Lo que queda.
Del rechazo surgió el vacío en mi alma, mi corazón decidió abandonar su lumbrera, solo queda contemplar el empañado cristal de la copa, inundada del dulce pero amargo vino.
Dejo de preocuparme, admiro el pasado distante, y me entrego al mar de sensaciones, las disfruto, las saboreo, las exprimo, solo eso me queda.
La pienso… la pienso confuso, la evoco por completo: primero su sonrisa, luego sus ojos, no olvidemos su cabello, su suave y pálida tez, su cuerpo… la veo, le veo en el efímero éter del sueño.
Enciendo la radio y dejo que una tonada de suave lamento impregne el ambiente, tengo compañía, la melodía se embarca junto a mí en esta melancólica travesía a ninguna parte.
Curiosamente llueve, es el escenario perfecto para mi, necesito de esto, necesito dejarme llevar, es todo lo que puedo hacer ahora. El suave torrente arrulla mi alma, la mece serena, en mi cuna de penas.
La tenue luz de un lejano candelabro se vuelca sobre la puerta entornada de mi habitación, dando la impresión de un umbral difuminado, distante, ajeno a mi, trazando una tímida línea que corta en dos mi habitación de sutil forma.
El frío piso de roble se siente bien… todo es perfecto para zarpar en este viaje sin retorno aparente.
Cierro mis ojos, no hace falta que me concentre para sentirla a mi lado, a esa musa que inspira mi poesía, musa que infló mi corazón de ilusiones las cuales fueron suplantadas por lamentos.
Tímidamente la primera lágrima se asoma hacia lo desconocido, acaricia mi mejilla izquierda y se lanza al vacío, dejando como vestigio final un húmedo rastro en mi rostro, y así las demás la siguieron. Una soltera tempestad gritando silenciosamente tu nombre, colmando mi ser.
Lamento la pérdida de algo que jamás fue mío, algo cercano y distante a su vez, el "nunca" de mis anhelos.
Un hombre que no soy yo se adueñará de su suave tez blanquecina, de sus rojos labios inocentes, de sus ojos café que evocan fielmente a el otoño más embriagador, de sus finas hebras oscuras… alguien que no soy yo consumará su pureza, reclamará su ser, y pondrá nombre a su pasión… alguien que no soy yo…
Solo resta la espera de la nada, el divagar el frío abismo de la cruda soledad, el contemplar la pérdida desde el lejano umbral, el asimilar el éter, aferrarme cual planta en el borde de un precipicio, creciendo con la esperanza de un mañana, el que sin ti, amada, parece tan irreal… pero esto es lo que queda, la esperanza, mi esperanza de lo venidero.
Doy un sorbo al dulce vino, y me entrego al sueño, tal vez allí pueda verte una vez más...
