Capítulo 1. ¿Qué hacemos con David?
Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore se apareció frente a la casa que, desde hace unos días, era la sede de la nueva Orden del Fénix. Doce de Grimmauld Place. El hogar ancestral de la familia Black.
Desde el punto de vista defensivo y de ocultación, esta casa estaba casi tan preparada como el propio Hogwarts, si exceptuamos, aquellas protecciones basadas en magia antigua, hace tiempo perdida. El trabajo de Orión Black había sido intachable en casi todos los aspectos; tanto, que Dumbledore solo tuvo que añadir un par de encantamientos aparte del Fidelio del cual era guardián.
Entró en ella y recorrió, en toda su longitud, el sucio y mugriento pasillo que tenía la casa por vestíbulo hasta llegar a la puerta entreabierta por la que se accedía al salón. Abrió la puerta y se encontró con Sirius Black sentado en un sillón y mirando el fuego encendido en la chimenea.
- Buenas tardes, Sirius. -saludó Dumbledore, sentándose en uno de los sillones junto al fuego. El animago le devolvió una mirada cansada y aburrida y se limitó a alzar la mano por toda contestación.- No te veo muy animado.
- No es que limpiar la casa que odio sin ayuda y teniendo que soportar a mi "querida" madre sea lo más alegre del mundo, Albus. -replicó hastiado.- Por cierto, no te esperaba tan pronto por aquí.
- No, yo tampoco lo esperaba. -admitió el anciano director sacando un caramelo de limón de su túnica.- Pero recordé un fragmento de la conversación que tuvimos pocos días después de que terminara el curso y quería que discutiéramos tranquilamente como resolverlo.
- ¿Te refieres a... -inquirió Sirius con algo más de fuego en la mirada.
- Si, Sirius. El asunto Manning. ¿Qué hacemos con el chico?
- Albus, debo reconocer que no he vuelto a pensar en él desde ese día en el que te comente todo lo que sabía.
- Es comprensible. Además si te soy sincero, no te di la información que yo tengo sobre él.
- Soy todo oídos, Albus.
- El señor David Manning es un mago de lo más particular. Para empezar es un metamorfomago.
- ¿Cómo mi prima Tonks?
- Fue ella quien le entrego su carta de admisión y le enseñó a dominar sus poderes.
- ¿Los domina?
- Si tenemos en cuenta el nivel de su desarrollo mágico, podemos decir que los domina. Minerva me comentó que, en una de sus clases, le pidió una transformación y David se transformó en ella.
- ¿Qué se transformó en McGonagall? -exclamó Sirius alegre.- Me hubiera encantado verlo.- Albus sonrió al ver como Sirius recobraba parte de su vitalidad.
- Otro dato a reseñar es que es imposible hacer Legeremancia sobre él o controlarle por medio de la maldición imperius.
- ¿Cómo? -preguntó Sirius con la mandíbula caída de la impresión.- ¿Con quince años y ya es capaz de eso?
- Con trece ya era capaz, Sirius. -respondió Dumbledore.
- No lo entiendo. ¿Cómo es eso posible?
- Parece ser que nació así. Su resistencia es natural, no entrenada ni desarrollada.
- ¿Cómo lo sabes? -preguntó Sirius. La pequeña sonrisa culpable le dijo todo lo que necesitaba.- Intentaste entrar en su mente y te repelió...
- Sin esfuerzo alguno. -admitió Dumbledore sin vergüenza.- Mi ataque mental fue tan efectivo como mis intentos por controlaros a ti y a James.
Sirius no pudo evitar sonreír al recordar como Dumbledore había nombrado prefecto a Lunático para ver si podía controlarlos.
- ¿Más cosas? -preguntó Sirius al notar que Dumbledore se había callado.
- Un par. La primera es que posee una habilidad impresionante para los Encantamientos. Filius me comenta siempre que hablamos sobre él, que no había visto en mucho tiempo algo similar. El propio David hablo con Filius para saber el porque de esto.
- ¿Y la segunda?
- Posee un Doppelganger activo y controlado.
Un silencio sepulcral cayó sobre la casa de los Black. Sirius sabía perfectamente lo que significaba eso. Su familia era depositaria de una larga tradición en magia negra y la amplia biblioteca de la casa poseía información sobre los Doppelganger que Sirius había leído.
- ¿De verdad está controlado? -preguntó Sirius inquieto.- Albus, sabes perfectamente lo que podría provocar un Doppelganger al mando del chico. ¿Estás seguro de ello?
- Absolutamente. -afirmó Dumbledore muy seriamente.- Conseguí entrar en su mente apenas minutos después de que este surgiera y ayudé al filtro a controlarlo.
- ¿Cuál es el filtro?
- El más poderoso que existe para estos casos.
- No me digas que encima tiene novia. -replicó Sirius.
- Si, su amiga de toda la vida, la señorita Jessica Quake.
- Ahora es algo más que una amiga. -apuntó Sirius pícaramente.
- Sin duda. -dijo Dumbledore sonriendo.
Sirius se levantó del sillón y fue a la cocina. Dumbledore pudo oír como se abrían y cerraban armarios. Tras un par de minutos de espera, Sirius apareció en el salón con una botella en la mano.
- ¡Qué manía tenía mi padre con ponerle hechizos antiinvocación a las bebidas! -se quejó Sirius, haciendo aparecer un par de vasos de cristal y destapando la botella con un toque de varita.- Hidromiel añejo de veinticinco años. Lo único bueno que hay en esta casa. -dijo amargamente.- ¿Quieres un poco, Albus?
- Gracias. -respondió Albus acercando una de las copas a la boca de la botella.- Exquisito. -dijo relamiéndose los labios tras tomar un sorbo.- Por curiosidad, ¿por qué tu padre las protegía de esa forma?
- Lucius Malfoy. -dijo con una sonrisa torcida.- Nunca se fio de él cada vez que venia a visitar a Cissy. ¿Sabes cómo está?
- Hasta donde tengo información, bastante bien.
- Una lastima que el idiota de Draco haya salido tan poco a ella. -se lamentó Sirius.- Me llevaba tan bien con Cissy... no tanto como con Andrómeda, pero cuando no estaban ni mis padres ni los suyos, era un autentico encanto. ¡Malditos matrimonios arreglados! -Sirius suspiró y volvió a llenarse la copa.
- Bueno Albus, concentrémonos en David, que me estoy volviendo sentimental. ¿Qué vamos a hacer con él? ¿Has pensado en lo que te dije?
- Si, Sirius. -respondió.- Y la verdad es que no se me ocurre como es posible que tuviera la información que te confesó esa noche. -admitió Dumbledore con gesto serio.
- ¿Y si le metemos en la Orden? -sugirió Sirius.- Hasta tu estarás de acuerdo en que alguien con esas habilidades nos sería extremadamente útil en nuestra lucha contra Voldemort.
- Es menor de edad, Sirius. -le recordó Dumbledore.
- Lo se perfectamente, Albus. -replicó molesto.- Lo que quería decir es que le diéramos el mismo trato que tienes intención de darle a Harry y los demás. Se que los vas a traer aquí e insisto en que...
- Sirius, sabes que es muy peligroso y no puedo permitir que te vuelvan a coger. Por mucho que quieras, no participarás en la misión de rescate de Harry.
- De acuerdo, de acuerdo. -cedió a regañadientes.- ¿Qué te parece mi idea?
- La veo bastante razonable. No solo por tener un miembro de la Orden con tanto potencial, si no también por su propia seguridad.
- ¿Su seguridad?
- Si, Sirius. Si por alguna circunstancia, su Doppelganger se descontrolara, es mucho mejor que este aquí, donde hay suficientes magos cualificados para controlarlo, que en cualquier otro sitio, donde podría provocar una autentica catástrofe.
- ¿Y cómo le vas a traer aquí? -preguntó Sirius, curioso. Dumbledore solo sonrió como respuesta.
- Buenos días. -dijo David en cuanto apareció por la puerta del salón.
- Querrás decir tardes. -replicó Jess sonriente.
- ¿Tardes?
- Son las dos de la tarde, David. -dijo Jess señalando el reloj de la cocina.
- ¡Pues si que tenía sueño! -afirmó sonriendo el metamorfomago mientras se colocaba frente a la ventana y dejaba que el sol le pegara de lleno.
- ¡Quítate de ahí! -exclamó Jess.- ¡Qué no me dejas leer! -David se retiró, acercándose a ella y besándola en la mejilla. Antes de que se separara de ella para ir a la cocina, Jess le cogió de la camiseta.
- Lo que hagas, hazlo bien. -dijo besándole en los labios.
- Tienes toda la razón. -admitió él, devolviéndoselo.
- Esto si que es raro, ¿verdad James? -preguntó una voz que venia de la puerta. Tamara y James Manning habían vuelto de comprar y, por lo que se podía deducir de su comentario, habían visto toda la escena.
- Pues si, cielo. -respondió James muy seriamente.- Con lo que cuesta verles demostrándose lo que se quieren, esto es casi un milagro.
- Esa reticencia no la ha heredado de ninguno de nosotros. -apuntó Tamara con cierto tono burlón en la voz.
- Seguro que no. -reafirmó James.- ¿Has oído eso, David? -gritó para que su hijo lo escuchara perfectamente aún estando en la cocina.
David no quiso responder. No le gustaba nada que sus padres le pillaran en este tipo de situaciones. Le hacían sentir muy incómodo. No era, en ningún caso, culpa de sus padres. Siempre habían sido muy respetuosos respecto a la relación entre él y Jessica; nunca habían intentando inmiscuirse. No entendía porque reaccionaba así, pero lo hacia.
- ¿Qué tal las compras? -preguntó Jess, levantándose para ayudar a Tamara con las bolsas.
- Pues muy lentas. -se quejó James, dejando caer en el sofá sus bolsas.- Tu madre se ha encontrado con la señora Cartwright en el camino de vuelta y se han puesto a hablar.
- Y tu has tenido que estar de pie esperando, aburrido como una ostra. -apuntó David llegando al salón con un refresco de limón en la mano para su padre y un vaso de agua para su madre.
- No lo has podido definir mejor. -dijo James, tirando de la anilla de la lata.
- Gracias, hijo. -dijo Tamara abrazando a su hijo.
- De nada, mama.
¡TOC! ¡TOC!
- ¿Esperamos visita? -preguntó James al resto. Todos negaron con la cabeza.
- Voy yo, que estoy más cerca. -dijo David dirigiéndose hacia allí. El chico agarró el pomo y, mientras bostezaba, abrió la puerta.
- Hola David. -dijo una voz alegre que provenía de una chica de pelo rosa chicle y sonrisa brillante.
- ¡Tonks! -exclamó David, abrazándola. La chica correspondió a su abrazo, emocionada.- Pasa, pasa, -dijo arrastrándola hacia el interior de la casa.- no te quedes fuera. ¿Quieres tomar algo?
- Tranquilo chico. -exclamó la metamorfomaga riéndose y despeinándole.- Vengo con compañía.
- Hola David. -dijo una voz tranquila. David levantó la vista y vio el rostro tranquilo y sereno del profesor Dumbledore.
- ¿Quién era David? -preguntó Jess, asomándose al pasillo.- ¡Vaya! Buenas tardes, profesor Dumbledore.
- Buenas tardes, Jessica. -saludó cálidamente.- ¿Están tus padres, David?
- Aquí estamos. -respondió Tamara que había salido al pasillo acompañada por James.
- Mama, papa, os presento a Albus Dumbledore, el director de Hogwarts. -dijo David.
Dumbledore saludó a los dos adultos quitándose el sombrero de mago de color negro que llevaba.
- Es un placer conocer a los padres de David. -dijo tendiendo una mano que James no tardo en estrechar.
- ¿No les has ofrecido entrar? -preguntó Tamara a David, mirándole seriamente.
- Si que lo ha hecho, señora Manning. -intervino Tonks, viendo la mirada de Tamara.
Dumbledore tomó la iniciativa y entró en la casa. Se quedó en la puerta del salón, admirando el lugar.
- Tienen una casa muy bonita. -comentó Dumbledore sonriente.
- Por favor, señor Dumbledore, pase y siéntese. -dijo Tamara.- ¿Quiere tomar algo?
- No, gracias. Es muy amable. -respondió Dumbledore mientras se sentaba en uno de los sillones.
David, Jess y Tonks se habían sentado en el sofá de tres plazas, mientras que Tamara y James ocupaban el sofá biplaza frente al sillón que había ocupado Dumbledore
- Profesor, ¿a qué se debe esta visita? -preguntó Jess.
- Antes de comentar el motivo de mi visita, -comenzó el profesor.- me gustaría saber cuanto saben los padres de David acerca de lo que ha pasado este ultimo año en Hogwarts.
- Todo. -respondieron David y Jess a la vez. Dumbledore, sorprendido, alzó las cajas unos segundos y se recoloco en el sillón.
- ¿Todo? -preguntó Tonks con cierta preocupación en el rostro.
- No tenemos porque ocultarle nada a mis padres. -respondió David, indignado ante las dudas que planteaban los gestos del director.
- Se que le puede parecer inconveniente la actitud de David y Jessica, señor Dumbledore. -intervino Tamara.- Sin embargo, creemos que es mejor saber la verdad por dura que sea y así, tanto nosotros como los padres de Jessica, decidimos educar a nuestros respectivos hijos.
Dumbledore admiró interiormente la filosofía de vida de los Manning. Sin embargo, era incapaz de compartirla en su totalidad. Siempre hay cosas que no se pueden contar, verdades que no deben ser reveladas hasta que llega el momento adecuado... si es que llegaba.
- Entonces sabrán lo del desgraciado asesinato de Cedric Diggory.
- Por desgracia, si. -admitió Tamara entristecida.
- Y sabemos que creen que Lord Voldemort ha vuelto. -añadió James.
- No lo creemos. Los sabemos. -dijo Dumbledore.
- ¿Cómo lo sabe? ¿Qué evidencias tiene? -preguntó Tamara inclinándose hacia delante.
Dumbledore relató toda la historia que había sucedido durante el anterior año en Hogwarts.
- La verdad es que tiene bastante sentido y, como usted dice, explica muchas cosas que David y Jessica han sido incapaces de explicarnos. -admitió James serio y concentrado.
- Entonces, profesor Dumbledore, ¿qué es lo que busca aquí?
- Durante la primera guerra contra Voldemort, cree un grupo de magos y brujas para luchar contra él, la Orden del Fénix. -Dumbledore hizo una pausa.- Ahora la he vuelto a crear, ya que Voldemort ha vuelto y quiero que David se una a ella.
- ¡NO! -exclamaron Tamara y James a la vez.- ¡No permitiremos que nuestro hijo luche en una guerra!
- Mama... papa... calmaos. -pidió David.
- ¡Me niego a sacrificar a mi hijo! -exclamó Tamara.
Dumbledore no respondió, dejando que la furia de la mujer se calmara a su propio ritmo.
- Creo que el profesor Dumbledore se ha explicado mal. -intervino Tonks con voz suave. Tamara y James asesinaron a Tonks con la mirada. La metamorfomaga bajó la cabeza, intimidada por el fuego que desprendían esos cuatros ojos.
- Gracias por el apoyo, Nymphadora. -dijo Dumbledore volviendo a tomar las riendas de la conversación.- Y como casi siempre, tienes razón. No me he explicado bien. David no entrará en la Orden del Fénix como miembro oficial, no le será dada ninguna misión, ni tendrá conocimiento de los asuntos internos de la Orden. Sólo pueden formar parte de la Orden aquellos magos o brujas que son mayores de edad. En realidad, mi ofrecimiento es más bien de protección.
- ¿Protección? -preguntó Tamara, sorprendida.
- Si David... digamos... entra en la esfera de influencia de la Orden, tendrá más protección que si no. La Orden está formada por magos adultos, la mayoría con experiencia en combate y en protección de personas. -explicó Dumbledore con tranquilidad.
- En ese caso... -dijo James pensativo.
- Nymphadora, creo que es momento de que nos vayamos. Así podrán meditarlo con tranquilidad. -indicó Dumbledore, levantándose del sillón que había ocupado. Tonks obedeció instantáneamente y se dirigió hacia la puerta de salida.- David, cuando tus padres y tu toméis una decisión, manda a tu preciosa lechuza. Ella sabrá encontrarme.
Jessica abrió la puerta de la calle y se despidió de la auror y el profesor mientras David y sus padres debatían los pros y las contras de la propuesta del profesor Dumbledore.
- ¿Tú qué opinas Jessica? -preguntó Tamara. Jess levantó la vista del libro que estaba leyendo y miró, con la sorpresa reflejada en su rostro, a Tamara.
- No es un tema del que yo pueda opinar. -respondió Jess sinceramente.
- ¿Cómo que no? -preguntó James. David miró a sus padres y les indicó que se callaran poniéndose un dedo en los labios. Ambos le hicieron caso. Eran perfectamente conscientes de que su hijo conocía a la chica mejor que nadie.
- Sihaya, -dijo David, cogiéndola de las manos. Jess se sorprendió mucho al escuchar al metamorfomago llamándola por su nombre intimo delante de sus padres. Si había una palabra que definía su relación era discreción.- se lo que estás pensando. Se que piensas que no formas parte de esta familia, pero no es así. Eres parte fundamental de esta familia.
- No, David... -intentó replicar la chica.
- Si, sihaya. Lo eres. -afirmó el chico, amenazadoramente seguro.- ¿Y sabes por qué?
Tamara y James veían sorprendidos la intensidad con la que su hijo hablaba con Jessica. Lo hacía con el corazón, sin máscaras, sin barreras, desnudando su alma... Tamara no pudo evitar emocionarse. Creía estar viendo a James cuando le confesó su amor hace ya más de tres lustros. Una lágrima cayó por su mejilla y descendió hasta quedar absorbida por la tapicería del sofá.
- Sihaya, eres parte de esta familia porque eres parte de mí. -sentenció el metamorfomago, derrumbándose sobre el respaldo del sofá.
- No solo eso. -añadió James.- Jessica, de una forma u otra, siempre has formado parte de esta familia. Siempre has sido, por lo menos para mí, como la hija que nunca tuve.
Tanto Tamara como David miraron a James como si hubiera anunciado que había descubierto pruebas de que los extraterrestres existen. Siempre se había mantenido al margen de este tema; nunca había intervenido cuando Jessica mostraba sus dudas sobre la pertenencia o su papel en esta familia. Cuando su mujer o su hijo le preguntaban el porqué, el siempre respondía: "No tengo la suficiente sensibilidad como para intervenir."
- Entiendo que queráis hacerme sentir bien, pero no tenéis porqué. -dijo Jess.
- No queremos hacerte sentir bien. -replicó Tamara.- Solo decimos la verdad. -David se levanto y le dio la espalda a Jessica y a sus padres.
- De acuerdo, Jess. -dijo levantando los hombros.- Sabes que siempre respetaré tu opinión y tus deseos. Si tu no te sientes parte de esta familia, no hay nada que ninguno de nosotros pueda hacer para cambiar tu forma de ver las cosas. -el metamorfomago volvió a girarse.- Papá, mamá, yo voy a aceptar la oferta. Conozco lo suficiente al profesor Dumbledore como para saber que, a pesar de que la oferta para formar parte de la Orden del Fénix sea sólo para mí, la protección nos engloba a todos. Me subo a escribir la carta.
David salió del salón y subió por las escaleras a la planta de arriba. Tamara, James y Jessica se miraron estupefactos por lo que acababa de ocurrir. Los tres sabían que David nunca se había rendido respecto al tema de si Jessica pertenecía o no a su familia. Esta reacción no se la hubiera esperado nadie.
- ¿Y esto David? -preguntó Hermione en su cabeza.- ¿Por qué has dicho eso?
- Estoy cansado, Hermione. -admitió David mientras cerraba la puerta de la habitación que compartía con Jess.- Si Jessica no quiere darse cuenta de que es parte de mí y de la familia, yo ya he agotado mis fuerzas intentando convencerla.
- No me creo lo que acabas de decir. -afirmó Hermione con seguridad.
- Muy bien. Si no me crees, es cosa tuya. -dijo David con desgana.
- Así es. No te creo. -concluyó Hermione, desapareciendo de su cabeza.
Estimado profesor Dumbledore
Le escribo para decirle que acepto su oferta para entrar en la Orden del Fénix. Sin embargo, mi aceptación completa depende de un factor que le contare cuando regrese para llevarme al Cuartel General de la Orden (suponiendo que haya uno).
Esperando su respuesta.
David Manning
La puerta se abrió, mientras David enrollaba la carta donde iba su respuesta; Jessica entró en la habitación y se quedó mirando el pergamino.
- Es la carta para el profesor Dumbledore. -explicó David, aunque era innecesario.- Puedes leerla si quieres. -el metamorfomago se acercó a la ventana y sacó a Aenea de la jaula que ululó dulcemente y golpeó la cabeza de su dueño y amigo muy suavemente con su pico. - ¿Cómo estás, pequeña? -le preguntó David mientras la acariciaba las alas con suma delicadeza. La lechuza se agitó como si le hubiera dado un escalofrio y giró la cabeza mirando fijamente al metamorfomago que sonrió levemente.
- Toma. -dijo Jessica poniéndole el pergamino enrollado en la mano libre.
- Gracias. -respondió David.- Aquí tienes una carta para el profesor Dumbledore. No se donde está, pero estoy seguro que le encontrarás pronto. Sabes que confió plenamente en ti. -tras atarle la carta a una de las patas, la acarició por última vez y abrió la ventana.- Ten cuidado en el viaje, ¿vale Aenea? -la lechuza salió volando por la ventana, agitando las alas con fuerza. A David le pareció que estaba feliz.- ¿Aún no ha vuelto Lis de casa de Harry? -preguntó al ver vacía la jaula donde vivía la lechuza de Jess.
- Parece ser que no. -respondió Jess, apoyándose en el borde de la ventana.
- Voy a terminar los deberes de Historia de la Magia… así me los quito de encima. -dijo David mientras sacaba sus libros del baúl y los apoyaba en la mesa.
- ¿A qué viene esto? -preguntó Jess, poniendo la mano sobre la pagina que estaba abierta.
- ¿El qué? ¿Lo de hacer los deberes? -preguntó David.
- No me tomes el pelo, David. -dijo Jess sin dejarse engañar.- Sabes perfectamente a que me refiero.
- Ya te lo he dicho abajo, Jess. -dijo retirando con cuidado la mano de la chica de las paginas del libro.- Si tu no quieres o no te ves como parte de esta, insisto, tu familia, yo respeto tu decisión.
- ¿Y ya está? -preguntó Jess.
- ¿Qué más quieres?
- ¿Donde esta el chico que nunca pierde la fe? -preguntó Jess desconcertada.
- Aún tengo fe de que algún día nos consideres tu familia, -apuntó David.- pero ya me he cansado de insistir. Si llega el día en que eso ocurra, será porque tu lo hayas decidido; no porque yo te este dando la lata continuamente.
- Bien David. Según tu carta, has decidido unirte a la Orden del Fénix bajo los términos a los que me referí la ultima vez que nos vimos. -dijo Dumbledore.
- Correcto. -afirmó el metamorfomago.- No obstante, tal como le conté en la carta, mi unión a la Orden solo será real si cumple una condición.
- ¿Condición? ¿Tu sabes de lo que esta hablando? -preguntó Tamara a Jessica.
- Leí su carta y sabía que había una condición, pero desconozco cuál es. -admitió Jess.
- ¿No se lo has podido sonsacar? -preguntó James, sabiendo el poder que tenía la chica sobre su hijo.
- Lo he intentado. -reconoció Jess con una sonrisa culpable.
- Tu dirás entonces. -dijo Dumbledore.
- Le hice una promesa a alguien. Le prometí que pasara lo que pasara, todo lo afrontaríamos juntos. -dijo David.- Así pues, mi condición para unirme a la Orden es que Jessica venga conmigo. -señaló a la chica que estaba sentada frente a él.
- ¿Esa es tu condición?
- Efectivamente, profesor. -afirmó David sonriendo.- O nos acepta a los dos o no tiene a ninguno.
- ¿Estás seguro? -preguntó Dumbledore.- Sabes que si no entras en la Orden no podremos proteger a tu familia si se diera el caso.
- Albus, Albus, Albus... -pensó David divertido.- Te conozco demasiado bien como para saber que eso es un farol.
- Correré ese riesgo. -admitió el metamorfomago con la insultante seguridad que le ofrecía saber como se iba a desarrollar el futuro.
- De acuerdo. -dijo Dumbledore haciéndose el derrotado.- La señorita Quake también puede venir con nosotros.
Comentarios.
Hola a todos. Aquí esta el inicio del quinto año. Os adelanto que este año estará mas animado que cuarto año. :)
Como veis Dumbledore empieza a mover sus hilos alrededor de David, sin saber que este es capaz de verlos. Ya veremos como se suceden las cosas. Ahora, toca agradecer cosas. :)
Debo decir que estoy especialmente orgulloso de la parte de la conversación entre Sirius y Dumbledore en la que hablan sobre Narcissa.
- A Mrs. Gonzalez por seguirme.
- A Auror DragonSlayer por seguirme.
- A Fechu Callejera por poner en favoritos los tres primeros años de "La sombra de Harry".
Espero que os guste este inicio de año. Un brazto, xotug.
