19:00

Por Makita.

Fanfic para el reto "un mes con Ita—Dei" . 31 de marzo 2010

Disclaimer: Los personajes de la serie de animé Naruto son de Masashi Kishimoto. Yo sólo los utilizo con fines de entretención, sin ningún fin de lucro.

Que lo disfruten!

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Día uno.

"Idiota: te espero fuera de la facultad a las 19:00."

Si claro. Y ahí estaba. En un día normal, con un clima normal y como un estudiante normal. Leyendo una y otra vez las letras digitales en su teléfono móvil. Se encontraba fuera de la facultad de arte, próximo a una arboleda y a una gran avenida. El cielo se nubló y oscureció repentinamente, provocando que algunos faroles amarillentos se encendieran titilantes. Se puso el gorro que venía adherido a su polerón negro sin mangas y escondió ambas manos en los bolsillos de su pantalón.

La gigantesca sede universitaria estaba deshabitada; los alumnos, al estar en época de exámenes, se retiraban temprano para alcanzar a cumplir con todos los deberes pendientes o realizar trabajos de medio tiempo.

Él no era la excepción. De hecho, algunas veces se sentía sobrepasado con su vida estudiantil; tenía que pagar las cuentas, ordenar el departamento, estudiar para el examen de "arte contemporáneo" —que era este miércoles— imprimir el ensayo final de la clase de teoría y buscar un nuevo trabajo que lo ayudara a sostenerse económicamente, en el día a día.

Y por supuesto, dentro de su lista estaba Itachi Uchiha.

Si, el bastardo que le había enviado el mensaje de texto. El ser que— para su propia tranquilidad mental— no necesitaba ni extrañaba. Un sentimiento discordante, ya que había sonreído como un verdadero estúpido al leer el correo. Y se sentía más estúpido aún, de estar perdiendo su valioso tiempo por su culpa.

Suspiró, agotado.

Diez minutos, Itachi no aparecía.

Luego fueron veinte, y después cincuenta.

Lo buscó con la mirada; quiso llamarlo pero no quería parecer un histérico controlador. Haría como si nada, lo pasaría por alto y lo ignoraría "Nada, solo llevo cinco minutos esperando"

A quien engañaba. Trasladó la mano hacia su rostro, despejando el mechón rubio que cubría parte de su faz y permitiendo vislumbrar una actitud frustrada y decepcionada. Esperaría algunos minutos más. La infame esperanza lo mantenía adherido en ese lugar, a sabiendas de lo que realmente acontecía; lo habían plantado.

—¡Vete a la mierda!.— gritó al aire, aburrido, cansado e irritado de esperar inútilmente. No miró atrás. Tenía que correr para alcanzar el tren de las ocho y treinta.

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Abrió el cerrojo de su departamento a tientas; la luz del estrecho pasillo se había ido y el administrador parecía hacerse el desentendido ante la precaria situación de sus inquilinos. La estancia se iluminó tras encender el interruptor a su derecha. Tiró las llaves con desgana sobre el mesón de la cocina y cerró la puerta tras de si.

Todo seguía tal cual como lo había dejado: cuatro libros sobre la mesa del pequeño living con una taza de café a medio beber a su lado, montones de ropa desordenada y dispersa sobre el sillón; las cortinas estaban corridas exhibiendo el extraordinario espectáculo nocturno que le ofrecía Tokio.

En el suelo y sobre papeles de diario, tenía algunas esculturas de arcilla, un juego de cinceles manchados y varios vasos con agua turbia. En la habitación, que estaba a su izquierda, el desastre era aún peor; ni siquiera había estirado su cama. Entró, abrió la ventana y se dispuso a ordenar. Levantó ropa, zapatillas, camisetas, guías— había encontrado un resumen de historia del arte—un cenicero y algunos cojines.

Odiaba a Itachi. Ahora y como nunca, lo odiaba. Seguramente lo habían invitado a un lugar mas entretenido y había olvidado su compromiso con él. Cualquier cosa podía ser mas importante. Así era como le demostraba que era perfectamente capaz de prescindir de él cuando quisiera. Y después su falta era perdonada automáticamente, solo por ser él; no necesitaba pedir disculpas. Seguramente nunca jamás lo habían dejado esperando cerca de una hora, tarde, en medio del frío.

Itachi era consciente de que con una pequeña sonrisa, el mundo se derretía a sus pies. Ese suceso era tan extraño y puntual que las personas se quedaban distinguiéndolo atontados, como polillas hipnotizadas por la luz, sin saber que caían presas de su encanto natural. Para Deidara eso era una farsa. No entraba en ese juego de sonrisitas y disculpas etéreas. Era una mierda.

—¿Y si le pasó algo?.— murmuró adentrándose en sus propios pensamientos.

Cabía esa posibilidad; se imaginaba a Itachi en medio del tráfico, intentando llamarlo sin lograr comunicarse y tocando la bocina del automóvil para apresurar a los otros. Tal vez lo habían asaltado saliendo de clases. O talvez se había quebrado un pie y lo habían llevado de urgencia al hospital.

Que tontería.

Volvió a la realidad. A alguien como él no le sucedían ese tipo de cosas. Estaba tocado por algún don bendito. Su vida –podría decirse—era perfecta, no tenía demasiadas preocupaciones (o las preocupaciones que aquejaban a la gente "normal")todos lo querían y admiraban, siempre tenía alguien con quien contar, era el típico chico popular y formal al que le llovían las invitaciones a fiestas u otros eventos; eventos que después comentaban patéticamente, como si no tuviesen nada más interesante que hablar: " Uchiha Itachi fue a mi fiesta ayer" o "¿Viste a Uchiha en el cumpleaños de Hoshigaki? ¡te dije que debíamos ir!"

Repulsivo.

Deidara hacía muecas mientras revolvía el café en su taza.

Ni siquiera sabía porque estaba con él. Teniendo tanta gente a su alrededor, gente inteligente y bonita, poderosa en distintos medios, adinerados y eruditos, aventureros, había elegido al chico de clase media—baja, que trabajaba para pagar sus estudios, que habitaba un departamento minúsculo y hasta pobre.

Y él tampoco comprendía porque estaba con Itachi. Era desagradable, no lo entendía ni mucho menos estimaba. Toda esta situación lo ratificaba. Pero ya no más de eso; no lo llamaría pidiéndole explicaciones, no le escribiría ni lo buscaría. Realizaría su vida como si el Uchiha nunca hubiese existido en ella.

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Día cuatro.

Dos llamadas sin respuesta, una noche sin dormir, tres exámenes teóricos entregados efectivamente y casi cuatrocientos yens en el bolsillo de su polerón. Eso era él, hoy. Tomó el tren, apurado y agotado; en la mochila cargaba la escultura en la que había estado trabajando durante la mañana; se trataba de una figura compuesta completamente de arcilla basada en un nuevo concepto con el que estaba experimentando y del cual se sentía lo suficientemente orgulloso como para enseñarlo en el examen final del taller de proyectos. La primera parte del modelo estaba listo, planeaba terminarlo cuando volviera a casa ya que debía presentarlo al día siguiente.

Sin embargo, no se dirigía allí ahora.

El tren avanzaba en dirección contraria, a gran velocidad. Mientras vislumbraba la ciudad que se exponía frente a sus ojos, se preguntaba que diablos estaba haciendo.

"Supuestamente" la ausencia de Itachi no iba a afectar su rutina, ni su vida normal e independiente. Sin embargo, lo había llamado dos veces ¡dos veces! Y el maldito no se había dignado a contestar. Habían pasado tres días, maldición. No podía desaparecer así sin más. Eso era cobarde, incluso peor… ¿era incapaz de enviar un mensaje de texto "estoy vivo" o algo similar?

Se sostuvo del pasamanos y apretó los dientes con irritación e incertidumbre.

Había decidido ir a buscarlo por su cuenta. La idea era pasar totalmente desapercibido, para comprobar si Itachi se encontraba bien y al mismo tiempo no demostrarle excesiva preocupación por su reciente lejanía.

No pretendía sentirse desesperado ya que esta situación era absolutamente corriente; las personas no están siempre juntas. Era esencial respetar la individualidad e identidad de cada uno de los miembros de la relación. Sin embargo, a pesar de que el sentimiento de extrañarlo era desagradable, existía dentro de él con mucha fuerza. Y con esa misma fuerza, intentaba opacarlo, porque no quería sentirlo. Le dolía que de cierta forma su "felicidad" estuviese ligada a algo o alguien. Deidara temía las ataduras y el moreno representaba justamente eso; un límite para su libertad de actuar y pensar.

Se bajó en la estación más cercana a la facultad donde estudiaba Itachi y caminó algunas cuadras hasta llegar al frontis del edificio—que más que una sede universitaria, parecía una empresa—mientras lo invadía un sentimiento de inseguridad y rabia. Quizás algo de temor por lo que podía descubrir, pero su disposición era sólida y firme como una roca.

Sabía que el moreno tenía que rendir una prueba de la que saldría pasado el mediodía; cursaba el tercer año de ingeniería en la universidad más importante de Japón, la Todai. De cierta forma se sentía ¿orgulloso? Itachi era muy inteligente, no necesitaba extensas horas de estudio para aprender materias malignamente difíciles; Deidara lo admiraba por eso.

Aunque nunca se lo había dicho.

Se preguntaba si el Uchiha tenía un sentimiento similar por él…admiración…o la mierda que fuera.

Se cruzó de brazos. Él allí, de jeans gastados, polera a rayas y chaqueta negra sin mangas. Medianamente alternativo en medio de tantos estudiantes tradicionales, o más bien, ridículos hijitos de papá.

La mayoría lucía pelo corto y bien peinado, camisas polo y bolsos para notebook súper chics. Salían de la sede hablando animadamente en grupo mientras otros revisaban las llamadas perdidas en su blackberry. Tantos jóvenes socialmente acomodados le provocaron tirria; prendió un cigarro y los atisbó con rencor. Algunos le devolvieron la mirada confundidos y extrañados. Si bien era cierto que a la Todai asistía toda clase de gente, Deidara llamaba profundamente la atención y no sólo por su actitud; su aspecto ambiguo causaba en los demás una morbosa curiosidad. Muchas veces, caminando por la calle o simplemente esperando el tren, se le habían acercado hombres con intensiones afectivas. Pedían su número, una cita, lo que fuera. Generalmente corrían espantados o quedaban congelados al ver la mueca de odio y repugnancia que se reflejaba en el hermoso y "femenino" rostro. Deidara disfrutaba notar sus semblantes desfigurándose cuando descubrían que era un chico y para peor, mal genio y grosero.

Estaba a la mitad del cigarrillo cuando divisó a tres tipos que se aproximaban a la salida causando un gran ambiente de tensión; las mujeres se volvían a verlos y los hombres quedaban paralizados ante su presencia. Reconoció a dos de ellos; eran amigos de Itachi. Retrocedió instintivamente, pero luego se relajó al percatarse que Itachi no aparecía por ningún lado. Un aura de popularidad innata los rodeaba, un aura de respeto incondicional.

Cuando estuvieron a escasos metros, se incorporó ligeramente y apagó el cigarrillo contra el suelo.

—¡Hey tu!—le gritó a uno de pelo oscuro y desordenado. Los tres giraron para enfrentarlo; lo miraron expectantes.—¿Eres amigo de Uchiha Itachi?

—Y tu quien diablos eres…—cuestionó a la defensiva. El mas alto rió, atisbándolo con desconfianza.

Deidara analizó al chico; tenía unos ojos negros y perspicaces, un carácter frívolo y carente de emoción. Su boca estaba curvada hacia abajo, haciéndolo parecer excesivamente serio y amenazante.

—Soy…alguien que lo conoce.— al notar el semblante incrédulo del contrario, suspiró hastiado.— Solo quiero saber si Itachi ha venido a clases los últimos días.

—No pareces ser conocido ni mucho menos amigo de Itachi—san. –Deidara estaba comenzando a perder la paciencia.

—Eso da lo mismo. Sólo responde la maldita pregunta.

El chico sonrió forzadamente avanzando lentamente hacia él.

—¿Eres un acosador?

Soltó una carcajada, esa declaración lo dejó congelado. De la risa. No podía creer que Itachi tuviese amigos tan paranoicos, que lo cuidaran como reales guardaespaldas.

—¿Hablas enserio?.— bromeó mirando al sujeto como si fuera el mas raro del mundo.

—Tomaré eso como un sí.

Por su tono de voz supo que no se aproximaba nada bueno; el mas alto y de cabello azulado le arrancó la mochila de los hombros y la lanzó por aires; Deidara vio como el objeto voló medianamente para desplomarse en el suelo. Sus ojos se abrieron en un evidente estado de shock; la figura de arcilla que estaba adentro debió hacerse pedazos. ¡Toda una maldita mañana de trabajo perdida! ¡y el examen se entregaba mañana! ¡¿Cómo diablos terminaría eso a tiempo?!

Giró hacia al hombre que estaba detrás de él y le propinó un feroz empujón, sin miramientos; habían cruzado el límite, no les había dado motivos para actuar así. ¿o era Itachi un tema tabú para ellos? ¿Nadie podía acercarse a él? Que ganas tenía de gritarles que era nada mas y nada menos que la pareja de su ídolo, que hacía con él todas las cosas que ellos, sólo en sus asquerosos sueños húmedos, conseguían. Talvez ahora estaba un poco distante, pero ya vería como arreglaría eso.

Sintió un auto dar un frenazo cerca y se volteó; momento que aprovechó el otro para golpearlo brutalmente en el estómago. Todo el aire que tenía en los pulmones fue expulsado mientras su cuerpo, instintivamente se doblaba; vio los brillantes zapatos de su rival sobre el suelo de asfalto y su propio brazo cediendo, inerte. El golpe lo había dejado sin fuerzas y sin capacidad de reacción. Intentó levantarse sujetándose del hombro del tipo, pero luego lo batió nuevamente, con mucha mas potencia que la vez anterior. Era oficial; sus sentidos se desvanecían, su visión se volvió borrosa y perdió el control de su cuerpo. Cerró los ojos sintiendo como lo arrastraban al supuesto auto.

Eso es lo que le pasa a los acosadores…—escuchó a uno hablando, como si estuviera muy lejos.—Buen trabajo, Kisame…

Este es flaco. No fue difícil tumbarlo.—rió el otro.

Oyó dos portazos y el motor arrancar. Inhaló dolorosamente contra el asiento.

¿Porqué siempre se metía en problemas?

Fue lo último que pensó antes de desmayarse.

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Día 5

Despertó paulatinamente. Vio un cielo nublado, unas paredes de cemento gastado y algunos balcones de un edificio que producían unas extrañas sombras. Estaba oscuro salvo algunos vestigios de luz provenientes de la ciudad. Se incorporó lentamente, le dolía la cabeza. Tocó su cuerpo con desesperación, tranquilizándose al comprobar que no tenía heridas o algún hueso roto ¿qué había sido todo eso? Se puso de pie con dificultad, descubriendo que se hallaba en algún callejón de mala muerte. No sabía que hora era ni donde estaba, ni porqué los "amigos" de Itachi habían reaccionado así. Bastardos.

Rebuscó en sus bolsillos la llave de su departamento. Maldijo a todos los inocentes santos cuando no las encontró; lo único que tenía eran los cuatrocientos yens, que le alcanzaban para pagar un pasaje en tren. Apostó a que el administrador de su edificio tenía una copia de las llaves; debía volver pronto a casa, para trabajar en su examen. No dejaría que una estupidez como esta arruinara el esfuerzo de todo un año por mantener sus notas altas.

Maldito Uchiha, todo por tu culpa.

Caminó fuera del callejón, debían ser la una o dos de la mañana. Se concentró en su objetivo. Después tendría tiempo para reflexionar sobre lo que le había pasado.

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Día 8

Si, si, día ocho. Se cumplía más de una semana desde la desaparición de Itachi. ¿acaso no tenía familia? Si no querían, él podía dar aviso a la policía, por presunta desgracia. ¿Era eso? ¿O simplemente había decidido terminar, esfumándose de su mundo? Nunca lo pensó de él, porque una de sus cualidades más significativa era ser franco y directo. Si hubiese querido terminar lo hubiese dicho en su cara y sin remordimientos.

—¿Verdad?.— le habló al dependiente, que lo atisbaba con asombro mientras limpiaba un vaso de vidrio.— No sé porqué te pregunto, si tu no sabes nada. No sabes nada de Itachi, mh.

Había salido a celebrar el término de los exámenes con algunos amigos. Ahora se encontraba solo, todos se habían retirado al hacerse tarde. No le importaba. Podía seguir celebrando toda la noche. Afortunadamente había aprobado todas sus materias, incluyendo taller de proyectos, en donde había presentado una porquería. Pero tenía talento y consiguió terminar la escultura de arcilla antes de las nueve de la mañana.

—Felicítame por eso…—dijo, levantando un vaso de sake…—tu…¿cómo te llamas?

El hombre no contestó, siguió ordenando el pequeño lugar como si nada. Deidara lo miró con una mueca de desprecio y bebió del pequeño recipiente.

Extrañaba mucho a Itachi. Lo había llamado un par de veces más, sin importarle parecer un acosador histérico; estaba realmente preocupado. No había obtenido respuesta alguna. También había pasado por su casa—mansión. Los guardias le habían dicho que no se encontraba allí y no le permitieron el paso. No quiso repetir la experiencia anterior, así que se retiró sin armar escándalo. La rabia comenzaba a convertirse en tristeza, inevitablemente.

Las cosas mas triviales junto a él, con el paso de los días, comenzaban a tomar mucha, demasiada relevancia. No era lo mismo si no estaba él. Y se sentía tan cursi pensando eso.

Itachi no era un tipo más en la faz de la tierra. Era especial. Se sentía feliz y orgulloso de haberlo descubierto entre tantas personalidades. Es decir, coexistían tantas personas distintas en el mundo, personas interesantes con las que podía tener una amistad, una conversación, un intercambio de opiniones. Pero él era totalmente su opuesto. Lo había conocido casi a la fuerza y terminó por descubrir cosas en él que lo atraparon, aunque se resistiera con uñas y dientes. Su mirada aparentemente indiferente estaba llena de pequeños gestos que le indicaban lo que pensaba, detrás de esa máscara de frialdad. Deidara era muy curioso e Itachi, con su carácter misterioso y silencioso lo atraía cada vez más, como alguien que se introducía en la trama de un libro; cuando comenzaba a leerlo ya no podía despegarse de él hasta el final. Le gustaba su actitud serena y pacífica a veces. Le gustaba su decisión y su forma de ver la vida.

Incluso sus costumbres, que antes encontraba tontas, las anhelaba, como si le faltara una pieza de un conjunto; su formalismo al respetar las tradiciones del país, la manía de golpearlo en la frente con los dedos, sus repentinas pausas frente a las tiendas de libros, la ociosidad de hacer origami con papeles de dulces, el gusto por pararse bajo la lluvia o esa absurda obsesión por comer Mitarashi dango a horas inverosímiles.

Generalmente se quejaba y criticaba a Itachi por esa clase de actitudes—especialmente por seguir tradiciones que Deidara consideraba estúpidas y sin fundamentos—pero simplemente lo ignoraba. Itachi no daba explicaciones ni expresaba sus sentimientos; era sumamente introspectivo.

Era rudo cuando debía serlo, amable cuando debía serlo y meticuloso cuando debía serlo. Decía las cosas una vez, corta y tajantemente. No dejaba espacios para la duda.

—Aunque eso lo hace un inflexible de mierda…—musitó sirviéndose otro vaso de sake.

—¿De quien hablas?.— el hombre decidió prestarle algo de atención, mientras preparaba una comida. Deidara asumió que se trataba de ramen, pero no estaba seguro.

—De un idiota, que desapareció hace una semana. No me ha dado ninguna señal, ¡ninguna!— le mostró su dedo índice indicando un número uno.— Lo he llamado, pero no me contesta…siempre supe que no me soportaba, pero tampoco es para escapar así…¿tu que crees, eh?

—Quizás le pasó algo malo…—el hombre revisó disimuladamente las botellas de alcohol que había comprado el rubio; había bebido aproximadamente una y media. Y aparentemente no tenía intensiones de detenerse.

—Nah. A él nunca le pasa nada malo.

—Talvez tuvo que hacer un viaje de emergencia, o se murió algún familiar cercano…—prosiguió el hombre. Deidara negó con la cabeza y alzó una ceja.

—Eso no es motivo para no contestar el celular, mhh.

—Pero y tu…¿Qué piensas?

Hubo un momento de silencio. Deidara cruzó ambos brazos y los apoyó contra el mesón de madera. Se quedó dubitativo por un tiempo, tratando de analizar sus sentimientos y sus temores. Exhaló dolorosamente y alzó ambos ojos azules en dirección a su receptor, que lo atisbaba atento.

—Yo creo que fue absorbido por la realidad.

—…¿y que vas a hacer al respecto?— el hombre lo enfrentó directamente.

El rubio alzó la vista y ladeó la cabeza. Muchas cosas llegaban a su mente. Sin embargo, tomó la botella de sake y la enalteció en medio del reducido lugar.

— Olvidaré esto y seguiré mi vida..— respondió sonriendo de medio lado, fascinando al dependiente, que lo miró estupefacto.— …cuando te pregunten ¿conoces a Deidara? Podrás decir que sí…que conociste al mejor artista del último tiempo. Porque en eso me convertiré cuando salga de tu apestoso puestito de comida…

Se levantó dejando algunos billetes sobre la mesa, de un golpe. Tomó la botella que aún tenía la mitad de su contenido y se retiró del lugar. El frío lo envolvió como una ráfaga, pero no le importó. Estaba bastante borracho, apenas podía caminar, aunque había estado en peores condiciones. Avanzó un par de cuadras por la desolada calle, sintiéndose como dentro de un círculo; por mas vueltas que le diera al asunto parecía no acabar jamás. ¿era así como habían terminado? Se apoyó contra una pared y se dejó caer hasta quedar sentado en la superficie de concreto, con las piernas encogidas. Llevó una mano hasta su frente y escondió la mirada, cansado de fingir sus sentimientos. Apretó los labios para luego soltar un suspiro.

Nunca se lo diría, pero era la persona mas importante en su vida. Que sentimiento tan horrible. Que patético tan solo pensarlo. Esa era su maldita realidad, tenía que asumirla de una vez por todas.

—Itachi…gracias por cagarme la existencia con la tuya. Fue bueno mientras duró…espero que logres ser feliz. Aunque sin mi, no creo que puedas…

Se rió un poco. Permaneció un tiempo indefinido en aquel lugar, esperando que el constante mareo producido por el alcohol amainara. La circulación de algunos automóviles rompía el penetrante silencio de la noche, las luces iban y venían. No supo en que momento se incorporó para proseguir su camino.

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Día 9

La noche anterior había llegado al departamento y bebido el último resto de sake de la botella. Cayó sobre el sillón de espaldas y se durmió profundamente, sin soñar, totalmente inconsciente. No tenía clases, ni otro asunto del cual preocuparse. Simplemente dejó su cuerpo y mente descansar de todo lo que lo agobiaba, quería olvidarse de muchas cosas. Aún dentro de ese sueño intenso, quiso girar para acomodarse y no pudo. Sentía que le costaba respirar, hasta que, de un minuto a otro, su suministro de aire se cortó. Se movió, incómodo y despertó bruscamente.

Una sombra se aproximó, examinándolo. Se obligó a espabilar, no podía permitir que lo vieran en ese estado. Llevó una mano a la cabeza en un vano intento para mitigar el dolor de la resaca. Pestañeó confundido…¿quién eres, que quieres?

Una voz familiar se burló de él.

…Itachi.

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Continuará…

Si alguien ve a Itachi por allí…díganle que llame a Deidara u.u parece estar un poco desesperado. Aunque lo esconde muy bien xDDD

Primer capítulo de 19:00 finalizado!! xd¡espero que les haya gustado! :D La verdad hace mucho tiempo tenía esta idea y decidí experimentar un poco con el estilo de narración y el tiempo-espacio en la que se desarrolla…a pesar de mis esfuerzos no logré que quedara en un One-shot u.u jamás he podido escribir uno…así que este nuevo fic durará algunos capítulos más!! xD

Y que les pareció? Dudas, opiniones, sugerencias, siempre son bienvenidas!! Las esperaré con ansias!

Agradezco a Derama17 por invitarme a esta iniciativa, espero que motive a muchas escritoras (es) a crear fics sobre este pairing tan especial! Personalmente me siento honrada de cerrar este reto, espero estar a la altura.

Nos leemos en el próximo capítulo!! =)

Makita.