Editado 2/Abril/12
Disclaimer: La saga de Final Fantasy VII no me pertenece; sólo la trama fue creada por mí. Este fic es un Universo Alternativo. Es un fic yaoi, sino te gusta, retrocede y busca otra cosa de tú agrado. Más adelante tendrá escenas fuertes, estás advertido.
Dedicado a las personas que aclararon mis dudas en relación a la medicina.
La gran tragedia de la vida
no es que los seres humanos mueran,
sino que dejen de amar.
William Somerset Maugham.
Capítulo 1
Primeras impresiones
"Why deny who we are?"
(…) En efecto, un hospital posee los recursos y personas capacitadas para curar, atender y prevenir cualquier enfermedad. Sin embargo, es un sitio donde la muerte siempre está merodeando y (…) en donde puedes perder a tus seres queridos…
El doctor Fair dejó escapar una leve risa, localizó un bote de basura, arrojó la revista y cayó en su interior. Le dirigió una de aquellas miradas - la principal causa del porqué muchos de sus compañeros no querían trabajar a su lado- a la joven.
-¿Precisamente qué me quieres dar a entender con esto, Yuffie? -inquirió el Dr. Fair con la mirada fija en ella.
La enfermera Kisaragi no le intimidaba su superior. Al contrario, no le afectaban sus palabras, algo que tenía desconcertado al joven doctor.
-¡Oye, me debes una revista Zack!-exclamó Yuffie al ver cómo su preciada revista se encontraba en la basura- ¡Tenías que leerla bien!
-Claro-exclamó Zack mientras se reía. Su falsa risa provocó que la mayoría de los presentes fijaran su mirada en él.- El día en que analice algún artículo de una revista barata será cuando te autoricé entrar a mi oficina -haciendo énfasis notable en la última palabra.
-Entonces compraré más revistas -respondió con una notable sonrisa en su rostro.
-¿No existe algo que te haga desaparecer? -su mirada se volvía cada vez más arrogante.
-No, mala suerte -comentó Yuffie mientras disfrutaba molestarlo.
-Anda, mejor ve a jugar con los niños -respondió Zack mientras señalaba la sala de pediatría.
-Al menos ellos no son tan amargados como tú -le mostró la lengua en forma de juego y desapareció entre la gente.
Afortunadamente la enfermera siempre había amado a los niños sino seguiría pegada a él como garrapata. Buscó con la mirada un reloj que se encontraba cerca de la oficina del director. La una y media de la tarde. Era hora de hacer la rutina diaria. Sujetó la taza de café del escritorio de la recepción y emprendió su camino.
Sabía que no encontraría nada nuevo. La misma larga fila que deseaba ser atendida, los mismos compañeros llevando a los pacientes a sus cuartos y la monotonía se hacía presente a cada paso que daba. En unos segundos lo saludaría una enfermera de la sala de Ginecología. A lo lejos vio salir a la chica mencionada y lo saludó. Afirmó ligeramente con su cabeza sin siquiera mirarla. La chica saltó de alegría y corrió hacia otra enfermera -al parecer otra de sus fans. Entró a la primera habitación del día. Se trataba de un caso de una gripe que no fue bien cuidada. Su paciente yacía en su cama; una señora de mirada amable, su piel era morena y su cabello estaba canoso.
-Creí que no iba a venir Doctor Fa… -inquirió una señora, tuvo que interrumpirse al comenzar a toser fuertemente. De inmediato se acercó hacia ella, ayudándola a levantarse un poco de su cama - Gracias Doc…
-No se preocupe señora, por favor, llámeme por mi nombre -suplicó- Es Zack. Veamos si mejoró el día de hoy.
Veintisiete pacientes atendió en tan sólo tres horas. Sin ninguna prisa y sin contratiempos. Bebió otro sorbo de su café. Así le gustaba trabajar.
Él era un doctor muy respetado y reconocido, en la preparatoria lo adelantaron varios años para entrar a la universidad y estando en ella fue más fácil continuar con sus estudios. ¿Desde cuándo te volvías reconocido por media facultad por simplemente aprenderte todo de memoria? Nunca se imaginó que sería tan famoso por realmente nada. Sólo que ahora… ya no deseaba tener esa popularidad.
Reconoció su consultorio privado, entro en él y cerró la puerta. Era espaciosa, con varios libreros en sus esquinas, en las paredes colgaban cuadros que obtuvo y al fondo había una ventana que mostraba una vista preciosa de Londres. En el centro había un escritorio donde yacía una computadora Mac y papeles distribuidos en todo lugar.
Tomó asiento dejando la taza de café medio vacía a un lado. Se quitó sus delgadas gafas y con sus dedos frotó sus ojos. Al abrirlos reconoció su rostro en la pantalla de la computadora. Sus ojos eran de un único color azul, tenía la piel blanca, su cabello era una complicación en su existencia, color negro y muy rebelde. Un largo mechón cubría su rostro. Traía puesta una bata larga cuyos bolsillos guardaban cualquier tipo de cosas. En su cuello colgaba un estetoscopio. Colocó sus piernas en su escritorio. Revisó con la mirada si en él había algo nuevo. El único elemento que lo alarmó fue una carpeta beige, seguramente se trataría de "esos" documentos. El jefe no se rendiría hasta conseguir lo que quería, por ello merecía su puesto. Recargó su cabeza en la silla y cerró los ojos. Hacía tiempo que no se relajaba de aquella manera.
-Amigo, sé que estás ahí. La leyenda habla por sí sola, no puedes ocultar tú presencia.
Reconoció quién se encontraba del otro lado de la puerta. Sólo conocía una persona lo suficientemente traumada con un libro para usar sus citas en su vocabulario.
- ¿Qué quieres Génesis? -exclamó Zack sin ni siquiera moverse.
- El que te dio el regalo de los dioses desea hablar contigo.
- No pienso ir a verlo -respondió Zack ante su petición- ¿Para diga el mismo sermón de siempre? Dile que estoy muy ocupado -sujetó su café y bebió de él.
La puerta se abrió por completo mostrando a una persona que no deseaba ver tan pronto.
- Ya me di cuenta de qué tan ocupado estás -dijo su jefe.
Zack por poco y se atragantó con el café. Trató de recuperarse ante la sorpresa y disimular tranquilidad. Sephiroth sin duda era uno de los hombres más inteligentes que había conocido y al que le debía mucho. Estaba vestido de formalmente, seguramente iría a reunirse con alguien importante. Sin embargo el pelinegro no bajó las piernas de su escritorio ni mostró ningún ademán.
-Gracias por la ayuda -agradeció Sephiroth.
-Lo que sea que haga despertar a la leyenda -bramó Génesis mientras cerraba la puerta.
Zack comprendió la indirecta. Sephiroth tomó asiento, recargó sus codos en el escritorio y le entregó su atención por completo.
-Veo que no te tomaste la molestia de abrir el historial clínico -declaró Sephiroth tranquilamente.
-Buena observación jefe -exclamó Zack mientras bajaba las piernas de su escritorio. Ya sabía a dónde quería llegar. Tenía que inventar alguna excusa para salir lo antes posible de ahí.
-Zack, sabes que muy pocas cosas te he pedido pero es de vital importancia que atiendas a este paciente; me refiero al de la habitación ochocientos once. Necesitamos tus conocimientos.
-Lamento tener que repetírselo jefe -exclamó Zack- Soy un simple médico que atiende enfermedades de primer nivel.
-Estoy consciente de eso -respondió Sephiroth mientras clavaba su mirada totalmente en él, lo cual lo hizo sentir nervioso- Sin embargo, eres su última esperanza, corre una vida en peligro.
-Soy un simple médico -repitió Zack mostrando un semblante serio.
-Pensar que antes no escuchábamos eso de ti -exclamó el jefe perdiendo la paciencia- ¿Qué ha pasado contigo? Tienes que superar…
De pronto el joven doctor se levantó de su asiento y golpeó el escritorio con sus manos.
-Me quedaría más a charlar pero tengo pacientes que atender- finalizó Zack acomodándose sus gafas.
Salió furioso de su propio consultorio, apartando con la mirada a todo aquél que quisiera intervenir en su camino. En su reemplazo entró Genesis, el psicólogo número uno del hospital.
-No tuviste éxito ¿cierto?-concluyó Genesis.
-Es terco y lo sabes -respondió el jefe mientras volvía a ponerse de pie, acomodándose la corbata- Sólo espero que algo logré convencerlo pronto.
Las ocho de la noche. Su café seguía con vida. El continuo sonido del reloj hacía eco entre las paredes de la sala. Sentado esperaba que iniciará su siguiente turno. Miraba hacia la ventana, perdiendo su conciencia entre las luces de los edificios que iluminaban la oscuridad. Aunque lo negara, cada día se sentía más cansado, sólo el aire acondicionado lo hacía despertar por breves instantes. El timbre -que indicaba el cambio- resonó por el edificio.
Se levantó del asiento, sujetó su café y salió de la sala. Ya no había mucha gente en el lugar más que las enfermeras que supervisaban a los pacientes. La mayoría de los médicos estaban en la planta baja pero a él le gustaba caminar entre los oscuros pasillos. Aunque fuera viejo y dijeran que necesitaba reparaciones, amaba ese lugar cómo era. No sería lo mismo si renovaran el sitio. Sería como tirar a la basura una reserva de vino con muchos años de antigüedad.
Las luces se redujeron, apenas había iluminación pero su vista era buena, tal vez mejor de lo que desearía. Se detuvo a mitad del camino y llenó de agua caliente su café. A su lado se encontraba el salón de lockers -como solían llamarlo los trabajadores de ahí -donde varios médicos se preparaban para volver a sus hogares. También él poseía un locker pero no lo visitaba ya que no necesitaba regresar a su casa.
-El paciente no ha dado indicios de mejoría -comentó Genesis con claridad- Si continúa pasando el tiempo, perderá su vida.
- El problema es que Zack no quiere aceptarlo. -escuchó decir a Vincent.
-Aunque él también está muriendo lentamente-comentó Yuffie con tristeza.
-Si tan sólo la leyenda volviera a cobrar vida…-respondió Genesis.
El famoso doctor sujetó con fuerza el café, sintiendo su calor entre los dedos. A paso veloz y con firmeza, continuó con su camino, sin mirar atrás. No le importaba si los demás lo descubrieron tan sólo quería alejarse en cuánto antes.
Las personas eran tan injustas, opinaban sobre ti todo lo que quisieran pero en realidad no sabían nada. Siquiera se tomaban la molestia de comprobarlo; tan sólo hablaban. Como si una vocecita materna estuviera dentro de sus cabezas y dijeran lo que consideraban correcto. ¿Quiénes se creían para juzgarlo?
Dejó que sus pies lo llevarán hasta donde quisieran. Después de todo, sus pacientes no se molestarían si llegaba unos minutos tarde. El sonido de su respiración era lo único que resonaba en el pasillo oscuro. Sujetó la camilla más cercana y se aferró a ella, tratando de eliminar la ira y la locura que habitaba en él desde hacía meses. Si pensaba bien las cosas, de nada servía ponerles atención a ese tipo de personas. Ellos seguirían siendo así, no cambiarían y siempre estarían juzgando cualquier movimiento. Era un desperdicio de tiempo pensar así. Cerró los ojos con fuerza y los abrió, volviendo a la realidad; debía volver al trabajo y atender a los demás.
Elevó su mirada para encarar el pasillo nuevamente. Sin embargo algo lo alertó. No muy lejos de él se encontraba alguien. Primero creyó que era un fantasma ya que se veía muy tétrico en mitad del pasillo, sin embargo, descartó la idea de inmediato. Entrecerró los ojos pero no logró distinguirla por la escasez de luz. Al parecer era una persona que traía puesta una sudadera negra cuyo gorro ocultaba su rostro. Lo analizó con mayor detenimiento y descubrió algo de vital importancia. Debajo de la sudadera traía puesta una bata color azul cielo -el mismo color de las ropas de los pacientes. Se acercó hacia él, con mucha precaución, sin embargo se percató de su presencia. La persona se sobresaltó y salió corriendo. Le gritó que aguardará pero fue inútil. Debía detenerlo. Dejó su taza de café en una mesa y fue tras él.
El suelo estaba resbaloso y la persona seguía corriendo. ¿Cómo un enfermo podría tener tanta energía? Aceleró el paso, logrando acercarse más hacia él. Visualizó al frente, tratando de buscar algún medio con el cual ayudarse. De pronto descubrió su respuesta. Al fondo se encontraba un camino sin salida y al parecer su fugitivo no lo había notado. Una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro: la persecución había terminado.
La persona detuvo su velocidad justo antes de golpearse contra la pared. De inmediato se recuperó y miró hacia todo lugar, tratando de encontrar una salida pero el pelinegro tenía un plan en mente. Mientras corría, sujetó una camilla que estaba a su lado, sintiendo los ligeros golpes que daban las ruedas al andar. La camilla iba a su mismo paso, la soltó y ésta se desplazó justo al lado de la persona, provocando un fuerte sonido y acorralándola entre la pared. Sin necesidad de apresurarse, caminó hacia la persona y se detuvó frente a él.
Trató de recuperar el oxígeno perdido mientras procuraba mostrar un semblante serio. La persona se recargó todo lo que pudo contra la pared, evitando la cercanía y miraba al suelo. Conforme iba acercándose, descubría nuevas cosas del fugitivo. Zack le ganaba por unos cuantos centímetros, se encontraba descalzo y su sudadera escondía su rostro bajo una capucha. Lo único que lograba ver de su rostro era una barbilla larga, blanca y labios resecos. Se trataba de un hombre joven, no cabía duda. Nadie se había percatado del alboroto, lo cual era bueno, así evitaría menos encuentros con su jefe.
-Hola -pronunció Zack con extremo cuidado- Si eres un paciente, soy doctor y te llevaré a tu habita…
El chico elevó su mirada, provocando que el gorro se fuera hacia atrás… descubriendo su rostro. Su primera reacción fue olvidar qué era lo que hacía. El tiempo parecía no existir en ese momento. Poseía un cabello largo y de un color rubio que brillaba en el pasillo oscuro. Varios mechones cubrían un par de ojos azules únicos. Su mirada no manifestaba nada, ningún sentimiento u emoción, sólo inocencia pura. Su piel era incluso más blanca que la suya. Siguió explorando su rostro hasta terminar en aquellos labios delgados que había visto anteriormente. Algo en él… tan sólo deseaba contemplar su rostro por más tiempo. Un fresco olor a hierbas se apoderó de sus sentidos. ¿Por qué no lo había visto antes? Se veía tan frágil…
-Soy un paciente para mí desgracia…-escuchó la voz del rubio con cierta ironía.
Zack se desconcertó al salir de su trance. Incluso su voz era única, delicada pero a la vez fuerte.
-Bien, supongo que conoces el camino a tu habitación -añadió el doctor mientras daba media vuelta- Me retiro…
Algo detuvo su camino. Volteó la mirada y descubrió la causa. El chico estiraba de su bata, con cierta fuerza, conservando aquella indiferencia en sus ojos. Sin embargo, su espíritu reflejaba preocupación. ¡Maldita sea! Zack revolvió su cabello rebelde con desesperación. Aquella mirada le obligaba a ayudarle. Por un pequeño lapso de tiempo; lo odio con toda su alma.
Le indicó que lo siguiera. Él lo hizo sin oponer resistencia y se colocó a su lado. ¿Quién era? Conforme avanzaban más se hacía esa pregunta. Era la primera persona que no tenía idea qué pasaba por su mente. Ninguna de sus tácticas para analizar a sus pacientes parecían servirle. ¿Estaba triste, feliz, angustiado? No lo sabía. Sin embargo, lo mejor sería dejarlo en su habitación y después podría volver a su vida normal.
-Primero iremos por mi adicción -añadió Zack.
-¿Disculpe? -preguntó el rubio confundido.
-Se llama café -aclaró Zack evitando tener contacto con el rubio.
Ambos llegaron al final del pasillo. El rubio no le hizo alguna pregunta ni comentario alguno en el camino. Tan sólo lo miraba con aquellos ojos inocentes que lo ponían… ¿nervioso?. Localizó su taza de café en la misma mesa que lo dejó y se la llevó a los labios, saboreando su amarga adicción. El rubio tan sólo se encontraba a su lado sin hablar.
Zack sabía que corría peligro. Debía apartarse en cuanto antes ya que mientras más tiempo pasaba junto a él, mayor era la curiosidad por conocerlo. Si eso sucedía, entonces abandonaría su vida rutinaria de siempre y… no deseaba que eso ocurriera.
- ¿Cuál número es tú cuarto? -preguntó Zack apresurado.
- Ochocientos once -dijo en un susurró el rubio.
Sus ojos se abrieron como plato en un instante. ¿Él era el paciente que por tanto tiempo evitó atender? Trató de tranquilizarse por la sorpresa. Quería escapar pero… también ayudarlo. Tomó un sorbo más de su café, mientras creaba un nuevo plan para huir. De pronto descubrió que el rubio lo miraba, causando que sus miradas se intercambiaran. El rubio la desvió de inmediato con un ligero rubor en su rostro. El pelinegro le pidió saber porqué lo había mirado pero él evitó la respuesta tornando su mirada hacia otro lugar.
-De acuerdo, te llevaré a tu habitación -declaró Zack al mismo tiempo en que dejaba escapar un suspiro.
El rubio no mostró nuevamente algún sentimiento sólo se limitó a seguirlo. Al fin, se detuvieron frente a la habitación, el doctor abrió la puerta y dejó pasar al paciente. Su interior era sencillo: una cama con un sillón y una silla a su lado y varias ventanas. Las luces estaban apagadas así que el pelinegro se dispuso a prenderlas
-No enciendas las luces… por favor -exclamó el rubio con cierta timidez- Me agrada ver la habitación así.
-Lo siento, chico vampiro pero debo encenderlas -exclamó Zack con seguridad. Sin embargo el rubio insistió demasiado. ¿Él cediendo por un chico que desconocía su nombre? - De acuerdo, de acuerdo, dejaré así las luces.
El rubio se acercó a la cama y Zack se apresuró en ayudarlo. Sujetó con una mano -ya que en la otra se encontraba su preciado café- la del rubio; al instante sintió los dedos helados del paciente. Un cosquilleo inexplicable apareció en la boca de su estómago y el mirar del rubio lo hacía sentir desesperado. Se alejó de la cama y se colocó al frente del cajón donde estaba su historial clínico. Sujetó la carpeta beige y la abrió un poco. Sin embargo, se percató de lo que estuvo a punto de hacer y lo cerró de inmediato. No se iba a involucrar con él.
- ¿Le teme a la oscuridad? -preguntó el rubio desde su cama.
- Por supuesto que no. ¿Por qué la pregunta? -dijo con curiosidad Zack.
- Desde que entró aquí ha estado nervioso.
¿Nervioso?, ¿él? Una risa irónica salió de sus labios. Le explicó al rubio que nunca había temido de la oscuridad, incluso nunca creyó en los monstruos que solían crear los niños antes de dormir. El rubio sonrió levemente, dejando apreciar al doctor su leve risa.
- ¿Cómo te llamas?-preguntó de la nada Zack.
- Cloud.
- Nube en inglés ¿eh?
- Sí, cómo verás…-se interrumpió Cloud mientras bajaba la mirada con suma tristeza- A mi madre le agradaba demasiado el cielo.
Una mezcla de desesperación e impotencia inundó a Zack. Aquéllos ojos que no habían mostrado alguna reacción ahora estaban llenos de tristeza. Ver sufrir a los pacientes era su mayor debilidad.
-Será mejor que te mejores pronto -exclamó Zack en un tono divertido- Afuera han de estar esperando las chicas por ti.
-No lo creo -exclamó Cloud mientras se reía con ironía- Sinceramente no tengo un lugar a donde ir. ¿Alguna vez se ha sentido usted así?
El doctor no contestó a su pregunta ni siquiera las que oía en su cabeza. Se dirigió hacia la silla y se sentó en ella, quedando al lado del rubio, mientras bebía de nuevo.
- Dime Cloud ¿vives en la época medieval?- preguntó Zack mirándolo directamente a los ojos. El rubio negó con la cabeza. - Entonces deja de formalidades y de llamarme de usted, me hace sentir viejo.
- La costumbre - exclamó Cloud al momento en que sus mejillas se ruborizaban- Soy Cloud Strife.
Zack de inmediato dejó de beber de su café. Su nombre... ¡Su nombre! No podía ser posible. El doctor se levantó de inmediato, su respiración se aceleró y sintió su cuerpo extrañamente frío. Actuaba más que nada por instinto. Dejó su taza en la silla y se dirigió hacia el historial clínico, pidiendo a todos los cielos ver otro nombre. Para su sorpresa se encontró con el nombre de Cloud Strife. Las pupilas del famoso doctor se agrandaron.
-¿Ocurre algo? -preguntó Cloud-
El doctor no podía escucharlo… en realidad no quería hacerlo. Tantos recuerdos le vinieron en la mente, tantas conversaciones, aromas y voces. Ahora lo entendía todo. Giró hacia el rubio y bajó la mirada procurando que no lo viera.
-Lo siento- dijo con un hilo de voz Zack.
Abrió la puerta de golpe y salió corriendo, dejando al rubio tendido en la cama, acompañado por la confusión. En la mente del pelinegro corrían mil pensamientos, tantas emociones que volvía a sentir, aquellas que trató de olvidar resurgían desde su interior. Corrió al único lugar que sabría que podría tener privacidad. Abrió la puerta del salón de los lockers y entró. De inmediato localizó su locker, se encontraba en la esquina, separado de los demás. Desactivó el seguro y lo abrió desesperado. En su mano traía el historial clínico de la habitación ochocientos once, algo que hizo sin fijarse. Lo dejó dentro del locker. Cuando amaneciera lo devolvería a la habitación. ¡No! Mejor se lo daría a alguien. Recargó sus codos en el locker, tratando de tranquilizarse y cubrió su rostro con sus manos. Golpeó el locker con fuerza, haciendo que muchos papeles volarán. Sintió un fuerte dolor en sus nudillos más no le importaba ya nada. Una vez más el destino decidió torturarlo.
Una fotografía salió despedida en el aire y terminó en el suelo. La imagen mostraba a una hermosa mujer de ojos turquesa, cabello castaño y largo, lo llevaba amarrado en un enorme lazo rosa, tenía la piel blanca y vestía con un vestido rosa de tirantes y en ella rezaba un nombre: Aerith.
Ha llegado el final de este capítulo. ¿Por qué Zack se impresionó tanto en escuchar el nombre de Cloud? ¿De qué estará enfermo Cloud? ¿Por qué los demás insisten en que Zack debe volver? Espera el siguiente capítulo. Dejen review.
Notas de SoritaK
Este es mi segundo fic de esta pareja y un nuevo mundo en el que estoy a punto de adentrarme,además será mi primer fic una lástima que no existan muchos fics de esta pareja así que ¿por qué no hacerlo uno mismo? Como en la mayoría de mis historias, hago cosas nuevas y me obligó a escribir cosas fuera de la realidad así que me esforzaré en este nuevo proyecto. Amé el primer encuentro de Zack y Cloud. Agradezco a la clínica 11 de Jalisco, donde viví en carne propia lo que es estar en un hospital, atender a las personas y la verdad de los médicos. Es una vida muy dura pero es la realidad.
¿Cómo sucedió todo?
Fue hace poco, estaba en una clase de Higiene y Salud Comunitaria, con uno de esos profesores con los que sólo deseas cortarle la cabeza con una motosierra (ok… no tan drástico). Estaba hablando sobre las cláusulas y tipos de seguros médicos que existen en México. Como estaba aburrida -por no decir a punto de dormirme- sujeté mi libreta y comencé a escribir varias frases que salían de mi cabeza… Entonces me imaginé a Zack con traje de doctor, la idea me agradó demasiado, saqué mi Ipod y seleccioné "Canciones Aleatorias". En cuanto me di cuenta estaba escuchando la canción de "Cold Flame" del Cirque Du Soleil. La letra me fascina y me percaté que hacía demasiada relación con lo que acababa de escribir. Continué escribiendo y cuando terminé, logré ver que tenía un buen material. Así que me dije "No he escrito aún sobre el mundo de los doctores…" y ¡voila! Nació este fic. Moraleja. La música hace mucha influencia en mí.
De todo corazón espero que sigan el fic a mí lado, sus opiniones, críticas, recomendaciones, felicitaciones, todo lo que quieran, las esperaré con ansias porque me ayuda más de lo que se imaginan.
"So close but always a step away"
Cold Flame
