N/A: Ejem, ejem *se asoma lentamente después de aclarase la garganta* ¿Hola? ¿Hay alguien por ahí? ¡Ya estoy por aquí otra vez! Esta vez no voy a decir que vendré regularmente y tal, porque no puedo prometerlo y quiero quitarme el vicio de decir que voy a volver para luego no poder y sentirme mal. Tampoco voy a anandonar fanfiction, ni mucho menos. Solo tengo que ver como organizo mi vida fuera de aquí para poder seguir escribiendo. Mientras, que sepáis, que sigo escribiendo siempre que puedo.

Disclaimer: No, no, no, aunque tarde mucho en escribir no soy el asesino literario más famoso de estos días.

Aviso: Este fic participa en el Reto#68 Vicios y virtudes del foro Alas negras, palabras negras.


Capitulo I: Extrovertida.


A veces Shireen deseaba ser como las otras chicas, guapa. Poder llevar un vestido bonito a una fiesta elegante sin tener que llevar con ella a Caramanchada, que era mucho más estrambótico que ella, para que no se fijaran mucho en ella.

Según su madre, debía mantener la cabeza gacha, parte del pelo en la cara y hablar lo menos posible con la gente desconocida. Solo así, podría no extenderse el rumor sobre la cara que tenía, la cara que le había dejado la psoriagris.

Según su padre, no debía mostrar miedo alguno a nadie. Era la hija de Stannis Baratheon. Y no tenía porqué esconderse. Aunque tampoco le gustaba mucho que su hija se paseara por las fiestas y hablara con mucha gente, pero eso era porque sus invitados se tensaban en seguida y Stannis pensaba que eso le haría daño a su hija.

Y luego estaba Davos, el hombre al que enseñó a leer. El que le decía que no pasaba nada, y que con su carácter fuerte (pero que dejaba enseñar en pocas ocasiones) le podría servir de ayuda para salir de alguna situación. Aunque debía de tener cuidado, ya que su madre no estaría muy contenta con tal comportamiento por su parte.

Por lo que ella, con toda la maestría que poseía a pesar de su corta edad, se mostraba bastante menos tímida de lo que su madre quería. Hablaba con la gente a la cara, memorizando sus rasgos y estudiando sus movimientos, para no olvidarse de ese comportamiento en un futuro.

Se paseaba como si no hubiera nada malo en su cuerpo. Porque en el fondo no era tan malo, solo le había afectado la mitad de la cara, pero por lo demás estaba perfectamente sana.

Así que, no sin esfuerzo y práctica, dejó de ser esa niña asustadiza que paseaba por las fiestas de vez en cuando para convertirse en una jovencita, orgullosa de cómo era y más extrovertida de lo que eran otras damas de la corte.

Siempre podía contar con la miraba orgullosa de Ser Davos cuando hablaba y se comportaba así, a pesar de las miradas matadoras de su madre.


En breves el segundo capítulo.