Los personajes de esta historia no me pertenecen.
No obtengo beneficio alguno por escribir esto salvo mi propio entretenimiento.
AVISO: Este fanfic es YAOI (y será slash), si este género no te interesa o te resulta desagradable no lo leas y punto, comprendo perfectamente esa postura. Es un Aiolia/Máscara de Muerte.
Capítulo 1. Caminando sobre mi tumba
El cementerio era un lugar tranquilo. Tenía un aire relajante en absoluto siniestro. Quizás eran las flores silvestres que crecían en abundancia, haciendo que aquel lugar de naturaleza intrinsecamente macabra adquiriese un aire casi bucólico incluso al anochecer.
Aiolia se arrodilló frente a la lápida. Aquella era especial. La reciente puesta de la losa nada tenía que ver con las fechas inscritas en ella.
Cuando hacía sentido la necesidad de llorar a su difunto hermano, Aiolia no había tenido lápida frente a la cual hacerlo. El caballero de Sagitario, considerado durante años como un traidor, ni siquiera había merecido una. El templo vacio había hecho las veces de mausoleo, pero aquel lugar había estado cargado con demasiados recuerdos, no había sido cómodo.
- Aiolos... hermano.
La lápida era simple. Nada más que una losa pulida y grabada con el nombre y fecha de nacimiento y defunción, como las de los demás caballeros de oro allí enterrados. Pero esta simbolizaba mucho, por fin Aiolos tenía un lugar de descanso entre sus iguales.
- Todo ha terminado, hermano, ojala puedas verlo allá donde estas.
Hades había sido derrotado. Y Athena había sido ascendida al Olimpo celestial como una divinidad completa tras sacrificar su vida mortal como Saori al vencer con sus fieles caballeros al terrible dios del inframundo. Su victoria les había costado la vida a muchos, y Athena les había recompensado por su sacrificio. Los caballeros de oro habían resucitado, regresando de entre los muertos en cuerpo y alma, en recompensa por su sacrificio en combate y su entrega total para derribar el muro de los Lamentos, dando hasta la última gota de su cosmos.
Pero Aiolos permanecía en su tumba. Había pasado demasiado tiempo de su muerte, y su espíritu había dado ya todo por Athena. Hacía muchos años que había marchado al otro mundo honrando a su divinidad, no volvería.
Aiolia apoyó los brazos sobre la lápida, bajando el rostro y ocultándolo para que el mundo no pudiera contemplar su dolor.
Había visto a su hermano por unos segundos, cuando los doce caballeros se habían reunido para destruir el muro de los lamentos en el infierno. Había sentido su fuerza, su conocido cosmos reunido la armadura de Sagitario portada por Seiya, con tanta intensidad que le había sentido presente. Aiolos estaba en paz.
Aiolia se sentía egoista. Debería estar contento, debería estar satisfecho, feliz de que su hermano descansara en paz en el mas allá, ahora sin duda en compañía de la divina Athena. Sin embargo seguía sintiendose como todos aquellos años... abandonado.
Una presencia le sacó de sus cavilaciones internas. Aiolia se tranquilizó, ahogando las lágrimas melancólicas, y se incorporó para mirar a su alrederor. Otro caballero de oro parecía hacer decidido visitar el cementerio de los caballeros.
Le sorprendió. Casi nadie iba allí. No era habitual entre los fieles de Athena acudir a los muertos. Además era pocos los que tenían a alguien a quien hechar en dalta en aquel lugar. A veces Mü rendía tributo a su difunto maestro, Shion. Pero los caballeros de oro no solían tener familia alguna, se dedicaban en cuerpo y alma a Athena, no había lugar para nada mas en su mundo.
Se alejó de la tumba de Aiolos, su querido hermano, y dió con el recién llegado. Aiolia sintió un inmediato amargor en el fondo de la garganta y sudor en las palmas de las manos. Máscara de Muerte.
No quería ver a ese caballero, en ninguna parte, y mucho menos allí y en ese momento. No estaba de humor para tratar con aquel hombre, si es que había un humor para ello. No, no creía que hubiese situación en que fuese posible hablar con aquel asesino confeso.
¿Qué hacía allí?. Máscara de Muerte permanecía de pie frente a una lápida.
El caballero de Cancer había resucitado pese a sus evidentes actos de maldad en vida, y eso era algo que a Aiolia le hacía hervir la sangre hasta la ebullición. No merecía haber resucitado, no merecía estar allí ni tener un armadura de oro. No había justicia en ello, no había justicia en el mundo si Máscara regresaba y Aiolos no lo hacía. ¿Dónde estaba la justicia de la diosa?.
Enfurecido, Aiolia abandonó toda intención de mantenerse alejado. Máscara conseguía hacerle sentir una rabia que nadie más podía. Todo en el otro caballero le ofendía, y su pasado estaba plagado de enfrentamientos. Aiolia odiaba a Máscara, y este nunca había disimulado que tal sentimiento era correspondido con un profundo desprecio.
- ¿No te basta con el cementerio de tu propio templo?
Máscara se volvió con cierta sorpresa, que fue rapidamente reemplazada por una bien conocida mueca de crueldad y burla que tanto odiaba Aiolia. Cruel bastardo, nada era sagrado para el hombre que había traicionado a sabiendas a la diosa Athena.
- Naaah, el mio es mucho mas vistoso. Las caras de mi templo dicen mucho más que un simple nombre.
Las caras. Pocos se atrevían a atravesar la Casa de Cancer, el cuarto templo era una macabra sala de exposiciones, el museo de una macabra colección de rostros humanos emparedados en suelo y muros, atestiguando cada condenado a muerte a manos del despiadado caballero de Cancer.
- Eres un monstruo.
- Gracias.- Máscara hizo una leve reverencia convirtiendo el insulto en un halago.
Aiola no podía acusar a Máscara de hipócrita al menos. Era el unico rasgo de Máscara, que si bien provocaba sus enfrentamientos, no le ofendía como hacía la de algunos caballeros. No se podía decir que Máscara pretendiera ocultar sus actos o naturaleza. Era un hombre cruel que lo demostraba, despiadado y orgulloso de ello, que daba su lealdad al poder y despreciaba todo lo demás como debilidades. Y no se lo callaba ni vendía palabras bonitas. En ocasiones incluso podía respetar ese único detalle de Máscara, su revitalizante y sincero desprecio por lo politicamente correcto y la falsa buena educación.
- ¿Qué hay de tí, león, vienes a hablar con los huesos quebrados y la carne podrida?
Hubiera deseado poder ignorarle como hacían los demás, hacer oidos sordos. Pero Máscara siempre había podido calar hondo dentro de él. Nadie le enfurecía como él, nadie era tan ofensivo como aquel hombre.
- Aquí eran enterrados caballeros a los que tu no podrías compararte en tu vida.- Gruñó apretando los puños.
- Si tu lo dices, pero ellos están muertos y yo estoy vivo. Yo diría que salgo ganando.
Era vergonzoso que los demás caballeros aceptaran la presencia de aquel blasfemo en el Santuario. Aiolia se acercó hasta encararse con el caballero de erizado cabello cano.
- Puede que los demás toleren tu actitud, pero yo no lo haré.
La sonrisa de Máscara se ensanchó como si eso le alegrara en gran medida. Ambos caballeros encendieron sus cosmos con las miradas prendidas en un desafio, verde esmeralda contra rojo carmesí.
Aiolia era luz, el sol mismo encendido. Sus puños se encendían en leves descargas, reflejando su elemento, el rayo, el fuego de Zeus. El poder del León.
Máscara de Muerte era oscuridad, su aura dorada estaba tintada de tiniebas como nubes negras entre el cosmos, como un preludio de su siniestro poder sobre el abismo. El vacio del infierno.
Entre ellos había una tensión antigua, una enemistad que había crecido a los largo de continuos encontronazos a lo largo de sus vidas, desde la infancia hasta sus días presentes. En un par ocasiones habían llegado a las manos, y nunca habían conseguido formalizar un combate.
- ¡Máscara de Muerte!. ¡Aiolia!
Y al parecer los hados del destino querían que siguiera siendo así. La voz de Saga resultaba muy familiar en aquella situación, segando la tensión del precombate, y ambos hombres desviaron sus intensas miradas al caballero de Géminis, que iba hacia ellos a pasao ligero, obviamente preocupado por su expresión.
- Máscara, te estaba buscando.- Saga se paró junto a ellos, dirigiendo un gesto de reproche al caballero de Cancer.- Se está haciendo muy tarde.
- Eso parece.- Máscara alzó la vista al cielo, el sol se había ocultado y el crepúsculo tenía el cielo de rojos y morados, las últimas luces del cielo no tardarían en desaparecer.
- No puedes retrasarte.- Instó Saga, inusualmente agitado.
Aiolia se sintió un poco perdido, no le constaba que Máscara tuviese misión alguna, apenas habían pasado tres semanas desde la resurrección y todos estaban adaptándose al regreso, sobre todo aquellos que habían fallecido en la batalla del Santuario.
- Continuaremos esta "conversación" en otro momento, león.
Aiolia respondió al desafió de aquellos ojos carmesí.
- Lo estoy deseando.- Espetó.
Saga se abstuvo de decir nada, aunque era obvio en su gesto que desaprovaba aquella actitud. Aiolia apenas podía contar las veces en que, siendo niños, Saga o Aiolos, los mayores del Santuario habían tenido que separarlos en sus continuas riñas, casi resultaba nostálgico.
Máscara le dió la espalda y abandonó el cementerio pasando bajo el arco de regreso al Santuario, seguido de cerca por Saga, que se despidió de Aioria con un saludo rápido.
Aiolia les miró marchar hasta que desaparecieron tras la colina, subiendo los escalones del Santuario templo arriba.
Le venían muchos recuerdos de situaciones similares. Máscara y él peleandose para después ser separados por Saga o bien por su propio hermano, Aiolos. ¿Alguna vez habían sido tan jóvenes?. Si, Máscara y él se llevaban solo tres años, y por algún motivo el muchacho de origen italiano le había guardado siempre un especial odio infantil.
Maldito fuese mil veces, Aiolia bajó la vista, molesto, entonces su mirada se fijó en la lápida frente a la cual estaba ahora, aquella frente a la cual había sorprendido a Máscara.
Máscara de Muerte. 24-06-1984 26-10-2007La lápida de Máscara de Muerte, aun sin retirar. Máscara había estado parado frente a su propia tumba.
Aiolia tuvo un escalofrio. Era tarde, debía regresar a su templo.
Cuando las últimas luces del crepúsculo se extinguieron en el cielo se cernió la noche cerrada. Luna nueva, la luz mas brillante de la noche no estaba, y tan solo las estrellas ofrecían consuelo en la profunda oscuridad.
Mascara no podía ver las estrellas. Observó las puertas de su templo cerrándose y a Saga al otro lado de estas. En los ojos del caballero de Géminis veía una mirada que había visto cientos de veces y siempre le revolvía el estómago. Las puertas se cerraron durante un tiempo que parecía interminable, dejando que el escaso destello de luz nocturna se hiciera mas y mas pequeño. Hasta desaparecer.
Luna nueva. Máscara de Muerte acarició la corona espinada que era su casco. La primera luna nueva desde su resurrección.
Nada había cambiado. Nada.
Aiolia tenía dificultades para subir los escalones hasta su templo en la oscuridad. Se había retrasado sin esperar que la visibilidad se redujera tanto. El Santuario aun estaba vacio, los soldados y sirvientes aun no habían regresado a sus puestos desde la guerra contra Hades y nadie había encendido las antorchas.
Si bien el Santuario vivía al margen del mundo exterior desde tiempos antiguos sería una buena idea hacer una instalación eléctrica o algunas comodidades modernas. Aiolia se sonrió pensando en la cara que pondrían los técnicos al tener que poner una instalación en templos más antiguos que el Partenon. Ya podían dar gracias por tener saneamiento y agua corriente.
Pasó por los tres primeros templos y llegó hasta la explanada de la cuarta casa. El templo del Gran Cangrejo. No le sorprendió encontrar las puertas del templo cerradas a cal y canto, era habitual que el caballero de Cancer cerrara su templo sin aviso, de todas formas casi nadie deseaba atravesarlo y todos preferían usar el camino mas largo que daba un rodeo al templo, esas sendas se cerraban en periodo de guerra pero ahora, vencidos todos los peligros, volvían a abrirse.
Aiolia apenas dió dos pasos con la intención de pasar de largo cuando se lo pensó mejor. Quería terminar lo que había empezado en el cementerio, y echar en cara a Máscara la lápida que aun portaba su nombre. El señor de un templo de muertos con una tumba propia, resultaba muy propio.
Subió los escalones del templo de Cancer hasta pasar la columnata y situarse frente al gran portalón. Este, al igual que las de los demás templos, tenía grabada la mitologa del signo zodiacal, contando la historia del cangrejo enviado por la diosa madre Hera para ayudar a la Hidra a derrotar al heroe, Hércules. Sobre la historia estaba grabada una gran luna llena, el astro protector del signo, rodeada de estrellas.
Una bonita puerta para un interior tan grotesto. Aiolia alzó el puño para aporrear la puerta, pero ni siquiera llegó a rozar la blanca piedra. Su mano se estrelló con un estallido de dolor contra una invisible barrera de cosmos.
Un sello. Aiolia retrocedió alarmado al tiempo que se masajeaba la mano dolorida. Alguien había sellado la entrada del templo de Cancer con una barrera. Una barrera muy poderosa, solo un caballero de oro realmente poderoso podía realizar una barrera así, Mü, Shaka... o Saga. Aiolia frunció el ceño¿por qué proteger el templo con una barrera así?. Si Máscara no estaba en el templo no tenía mas importancia, ante su templo había tres más que guardaban el paso.
Extraño. El caballero examinó la puerta, poniendo atención en la barrera invisible, la cual, ahora que ponía atención, podía percibir con su propio cosmos. Era poderosa, absorvería un gran impacto sin dificultad, como su Relámpago de Voltaje. Era una técnica de atadura de dimensiones, lo que añadía peso a la teoria de que la barrera era obra de Saga, las dimensiones eran su especialidad. ¿Habría previsto aquello y pretendía evitar que se enfrentara al caballero de Cancer bloqueando el paso al templo?
Su enfrentamiento con Máscara tendría que esperar. Y pensaba averiguar que hacía allí aquella barrera en cuanto amaneciera, si Saga pensaba que podía seguir tratándole como a un niño estaba muy equivocado. Aquellos tiempos habían pasado.
Máscara de Muerte y él tenían cuentas que ajustar.
Amanecer.
En los resquicios de la puerta los pálidos rayos del sol lograban hacerse notar con debilidad. En el interior del templo de Cancer esos débiles destellos eran notables entre la neblina permanente y la oscuridad de un templo cuyas ventanas habían sido selladas hacía siglos.
El alba avanzó hasta que el portón quedó claramente delineado por los rayos del astro rey, no pasó mucho rato hasta que se sintió una caida de la barrera y el portón fue abierto desde el exterior, dejando ver una conocida silueta de larga melena, el hombre abrió ambas puertas de par en par iluminando el interior del templo.
- Ha amanecido.- Anunció Saga, aunque resultaba inutil resaltar lo evidente.
Unos ojos rojos inyectados en sangre se clavaron en los suyos con tanta dureza que no hubiera sido sorprendente que Saga hubiese caido muerto allí mismo. Podrían haber pertenecido a una bestia rabiosa, o a un demonio.
- Si. Una vez mas.
Saga, uno de los mas poderosos caballeros de oro, llamado El Semidios, el mayor de los caballeros de oro, se estremeció con un repentino temor ante la voz ronca, cargada de veneno, odio y rencor.
Una vez mas.
Nota de la Autora: Primer capítulo, nuevo fanfic, voy a volver a la linea del fanfic "Las Máscaras de Cancer" pero intentaré hacerlo con un poco más de fuerza y enfrentamiento entre los personajes.
Respecto a la fecha de nacimiento y muerte de Máscara... es que no hay idea alguna de las fechas anuales en que se desarrolla la historia, así que la he dejado en modo actual, aunque en realidad no importa, porque los personajes viven aislados del mundo. He dejado como que la saga del Santuario fue en el 2007 (presente), y han pasado tres años desde entonces.
