El oneshot original pertenece a Mahi-Mahi

Desesperación verdadera: Parte I

"¿Tienes miedo?"

"No tengo… miedo."

'El corazón humano ve cosas que los ojos no pueden y sabe cosas que la mente no puede entender"- Robert Valett

Había pronunciado los nombres de Ichigo Kurosaki y sus demás amigos muchísimas veces, en esa pesadilla llamada Las Noches. Y, ahora, mientras se sentaban alrededor de una mesa de caoba, en algún lugar de la biblioteca del instituto, en lo que parecía ser una auténtica contradicción… deseaba poder gritarlos, para que pararan.

Pararan de hablar.

Pararan de recordar.

Ya habían pasado muchos meses. ¿Qué necesidad había de seguir echándole leña al fuego?

Todos estaban contando sus vivencias con Sousuke Aizen, su ejército de Arrancar, así como sus batallas y refriegas personales al variopinto grupo, cada uno de cuyos miembros estaba dotado con el poder de ver el Mundo Espiritual. Ichigo había dejado el tema de su extraño y mutuo entendimiento y relación con Grimmjow Jeagerjaques…

- Esos ojos muertos… Juro por Dios que fue como si quisiera que lo matase.

Orihime se mordió el labio y sintió que sus dedos se retorcían alrededor de la pulsera plateada y brillante que rodeaba su muñeca, posada en su regazo, bajo la mesa. Sabía de quién estaba hablando.

- No puedo decir que sintiera "miedo". Las cosas iban demasiado rápido, la emoción de la batalla era increíble, pero… cuando liberó su segunda forma, no pude evitar pensar que ya no quedaba más esperanza, como si hubiese desaparecido. Todo se quedó vacío, hueco- la voz de Ichigo sonaba terriblemente calmada y seria, recordando esa noche y el Cero Negro que le perforó el pecho.

- Supongo que es probable que fuese tan poderoso como Aizen- añadió Uryuu, juntando las manos y apoyando la barbilla sobre sus dedos índices. Orihime le había regenerado el brazo izquierdo, en cuanto la Guerra de Invierno hubo terminado. Ishida no pudo expresar su gratitud con palabras y estaría siempre en deuda con ella- Él mismo admitió que nunca le había enseñado esa segunda liberación a ninguno de sus compañeros y es posible que tampoco a Aizen. Tal vez había una razón más profunda que explicara por qué se la escondió a su superior. Dudo mucho que fuera tan fuerte. Ichigo dijo que se había enfrentado a otros mucho más fuertes, justo antes de apuñalarlo. Aún así, dijiste que tenía algo especial porque no se parecía en nada a los demás Arrancar; era menos violento y tenía menos ansia de poder. Pero el poder que emanaba de él llegó a afectarnos a nosotros, que ni siquiera estábamos allí- dijo Rukia, mirando con profundidad a sus camaradas- Esa energía era tan pesada y potente que resultaba hasta sofocante. La sensación de peso sobre los hombros me dio hasta ganas de vomitar.

- A mí me puso… muy triste- Chad bajó los ojos, escondidos bajo su mata de pelo- Parecía una desesperación muy dolorosa- dijo, con pocas palabras, como siempre. Aunque siempre fuera muy escueto, solía ir directo al grano.

- Ichigo, dijiste que, cuando luchaste contra Ulquiorra la primera vez, escuchaste a Grimmjow explicarle a Orihime que Ulquiorra tenía la costumbre de empalar a los enemigos que le intrigaban o, como dijo Grimmjow, a sus "presas", en el corazón y que dudaba que él mismo fuera consciente de esa marca. He observado que esos Arrancar, esos hollows se retrataban a sí mismos en su apariencia y acciones con los sentimientos que tenían enterrados dentro o, en el caso de Ulquiorra, con los que no tenía. Eso explicaría la voz estresante que escuchamos todos, cuando reveló su verdadera forma.

- Supongo que eso tendría sentido- admitió Ichigo- Estaba jugando conmigo, pero no por el simple hecho de jugar. No, es como si se hubiese esforzado más de lo que necesitaba. Siempre creí y sigo creyendo que podría haber acabado conmigo sin ni siquiera transformarse, pero siguió aumentando su poder, a pesar de no necesitarlo. No tenía sentido; es como si me estuviera empujando hacia el borde de un precipicio. Tardé en darme cuenta, pero al fin comprendí que lo que quería era demostrar que, por mucho que me esforzara, sería inútil. Incluso empezó a decirme cómo tenía que atacarlo, como si no le importara ganar o perder. Creo que a él le intrigaba más una posible victoria intelectual que la de la batalla. Sigió intentando convencerme de que, aunque consiguiera derrotarlo a él, otros estarían esperándome para matarme y que nunca tendríamos una oportunidad- Ichigo se llevó las manos a la cabeza, dejando escapar un suspiro profundo. Joder, hasta creyó ver a Ulquiorra frustrado, mientras intentaba hacer que comprendiera la situación, pero, para su desgracia, todo el mundo sabía la voluntad que tenía Ichigo para querer ganar y proteger a sus amigos- No habríamos salido de allí vivos, si no hubiera…- su voz titubeó por un instante, furioso consigo mismo por haber perdido el control ante tan desolada situación- Siento como si no hubiese ganado aqella pelea. No fue… justo.

Orihime dirigió la vista hacia el puño de Kurosaki, que estaba completamente cerrado. ¿Se… lamentaba?

- Ahora ya no importa, Ichigo- Rukia trató de animarlo, a su manera- Aunque perdimos algunos camaradas, nuestros amigos están vivos- Orihime pudo ver a través de esa frase que Rukia seguía abrumada por aquellas muertes, por poco importantes que hubieran sido.

- Sí. Al final, prácticamente te pidió que acabaras con él- dijo Uryuu, en un inútil intento de animarle- De todas formas iba a morir.

Orihime contuvo la respiración, al escuchar esto último. Esas palabras habían logrado que su pecho ardiera. Eso no era cierto; Ulquiorra sólo estaba siendo considerado y sabía cuándo debía de aceptar la derrota con nobleza.

Delante de ella estaba Tatsuki, que había estado comentando los hechos mientras escuchaba la historia con más detalle, esa historia que le habían contado a trozos, al principio del mes.

Por algún doloroso motivo, a Orihime le molestaba escuchar esas cosas.

- A mí me parece que era un imbécil sin corazón- dijo finalmente Tatsuki- Engañó a Inoue para que nos dejara, atravesó con la espada y casi mató a Ichigo dos veces, le cortó el brazo a Uryuu, por no hablar de…- la voz de marimacho de la chica se fue apagando, mientras Orihime se sumía en sus propios pensamientos.

Se estaba preguntando si las cosas crueles que estaban diciendo… serían ciertas.

Los oídos de Orihime pasaron de sentir un profundo martilleo a un agudo pitido. Su corazón se detuvo, al recordar la imagen de aquel Arrancar prácticamente acabado, apoyándose patéticamente en su escuálida pierna. Ni siquiera me quedan fuerzas para andar… si no me matas ahora, nunca acabará. Y, entonces, esos pálidos ojos se clavaron en ella.

Los brazos de Orihime empezaron a temblar, mientras escuchaba los brutales comentarios de sus amigos acerca del carácter despiadado del Arrancar, además de tratar de apaciguar a Kurosaki, cuyo orgullo herido estaba en proceso de hacerle perder la cordura. No podía culparlos; aquél era un tema muy delicado y ella era una miga en la que siempre podrían confiar. Sólo trataban de ayudar.

Hasta que…

- Merecía morir…

Orihime se encogió de hombros. No sabía quién había dicho eso, pero si su intención había sido relajarla, había fracasado.

En un instante, la joven golpeó la mesa con el puño y tiró la silla hacia atrás, mientras se ponía en pie en la oscura esquina de la biblioteca, en la que habían decidido almorzar.

- ¡Parad!- las palabras salieron de su boca en un halo de emoción acalorada y casi se observaban chispas repiqueteando en sus ojos. Entonces, la joven bajó la barbilla hacia su cuello- Sólo… parad…

Todos los presentes se callaron al instante. La miraban con los ojos bien abiertos, después de aquel corto e impropio arrebato que había tenido. Hasta Chad la miraba fijamente, a través de su flequillo.

Sus propios ojos se sintieron incómodos al acaparar tanta atención y le costó muchísimo soportar todas esas miradas clavadas en ella, hasta que estuvo sola. Levantó la mano y se tapó los labios con las yemas de sus dedos, sin saber muy bien de dónde había salido tanta furia.

- Lo siento…- murmuró a sus compañeros, antes de marcharse apresuradamente.

- Inoue…- murmuró Ichigo, viéndola marcharse.

Después de un silencio embarazoso, alguien habló por fin.

- ¿Qué coño le hicieron?- gruñó Tatsuki, clavándose las uñas en las palmas. Su amiga había estado muy rara desde que había vuelto.

- No te preocupes tanto, Arisawa- le contestó Uryuu- Creo que a Inoue le está costando bastanta readaptarse a esto, eso es todo.

- ¡Si sólo estuvo fuera unas cuantas semanas! Conozco a Orihime; es mi mejor amiga y sé que estar en otro sitio, durante el tiempo que sea, no es suficiente para cambiarla.

- Tatsuki- le cortó Rukia- Hueco Mundo es un lugar más duro de lo que puedas imaginarte. Allí lo pasó muy mal y aún le cuesta abrirse a nosotros y contarlos qué le ocurrió durante su cautiverio. Será mejor que le demos algo de tiempo y dejemos de presionarla tanto- soltó, conociendo perfectamente la tendencia controladora y déspota de Tatsuki. Con un rápido movimiento, Rukia le dirigió una significativa mirada a Ichigo.

- Pero se comporta normal, casi todo el tiempo- Tatsuki apretó el puño, mostrando que estaría dispuesta a averiguarlo todo acerca de Orihime Inoue. Su obsesión por la chica pasaba lo sano y se acercaba al terreno sexual. Aún así, era su mejor amiga y se preocupaba por ella. Al final, agachó la cabeza, resignada- Sólo siente esos remordimientos cuando hablamos de los Arrancar… de él- desesperada, cogió a Ichigo de la cabeza y se la acercó- ¿Qué le hicieron, Ichigo? ¿Por qué se pone así cada vez que sacamos el tema?- le preguntó, como si realmente conociera la respuesta que le aliviara su dolor.

Él sólo pudo fruncir el ceño, incapaz de mantenerle la mirada.

- No… No estoy seguro, Tatsuki.

Orhime apenas pudo apartar la vista del suelo, mientras se dirigía a su apartamento. Ver repetidamente sus zapatos marrones del uniforme chocando contra las piedras y la tierra del camino, estaba consiguiendo calmarla. No había hablado con nadie más durante el resto del día, salvo para despedirse… Odiaba ser tan antisocial.

¿Es que no lo entendían? Orihime diferenciaba perfectamente el bien del mal, los amigos de los enemigos. Pero, ¿por qué no se daban cuenta de que, ya lo hubiera hecho a propósito o no, Ulquiorra los había salvado de ellos mismos? Al margen del propósito final, Ichigo podría estar en ese momento tan desquiciado como entonces, si él no hubiera roto el "hechizo".

Sus dedos encontraron la pulsera plateada danzando en su muñeca y se detuvo. Alzó la mano hasta que el objeto estuvo delante de sus ojos y acarició con los dedos la fina cadena que unía una joya con la otra. La miró, casi paralizada, mientras la luz del sol brillaba en su superficie.

¿Por qué?

¿Por qué había vuelto a ponérsela? La había guardado todo este tiempo, aunque el mundo real y aquél en el que la había conseguido, tuvieran poco que ver. Se la habían dado para garantizar que cayera en la trampa de Aizen. Sin embargo, no podía explicar por qué, a pesar de haber terminado ya la guerra, podía sentirlo tan cerca de ella cuando se la ponía. Era un misterio.

A veces deseaba que aquello siguiera maldito, para poder esconderse en algún lugar, sola, en el que nadie, ni siquiera sus amigos, pudieran encontrarla; la misma soledad que tanto había odiado cuando se puso el brazalete por primera vez. Había sentido un vacío inmenso al descubrir que, con ella, ningún ser viviente, ni los Shinigamis, podía verla. Y, ahora, lo echaba de menos.

Orihime se apretó la muñeca con fuerza.

Pero no funcionó. No había funcionado desde hacía meses, desde que él muriera.

¿Tanto le había afectado estar apresada, durante ese tiempo? ¿Tan rota estaba?

No.

Estaba feliz, encantada de haber vuelto a casa. Se había readaptado bien. La monotonía de las cosas diarias, como ir al instituto, los deberes, los deportes y otros asuntos triviales eran muy importantes para ella y ya no los menospreciaba.

Sin embargo, había cosas, algunas cosas, que persistían y, por mucho que desease o rogase que desaparecieran, no lo hacían.

La habían dado caza.

Era precioso y, aún así, también triste.

Cuando abrió la puerta de su casa, encontró a Rangiku vagueando como siempre y leyendo una revista de cotilleos. Orihime sonrió débilmente. Algunas cosas nunca cambiaban.

- ¡Oh, bienvenida, Orihime!- Rangiku apenas levantó la vista de la revista que la tenía atrapada- ¿Cómo ah ido el instituto?

- Bien- la joven depositó con calma la mochila en la encimera de la cocina, hablando con Rangku desde el otro lao de la habitación- Voy a darme una ducha, antes de hacer la cena- escuchó un murmullo de asentimiento- ¿Te apetece algo en especial?

- Lo que tú quieras, Orihime- la rubia pasó la página; parecía muy distraída. Orihime sonrió suavemente. La mujer era una causa perdida.

Después de pasar por su habitación para coger ropa para cambiarse, Orihime entró en el baño, se quitó el uniforme y se metió bajo la ducha, calentándola tanto como su cuerpo pudiera aguantar. El agua estaba buena. Las duchas siempre eran relajantes y sintió que, ese día, necesitaba tranquilizarse más de lo normal. Al recoger el agua que caía sobre ella, como si fuera fuego celestial, la salpicó contra su cara y se frotó los ojos, deseando que el gesto pudiera borrar las imágenes que había visto.

Al final, su mirada volvió a clavarse en la pulsera de su muñeca. A pesar de que el calor la invadiera, como si fuera una bruma, aquello le parecía demasiado frío. Incluso bajo la borrosa luz del baño, parecía muy plateada, muy pálida. Como…

Orihime la apartó de sus ojos, escondiéndola a su espalda. No quiso mirarla más. Deberías quitártela, se dijo a sí misma. No tiene sentido. Vamos. Despacio, se apoyó contra los azulejos blancos de aquel cubículo, fijando la mirada perdida en las gotas que se deslizaban por la cortina. No había nada que temer, ¿no?

No había sentido tanta incertidumbre desde que su hermano había muerto y suspiró débilmente, sintiendo la soledad que le traían esos recuerdos. Orihime los apartó rápidamente de su mente; ya estaba acostumbrada a eso.

Nada más aclararse el pelo, salió de la ducha y se quedó delante del lavabo, examinándose igual que había hecho las noches anteriores. Trataba de averiguar en qué era diferente. En qué había cambiado.

Se había vuelto más fuerte.

No, no era eso. Tan sólo había sustituido a su antiguo e inútil yo, consiguiendo que su amistad con los demás creciera y se fortaleciera, gracias a ello.

El cambio que estaba buscando venía acompañado de una especie de aura de tristeza, que la acechaba, a pesar no estar nunca triste o, mejor dicho, de no estarlo hasta el punto de sumirse en una depresión. Podía sentirla intensamente y estaba segura de que los demás también la habían notado.

No tenía ningún sentido.

Bajó la vista hacia las palmas de sus manos, girándolas, esperando encontrar la respuesta de alguna manera simbólica. Se las acercó a su rostro, pero no pudo ver otra cosa más que las suaves líneas que las surcaban.

Sus grises ojos pestañearon despacio y devolvió la vista a su reflejo del espejo. Sin embargo, al hacerlo, vio algo tan irreal que le arrebató el aire de sus pulmones.

Él estaba ahí, mirando su reflejo. La acechaba como un fantasma. Sus verdes ojos estaba igual de intensos, pero inquietantemente vacíos, aferrándose a ella como si fuera una serpiente que ahogara a su víctima, arrebatándole la poca vida que le quedara. Las dos líneas verdes resaltaban sobre su pálida y espectral cara, haciendo que su mandíbula se apretara tanto como si acabase de escuchar algún ruido insoportable.

Las luces del baño parpadearon de repente, mientras intentaba respirar, tragar saliva, pestañear, pero sus ojos estaban abiertos como platos, paralizados y clavados en los suyos.

Sus manos se arrastraron por la carne de la chica, una deslizándose hasta el cuello, mientras la otra apretaba sus voluminosos pechos y las yemas de sus dedos apretaban sus pezones. Sus negros labios se clavaron en su oído, abriéndose para decir algo, aunque no salió ningún sonido.

No… ¿Cómo iba a…?

A pesar de ver con total claridad aquellos penetrantes ojos y su desmejorado cuerpo, no podía sentir su piel contra la suya, ni escuchar su voz. Sus ojos empezaron a perderse en una atracción repentina, mientras observaba sus negras y débiles uñas clavándose en su esternón y tratando de introducirse en la carne. Y, a pesar de no poder recordar ninguna palabra que dijese, adivinó los sonidos con total claridad.

¿Qué vería… si te abriera el pecho…?

Un gemido se escapó de su garganta, mientras veía la sangre empezando a gotear y él apretaba sus nudillos en torno al corte que le había hecho cerca del corazón, como si quisiera sujetarlo. Esos ojos… Ella trató de apartar la vista, pero su cuerpo estaba inmóvil, paralizado en ese purgatorio.

La mano segadora que le rodeaba el cuello subió hacia su cara, cubriéndola, dejándole un solo espacio entre sus escuálidos dedos, para que sus ojos pudieran ver.

Si te partiera el cráneo… ¿Qué vería dentro?

Ella sintió una presión en su garganta al sentir sus dedos contrayéndose y sabía que tendría que encontrar la fuerza, allá donde estuviera. Tenía que despertar.

- ¡No!- cuando las luces volvieron a parpadear, Orihime dejó escapar un grito. Se inclinó sobre el lavabo y se agarró al borde de la porcelana, a su sólida estructura de frío blanco- Ulquiorra- susurró su nombre a tan poco volumen que le costó incluso escuchar su propia voz.

Su pelo goteaba y se adhería a su piel, mientras dubitativamente dirigía la mirada de nuevo al espejo, encontrando nada más que su propia imagen reflejada. Sin sangre, ni marcas. Su corazón latía muy deprisa, atrapado a salvo en la jaula de su pecho.

- ¿Orihime? ¿Qué ha sido ese grito?- gritó Rangiku, sacándola de su estupor- ¿Orihime?- Rangiku, aporreando la puerta, anunció- ¡Voy a entrar!- abrió la puerta con tal fuerza que la golpeó contra la pared y se quedó mirando a su compañera de piso, inclinada sobre el lavabo y con una mano apoyada en el cristal. Una profunda y vacía expresión turbaba a la chica- Orihime, espabila- Rangiku corrió hacia ella y la apartó del espejo, meneándole los hombros. Al instante, volvió a la realidad.

- Oh, Rangiku- dijo Orihime, como si acabara de despertarse de un sueño, sonrojándose y cubriéndose, sintiéndose totalmente vulnerable.

¿Se habría imaginado todo aquello?

- ¿Qué ocurre?- preguntó la mujer, cuyos ojos azules mostraban una clara preocupación- ¿Qué ha pasado?

- Es que…- los dedos de Orihime se cerraron instintivamente alrededor del brazalete, acto que no pasó desapercibido. La chica llevaba repitiendo ese gesto bastante veces, desde hacía tiempo, observó la mujer.

- ¿De dónde has sacado eso?- le preguntó, con curiosidad.

- ¿Qué? ¿Esto? No es nada importante- balbuceó Orihime, mientras se relajaba y Rangiku le ofrecía una toalla. Dios, odiaba mentir a sus amigos- Me la compré en una tienda de complementos- Rangiku supo que aquello era mentira, no sólo porque la explicación fuese muy vaga y no la hubiera mirado a los ojos, sino porque Orihime la llevaba desde que volvió de Hueco Mundo.

- Vale- la rubia se giró para marcharse con una mano en el pomo de la puerta- ¿Seguro que estás bien?- repitió, preocupada- ¿Y por qué has chillado antes?

- Estoy bien, claro- Orihime sonrió débilmente, tapándose el torso con una toalla verde- Es que creía que tenía un grano asqueroso. No te preocupes, no ha sido nada- trató de no darle importancia al asunto, sin abandonar la sonrisa- Creo que voy a ir a dar un paseo; hoy no tengo muchas ganas de preparar la cena. ¿Quieres que te compre algo, aprovechando que estoy fuera?- al parecer, su anormal apetito había desaparecido.

Los ojos de Rangiku se clavaron en la chica con cautela, tratando de encontrar alguna muestra de enfermedades o molestias, pero no había nada.

- No, gracias, Orihime. Disfruta del paseo- y, al marcharse, cerró la puerta.

Cuando ya no pudo oír pasos en el pasillo, Orihime se volvió hacia el espejo y se llevó una mano a su rostro, reconstruyendo todo lo ocurrido. Sin embargo, lo único que pudo sentir fueron las gotas de su pelo mojado, cayendo sobre sus nudillos.

¿Estaba volviéndose loca?

Orihime llegó hasta uno de los bancos del parque en el que se sentó, estirándose su vestido amarillo primaveral al hacerlo. Aún no había anochecido del todo y no había tardado mucho en llegar. Tomó una profunda bocanada de ese cálido y fresco aire y sonrió al notar el aroma del césped recién cortado. Y, entonces, hizo lo que tenía pensado hacer al llegar allí, en silencio.

Levantó la vista y contempló la luna del cielo azul, rodeada de estrellas por todas partes. Era muy parecida y muy distinta, a la vez, de la de Hueco Mundo. A veces había estado horas contemplándola, en silencio y comparándolas.

Allí había mucho silencio. No había coches, ni televisores que se escucharan, ni ruido de voces. Sólo el susurro del viento, chocando contra las ramas de los árboles, consiguió llegar a ella.

Algunos días, deseaba volver a ver aquello de nuevo, aunque sólo fuera por un segundo. Otros, deseaba no volver a pensar en ello y maldecía todo lo que le había ocurrido. A veces, si cerraba los ojos…

- ¿Por qué sigues mirando eso?- como cada noche, tenía los brazos cruzados delante de ella y miraba aquello que tan injustamente estaba tan lejos de ella, cuando esa plácida voz volvió a sonar en sus oídos.

Ella no se giró. Se sentía como una vulgar y estereotipada doncella en apuros, encerrada en una mustia mazmorra. Era muy duro estar ahí día a día, sintiendo cómo el reiatsu de sus amigos menguaba cada vez más.

- ¿Hace que te sientas más cerca de tus amigos?- le preguntó, mientras la luz que asomaba del exterior chocaba contra él y proyectaba su sombra hacia ella.

No dejaría que consiguiera provocarla; la última vez que había conseguido que llegara a su corazón, le había golpeado. Aunque dudaba mucho que estuviera "burlándose" de ella, pues parecía que todo lo que dijera fueran simples hechos que esperaba que ella aceptara ciegamente y se sometiera a ellos.

- ¿Te recuerda a tu "hogar"?- pudo escuchar el ruido de sus pisadas entrando en la habitación. No era muy difícil escucharlo todo allí por el silencio que reinaba, además de parecer que todo tuviera eco. Era muy fácil adivinar que aquella mirada sin brillo la miraba con aburrimiento, aunque no era muy sencillo ignorarla. Recordaba una vez, poco después de que Aizen la reclutara, en la que Ulquiorra la había escoltado fuera de la sala del trono y había escuchado a Gin decir "¿Está seguro de que es buena idea dejarla en manos de ese asqueroso hijo de puta? Esos ojos me ponen de los nervios." Ella quiso darse la vuelta y decirle que, por lo menos, a él se le veían los ojos y no los escondía detrás de una máscara, como Gin. Sin embargo, miró a Ulquiorra, que sin duda había escuchado lo dicho y descubrió que ni se había inmutado. ¿Es que nada le afectaba?

- Ahora ésta es tu casa. Acéptalo.

Ella agachó la cabeza, tragando saliva, negándose a darle una respuesta.

- Mírame. Quiero verte los ojos.

Con cautela, la joven fue girando la cabeza poco a poco, hasta mirarlo por encima de su hombro.

- ¿Acaso sabes lo que significa la palabra "hogar"?- replicó ella, tratando de no titubear ante ese rostro inquebrantable. Él tenía la mirada perdida, como si viera a través de ella, como si no estuviera allí.

- Para los humanos será algo así como un lugar en el que no haya palizas por parte de los padres ni las madres vendan su cuerpo y su alma como si fuera basura- sus ojos ni siquiera pestañearon- Ah, pero tú no tienes nada que ver con eso, ¿verdad, Orihime Inoue?- Ella aspiró, enfurecida, frunciendo el ceño del shock, ante aquella indecente y cortante acusación. Cada vez que él pronunciaba su nombre de aquella manera, sentía deseos de abrazarse a sí misma. Sus juegos psicológicos eran horribles- Te has venido al señor Aizen por tus amigos, ¿verdad?- dio unos pasos más y ella pudo sentir su voz en su espalda- ¿Verdad?

- Yo no soy así- murmuró entre dientes.

- Hay muy poco en lo que no seas así.

Orihime se llevó la mano al pecho y clavó de nuevo la mirada en la ventana.

- Pues que así sea, si es por la gente que quiero.

- Amor- la palabra dejó una sensación extraña en su boca, una sensación desconocida que no supo identificar- Los humanos siempre no dejáis de hablar de ese tema- dijo, como si no fuera más que una idea repentina.

Ella se giró despacio, para mirarlo. Aunque su confianza estuviera vacilando, su resolución temblando y su fuerza disminuyendo, aquél era un tema del que podía discutir con él durante horas. Pero, al hablar, no lo hizo con condescendencia o rencor; habló para él, no a él. Y lo hizo con convicción.

- El amor es lo que siente mi corazón por la gente que está cerca de mí y de la que me preocupo. Es la voluntad de querer darles más y más, hasta que no quede nada en el mundo. Es tener amigos que sonrían, que rían, que brillen como el sol y…

- Y a los que puedas traicionar en un abrir y cerrar de ojos- la interrumpió de repente, siguiendo su cruzada particular- La traición es algo que sólo la gente deshonesta como tú, Orihime Inoue, puede hacer.

La chica cerró los dedos en un puño, al principio de su cuello. Sintió que un escalofrío le recorría la columna ante esas acusaciones, que le dolieron tanto y tan profundamente. ¿Cómo conseguía hacerle eso siempre? ¿A su mente, a su cuello, a su fe?

- Ahora háblame de ese amor, mujer y de cómo se lo has arrojado a las caras.

- No- negó ella con la cabeza, mientras buscaba una respuesta rápida. Pero él fue más rápido, mejor y más preparado para aquella tortura, que ella. Orihime no consiguió defenderse de ese aura mórbida que la invadía, de esos ojos sin vida que se adentraban en las profundidades de su alma.

- Si te tirara al suelo y te cortara la cabeza, ¿sería por su amor?- su piel tembló cuando una de sus pálidas manos se alzó hacia ella y dibujó una línea que atravesaba su cuello, como si practicara la decapitación- Claro que no- respondió por ella- Precisamente por eso eres una de nosotros.

- Sí- susurró, rota- Tienes razón- ya le había demostrado su alianza una vez; ¿es que no era suficiente?- Lo haría por el amo Aizen.

- Denuncia ese amor- le ordenó, deprisa y sin pasión.

Pero… ella no pudo hacerlo, así que apartó la vista.

- Esos ojos tuyos- él se acercó aún más y ella contuvo la respiración, mientras levantaba la mano hacia ella de nuevo, acercándose a su sien, mientras su pulgar apretaba las pestañas del borde de su ojo- ven lo que deseas que vena, aunque no exista- concluyó, como si sintiera cierta pena por no conocer esa "verdad".

El cuerpo se la joven se estremeció al tacto, no por miedo de lo que pudiera ocurrir, sino por lo que nunca ocurriría. Le llevó algunos días entenderlo, pero al final acabó admitiendo que temblaba por lo que no pasaría. Él nunca usaba la violencia ni el dolor; no, sus palabras eran sus armas y eran más que suficientes. Sus ojos, su intimidación e indiferencia, su presencia amenazadora era precisamente lo que daba más miedo de él. Era lo que desestabilizaba su cordura.

Ella no sabía qué era peor; su cuerpo magullado o que le destrozara y dominara el pensamiento.

- La basura humana que tanto se revuelve en mentiras e inmundicia- el pulgar se deslizó por la suave piel de su rostro- … debería morir.

Los ojos se la joven se disputaron, en una épica batalla, abrirse del todo o cerrarse de golpe. Estaba segura de que él había sentido que temblaba. Y, durante algunos segundos, sintió mucha compasión por ese hombre, esa criatura. Orihime pensó que era realmente triste que alguien… nunca hubiera tenido la felicidad que se siente al amar…

Continuará

¡Hola a todos! ¿Qué tal? Aquí estoy de vuelta con un oneshot nuevo! Entonces, si es un oneshot, ¿por qué lo he dividido en partes? Pues porque es larguísimo (43 páginas de documento de Word, cuando lo normal son hasta 10, como mucho :S) y he pensado que sería mejor dividirlo, tanto para vosotros, para que no se haga demasiado pesada la lectura, como para mí (para no agobiarme demasiado con él y no tardar mil años en traducirlo XD). Por eso tampoco la incluyo en la "Colección UlquiHime"; he pensado que, al estar dividida en varias partes, era mejor hacer una historia sola.

Bueno, una vez explicado todo esto, decidme, qué os ha parecido? Os está gustando? Ais, la escena del baño ha sido súper excitante! La verdad es que Ulqiorra no se sabe muchas veces (no sólo en el fic, sino en todo el fandom) si la desea sexualmente o si quiere matarla o volverla loca… Bueno, es posible que de todo un pocoXD. En fin, ya me diréis qué os va pareciendo. Un beso!