Los colores del atardecer se cernían sobre la aldea y sus cálidos y dorados matices se colaban por la ventana de mi oficina dándole una apariencia agradable.
Estaba concentrado en los informes de las últimas misiones.
-Toc toc-
-¿Quién es?-
Pregunto a pesar de ya saber la respuesta. Kankuro y Temari estaban de misión.
¿Quién podría desear su compañía? La respuesta era simple:
Matsuri
¿Quién podría quererlo como sensei?
Matsuri
¿Quien más caminaría hacia el sin titubear?
Matsuri
¿Quien más podría clavar la mirada en sus fríos ojos aguamarina sin que los propios mostraran siquiera un dejo de temor?
Matsuri
¿Quien más podría hacerlo confundirse, enternecerse, sonrojarse y convertir su siempre templada mente en un remolino de confusión, sentimiento y disturbio en apenas una escasa fracción de segundo?
-M-matsuri…Lamento si lo molesto Kasekage-sama, p- pero…-dejas la frase al aire. Ya estoy acostumbrado a tus titubeos y frases inconclusas.
Es solo una interrogante más en la cual perderme en mis noches de insomnio cuando la aldea duerme, pacífica y ajena al dilema que representas. ¿Porque titubeas? ¿Porque dejas la frase inconclusa? ¿Qué te callas? ¿Porque lo haces?...
-Pasa-Digo con mi siempre imperturbable voz, capaz de cubrir cualquier dejo de sentimiento, sin translucir siquiera alguna pista de lo que ocurre en mi interior.
Ella entra al despacho con una esencia de torpeza y dulzura mesclada.
-Kasekage-sama…-Titubeas, te sonrojas y miras al piso, de nuevo un centenar de desordenadas interrogantes acuden a mi cabeza. Las ignoro sin dejar que alteren mi mascara de seriedad absoluta.
Pero no puedo evitar que un pensamiento suelto atraviese mi barrera.
"Se ve tan linda cuando hace eso…Maldita sea, Gaara reacciona!"
Esa oración que cualquiera consideraría normal en la mente de un chico de 18 años, perturba y pone de cabeza mi mundo entero, precisamente porque no puedo ni debo darme la opción de ser un chico, soy el Kasekage de Sunakagure No Sato y no puedo dejar que ese tipo de cosas ocuparan mi tiempo.
-P-puedo ayudarle?-Al fin te animas a hablar, sacándome de mis cavilaciones. Miras la montaña de papeles sin firmar.
Asiento levemente en señal de afirmación.
Te sientas, no ocupo decirte donde, puesto que ya lo sabes, conoces bien la oficina, ya que, desde que me nombraron Kasekage has insistido en venir y ayudarme con el papeleo, yo acepto con la excusa de que no es poco a pesar de que se, en el fondo se que aceptaría cualquier cosa con tal de tener tu presencia cerca.
Muevo la cabeza en un intento de disipar estos pensamientos de mi cabeza y trato de concentrarme en el informe que estaba leyendo antes de que me interrumpieras en mis labores. Pero no puedo al sentir tu insistente mirada sobre mí.
Levanto la mirada para clavarla en la tuya, permanezco así, sin saber que me preocupa más el no poder dejar de contemplar tus profundos orbes, o que me gusta no poder hacerlo.
De repente pareces reaccionar y sobresaltarte. Te sonrojas, me sonrojo. Cierras los ojos. Cierro los ojos.
Mi mente está hecha un torbellino de emociones y sentimientos. Más que todo emociones, porque mis sentimientos los tengo claros.
Por supuesto que se lo que siento, esa calidez en el pecho cuando sonríes, esas ganas irrefrenables de asesinar a los idiotas que se te ponen al frente con aires de casanova y a los que con tu usual ingenuidad les sonríes y les sigues la conversación probablemente pensando que son muy amables al acompañarte a casa y ayudarte con las bolsas de la compra .Ese instinto que me impulsa a tratar protegerte hasta la saciedad y que al parecer no notas.
Inconscientemente me toco la frente. Más específicamente el kanji, "amor". Eso era, no sabía en qué punto lo había tenido claro, había venido a pocos y el sentimiento se había instalado en mi sin que el mismo se diera cuenta.
Un murmullo de algo incomprensible me saco de mis cavilaciones. Abrí los ojos, para encontrarme con una enternecedora imagen.
Te has dormido sobre los papeles, con una cara de inocencia y tranquilidad total que no puedo evitar acercarme e hincarme hasta quedar mi cabeza a la altura de la tuya, con el escritorio dividiéndolas. No sé cuánto tiempo me quede ensimismado en tus facciones, en tus cabellos castaños, en tu esencia y tu respiración.
Cuando reacciono, miro a la ventana, los matices rojos han dado paso a la oscuridad total de la noche.
