Todo comenzó en una noche lluviosa, como en casi todos esos momentos que marcan tu vida. Mi mama y yo volvíamos de la ciudad después de un largo día de compras para nuestras vacaciones. Como siempre mi hermano Emmet había alegado estar muy ocupado para acompañarnos, y ahora que lo pienso no lamento que sea un poco perezoso.
Odiaba ir de compras, y sobre todo con mi mama, que de tan atolondrada siempre quería comprar todo lo que veía, pero ese día no me importo lo mas mínimo en ir con ella. Era la primera vez que nos íbamos de vacaciones a la playa y estaba muy emocionada por ver el mar que apenas me importo que mi madre me haya comprado un bikini.
El día había sido muy bueno para ser verdad. Visitamos tiendas y después nos fuimos al cine. Era de noche para cuando termino la película, y las dos estábamos exhaustas, pero aun así viajamos por la ruta, que por suerte no estaba tan transitada, ya que con la oscuridad y la lluvia era imposible ver algo. Y eso no le impidió a mi madre seguir manejando.
Estábamos llegando al pueblo cuando doblamos en una curva y unas luces brillantes es lo último que recuerdo de ese día.
De ahí en mas todo son recuerdos entrecortados; despertando en el hospital con mi padre al lado, su cara cuando me conto sobre la muerte de mi madre y el dolor. Siempre el dolor.
Esos días me atrevería a decir que son los más oscuros de mi vida, y por consiguiente los que me cambiaron totalmente. Ya no salía con mis amigas, apenas comía y me la pasaba en mi cuarto, y aunque a mi papa y a mi hermano les preocupo, estaban tan tristes como yo, que pasaron unos días y me dejaron tranquila. Mi padre comenzó a trabajar más y mi hermano había entrado al equipo de rugby, practicando todo el día. Pronto mis amigas también dejaron de llamarme e intentar hablar conmigo, y en ese momento me convertí en la chica invisible.
Hasta que un año después llegaron ellos, cambiando mi vida otra vez.
