanto de mi pago- soltó de sopetón.

El hombre viejo exhaló un montón de humo, y no dijo nada mientras la miraba de forma calculadora.

-Eres una trabajadora eficiente, Isabella, te daré el adelanto que me pides, pero no te acostumbres. Recuerda que el pago tiene una fecha, y no me conviene estar haciendo desajustes. Además, pronto viene un recorte de personal- le informó, como si hablara de cualquier cosa.

Ella jadeó, asustada.

-¿C-cómo? ¿Por qué?

-Impuestos, querida, impuestos.

Maldito tacaño.

El hombre revisó sus gavetas, y luego le dio un sobre blanco. Cuando ella lo fue a agarrar, él la tomó por la muñeca. La chica lo miró asustada, pero no lo demostró.

-Deberías pensar en cambiarte de sector, querida. Podrías ganar mucho más dinero si quisieras- sus ojos fríos de pescado la recorrieron, haciendo que sintiese escalofríos de pavor.

-Mmmmm, si, bueno… Lo pensaré- mintió. Él esbozó una sonrisa seca, y dejó su muñeca libre. Si hubiese podido correr de ahí y no parecer una loca, lo hubiese hecho. Ese hombre le daba miedo; era como una especie de Padrino tenebroso.

Correcto. Necesitaba buscar otro trabajo porque no habría aumento de sueldo si había recorte de personal. Por lo menos tenía para dar un mes de renta y adelantar algo del préstamo estudiantil. Y eso también indicaba que el próximo pago vendría más que mutilado, y sería un milagro si le alcanzaba para comprarse un café en Starbucks. Oh, mierda, estaba tan quebrada. Necesitaba comprar unos libros de la universidad, unos materiales costosos para una maqueta, toallas sanitarias y si seguía enumerando, lloraría.

Salió del bar justo cuando Jacob se subía a su motocicleta. Él sin preguntar le pasó un casco negro.

-¿Qué tal el trabajo hoy?- le preguntó, mientras ella se colocaba el casco y se acomodaba tras su amigo.

-Interesante- musitó Bella. Y no era mentira.

Mientras Jacob recorría las calles a toda velocidad, y ella luchaba por no agarrarse como una loca de cualquier parte de él, recordó al joven del baño. Sí, había sido interesante.

La semana pasó algo pesada. El martes presentó un examen y se quedó dormida. Lo bueno era que para ese entonces, ya tenía más de la mitad resuelto. Fue muy vergonzoso. El miércoles lo único que pudo comer en todo el día fue un Hot Dog, y eso la enfermó del estómago, postrándola por todo el día del jueves. Lo bueno fue que ese día no fue a trabajar. El viernes tuvo que hacer unas compras, y necesitó recurrir a los estúpidos cupones porque –como cosa rara- el dinero no le alcanzaba.

Sólo Dios sabe lo que duele ir hambrienta al supermercado, y querer comprar de todo y no poder hacerlo. Metió en el carrito solamente lo más esencial, que incluía verduras, vegetales y algunas frutas, cereales y harinas y varios paquetes de carne, maíz y champiñones enlatados. Se dio el lujo de tomar dos barras de chocolate con caramelo, y destapó una mientras pasaba los productos a la cajera. A medida que crecía el número en el subtotal, su estómago se encogía. Había abierto la segunda barrita cuando empezó a pasar los cupones. Y palideció, y casi vomita el chocolate, cuando se dio cuenta que su total rebasaba por mucho lo que tenía.

-Mierda, mierda- refunfuñó, tomando un color rosa. La cajera masticaba chicle con la boca abierta, y la miraba con gesto fastidiado.

Luego de un momento, decidió que debía sacar algo del pequeño mercado. Apenada, se lo dijo a la cajera, quien dio un suspiro sonoro, y le hizo un ademán con la mano para que sacara de las bolsas lo que quisiese sacar.

-¿Cuánto es la diferencia?- preguntó alguien.

Bella, muy sorprendida, levantó la vista hasta donde provenía la voz, y el chocolate que estaba en su mano cayó al suelo.

-Me lleva- susurró, incrédula. Era el chico de pelo cobrizo que le había agarrado la nalga en el bar, el mismo que luego le había vomitado en los zapatos. Simplemente era increíble que se lo hubiese encontrado. Y sin embargo, ahí estaba: un ser digno del olimpo por su belleza. Alto, atlético, de facciones perfectas y varoniles, exudando seguridad y elegancia. Vaya, sobrio era mucho más sorprendente. Tenía los ojos verde pasto, y usaba una cazadora marrón de cuero, cerrado sobre una camisa blanca, con jeans y converses. Era perfecto para un anuncio de Calvin Klein.

-La diferencia son 21 dólares con 52 centavos- anunció la cajera, también deslumbrada viendo al chico.

Bella pestañeó varias veces antes de hablar.

-No es necesario- balbuceó, recuperándose de la impresión, cuando lo vio sacar su billetera- de verdad, ya voy a sacar algo de las bolsas.

Él la miró, esbozando una sonrisa jovial.

-Por favor, insisto- su mirada fija era penetrante, y la hizo enrojecer.

-Yo también. Agradezco su gesto, pero no es necesario- declinó, haciendo como si no lo conociera, segura que él no lo hacía con ella. Estaba demasiado borracho como para hacerlo, de todas maneras. Se maldijo por no haber ido más arreglada. Definitivamente un jean gastado y un suéter verde de cierre no era un atuendo ni presentable.

-Cualquiera diría que podrías tutearme luego de haberme visto vomitar- dijo con una mueca, mitad pena mitad burla.

-¿Te acuerdas de mí?- preguntó ella, estupefacta.

Él se estiró, rozando sus cuerpos un poco, para darle dos billetes a la cajera. Cuando estuvieron cerca, puso olerlo disimuladamente. Puta madre, que bien olía. Sus partes femeninas le cosquillearon ¿Qué mierda pasa? Intentó concrentrarse.

-Guarde el cambio- le dijo, y le sonrió. Vaya, probablemente gastaba una fortuna manteniendo esa sonrisa. Miró brevemente a la mujer, que sonreía idiotizada. Luego, la miró a ella- Por supuesto que te recuerdo. Pocas veces uno se consigue con un culo tan bonito como el tuyo- le dijo con descaro, bajito para que sólo ella pudiese escucharlo.

Bella dio un respingo, ofendida. Por otra parte, alguien dentro de su cabeza reía tontamente, azorada por el cumplido. Un culo bonito, genial.

-Espero que la resaca haya sido terrible- le dijo sonriendo dulcemente, aunque sus ojos echaban fuego, al igual que sus mejillas.

El joven echó la cabeza hacia atrás y emitió unas breves carcajadas. Después la miró con ojos divertidos y maliciosos.

-Lo fue, sin duda. Supongo que me lo merezco ¿No?

-No lo sé ¿Tienes como costumbre agarrar nalgas ajenas y vomitar en los baños de los bares?- le preguntó con ironía.

Él hizo un mohín con los labios, entrecerrando los ojos.

-No mucho. Digamos que eso fue una ocasión sin precedentes- lentamente se acercó a ella, mirándola a los ojos, y estiró la mano. Bella se envaró, nerviosa ¿Qué estaba haciendo? La mano de él pasó de largo y tomó algo en el estante detrás de ella -Toma- puso en su mano una barra de chocolate igual a la que yacía olvidada en el suelo, y se alejó un paso.

-No puedo…

-Oh, vamos ¿No puedes sólo agradecerme?

-No lo creo-declinó, testaruda- Dime donde trabajas y mañana iré a devolverte el dinero.

El muchacho suspiró, y la miró entrecerrando los ojos.

-Digamos que te lo debía por el otro día. Si no hubiese sido por esa aspirina, probablemente me hubiese tenido que ir a buscar una ambulancia- probablemente exageraba, y lo decía sólo para que ella aceptara el favor. Aquel gesto la conmovió, sólo un poco. Nunca nadie le hacía favores de ese tipo, exceptuando a Alice, que era una especie de Hada Madrina.

Bella se mordió el labio inferior, mirando el chocolate en su mano. Luego miró al hombre enfrente suyo.

-Está bien, gra… Gracias- suspiró finalmente.

Él sonrió de nuevo, y una rodilla le tembló.

-Aunque si te veo de nuevo, te lo pagaré- le advirtió, frunciendo un poco el ceño.

Él cruzó los brazos, mirándola con condescendencia.

-¿Qué te hace pensar que lo aceptaré?

Alguien carraspeó, y ambos voltearon. Había tres personas tras ellos, viéndolos con cara de pocos amigos, esperando que desocuparan la caja.

-Lo siento- se disculpó ella, apresurándose a coger las pocas bolsas.

-Espera, te llevo a tu casa- se ofreció, poniendo en la banda unos pocos productos suyos. La cajera comenzó a pasarlos.

-No, ya has hecho suficiente, en serio- le dijo, no muy segura de por qué quería alejarse de ahí, y de él. Lo miró una vez más- Gracias.

Y salió de ahí pitada. Se sentía sumamente mal por irse de esa forma tan abrupta, pero no pudo evitarlo. Ése chico soñado no era más que un espejismo. Como él había miles, y todos buscaban lo mismo. No necesitaba si quiera saber su nombre o conocerlo más para darse cuenta que era una trampa.

Hola misamores! (A mis tres lectoras de siempre). Y bueno sí, he aquí mi nuevo fic. ¿Será in long fic? No lo sé aún. Lo que sí se es de que va a tratar, y la temática ya la tengo. Estoy muy emocionada con este fic, tanto que escribí éste capítulo en dos horas. Me vino la inspiración, y fui como una película en mi mente: LO VI TODO, Y LO AMÉ. No les diré de qué va porque eso arruinaría todo. Aunque si quieren saber, pueden preguntarme por PM, y yo veo si les revelo algo, pero no prometo nada. Sí prometo que les responderé todos los reviews que me manden, porque quiero saber qué les pareció el prólogo. Porque es el prólogo, no es el primer capítulo.

Así que ya saben, rr que me animan a seguir. Mientras más reciba, más rápido actualizo :D (fin del espacio de chantaje).

Sí les puedo decir que estará ambientado en New York. ¿Por qué New York y no Forks? Porque amo Sex and the City, Gossip Girl y porque vamos, en Forks no hay Pubs. Y Forks es aburrido. Y los demás personajes, vendrán con los capítulos. Como no he ido nunca a NYC, me tocará investigar, así que ya saben: cualquier error de geografía, pido disculpas de antemano.

Esta historia es más Bella/Edward que de las otras parejas. Sí habrá POV de Emmett, Alice y los demás, pero no tanto como en mi otro fic Hermosas Ovejas Negras. Así que esto será más Bella/Edward. Y sí, también escribiré desde el punto de vista de Edward. Ohhhh, este Edward es nuevo para mí. Quizás les parezca un poco OoC, pero no me importa porque es mi historia y si yo quiero que Edward venga y me rapte para hacerme su esclava de amor, LO HAGO, jajajajaja nunca pasará D:

Y bueno, eso. Den al botoncito Rr y díganme que tal. Recuerden, sin reviews, las historias mueren No queremos eso.

Nos leemos en dos semanitas. Besitos!