Debilidad


Si tuviera que numerar sus más grandes miedos, ver a Roxanne con el ceño fruncido encabezaría la lista. No era porque se viera aterradora ni porque emanara un aura de fuego invisible, sino porque el simple hecho de pensar que lo podía llegar a odiar era insoportable.

-¿No piensas perdonarme?-murmuró para intentar romper la atmósfera tan tensa que se había formado a su alrededor desde hacía media hora. A su lado, su fiel Servil se mantenía en silencio tratando de leer los siguientes movimientos del alienígena azul.

-¿Perdonarte? ¡¿CREES QUE PUEDO PERDONARTE?! – Gritó. Parecía que después de todo el regaño de minutos antes había sido en vano- ¿Qué parte de TODO lo que te dije, no entendiste?

-La parte en la que me…

-Nos, Señor

-…Nos regañas.

-A veces pienso que es inútil tratar de razonar con ustedes dos en estas situaciones

Ella se cruzó de brazos y movió la punta del pie con impaciencia. Por su mente cruzó la idea de irse de ese lugar donde ya no tenía sentido estar, pero sus pies parecían no querer moverse. Roxanne había pasado por esa situación tantas veces antes, que ya sabía cómo terminaba todo: con ella perdiendo. Siempre era así y por primera vez en serio deseaba tener el derecho de sentirse furiosa y defender lo que era suyo.

Sin embargo no podía. Le era imposible tan sólo sentirse furiosa cuando frente a ella tenía arrodillados a dos seres de hermosos ojos, utilizando la más tierna mirada que podían poner.

Roxanne suspiró rendida.

-Muy bien, pero que sea la ÚLTIMA vez que toman mis cosas para sus juegos extraños

La periodista estiró su mano para devolverle el control de su mp3 y más tardaron en dar un salto para levantarse que en lo que la música comenzó a sonar a todo volumen.

-Gracias- susurró Megamente a su oído antes de depositar un beso en su mejilla y alejarse bailando junto con Servil.

Roxanne no pudo más que sonreír resignada al verlos agitar su mejor vestido y su mejor bufanda al ritmo de Man! I feel like a woman.*


*Shania Twain, 1997