Prólogo

Misty pisó con ímpetu el acelerador de su Honda Civic. El marcador de velocidad señalaba ciento cuarenta kilómetros por hora. Y todavía hubiera acelerado más de no ser por el temor a ser multada. Las ventanillas estaban bajadas, por lo que el viento peinaba con furia su cabello naranja.

Suspiró y se quitó a manotazos las lágrimas rebeldes que discurrían por sus mejillas encendidas. Estaba rabiosa.

A los pocos minutos, posó sus ojos en un cartel que anunciaba que su ciudad natal estaba a pocos kilómetros. Así que levantó el pie del acelerador. La entrada a la villa prohibía circular a más de ochenta kilómetros por hora.

Ciudad Celeste. ¡Qué ganas tenía de ver a sus hermanas! Sobre todo a Daisy, quién había sido mamá recientemente. Hacía tres meses que no las visitaba, y jamás habría pensado que podría echarlas tanto de menos. Sus gritos, sus burlas, sus fruslerías. Y la niña era preciosa. Ese mismo día cumplía un año, y quería darles una sorpresa a los primerizos papás.

Desde que se había mudado a vivir a Ciudad Carmín, apenas tenía tiempo de visitar a su familia y amigos. El trabajo le absorbía por completo. Al menos tenía dos meses de vacaciones, agosto y febrero. Y algún fin de semana suelto…

Cuando empezó su labor como Maestra pokémon, dos años atrás, no imaginó que tuviera tantas obligaciones. Especialmente desde que había sido nombrada Coordinadora de zona. Eso significaba que ella era la Maestra que supervisaba todo lo referido a la liga pokémon y a la organización interna de las comisiones. Debía viajar constantemente para contrastar datos con Maestros de otras zonas, y una vez al mes tenía una reunión con el Alto Mando, para revisar el trabajo y plantear propuestas.

A decir verdad, estaba encantada con su trabajo. Le permitía viajar mucho, descubrir nuevos entrenadores, presenciar grandes batallas, supervisar a los líderes y aportar su granito de arena al perfecto funcionamiento de la comisión de maestros. Se sentía importante y necesaria.

Pero ahora no estaba nada contenta. No después de semejante decepción.

Cuando estaba llegando a Ciudad Celeste, su móvil empezó a sonar. Ella miró de reojo, sin perder la vista de la carretera, y consiguió ver como parpadeaba la palabra "Idiota" en la pantalla de su móvil.

Apretó el volante con fuerza y continuó conduciendo. Cada vez más rabiosa.

Entretanto, el idiota estaba muy lejos de allí, tratando de comunicarse con ella, desesperado. Acababa de llegar a casa de Misty en Ciudad Carmín, y la había encontrado vacía. Tan solo una nota que decía: "No me busques. Y devuélveme la copia de las llaves de mi casa". El muchacho se había quedado totalmente sorprendido. Habían quedado allí para viajar juntos hasta Ciudad Celeste, para pasar parte de sus vacaciones. Misty le había dicho que le hacía mucha ilusión visitar a sus hermanas, y a él le había parecido un plan perfecto.

¿Qué había ocurrido para que la chica se enfadase tanto? Resopló con hastío y se desplomó en su sillón favorito. Estaba cansado. Física y mentalmente. Misty era insoportable.

Marcó el número de la chica por enésima vez y tampoco obtuvo respuesta. Así que decidió cambiar de objetivo. Marcó otro número, y esta vez sí que recibió una afectuosa contestación.

-¿Ash, como estás?—preguntó May al otro lado de la línea.

-Pues no muy bien—desdeñó él—Se ha debido enterar que fui a verte la semana pasada…No hay otra explicación.

-¿Qué ha pasado?—se sorprendió May—¿Te lo ha dicho ella?

-No, pero me lo imagino—explicó Ash—Me ha dejado una nota y se ha marchado a Celeste ella sola—hizo una pausa y suspiró—Dice que le devuelva las llaves y que no la busque.

-¡Pues no la busques, Ash!—gritó May—Estoy harta de verte sufrir por ella. A ver, he admirado a Misty como entrenadora siempre, y me caía bien…¡Pero ya estoy harta también! ¿Va a dejar algún día de comportarse como una niña?

-Pues me parece que no—dijo Ash, enfadado. Se dirigió a la cocina y sacó de la nevera una lata de cerveza—Y esta vez voy a hacerle caso. ¡No pienso buscarla! Y si quieres, mañana mismo saco billetes para Isla Canela y nos vamos tú y yo a pasarlo bien. Paso de amargarme las vacaciones por la mocosa histérica. ¡Que la aguanten en su casa!

-¡Muy bien, Ash!—exclamó May, contenta—Vamos a pasarlo bien juntos, sin sentirnos culpables por fin… Ya no hace falta que nos escondamos… ¡Olvídate de ella!

Ash abrió la lata de cerveza y bebió un buen trago que le supo a gloria. Estaba sediento.

-Ya está olvidada—aseguró él.