Hola gente bonita .3.

Ahora estoy aquí escribiendo un nuevo fanfic, me surgió así de la nada. Y lo mejor es que ES UN DESTIEL :D

La verdad es que me inspiré leyendo uno que se llama "Twist & Shout" (Deberían leerlo) y pues ahora yo escribo esto. No tiene nada que ver con T&S (Sólo fue mi inspiración). El fanfic está basado en la canción de "Just One Yesterday" de Fall Out Boy, pero no es un songfic.

Notas:

-AU Supernatural. Destiel Everywhere.

-Just One Yesterday, Biblical, The Calendar y Nearly Witches, no me pertenecen, son propiedad de FOB, Biffy Clyro y Panic! At The Disco.

-Supernatural tampoco me pertenece, si fuera mio sería Destiel en todos los capítulos y Sam sería un alce :3

-La foto de cover tampoco es mia. Sólo la historia.


Capítulo 1: Yo pensaba en los ángeles.

"Baby, if you could would you back to the start?

Take any fresh steps, or watch it all fall apart, again."

-Biffy Clyro; Biblical.

1994.

Era verano cuando todo aquello había empezado. A Dean le gustaba el verano. Hacia calor y podía hacer las cosas con libertad. Sin que el frio, la nieve o las manos y piernas entumecidas se lo impidieran. En aquel entonces, era un joven de quince años. Hormonas alborotadas, sueños y deseos, aspiraciones y "You Only Live Once".

Así era la vida, después de todo ¿No? Sueñas y cumples. Sueñas y te caes. Bueno, eso no era precisamente lo que le había pasado a él. El soñó y cumplió, volvió a soñar, pero esta vez, los sueños no lo dejaron caer para luego levantarlo. No. Fue algo mucho peor. Esta vez, los sueños e ilusiones, lo habían zarandeado en el aire y en vez de dejarlo caer para levantarlo después, lo soltaron en una caída libre y lo abandonaron.

Como le gustaría volver a esa época. No recordaba bien el día en que había dejado aquella vida en la que solo eran Sam, su padre y él. Primero, una hermosa casa azul en Kansas y de repente, se encontraba en aquel lugar. En una pequeña ciudad. Ni siquiera sabía que aquella ciudad existía, pero ahí estaba. Y lo peor era que aquella ciudad estaba bañada en la nieve, pero era su última expectativa para poder olvidar.

Volvamos a sus recuerdos. El verano. Hermoso verano, sol y calor. Aún recordaba todos los detalles. Sam había salido del colegio. Dean había ido a por él, como todos los días, mientras su padre se quedaba en casa a terminar sus trabajos. Después de que Dean regresaba de la secundaria. Ya faltaba menos para las vacaciones.

Caminaba hacia la escuela en la que asistía Sam. Como siempre, y mientras caminaba se ponía a pensar en lo maravilloso que sería cuando fuera mayor y tuviera aquella Impala 67 que tanto quería. Algún día, su padre se la daría. Lo sabía. Soñaba con ella siempre. Sería su nena, solo de él.

Vagaba mucho en sus pensamientos, era algo que le gustaba. Tal vez no fuese completamente inteligente, ni listo como Sam. Pero si sabía como utilizar aquel cerebro. Su padre siempre se lo había enseñado, tanto a él como a Sam.

Soltó un bufido y siguió pensando en su futura Impala.

Llegó a la escuela de Sam, el niño de once años lo esperaba sentado en los escalones del edificio. Llevaba su mochila color negro y su camisa color ocre. Y como siempre, dos libros en su mano izquierda.

Sacudió la cabeza.

Se fueron mientras Sam le contaba a su desinteresado hermano, como le había ido en la escuela, de como odiaba a su profesor de historia y de Jessica, la niña que tanto le gustaba. Dean seguía pensando en la Impala. Luego ambos comenzaron a tener una plática balanceada, ni escuelas, ni automóviles, ahora concordaban en el mismo tema.

-Dean.-Sam dijo su nombre para romper aquel silencio que habían dejado en unos minutos.

-¿Qué pasa, Sammy?

Dean sabía que Sam le iba a preguntar algo, que a final de cuentas, sería incómodo para él. No sabía si contestar. Ni siquiera sabía que pregunta le haría, que comentario. Daba igual. Pero aún así, un ataque de nervios le golpeó el cuerpo y una sensación extraña comenzó a surgir en la boca de su estómago.

-Has estado muy extraño, últimamente. ¿Por qué?

Tenía razón. Como detestaba que Sam le hiciera ese tipo de preguntas. No podía pedir más que aquel curioso hermanito.

-No sé de que hablas, Sammy.-Aunque en realidad si lo hacía.-¿Desde cuándo, según tú?

-No sé. Creo que desde que los Novak llegaron al vecindario.

Los Novak. Si. Aquella familia había sido el inicio de sus problemas. No, no era el matrimonio, ellos estaban bien, representaban una pareja que había querido un romance pasajero, pero que a final de cuentas fue el de su vida. Tampoco era Ruby, la joven de trece años de cabellos negros.

Era Castiel.

Tenía la edad de Dean. Asistían a la misma secundaria, y por azares del destino, al mismo salón. No le agradaba para nada el chico. Tenía un aura que emanaba cierta irritabilidad.

-Sigo sin saber de que me hablas, Sam.

-Claro. A mi no me engañas, ¿Qué te traes con Castiel? Siempre que va a la casa no le hablas, te marchas a tu habitación a hacer quien sabe que cosas o sales a quien sabe dónde.

Dean fingió un silencio desconcertado. Claro que sabía lo que pasaba. Castiel le caía mal, eso era todo. No había nada más que explicar. No entendía por qué. En realidad, jamás lo entendió. Era algo de lo que no podía dar detalles. Por alguna razón le incomodaba y ya.

-No pasa nada. Es sólo que no me puedo llevar bien con personas de su tipo.

En eso tenía razón. Desde que lo conoció, vio algo extraño en el ojiazul. Había algo que no le cuadraba. El chico era un lobo solitario, como si no perteneciera a aquel lugar. Lo miraba y lo veía leyendo, haciendo dibujos, o cualquier cosa. Pero el chico muy apenas tenía amigos.

-¿Tu tipo? ¿Dean Winchester tiene un tipo?-Sam carraspeó.-Hablas como si de una chica se tratara.

-Callate, Sam. Además, ¿Por qué le hablas tanto?

-Es nuestro vecino.-Dijo haciendo énfasis en la palabra "vecino".-Hay que tener modales.

-Creo que tus modales tienen algo mal porque siempre va a la casa.

-Yo no lo invito. Él va porque quiere y yo lo recibo por cortesía. Además, me cae bien.

Dean bufó. Quería dejar de escuchar acerca de Castiel, ahora se limitaría a guardar silencio, dejar que Sam hablara y soñar con su Impala.

— ○ —

"Ever since we met, I got just one regret to live through.

And that one regret is you."

-Panic! At The Disco; Nearly Witches.

Como todos los días, su habitación estaba hecha un asco. Sus camisetas estaban en la mesita que usaba para hacer las tareas, y (¿Desde cuándo hacia la tarea?) sus pantalones en el suelo. Lo único que estaba en su armario eran los zapatos. Mal acomodados, por supuesto. Arrojó su mochila en el montículo de sábanas que estaban en su cama y se sentó en el borde de la misma. Se acarició las sienes y movió la mochila para poderse acostar.

Quería música. Sus oídos querían bañarse con música. Algo de Led Zeppelin no estaría nada mal. Aquella conversación con su hermano, -muy pequeña, por cierto.-le trajo mucho que pensar. Pero sólo había una forma de pensar: en el baño, con una ducha de agua fría y con la música que quería escuchar. Si. Nada mejor que eso.

Tomó la ropa de la mesita, la radio de baterías y salió hacia el baño. Como siempre, cerraba la puerta con el seguro, no le gustaba dejarla sin él, sentía que en algún momento alguien entraría y lo vería en su traje de nacimiento. Ni de chiste.

Comenzó a quitarse la ropa, y se miró en el pequeño espejo del tocador. El niño flacucho había quedado en el pasado para poder dar paso a aquel rubio castaño de ojos verdes un cuerpo de adolescente. Su abdomen comenzaba a marcarse de los arduos trabajos que su padre le acostumbraba a dar. Y sus brazos comenzaban a tener cierta musculatura. Un joven muy apuesto se estaba formando después de todo.

Se iba a quitar los pantalones cuando notó algo que le frustro de cierta manera.

Olvidó la toalla.

Quitó el seguro de la puerta y caminó hacia el pequeño armario que usaban para poner las toallas, las sábanas y todo lo que tuviese que ver con el baño o con telas. Cual sería su sorpresa al ver que no había toalla alguna. Volvió a su habitación, pensando en que quizá habría una en alguna parte de aquel revoltijo de ropa, sábanas y cosas a las que no le podría poner un nombre. No, tardaría mucho. Quizá Sam sabría.

Caminó rápidamente a la habitación de Sam, pero notó que no estaba ahí. Tal vez estaría abajo, preparándose algo de comer, o haciendo sus tareas o quien sabe que cosas. Él sólo quería su toalla. Bajó las escaleras, pero luego escuchó una voz. Una voz que tal vez, en aquel momento, era la última que quería escuchar.

-¿Quieres una soda o algo?-Esa era la voz de su hermano. Parecía que estaba en la cocina.

-Lo que sea. El calor de allá afuera es horrible.-Esa voz se escuchaba más cerca.

A Dean se le puso la cabeza de colores. ¿Qué hacía él ahí? ¿Qué coño hacía él ahí? Dean sólo quería su toalla. Quería cubrirse, ya. Sacudió la cabeza. No puede ser, parecía chica que buscaba cubrirse porque andaba con el corpiño. Él era un hombre y no le debería dar vergüenza andar así. No importaba, aún así, su cabeza parecía un globo color rojo, un globo apunto de explotar.

Apenas iba a caminar hacia la cocina, cuando aquella voz, aquella jodida voz, entró en sus oídos por detrás.

-¿Dean?

No sabía si girarse hacía dónde el ojiazul de quince años se encontraba. Le daba miedo, pánico y...pena. Por alguna extraña razón.

-Hola...Castiel.-Se giró lentamente al final, después de un silencio que venía acompañado de un buen tamaño de tensión.

Lo observó de pies a cabeza. Llevaba puestos unos vaqueros y unos zapatos de lona color negros. La playera azul rey hacía que sus ojos resaltaran. Y su cabello castaño oscuro, bastaba para complementar a aquel chico.

-¿Qué haces aquí?-Escuchó que el chico tragó saliva...como si estuviera nervioso.-Quiero decir, nunca estas cuando yo vengo a tu casa...quiero decir...

¿Qué coño le pasaba al sujeto? ¿Acaso estaba nervioso? Estaba tartamudeando. No. Estaba buscando como hablarle. Por alguna razón, a Dean le agradaba aquella situación. Se sentía grande y sin nervios. Como si trajera la camiseta puesta. En realidad, ya hasta se le había olvidado que no la llevaba puesta. Sonrió socarronamente.

-Siempre surgen cosas cuando vienes.-"Sólo que tú y yo sabemos que miento." Agregó en su mente.

-Ya veo.-Soltó un bufido. Parecía aliviado.

-Oye, ¿Dónde está Sam?-Dean rompió otro silencio, pero este silencio parecía ser su mayor temor: uno de esos silencios incómodos.

-En la cocina.-Dijo Castiel rápidamente.-¿Por qué?

-Es mi hermano, ¿Lo olvidas?-Su tono de voz se escuchaba desafiante.-Y tú...¿Tienes hermanos?

No supo por qué lo preguntó, Dean sabía que si tenía hermanos. Tenía una hermana, Ruby Novak. Solían encontrarse a veces e incluso platicaban de algunas cosas. Pero quería hablar de algo con él en lo que Sam aparecía. No quería dejar sólo a Castiel.

¡¿Qué coño?! Tenía que irse a ducharse.

-Si, una hermana, se llama Ruby.-Aunque Castiel sabía que el chico naturalmente mentía.

-Bueno, luego hablamos, Castiel.-Carraspeó mientras se giraba hacía la cocina.-Tengo que ir a preguntar por las toallas...

-Hmm...¿Te darás una ducha?

Quizá fue el calor, o la imaginación de Dean porque pudo jurar que Castiel le había preguntado aquello con un tono seductor. "Hormonas". Pensó el chico. Pero se había escuchado así. Y en algún rincón de su mente, eso le gustaba. Quería que pasara. Quería que pasara.

"Dean, a ti te gustan las chicas. Basta."

-Iba. Bueno, iré a dármela. Pero no hay toallas, de seguro Sam sabe en donde están. Ya que el es el limpio en la casa.

-Ya me di cuenta.-Suspiró.-En ese caso, me iré a la sala de estar. Es que Sam se estaba tardando y quería ver en que podía ayudarle, pero veo que ya llegaste tú.

-Perfecto.-Dean no supo que más decir.

-Nos vemos en el cole, entonces.-Castiel se volvió y pasó algo que Dean no pudo imaginarse.

De la piel blanca de Castiel salió una fragancia. Una fragancia que quedó impregnada en el olfato de Dean. Parecía estar en el mismísimo cielo. Era cautivadora, penetraba en cada uno de sus sentidos haciendo que el cerebro del chico dejara de pensar. No deseaba su Impala. No quería las toallas. No pensaba en la ducha. Mucho menos en Led Zeppelin. Quería más de aquella fragancia, quería olerla todo el santo día. La quería para él. Pero no quería el líquido de aquel perfume.

Él quería aquel exótico perfume en aquel cuerpo vestido de playera azul y vaqueros oscuros.

Quedó perdido en sus pensamientos por un buen rato, bañado en aquel químico de nombre desconocido. Ya se había olvidado de todo. La realidad no existia. Joder. No volvería a la realidad. Se quedaría en su mundo de ojos azules.

-Dean.-Escuchó que alguien lo llamaba de lejos.

No importaba ahora.

-Dean.-Sintió que ese alguien lo tocaba en la espalda.

Pensó en una caricia. En cualquier cosa, menos en aquel pequeño dedo que le tocaba la espalda para llamar su atención.

-¡Dean! ¡Carajo, hazme caso!-Sam gritó lo más fuerte que pudo que Dean se sobresalto por el cambio de realidad. Fue como si hubiese entrado al frigorífico y lo hubieran sacado al desierto.

-¿Qué ocurre?-Miró a Sam con las dos botellas de soda. Sacudió la cabeza y carraspeó.- Ah, si. ¿Dónde están las toallas?

-Allá afuera, estaban sucias, así que las lavé. ¿Qué te pasa? De repente estabas en la Luna...¿Y por qué no traes camisa?

-Basta, Sammy. Son muchas preguntas...me daré una ducha, eso es todo.-Parpadeó rápidamente.

Dean caminó hacia afuera, sacudiendo la cabeza, borrando cada uno de los datos que su memoria acababa de procesar. Solamente que no podía. La sonrisa nerviosa, los ojos azules y la fragancia de Castiel se quedaban ahí. Luego se le pasaría. Luego se le pasaría.

Una ducha de agua fría y Led Zeppelin le limpiarían la cabeza. Ah, y una playera de preferencia. Le daba ansia estar descubierto. Eso era sólo cuando estaba en la ducha.

Luego se le pasaría, en definitiva.

Lástima que para Dean, aquel solo sería el inicio de sus problemas.


"And obssesion called while you were out."

-Panic! At The Disco; The Calendar.

Castiel llegó a su casa sintiéndose extrañamente abrumado, como si el calor lo hubiese desequilibrado en cada uno de sus sentidos, pero se daría una ducha luego. Encendería el ventilador o abriría la ventana, a fin de cuentas, el aire en aquella casa abrazaba muy bien su habitación.

La habitación de Castiel era todo lo contrario a la de Dean. Si, había una que otra parte con montículos de ropa o de libros, pero al menos se podía distinguir la mesita de noche de la cama. Se sento un rato, y sacó una de sus libretas de dibujo. El chico dibujaba muy bien como para tener quince años.

Por alguna razón, al chico le gustaba dibujar ángeles, le interesaba de alguna manera el mundo de lo sobrenatural. Mucho. Su hermana lo tachaba del niño raro. Pero quién la culpaba. Su hermana era una pequeña rebelde de trece años recién cumplidos que lo único que quería era crecer rápidamente. Él desearía volver a tener esa edad. Quería volver a su casa antigua.

No es que Lawrence no le gustara, era un lugar increíble. Casi todos se conocían y las pocas personas con las que solía hablar, eran de lo más agradables. Pero todo había cambiado cuando conoció a Dean Winchester. Su hermano, Sam, era parecido a él y eso le agradaba. Se sentía identificado con él porque en su propia familia a veces no lo comprendía. Y ambos tenían hermanos de lo más irritables.

Pero Dean era todo lo contrario a Sam. Dean era alguien inexplicable. Cuando lo conoció, lo único que pasó, fue conseguir una pésima impresión de él. Era un cretino, el más popular de la clase de alguna manera. Las chicas estaban detrás de él porque quizá sus neuronas no funcionaban bien. No entendía que pasaba, aunque, gracias al cielo nunca recibió burlas ni nada por el estilo que vinieran de Dean, y eso le agradaba.

Con el tiempo, aceptó que el chico era agradable, al igual que su hermano, pero en un grado era irritante. Muy bromista, demasiado. Aún recordaba cuando se le presentó por primera vez, o sea, después de dos semanas cuando Castiel fue a visitar a su hermano. Él, por supuesto ya sabía su nombre de tantas veces que las chicas hablaban de él.

-Hola. Soy Batman.-Le tendió la mano, se la estrecho y se fue.

-Es broma.-Dijo Sam un poco irritado.-Se llama Dean. Es mi hermano mayor.

-Lo sé. Va a clases conmigo.

No le gustaba recordar aquello, por más extraño que sonara.

No todos los días iba a casa de los Winchester. Pero es que Sam era uno de los pocos amigos que tenía, además que vivía cerca de su casa. Eran literalmente, vecinos. Tenían que llevarse bien. O al menos, darse una buena impresión.

Comenzó a dibujar.

Hizo el rostro. Un rostro angelical a su parecer, mandíbula definida, forma perfecta. Habiendo hecho aquello, siguió con el cuello y los hombros. Un cuello largo...bueno, no tanto, no quedaba fuera de lo normal. Y luego comenzó a hacer los labios. Unos labios carnosos parecidos a una montaña. Una nariz grande de boxeador. Y dos ojos claros. Y cuando hizo el cabello, se sintió Leonardo Da Vinci.

Eso era Dean. Era un ángel. Lo peor del caso es que era un ángel demoniaco. Inspiraba ansia, deseo, lujuria. (Vaya pensamientos de un quinceañero) Provocaba intensas emociones. Y es que él nunca pensó así de los ángeles. Eran criaturas misteriosas y mágicas de alguna forma. Le interesaban, pero Dean. Dean era distinto. Era un ángel caído. O quizá él mismo era un ángel caído que se había precipitado enfrente de un ángel verdadero.

Todos sus puntos de vista, sus prespectivas, habían sido cambiadas por culpa de aquel angelical rostro.

Terminó su boceto y lo dejó en la mesita de noche. De repente le surgió la necesidad de dormir, pero en vez de eso, un gato apareció en el pasillo.

-Dennor, ven aquí.-Castiel llamó al pequeño gato color negro con blanco y se sentó en la cama.

Miró a Dennor. Sus ojos verdes le llamaban mucho la atención. No, no los de Dennor. Los de Dean. Parecía ser alguien distinto a lo que veía todos los días en la escuela. Vaya cliché. Pero no importaba. Había algo en Dean que le gustaba, quizá era todo en él.

A decir verdad, no se podía creer que le hubiese hablado aquel día. No le dijo mucho, pero algo era algo. Y la voz de Dean era un coro celestial. Quería escucharlo otra vez. Quería verlo de nuevo. Y claro que lo vería, lo vería muchas veces, después de todo, eran vecinos.

No sabía que era lo que pasaba dentro de él, pero una cosa si sabía.

De ahí en adelante, las cosas serían distintas.


Ya saben, acepto cualquier crítica o sugerencia, sólo dejen un review.

Y si dan un follow, estaré eternamente agradecida.