INCENDIUM
.Prólogo.
—No entiendo qué te molesta. Es el horario en que todos podemos reunirnos.
Otogi observó cómo Seto frotaba de manera insistente un plato que ya estaba limpio, sin mirarlo a los ojos. Estaba de espaldas por completo, pero podía notar que los músculos de sus hombros estaban tensos. Estaba de espaldas, pero podía adivinar su ceño fruncido. Cuando Seto se enojaba, aquellos integrantes de su entorno más íntimo lo notaban en el aire.
—Me molesta que no consideren mis tiempos… —dejó caer sin despegar los ojos de su tarea de limpieza.
—Claro que lo consideramos —replicó Otogi, ahora acercándose a la mesada para que su primo no pudiera evitar ver su rostro y sus gestos, aunque fuera por el rabillo del ojo—. Pero ese intervalo es el único en el que podemos estar los cuatro. Quedamos en reunirnos en la Biblioteca de la Universidad justamente porque queda cerca de tu trabajo.
A pesar de sus aclaraciones, Seto continuaba molesto. Y su falta de comprensión iba colmando la paciencia de Otogi. Por eso agregó:
— ¿O acaso no quieres estar presente?
Seto levantó la vista y la fijó en el ventanal de la cocina que daba al jardín delantero de la casa de sus tíos. Otogi notó que estaba pensando bien sus palabras antes de responder. Siempre era así. Siempre estaban presentes esos silencios, incómodos silencios, que muchas veces, cuando se prolongaba demasiado, crispaban sus nervios.
Este silencio casi se convierte en uno de ellos, de no ser porque Seto se volvió hacia él con una parsimonia mesurada. Y cuando cruzaron miradas, Otogi supo que el efecto que tuvo su pregunta no había sido el que había buscado.
— Tú no podías saber que todos íbamos a estar presentes en ese horario. Tú no podías saber si yo no tenía otros planes porque ni siquiera hablamos al respecto.
En otras circunstancias, Otogi hubiera admirado cómo su primo era capaz de mantener un tono de voz calmo, sin que se filtrara el fastidio que estaba sintiendo. En otras circunstancias hubiera admirado cómo no dejaba que se apoderara de su rostro un sólo gesto de bronca. En otras circunstancias, pero no esta vez, porque a su modo de ver las cosas, Seto no tenía motivos válidos para enojarse.
— Está bien. Yo asumí que no tenías planes o que si los tenías preferirías participar en el trabajo. ¿O me equivoco? ¿Qué planes tenías?
Seto volvió a ocuparse de su tarea de limpieza, que ya prácticamente estaba concluyendo. Una pequeña pila de platos era lo que le restaba Cuando había empezado, la mesada estaba repleta de elementos de vajilla para limpiar.
— Eso ya no tiene importancia ni es asunto tuyo. Me tendrías que haber preguntado.
Otogi volvió a insistir, sintiendo que el único motivo que Seto tenía para imponer esta discusión era victimizarse.
— Ya te dije que lo asumí porque estaba tratando de ganar tiempo y fijar la reunión en clase. Si esperábamos para definirlo luego de marcharnos, seguramente íbamos a terminar haciendo el trabajo uno o dos de los cuatro que somos, y el resto se llevaría la nota de a…
— ¿Si no voy me llevo la nota de arriba porque tú decidiste fijar la reunión entre tres? —lo interrumpió su primo.
Otogi lo observó de hito en hito.
— ¿No vas a ir?
Seto se rió un momento a la vez que dejaba el antepenúltimo plato en el escurridos.
— ¿Te molestaría que no vaya?
Otogi comprendió de inmediato la trampa de esa pregunta. Porque si admitía estar molesto, el origen de su molestia sería su propia decisión de fijar la reunión sin haberlo tenido en cuenta. Por otro lado, si actuaba como si no le importara, Seto tendría carta libre para no ir y tener la nota de arriba. Y eso lo iba a molestar mucho, muchísimo más. Cada vez se convencía más de que toda esta conversación era para que Seto pudiera victimizarse.
¿Y si no respondía? ¿Y si saliera con otro asunto? ¿Y si…?
— ¿Te ayudo con eso? —preguntó de la nada, refiriéndose a la tarea de limpieza. Notó como Seto se sorprendía con el cambio de tema. Notó también cómo se mordía el labio y apretaba la esponja con fuerza, dejando un pequeño charco espumoso en el piso de la cocina. Notó también, aunque demasiado tarde, cómo dicha esponja iba dirigida a su frente.
— ¿Ahora que ya terminé? — escuchó decir a su primo antes de salir de la cocina. Otogi observó por la ventana como su primo regresaba a su casa, que quedaba al lado de la suya. Pensó un momento en seguirlo e insistir con que le dijera si se dignaría o no a asistir a la reunión, pero descartó la idea pronto. Si Seto pensaba llevarse la nota de arriba esta vez, él mismo se aseguraría de que el próximo trabajo grupal tuviera que hacerlo individualmente.
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