Por la madrugada
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Era muy temprano en la mañana. Tan temprano que el sol apenas se estaba asomando tímidamente a través de la bruma matutina. El aire salado y húmedo llenaba sus pulmones y se pegaba en su piel. Lance sintió el gusto del mar en sus labios, caminando a lo largo de la orilla.
Estaba solo. Cuando no tenía que levantarse para estudiar o cursar, la mañana era su momento preferido del día. Estaba de vacaciones en la casa de la familia de su mamá en Cuba, en una playa a unos pocos kilómetros del asentamiento de Varadero.
La arena era fina y prácticamente blanca, y se escurría entre los dedos de los pies a medida que caminaba a lo largo de la costa. No llevaba más de una semana ahí, y su piel estaba tan tostada como el resto de la gente del país. En su pelo se condensaba una mezcla entre arena y minerales del mar, dándole un brillo característico que no le molestaba en absoluto.
Lance caminaba, además de descalzo, con ropa lo suficientemente holgada como para sentir la suave brisa marina en su cuerpo. Los problemas de la vida cotidiana desechados como resaca en el fondo de su mente, a medida que avanzaba y dejaba un camino de huellas a su espalda.
Anduvo, perdido en el momento y sin prisa alguna, por lo menos media hora, hasta que vio algo sobre la playa que le llamó la atención. La figura se encontraba a un par de metros de distancia, justo donde el suave vaivén de las olas chocaba contra la arena, inmóvil.
Se fue acercando, pensando que eran los restos de algún mamífero marino. Demasiado grande para ser un pez y, aunque podía ser un tiburón chico, lo dudaba, esos eran demasiado inteligentes para quedarse varados por esas costas. No era la primera vez que veía algún animal extraño arrojado a la superficie arenosa por el mar.
Pero, a medida que se acortaba la distancia, Lance notó que la figura iba tomando la forma de algo que nunca había visto, y reflejaba colores que encendieron su atención. Con emoción creciendo en su pecho, dejando de lado el bien logrado silencio interior que había conseguido alcanzar minutos antes, apuró el andar. Sus pies se hundían más en la arena con cada paso rápido que daba.
Cuando llegó, una exclamación se le atragantó en la garganta.
Frente a él, como dormida sobre la playa, se encontró con una sirena. Una verdadera sirena, mitad mujer y mitad pez; una verdadera sirena, como los personajes de las mil y una trágicas historias de marinos y navegantes; una verdadera sirena cómo de las que a veces aún soñaba, cuando se encontraba lejos de su querida Cuba y del mar.
Lance siempre había relacionado a las sirenas de sus sueños con la añoranza, la melancolía, su familia y la libertad del océano. Pero nunca, nunca, había pensado en ellas como seres bellos ni maravillosos y, encontrándose con una de carne y hueso, se dio cuento de lo equivocado que había estado.
Saliendo de la quietud momentánea que la sorpresa había creado, de un saltó se agachó. Dudó unos segundos antes de apoyar sus dedos en donde suponía que podía encontrar algún tipo de pulso en el ser que, realmente, no tendría que existir. Aliviado, sintió unas suaves pulsaciones.
No sabiendo muy bien qué hacer, Lance la volvió a mirar, notando que sus labios estaban secos y estaba empezando a haber un olor parecido al mercado de un puerto. Le hizo acordar a los peces extraviados que a veces encontraba sobre la playa y, decidiendo actuar de la misma manera que con esos pobres animales, la levantó con toda la delicadeza del mundo hacia el agua. No lo parecía, pero ella pesaba bastante, seguramente más de lo que pesaba él, asique fue todo un desafío trasladarla uno o dos metros hacia el agua.
En el momento en que la dejó entre la espuma del mar y caracoles, la sirena abrió los ojos y en un rápido movimiento, como reflejo, lo agarró de un tobillo.
Sobresaltado, Lance cayó sentado sobre arena seca. Ella, a su vez, lo soltó nerviosa.
Se miraron un largo minuto en silencio. Él con el corazón en la boca, sin poder pronunciar palabra. Ella con una inicial desconfianza que se fue transformando en pura curiosidad, mientras una expresión de entendimiento iba asomando en su rostro. La sirena siguió las huellas que Lance había hecho, llevándola hacia el agua, con la mirada, dándose cuenta de que ese ser, ese humano frente a ella, la había salvado.
Lance, que seguía sin poder sacar sus ojos de los azules de la sirena, vio, a través de su mirada, que ella había entendido, exactamente, qué había pasado.
"Gracias"
Pestañeando y confundido, la vio desaparecer entre las olas con la velocidad de una gaviota pescando. La voz de la sirena resonaba en su mente como el sonido del mar que se escucha en las grandes caracolas, y él simplemente supo que ella nunca había hablado.
Lance se quedó viendo el final del amanecer, sentado en la misma posición en que ella lo había dejado, intentando no pensar.
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Me fui de vacaciones a la playa y decidí que no hay suficientes historias de este estilo por acá... van a ser cinco o seis capítulos, ya tengo casi todo escrito :)
(Tengo que pensar en un mejor summary todavía, ¿ideas alguien? ¡Ah! ¿Cómo es posible que no está Blue en fanfiction para elegir como personaje de la historia?)
Quiero advertir de antemano que nunca fui a Cuba y que, si bien busqué información sobre Varadero, me basé más en mi experiencia en la playa brasilera que en otra cosa. (aunque mis vacaciones no fueron en Brasil precisamente, jeje)
¡Disfruten y estén atentos por más! ¡Los comentarios son más que bienvenidos!
