Dissclaimer: Soul Eater no es de mi propiedad, pertenece a Atsushi Ohkubo, solo soy dueña de este drabble.
N/A: "¡Oh! Kate está muerta, nunca volveremos a saber de DTM." (autora salvaje aparece con cuatro publicaciones seguidas y vuelve a las sombras) (Me apetecía un romance suave...)
cofcof/cap1y2deDTMeditados/cofcof/capítulo3enprogreso/cofcof/nomematéis/cofcof n.n" La tos, si es que el otoño siempre lleva alguna gripe de regalo... XD
No era extraño encontrar a Maka Albarn en la biblioteca del Shibusen, todas las tardes después de clase la chica iba allí a buscar material complementario para las clases o a repasar sus apuntes. Siempre se sentaba en una de las mesas del final, pegada a la ventana con la vista tapada por el enorme y simétrico pino que Death the Kid había insistido en plantar a ambos lados del edificio.
No, no era extraño, más bien era algo común entrar allí a buscarla cuando su arma se metía en vete tú a saber qué problema junto a Black Star.
Lo verdaderamente extraño era ver al susodicho justo frente a ella, sentado en esa misma mesa junto a la vetana, con un puñado de hojas esparcidas por la tabla de madera; con los codos hincados, sujetándose la cabeza con los puños y manteniendo la mirada fija y concentrada sobre los apuntes. Cualquiera que no lo viese con sus propios ojos pensaría que le estaban mintiendo.
Pero era cierto.
O casi.
Ciertamente Soul Eater estaba esa tarde en la biblioteca, en realidad ya eran varios los días que el chico acompañaba a su técnico; también era cierto que sus apuntes estaban esparcidos sobre la mesa, que sus codos estaban hincados en el mismo sitio y que estaba sujentando su cabeza con los puños; pero no eran los apuntes lo que miraba tan concentrado, sino la suave sonrisa de Maka mientras pasaba a limpio las notas de la clase de Stein, los dedos jugueteando con las puntas de sus coletas mientras leía algo completamente concentrada, y el labio inferior que sus dientes atrapaban cuando le costaba entender algo.
Allí, junto a esa ventana, Soul podía ver cómo la luz del atardecer incendiaba los ojos de su técnico, cómo la luz en llamas cubría la pálida piel de sus dedos gráciles sobre el papel. No le importaba ser descubierto, porque Maka estaba demasiado concentrada; esas pocas veces en las que levantaba la mirada y sus ojos se encontraban, ella se limitaba a sonreír ampliamente y a preguntarle si había algo que no entendía. Entonces Soul asentía y señalaba algo al azar entre las hojas, observaba con aparente calma cómo Maka se levantaba y apartaba la silla junto a él; ella empezaba a susurrarle, muy cerca, la explicación de sus supuesta duda.
Pasada una semana, a nadie le parecía extraño encontrar a Soul Eater pasando las tardes en la biblioteca.
