Prologo.

Desde hace miles de años los miraculous han procurado siempre mantener la paz y el orden en el mundo. Protegiendo a las personas y resguardando la vida de miles.

Conocidos en el mundo como "superhéroes" o como también los llamaban en el antiguo Egipto "dioses"

Admirados por muchos, a veces, odiados por otros. Siempre presente en cualquier catástrofe que se presentara para acabar con ella.

Lo que no sabían es, que quienes se encontraban detrás de toda esa enorme responsabilidad eran simple personas.

Actualmente para ser más preciso; adolescentes.

—Y justo ahí es donde ni nos mencionan, es injusto.

—Plagg, por favor. No arruines la historia. — Un pequeño bichito rojo miraba con pena a su compañero.

—Quiero el camembert prometido después de esto Tikki. — El pequeño gatito se queja cruzándose de brazos.

—Lo que quieras, pero ya deja narrar la historia.

—Déjame lo demás a mí, yo narro. — Palgg dice con una sonrisa perezosa. — Prometo no contar más de la cuenta. — Dice moviendo sus bracitos al ver que Tikki lo mirara con indecisión.

—Está bien. — Tikki lanza un suspiro. — Pero rápido que se nos acaba el tiempo.

Ambos miran el comienzo del amanecer desde arriba de la torre Eiffel. No tardarían mucho para que ellos despierten.

—De acuerdo.

Esas personas son los prodigios, sus poderes, otorgados por los grandes Kwamis. Eran dados solamente a las personas de gentil y sincero corazón.

—Esa frase nos hace ver como si fuéramos unicornios.

— ¡Plagg!

—De acuerdo, ya.

Todos los portadores tenían su propia habilidad, cada una importante. Pero los miraculous centrales eran los de creación y destrucción. Los cuales en este tiempo se encontraban combatiendo a un villano.

Una persona que había usado el poder de un Kwami para el mal y que ahora causaba los desastres en Paris.

Pero gracias a los nuevos prodigios, las personas en Francia dormían tranquilas. Gracias a los grandes….

—Y… ya sabemos lo demás. — Plagg estira sus brazos mientras bosteza. — Tikki ya dame mi camembert. — Estira su mano hacia ella.

— ¡Eres insufrible! — Si no fuera porque la Kwami ya es de por si roja y no se nota su enojo, Plagg se hace de la vista gorda mientras sigue mirando el amanecer —Toma. — Le da el queso. – Aun no puedo creer que te gusta esa cosa apestosa.

— ¿Envidia? — Pregunta con una sonrisa antes de darle una mordida al queso.

–Ni loca. Prefiero las galletas. — Se cruza de brazos.

Plagg hace una cara de asco.

— ¿Y por qué tenemos que contar la historia? — Pregunta. — Ya sabemos, mejor que nadie lo que pasa. — Muerde el queso.

—Es el día de historias. — Tikki levanta ambos brazos. — Además, nuestra historia es interesante. — Termina con una sonrisa.

—Sí, pero también muy aburrida. — Traga lo que estaba masticando. — Al menos para nosotros.

Ambos suspiraron. Observaban el amanecer hasta que el sol se ponía en su punto máximo, entonces Plagg se levanta del fierro de donde se encontraban sentados seguido de Tikki.

—Bien Plagg, nos vemos. — Tikki se despide moviendo su mano.

—Aja. ¿Cuándo me dirás el nombre de tu portador? — Pregunta con una sonrisa mientras se cruza de brazos.

Tikki para su ida y se da la vuelta mostrándole una sonrisa a Plagg.

— ¿Cuando me dirás tú el tuyo?

Ambos sonríen.

—Bien jugado. — Plagg se da la vuelta. — Nos vemos. — Agita su mano.

Ambos se van flotando por lados diferentes hasta el hogar de sus respectivos portadores.

Tikki entra en la casa que se ubica en la esquina de una calle frente al parque.

Al ingresar en la cálida habitación, lo primero que hace es mirar la hora, ve que todavía falta dos horas para que Adrien vaya a la escuela, así que decide acurrucarse en la almohada que está al lado del muchacho.

—Ojala que Adrien no llegue otra vez tarde a la escuela. — Dice bostezando antes de caer dormida.

Mientras tanto Plagg entraba al enorme y frio cuarto de una joven azabache quien dormía plácidamente en una gran cama.

—Como supuse. — Habla en susurro. — Esta sinvergüenza ni se dio la amabilidad de dejarme un trozo de queso. – Mira sin expresión la mesa de noche, en donde no está el queso que Marinette le suele dejar para su bocadillo nocturno. — Pero vas a ver Marinette esto no se quedara así.

Se va indignado a acostarse al lado de la muchacha; sin percatarse, gracias al enorme sueño que tenía, que en el escritorio continuo a la cama se encontraba su amado queso.

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Bueno, la idea de este fic se debe a una imagen que vi por ahí, gracias a un amigo. Donde todo es al contrario en la serie. Y como ya se habrán dado cuenta a quien le pertenecen los poderes de quien :b

Espero que les guste ^.^