Cuando Todoroki llegó a la misma escuela que Bakugô fue como una maldición, porque Katsuki reconocía el talento cuando lo veía. Al parecer, Deku no iba a ser la única piedra en sus zapatos antes de entrar a la UA.
Todoroki apareció de la nada durante el segundo grado de la escuela media y acaparó el lugar número haciendo cualquier cosa. Bakugô ni siquiera podía odiarlo en serio, porque el tipo no se parecía ni un poco a Deku en su carácter; Todoroki era ermitaño, estoico y taciturno por naturaleza.
Quizás le caería bien si no estuviera rodeado de personas que actuaban como Deku cuando no paraba de seguir a Katsuki. Y hablando del niño pecoso… probablemente él era el principal culpable de la repulsión que Bakugô comenzó a sentir cada vez que oía el nombre del estudiante nuevo.
Si bien era innegable que Katsuki no discutía con Deku desde hacía meses, cuando este último empezó a tener vida social gracias a Iida y Uraraka, sencillamente no podía verlo como amigo; no lo soportaba. Por eso, al notar que Todoroki se resignó tan fácilmente a sentarse junto al trío de nerds luego de la quinta semana, fue como si las mínimas posibilidades existentes de llevarse bien desaparecieran de golpe.
Para inicios del tercer año, no obstante, sucedió algo curioso; no era que Bakugô se pasara las horas observando a sus compañeros, pero podía asegurar que Todoroki sonreía más a menudo. También era verdad que, cuando no estaba sonriendo, su presencia se tornó pesada, pues pasó de ignorar completamente a los fanáticos a decirles un rotundo "estorbas".
Bakugô pensó que Todoroki había colapsado y ahora sufriría el mismo acoso que él por parte de Deku. No obstante, el ansiado momento de ver cómo el adolescente de cabellos bicolor rechazaba a Izuku nunca llegó. Deku no se había pegado a Todoroki cual goma de mascar, ni insistió en preguntarle si estaba bien. Izuku se limitó a palmear su hombro de vez en cuando y Katsuki se impacientó.
¿Qué fue lo que Shôto había hecho para que el muchacho de ojos verdes entendiera la palabra 'privacidad'? Probablemente, Bakugô empezó a obsesionarse desde ahí.
El rubio no tenía lugar para sentimientos como la envidia; su grandeza y satisfacción personal ocupaban todo el espacio. Aun así, su mente racional no alcanzaba a comprender qué tenía de especial Shôto Todoroki ni por qué Izuku Midoriya no se comportaba como un loco aficionado.
De forma inevitable, Bakugô empezó a actuar diferente con sólo oír el nombre de aquel muchacho con la enorme cicatriz en su rostro: era como ver dos imanes repelerse de modo auto-inducido, como si Bakugô se negara a convertirse en uno de los seguidores maniáticos que tanto odiaba.
Si la decisión estuviese en sus manos, Katsuki Bakugô jamás habría coincidido con Todoroki, pero la suerte nunca fue su mejor aliada: a mitad del tercer grado, se vio envuelto en los asuntos familiares del otro y su interacción se hizo casi obligatoria.
Sin querer, Bakugô había escuchado una conversación con Enji Todoroki y, a partir de ese instante, Shôto le miraba fugazmente cada que podía. Katsuki supo que todo se iría al infierno, porque no sabía con exactitud qué era lo que el otro sabía que él sabía.
Ignoraba de igual forma si las coincidencias que desde entonces ocurrieron en los pasillos eran cosa de la vida o se trataba de Todoroki queriendo fastidiar. La segunda opción sonaba menos complicada, porque Katsuki sólo necesitaría enfrentar a ese tonto y exigirle que lo dejase en paz; en cambio, si sus desventuras eran karma, el rubio no tenía ni idea si iban a detenerse.
En realidad era factible que la vida lo odiase, porque en la única ocasión que bajó la guardia e intercambió un par de insultos con el fenómeno mitad y mitad, Deku estuvo presente y malinterpretó todo como un intento de conversación.
Los tres terminaron yendo a juntos a casa, porque el destino decidió que la ruta para volver a sus respectivos hogares fuera la misma durante el primer cuarto de kilómetro. Ese día, Todoroki se desvió camino al hospital y Katsuki mentiría si dijese que no imaginaba a quien visitaría.
Antes de que Deku y él se separaran, descubrieron a un albino mayor a ellos robando en la tienda de comestibles. Katsuki tenía la impresión de haberlo visto antes, por lo que, en cuanto notó los ojos compasivos de Deku posándose en aquel remanente de sociedad, le advirtió, por no decir que le amenazó, sobre siquiera ocurrírsele involucrarse con él.
Los días transcurrieron con aparente normalidad pero, como si se tratara del efecto mariposa, Katsuki no fue capaz de suprimir las consecuencias de haber oído a Todoroki hablando con su padre.
En cierta ocasión, cuando les había tocado trabajar en equipo, Shôto tuvo la osadía de contradecir al rubio, alegando que las cosas no funcionaban como él creía y que no llegarían a ningún lado sólo imponiendo su mentalidad. Bakugô debió gritarle lo de siempre: que se callara y que no había pedido su opinión. Pero no lo hizo.
Sabía que detrás de sus palabras encontraría razones más profundas que llevarse bien, y su voz indiferente indicaba que no habló sólo por fastidiar; si a eso le añadía que sus ojos no mostraban lástima ni rencor, que eran tan inexpresivos que casi se podría decir que no miraban nada en absoluto, Katsuki sospechaba que Todoroki ni siquiera se dirigía a él.
"No más visitas a tu madre"
"¡¿Por qué no?!"
"Has estado desafiándome últimamente: no haces lo que te ordeno, ensucias mi reputación... Debe ser cosa de tu madre. Si no es por eso, entonces es la escuela; actúas extraño desde que entraste a segundo. No me obligues a cambiarte de nuevo..."
"¡No me jodas!"
"No me levantes la voz. Tú no puedes…"
"¡Yo puedo hacer lo que yo quiera! Y ahora, tú vas a escucharme por una maldita vez: aun si piensas que convirtiéndome en el ser más perfecto va a encubrir tus fracasos, no funcionará. No basta imponer tus estúpidas ideas para cambiar las cosas"
Al final, Katsuki respondió con una calma apocalíptica que, si no le parecía cómo trabajaba, podía hacer las cosas a su manera. La sonrisa que Shôto le regaló después fue la más sincera que le había visto.
Entonces, las coincidencias fuera del aula se regularizaron, el intercambio de insultos se volvió habitual y Todoroki se burló abiertamente de su temperamento explosivo. La quimera humana resultó ser cínica, antipática y mordaz en el fondo.
Definitivamente, le caería bien si las circunstancias fueran distintas. No obstante, Bakugô no estaba interesado en hacer amigos; mucho menos si se trataba de alguien que prefería invertir su tiempo con el mayor de los nerds antes que con Katsuki. Y es que Todoroki, sin causa racional, eligió asumir el rol de confidente de Deku.
Bakugô, aliviado pero diametralmente molesto, se dio cuenta de que Iida y Uraraka se habían distanciado de los otros dos, y de nuevo sus dotes de observación le hacían la vida más complicada que sencilla, porque notó de igual manera que Deku y Uraraka lucían desanimados, no hablaban entre ellos ni se atrevían a mirarse a los ojos por más de cinco segundos.
Katsuki tampoco sentía interés por los temas amorosos, pero eso no significaba que fuera obtuso; seguramente Deku había visto las señales de la evidente atracción que Uraraka sentía por él, pero no reaccionaría a menos que la propia Ochako se le confesara.
Hasta donde Katsuki podía entender, la situación era ésta: el grupo de nerds se había separado en pares para tratar de reponerse del daño emocional tras el rechazo de Deku hacia Uraraka. Mientras tanto, Katsuki intentaba asimilar que la indiferencia de Todoroki no se debía a que de pronto pensare que Bakugô no valía su tiempo de la forma más madura posible para un adolescente con complejo de inferioridad.
Empero, aunque pasaron meses y aquel grupo logró reconciliarse, Todoroki no volvió a mostrar la misma disposición para discutir con Bakugô. El rubio terminó la escuela media justo como lo planeó desde el comienzo: un alumno brillante que no necesitaba amigos ni influencias para sobresalir.
Bakugô dio el discurso de despedida al ser el más destacado de su generación; Todoroki simplemente había decidido que fortalecer sus relaciones interpersonales era más importante para él que competir por el puesto número uno haciendo cualquier cosa.
Y porque el orgullo de Katsuki era más poderoso que sus emociones, jamás le diría a nadie que, en lugar de alegrarse por el fenómeno mitad y mitad y por su propio éxito, sintió una profunda decepción.
