El Sombrero de Paja: Isla Victoria

Este fic es la segunda temporada de "El Sombrero de Paja" de mi autoría, que tiene a su vez como precuela "La Pasión de Pierna Negra Sanji" de Suave bolígrafo. Si no han leído estos dos fics, se los recomiendo, ya que habrá personajes y situaciones que no llegarán a comprender. Muchas gracias

Summary: Los primeros pasos de Umi, hija de Luffy y Nami, junto a su banda pirata a través del East Blue. Una isla preciosa, un reino pacífico y único, una boda arreglada, un robo, una ejecución. Muchos problemas y carne. ¡La aventura inicia!

Umi, junto a Ryu, Sora, Mitty y Rabí enfrentarán por primera vez el mar. ¿Un nuevo nakama?, ¡muchos sentimientos!, y sobre todo ¡diversión!

Dissclaimer: One Piece y todos sus personajes le pertenecen a Oda sama.


Tenía los ojos cerrados y le dolía la cabeza. Una puntada que no lo dejaba pensar. La luz le hacía mal, por eso había dejado los ojos cerrados tras despertar. Sabía que estaba recostado en la hierba, porque podía sentirla debajo de su cuerpo y acariciarla con sus manos. Tampoco le dolía ninguna otra parte más que la cabeza. Algunas imágenes borrosas aparecían en su mente. No comprendía por qué estaba acostado en medio de la hierba en quién sabe dónde. ¿Qué había sucedido?

Habían arribado al puerto de Isla Victoria esa mañana. El lugar era muy verde, lleno de árboles frondosos y altos, de muchos años de antigüedad. El pueblo era grande y populoso. La gente iba ataviada con ropas parecidas a las que había visto en algún cuento de niñas cuando era pequeño. Los hombres llevaban ropas sencillas, de liencillo, y las mujeres vestidos hasta la mitad de la pierna, con bordados y puntillas. También observó que algunas mujeres y hombres parecían de otra clase social, ya que tenían trajes de etiquetas y vestidos con miriñaque, de alta costura.

Todos parecían tranquilos y amables. Al verlos llegar a puerto, un hombre alto y robusto, de ancho bigote blanco, les anunció que podrían quedarse sólo por dos días, ya que después no se permitiría el ingreso a la isla a barcos que no estuviesen autorizados por el Rey, ya que en lo inminente se llevaría a cabo la boda de su hijo, el Príncipe Giorgio. La situación lejos de sorprender a Umi, le había dado muchas ganas de asistir a esa boda. Deseos absolutamente infundados y descabellados para el parecer de Ryu. Pero así era ella, después de todo.

Luego del desembarque, y de conseguir una posada para poder bañarse y cambiarse de ropa, habían salido a dar un paseo por el pueblo. Mitty y Rabí dijeron que preferían ir por su cuenta para encontrar distintos elementos que necesitaban para sus almacenes personales. Ella había demostrado en varias ocasiones durante el viaje que tenía verdaderos dones para la carpintería naval y Rabí había logrado curar la herida que Ryu ostentaba casi orgulloso en su hombro derecho, tras la lucha indecorosa con un espadachín en una de las anteriores islas que habían visitado. Por su parte, Sora se excusó ya que debía ir por provisiones para la bodega del barco, que estaba absolutamente vacía ya que en el desayuno, y a sabiendas de que llegarían a puerto, Umi había arrasado con lo poco que quedaba.

Recordaba haber visto a Umi escabullirse entre la gente en el mercado, que era una callejuela con puestos en donde se ofrecían variadas mercaderías, con baba cayendo por la comisura de sus labios. Y también recordaba que se prometió a si mismo que no la seguiría en esa ocasión porque estaba harto de pagarle toda la comida. Eso sin contar que hacía días que estaba molesto.

Pero, no pudo evitar la curiosidad o la preocupación −u otra cosa−, al ver que el nuevo navegante de la banda si corrió detrás de ella. Apuró el paso y fue entonces que… no recordaba nada más.

Abrió los ojos con más cuidado, para evitar que la luminosidad nuevamente lo dejara adolorido. Pero se sorprendió al notar que ya estaba oscureciendo. ¿Tanto tiempo había pasado inconsciente? Eso contando con que alguien lo había dejado noqueado todo ese tiempo y que no recordaba haberse golpeado ni nada parecido. Tanteó su costado y para su tranquilidad allí estaban sus katanas. Entonces, si no le habían robado, y si no estaba para nada lastimado, ¿qué le había sucedido? Se sentó con dificultad en la hierba y observó con detenimiento el lugar en el que se encontraba.

Era un claro en una especie de bosque de árboles centenarios. Unas coníferas con grandes piñas se erguían alrededor de Ryu cubriéndolo todo de sombra. Podía ver el recorte de un cielo anaranjado, que le daba la pauta de que llegaba la noche. Tenía que salir de allí y reencontrarse con sus compañeros. Y saber qué le había sucedido y por qué estaba en ese recóndito lugar.

Se llevó la mano a la cabeza, sobre el sitio donde le dolía y descubrió que había algo viscoso allí. Llevó la mano frente a sus ojos que se sorprendieron descubriendo sangre. Un certero y fuerte golpe en su cabeza, que lo desmayó y logró herirlo. No parecía una herida muy profunda, pero debía encontrar rápido algo con qué curarla, mas aún no sabiendo cuánto tiempo había pasado.

Se incorporó sin ningún esfuerzo y sin saber hacia dónde era prudente ir, hallándose perdido y sin ningún punto de referencia, se introdujo en el bosque, hacia el sur.


Sora había comprado la suficiente comida como para alimentar a toda la tripulación y a su capitana por al menos un mes. Desconocía dónde quedaba la siguiente isla a la que se dirigirían, pero la decisión de no quedarse sin provisiones la había tomado mucho antes de llegar a Isla Victoria. El lugar le parecía un tanto pasado de moda. Las mujeres eran muy sumisas y tímidas y casi no hablaban, mientras que los hombres se comportaban como si fueran verdaderos machos cabríos. En varias ocasiones había tenido que bajar la cabeza mientras un fortachón lo amenazaba diciéndole que parecía un marica, mientras que había defendido a unas cuantas tenderas cuando sus clientes las maltrataban verbalmente pidiéndoles rebajas inusitadas.

Cuando llegó al Sea Mystery, no había nadie. Había tenido que alquilar una carreta para lograr llevar toda la mercancía al puerto. Pagó al hombre que conducía y se dedicó a subir todo con sumo cuidado y dedicación. La gente pasaba sin hacer demasiado caso a la bandera que ostentaban. Y en cierto sentido eso molestaba a Sora, ya que a pesar de mostrar una bandera pirata, nadie se mostraba molesto o temeroso. Tampoco era que él quisiese acobardar a la población ni caer mal a nadie, pero al menos deberían mostrar un poco de respeto a una tripulación pirata.

Luego de una hora todo estaba acomodado en su lugar en la despensa del barco, que estaba debajo de la cocina. El lugar no era muy grande, pero entraba perfectamente todo. Sonrió complacido y cerró las puertas con candado, guardándose la llave dentro de un bolsillo especial en su jean. Por nada del mundo debía dejar que Umi encontrara aquella llave, eso si no querían perecer de hambre en medio del mar. Recordaba con nostalgia y consciencia las sabias palabras de su mentor, Sanji: cuando viajas con un Monkey D. nada de lo que puedas imaginar es mucho. Sonrió y subió las escalerillas, encontrándose con su solitaria cocina. Ninguna otra se comparaba a la gran cocina del Baratie, donde pasó el año entero mientras los nakamas de Sanji san terminaban asuntos pendientes y además, esperaban la construcción de su nuevo barco, que sabía se llamaba New Sunshine Go. Pero, a pesar de ser pequeña y rudimentaria, tenía lo necesario para que pudiera poner manos a la obra y hacer funcionar todo lo que había aprendido con el mejor cocinero del mundo.

Cuando salió de su cocina, ya estaba atardeciendo. Le pareció por demás extraño que Umi no hubiese vuelto a buscar algo para comer. Sabía que tenía dinero, pero sólo le iba a alcanzar para el almuerzo, sería imposible que hubiera podido comprar algo para la tarde. Suspiró, estiró sus brazos y reacomodó su coleta. Necesitaba descansar. Había estado preparando algunos encurtidos y escabeches para que los alimentos se conservaran mejor, además de hacer algunos bocadillos para cuando llegara su capitana que nunca llegó. A lo lejos vio a Ryu caminando. Podía saber que era él pero había algo extraño. Se quitó el delantal y lo arrojó dentro de la cocina, cerró la puerta y saltó del barco hacia el muelle. Para cuando llegó al lugar dónde había visto a Ryu, él ya no estaba.


La situación en Palacio era crítica. Los sirvientes y guardias corrían de un lado al otro, llevando y trayendo cosas, a la vez que una voz gruesa y varonil gritaba órdenes a través de una especie de altoparlantes que estaban en todos los corredores. El lugar era enorme, más de quinientas habitaciones decoradas con un exquisito gusto, al mejor estilo barroco. El cristal y el oro no eran para nada escasos, al igual que enormes pinturas en las paredes y el techo. La alfombra que cubría el brillante mármol del pasillo era color rojo oscuro. Estaba alumbrado con velas, miles de ellas, que daban un toque romántico a todo el lugar.

Había escuchado los rumores, y temía lo peor. Había dejado a Umi sola cuando escuchó que el Príncipe Giorgio estaba dando un paseo por el mercado. No era que quisiera ocultarse ni nada por el estilo, pero era consciente de que si lo reconocían todos sus esfuerzos serían en vano. Lo más importante era la misión que le habían encomendado y no tendría más contratiempos, al menos eso era lo que intentaba por todos los medios desde que se unió a la tripulación de Umi. Nada más lejos de la realidad.

Lo cierto era que en ese momento recorría a hurtadillas los pasillos del palacio, vestido como un sirviente, para hallar a su capitana y salir corriendo de la isla, al menos hasta que la boda se hubiera concretado y al fin poder poner en marcha el plan.

Abrió la enésima puerta y allí pudo ver a una joven de cabello negro, largo hasta debajo de la cintura, lacio con fleco. Estaba de espaldas a él, sentada frente a la cómoda mientras se maquillaba. Se hizo el desentendido mientras cerraba nuevamente la puerta, pensando que ella no lo había escuchado, pero se equivocó. En un momento la tenía en frente suyo, sosteniendo el pomo, y acechándolo con sus enormes ojos celestes.

− ¿Qué estás haciendo? − preguntó ella. Su cuerpo era de curvas pronunciadas, cintura pequeña y caderas anchas, y una altura considerable, tal vez más alta que él, y el escote que tenía su vestido verde agua no dejaba nada a la imaginación. La exuberancia de su busto lograba su cometido y el sorprendido, bajó los ojos. Ella lo observaba incrédula mientras aparecía en los labios del supuesto sirviente una sonrisa seductora.

− Estoy revisando que la señorita tenga todo lo que necesita para sentirse cómoda durante su estancia en Palacio, bella principessa − la mujer miró la boca del muchacho, que ostentaba una gran sonrisa que mostraba sus blancos dientes, notó un lunar cerca de la comisura izquierda, y luego subió su vista hacia los ojos, que eran color miel y la observaban con un brillo que sólo pudo identificar como lujuria. Él soltó la puerta y ella automáticamente soltó el pomo.

− Pues aquí está todo en orden − el tono de ella no era para nada nervioso. − Puedes continuar con tu trabajo − empujó la puerta, pero él la detuvo.

− ¿Cómo te llamas? − preguntó con el mismo tono meloso que antes. Ella puso una mueca de desagrado y empujó más la puerta, logrando que el muchacho cediera y escuchó el tranquilizador clic del pestillo entrando en su lugar. Luego dio llave. Suspiró y volvió a su tarea.

La mujer era muy bella, pero no la conocía. Jamás la había visto. Continuó caminando volviendo a centrarse en lo que debía hacer. Sabía que Umi estaba con el Príncipe Giorgio porque los rumores así lo decían y además porque el Palacio era el único lugar dónde podría encontrar una buena comida, que además Giorgio no se la negaría. Más teniendo en cuenta de que es una pirata y no había muchos de ellos por allí. Quizá el Príncipe, lleno de curiosidad como siempre desde que era pequeño, la invitó a pasar la noche en Palacio para conocer un poco mejor la vida de un pirata. De cualquier forma, no importaba la razón, tenía que encontrar a Umi y sacarla no sólo del palacio, sino de la isla, ya que presuponía que la boda de Giorgio no traería buenos augurios para ellos.

La prometida del Príncipe era la princesa de un reino vecino, que abarcaba un gran archipiélago dentro del East Blue. Se sabía que desde hacía varias décadas ambos reinos estaban paz, pero el reinicio de la era pirata de hacía un año, tras la reivindicación de Sombrero de Paja Luffy como el Rey Pirata, no les había sido para nada beneficioso, ya que las aguas se colmaron nuevamente de piratas y ambos reyes temían por la seguridad de su pueblo. La decisión fue en común acuerdo y los príncipes primogénitos de ambos reinos contraerían matrimonio para resguardar la paz entre los reinos y fortalecer la defensa contra posibles ataques piratas.

Mientras caminaba por Palacio había notado el nerviosismo general que tenían los sirvientes que contrastaba con la expresión y la notoria calma que traía él. Sabía que su capitana estaba desaparecida desde el mediodía y ya era la noche, también sabía que no había visto a nadie de la tripulación mientras caminaba por el pueblo, y era consciente que el revuelo había sido ocasionado por algo que sucedió en el mercado con el Príncipe Giorgio. Pero, sin embargo, no sentía ni una mínima pizca de nervios. Porque a pesar de que intuía que aquel incidente había sido ocasionado por Mokey D. Umi y que tal vez había sido porque la habían etiquetado nuevamente como "Princesa Pirata", podía saber también que el Príncipe no era de aquellos que se ofendía fácilmente.

Encontró una nueva puerta desde la que provenía un sonido extraño. Se acercó para poder oír mejor y notó que era una estruendosa carcajada que se continuaba, cesaba un momento, y luego volvía. Era la risa desenfrenada de un hombre, y era un hombre joven. Se apoyó contra la puerta y sin querer esta se abrió, dejándolo en evidencia. Los dos que estaban dentro de la habitación, sentados uno a cada lado de un escritorio señorial, miraron al intruso como si estuviesen viendo un fantasma.

− ¡Gio! − gritó ella, levantándose como un resorte y corriendo a recibirlo. Lo abrazó con fuerza mientras él miraba estupefacto al joven que hacía unos momentos reía como un maniático. Aún conservaba lágrimas en sus ojos, provocadas por la intensa risa.

− ¿Giovanni? − el joven no pudo ponerse de pie debido al estado de shock en el que se encontraba. Era de cabello negro, peinado con una coleta a la altura de la nuca. Tenía los ojos verdes y un lunar cerca de la comisura izquierda de los labios. Su mirada era calma y cálida, y su piel blanca. Cuando al fin se pudo poner de pie, se notó su gran estatura, su porte elegante y su finísimo traje color celeste oscuro, rematado con unos volados en el escote, que se notaban de lejos finísimos y de muy alta costura.

Umi se separó y lo miró arqueando una ceja. Luego giró la cabeza y vio al otro sujeto. Estaba confundida ya que ambos jóvenes se parecían muchísimo, salvo por el tono de su piel, el pinado y la diferencia de alturas. Volvió su vista a Gio y arrugó el entrecejo al tiempo que se cruzaba de brazos.

− ¿Qué está sucediendo aquí? − fue la pregunta que quedó retumbando en los oídos de Gio al ver la expresión que tenía su capitana. Estaba seguro de poder leer en esos ojos la molestia que tenía. ¿Sería posible que ella hubiera descubierto su pequeño secreto? − ¿Es tu doble o algo así? ¿Por qué el principito es igual a ti? ¿O tú eres igual a él? − estaba confundida y hacía expresiones extrañas con el rostro mientras lo miraba a los ojos.

− Verás − dudó y cuando levantó la vista se encontró con la fría mirada del Príncipe Giorgio buscando explicaciones. Tragó saliva.

− Umi, él es mi hermano


Bien, ¡aquí estoy de nuevo!

Como comentario de la autora puedo decir que si no comprenden mucho es porque así debe ser. Todo se aclarará cuando suba el segundo capítulo. Esta nueva temporada saldrá los días VIERNES, un sólo capítulo por semana porque mi ritmo de vida cambió entre El Sombrero de Paja y este fic, así que decidí poner un dólo día de actualización por semana, para así poder cumplir con todos ustedes.

Muchas gracias a todos y espero les guste la historia. Mary