Nota de Autora: Este Fic participa en la actividad "Universo de Colores" del topic Digimon: Tamers, Frontier, Savers y Xros Wars del Foro Proyecto 1-8.
Basado ligeramente en los conceptos de Main Course y Reserve Course Students de la saga Danganronpa, al igual que la temática que envuelve al personaje de Hajime Hinata.
Color: Menta
Pareja: Kouzumi (Kouji x Izumi). Kouichi juega un rol importante (he por ello que está en la portada con Izumi). No es triángulo amoroso.
Temática: AU
Kami-iro Awase
Igualando el color de Dios
.
«El color es un medio para ejercer influencia directa sobre el alma: el color es la tela, el ojo el macillo, y el alma es el piano con sus cuerdas.» — Wassily Kandinsky
.
I
Palabras vacías
.
.
※※※
「Definitivamente… definitivamente… ¡Definitivamente entraré al Curso Principal!」
※※※
Las palabras no dejaban de retumbar en los oídos de Kouichi. Caminaba en los pasillos de la escuela, esforzándose en eliminar lo que ella había dicho. Igual, por más que pretendiera olvidar, su mente rebobinaría su voz para repetir por toda la eternidad su sufrimiento. Se igualaba al sonido de un vidrio rompiéndose, al igual que un corazón. Los fragmentos se podrán unir, pero jamás quedará igual. También como las manchas en la ropa; se elimina con las lavadas pero, el color se pierde. Kouichi pierde todo. Tiene algo, por un breve instante en la punta de sus dedos, y se va cual efímera burbuja de jabón. Por eso deseaba olvidar. Olvidar sus palabras. Olvidar su expresión de tristeza, de agonía. Lágrimas cristalinas que destellaban con belleza al acumularse en sus ojos, sin ser derramadas.
Paró en seco. Se estaba engañando a sí mismo. No era que estuviera repitiendo las palabras de ella. Estaba repitiendo las palabras que él quería decir hace mucho tiempo. Aquellas que se atoraban en su garganta, extenuantes, dolorosas, apretujando sus amígdalas. El aire se agotaba, su corazón palpitaba. Era cierto. Pronunció lo impronunciable. Pintó el lienzo que él dejó en blanco por siempre. El lienzo que creyó que pintarían ahí con la esperanza de que, algún día, quizás mañana o pasado o incluso en este mismo instante, sea alguien digno. Pero no, ahí estaba, como ella y muchos otros más, esperando.
Esperando no era la palabra correcta. Ellos son el extra, el podría ser, los experimentos. Conejillos de indias quienes invierten dinero en descubrir sin son capaces de tener el don especial para ser dignos. Él quería ser alguien. El quiere ser alguien. Alguien que pueda caminar al lado de su persona especial.
Sonó la campana.
Era la hora que muchos estaban esperando. A diferencia suya, él no se encontraba en donde debería de estar, solo por ir a perseguirla a ella. Muchos salieron apresurados de sus clases, chocándose contra sus hombros sin prestarle mayor detalle. Todos son normales. Personas ordinarias. No especiales ni talentosas bendecidas con el don especial. Aunque, si entrabas al Curso de Reserva, tenías la oportunidad de que te explotaran en todo ámbito para descubrir cuál era.
Sus manos temblaban un poco y su respiración se encontraba agitada. Después de todo, su persona especial no sabía ni que existía. Dudó. Comenzó a creer que lo hacía por gusto, sin ninguna recompensa al final. Las palabras de la chica del corredor retornaron, y se cubrió las orejas entre la multitud. No, pensó, verán que tengo el don y podré estar ahí, a su lado. Eso es todo lo que quiero. Este fue solo un acto más, un acto que se le salió de las manos al no esperar la respuesta. Sabe muy bien que es egoísmo. Recelo. Solo se engaña.
Le teme a ser normal y ordinario.
Porque esa persona especial es realmente especial.
Porque si él tuviese la capacidad del don, podría hacer que su madre volviese a sonreír.
Podría otorgarle la vida que esa persona especial tiene, a diferencia suya.
Sí, Kouichi ocultaba esos colores oscuros. Los ocultaba con amor. Un amor retorcido que no comprende.
—Definitivamente entraré al Curso Principal.
Perdiéndose en el reflejo del anochecer, de un ayer sin sonrisas ni melodías, los colores del cielo no bastaron para recrear su corazón.
La ventana estaba abierta esa mañana, antes de todo el lío, y podría ser que le favoreció la entrada a Izumi. Se mordía las uñas afuera; entró como una señorita refinada. Se jalaba el cabello en la puerta; entró con su rubio peinado que flotaba en las caricias de la ventisca, imitando la grácil dulzura de una canción de cuna, que ingresaba por la ventana. Podía sentir su mente explosionando de fuegos artificiales, sus ojos brillando con anticipación. Sus piernas deseaban actuar por cuenta propia, correr hacia la salida e irse de ahí. Sin explicarse. No había planeado como presentarse ante sus nuevos compañeros de clase. No sabía si iniciar con un saludo estereotipado, o solo decir ciao, io mi chiamo Izumi Orimoto. Vengo dall'Italia. Piaccere. Italiano básico. Súper simple (o así sonaba en su cabeza) y quizás así cautivar a los demás como la estudiante de intercambio extranjera que supuestamente sabe muy poco japonés y consigue amigos rápido a cambio de ayudarla a adaptarse.
Pero no. Ella no quería adaptarse con ellos. Quería adaptarse con otros. Con los otros a los que pertenece. Fue por ese motivo que todo se fue al drenaje cuando abrió la boca.
—Buongiorno, salve a tutti. Mi chiamo Izumi Orimoto—bajó la mirada, sus verdosos ojos pierdiendose en el horizonte. Una sonrisa oscura y despreciativa se dibujó en sus labios, e hizo un chasquido—. No sé por qué me han juntado con basura como ustedes pero, igual espero que nos llevemos bien.
Una vez que la presentación escapó de sus labios, no había vuelta atrás absoluta. Maldecía por dentro su inseguridad, aquella que transformó en un retorcido ego para colorear una apariencia confiada, segura de sí misma, sus anhelos y metas. Aunque, recordó, en mi corazón sé que no quiero formar parte de este gentío. Su mirada llena de un profundo vaho, recayó en un muchacho en particular. Cabellera azul marino, ojos que le evocaban la sensación de una brisa marina en pleno ocaso al salir la luna, una expresión perdida hacia el edificio del Curso Principal. El anhelo, el deseo, la conexión inusual. La atraía; llamaba... Y eso la asustaba, más de la cuenta.
Quizá el destino le estaba jugando una broma, una mala pasada. Podría ser que era desafortunada en todo aspecto, al terminar sentada a su lado. Ni un hola, espero que nos llevemos bien de ahora en adelante, cero. Izumi, teniendo la personalidad que posee, su instinto estaba llorando por hablarle y romper la tensión que ella misma creó. Pero, la rubia de ojos esmeralda había creado una fachada contraria a la real, una persona que ni ella misma conocía. Por eso, debía mantener las apariencias.
—Lo mínimo que esperaba al sentarme es que me dijeras tu nombre—con una actitud superior, cruzó sus brazos en el escritorio e ignoró la lección del maestro—. ¿O es que acaso toda esta basura no tiene modales? Fa molto male questa actitud che tu a per me.
Giró el rostro y lo primero que deseó fue el no haber hablado. Una mirada melancólica que no detectó desde la distancia apareció. El aleteo de las aves cesó por más que surcaran en los cielos, atravesando las nubes y dejando rastros de vapor por detrás. Tragó saliva, sintiendo la superficie de su garganta seca y arenosa.
—Lo lamento, creí que basura como yo no merecía ser reconocida.
Izumi no detectó sarcasmo. Tampoco alguna ironía burlándose de la situación incómoda. Percibió una honestidad tan dura que le dolió. Nunca había deseado tanto retroceder el tiempo y darle cuerda atrás el reloj para no tener que ver un rostro así, diciendo palabras despectivas hacia sí mismo.
—Soy Kouichi... Kouichi Kimura. No soy alguien muy dependiente pero, si puedo ser de utilidad, aquí estaré—finalizó con una sonrisa que opacó al mismo sol.
—Sí... um, piaccere.
La italiana con sangre japonesa deseó que se la tragara la tierra en ese mismo instante. Fue por ello que tampoco tomó noción de lo rápido que pasaron las horas. Menos la forma en la que trataba a los demás estudiantes. Empleando dicha nueva persona que había formado al meter la pata en plena introducción, recordó que en realidad no estaba tan errada. Ella jamás fue capaz de encajar en algún sitio. La pintaban como alguien presumida, que alardeaba, solo por su bonita apariencia. El hecho que supiera más italiano que japonés tampoco ayudaba, pero no era para llegar al punto de ser ignorante con respecto a lo que la gente decía. Todavía recordaba nítidamente la última amistad que tuvo en primaria, años atrás, antes de aislarse de todos.
Esa niña que la invitó a sentarse con sus otras amigas en el campamento. Que se dejara llevar por esas mismas amigas y al final acabara arrepintiéndose de haberla invitado a la cena alrededor de la fogata.
Por eso pensaba que Kouichi Kimura era igual a ella. Pero eso no era de su grato agrado. Sabía que ese anhelo y deseo que compartían era el mismo: entrar al Curso Principal, a dé lugar. Sin importar las consecuencias y sacrificios que se deban de hacer en el camino. Tal vez ese gran deseo de conectarse con alguien similar los llevó a que se encontraran a solas en el pasillo. En ese concurrido pasillo que ahora estaba para ellos dos solos, en su propio mundo.
Ocurrió en la tarde. En vez de asistir a clases luego del receso, deambuló por la escuela admirando desde los rieles de la azotea el edificio del Curso Principal de la Academia Royal Knights [1]. Sí, era un nombre algo ridículo. Siempre lo pensó desde niña pero, jamás dejó de admirar a todos los egresados. Si poseías el don, eras reclutado por la Academia para formar parte del Curso Principal y representar a una de las criaturas legendarias que una vez rondaron el mundo, protegiéndolo. Izumi creía fervientemente que ella lo poseía. Podía sentirlo en sus venas desde niña.
Se desempeñó en diversas áreas, que cumpliera con todos los elementos necesarios. Natación por el agua; esgrima por la valentía; danza para brillar con una fuerte luz; manejo de computadoras por la electricidad; ski por el hielo. Nada resultaba. Solo se sentía ella misma al estirar sus brazos en la brisa del viento y sentirse libre. Sabía que aquello no era sobresaliente, entonces nunca fijarían sus ojos en ella. En cambio, podía aplicar a la Academia pero, al Curso de Reserva. Ciertamente, sus padres debían pagar una exagerada cantidad de dinero, junto a un consentimiento firmado, de que estaba aceptando las condiciones de que la explotaran en todo ámbito para así descubrir cual era su don. Si era capaz de manejar algo. De ser alguien. De no ser alienada. No se percató, por ello, el hecho de encontrarse en el pasillo, mirando el atardecer en el horizonte cuando hace instantes estaba en la azotea, dedos jugando con la reja. Aquél corredor parecía un puente. Era abierto, con columnas y techo. Le dolía la garganta y el llanto se quedaba estrujado. Ella realmente deseaba formar parte del Curso Principal, y cada vez dolía más al estar tan cerca.
—¿Te encuentras bien, Orimoto-san?
Sabía que no debía de asombrarse. Era obvio que sus caminos se cruzarían tarde o temprano una vez más pero, jamás se le ocurrió que sería tan pronto. Por enésima vez en el día,, deseó desaparecer y eliminar esa nueva máscara que creó. Se le iba a ser imposible. Después de todo, en la mañana, lo había clasificado como una basura, cosa que él aceptó e incentivó sin mayor inconveniente. Prefirió guardar silencio y perderse en el aleteo de los cuervos del horizonte. Aunque, en realidad, considerando los hechos, su mala suerte estaba floreciendo y desde el fondo de su corazón deseó que esta siguiera y algún maestro apareciera para reprenderlos y así separarlos.
—Conque... el edificio del Curso Principal. Es maravilloso, ¿no lo crees?
Izumi sabía que lo era. Quería apoyarlo, diciendo lo mismo. Nada salió de su garganta.
—Mm.
—Lo siento, empecé a hablar si querer—sonrió.
—Deja de disculparte tanto, es ridículo—sin notarlo, le había seguido la cuerda.
Consideró si era parte de una táctica para hacerla hablar. No podía descifrar sus intenciones, y eso la intrigaba. Al sentir que eran similares en cierto grado, se le era fastidioso.
—Tu sombrero es lindo—sin seguir el hilo de la conversación, dio un cambio radical que la dejó todavía más confundida—. Aunque no va para nada con el uniforme de la escuela.
—¿Es esa tu manera de cambiar de tema? —Izumi arqueó una ceja, arreglándose su sombrero con dos pequeñas salidas que parecían orejas de gatito, color rosa.
—¿Tema? Al parecer no soy ni apto de entablar una conversación normal... —Kouichi se recostó en la baranda al lado de ella, imitando su posición. Brazos cruzados y el rostro al medio—. Orimoto-san, ¿qué te motivó?
—Eso no es de tu incumbén...
—Sé que no eres una persona de ese calibre. Esa impresión me das. ¿Qué te motivó a presentarte de ese modo?
Oh, pensó, a eso se refería.
—No lo sé—soltó un suspiro—. No sé qué fue lo que... pasó. Las palabras solo... salieron.
—Sabía que eras una persona amable, no como yo. Alguien digno. Alguien apto.
—Para tu información, también estoy aquí en el Curso de Reserva, lo cual no me hace apta—bufó con desdén.
Ahora fue su turno en recibir silencio. Kouichi la examinaba, cauteloso, sigiloso. Incluso triste y con un anhelo... Un anhelo igual al suyo. Eso la frustraba, la frustraba mucho. Por eso no supo cuándo sus ojos se llenaron. Tampoco cómo fue capaz de soportar el dolor y no llorar. No desangrase con agua. Y ahí lo vio a él, ahora, con una expresión sorprendida, culpable y asustada. Él no tenía la culpa pero, ella quería que la tuviera. Podría pasar por alguien gentil, con ciertos problemas de autoestima y seguridad, mas así, sabía que había una clara diferencia. Una clara diferencia que le daba miedo. Pero ella no tenía miedo. Ella entraría. A como dé lugar.
—Definitivamente... definitivamente... ¡Definitivamente entraré al Curso Principal!
Ahí admiró a Kouchi con un semblante opuesto. Esperanzado, iluminado por dentro; roto, quebrado y desesperanzado por dentro. Algo le decía a Izumi que no debía de dejarlo solo. Lo acababa de conocer, pero no debía dejarlo solo. No obstante, sus sentimientos ganaban la batalla. Su orgullo también. Se enfocó en mirar el edificio al cual tanto añora ir, se perdió en él, ignorando sus ganas de sollozar. El puente del corredor se llenó, y fue empujada por varios cuerpos. Viró el rostro y él ya no estaba ahí.
Tengo que buscarlo. Tengo... tengo miedo.
Kouichi sabía muy bien que eran palabras vacías. Palabras que no significaban nada. Él podía querer, desearlo, anhelarlo. Igual sabía que no significaban nada, al él no pasar los requerimientos para entrar al Curso Principal. Era solo un sujeto más de reserva. Por eso él había firmado ese consentimiento extra. Él quería estar al mismo nivel que esa persona especial, ganar reconocimiento, mostrar que él había progresado también e incluso más que esa persona que sigue desde pequeño al descubrir su existencia no correspondida. Debería haberse ido a casa aunque, dubitativo, antes de ir hacia la oficina en donde le esperaría un nuevo destino, se detuvo a mitad de camino, mirando y admirando el parque con la fuente de agua que tanto le gusta. No era por el decorado, tampoco por las áreas verdes. Era porque siempre esa persona especial acudía a ese lugar en las tardes y, justo ahora, era el momento correcto. Jamás había estado tan cerca, siempre mirando atentamente desde la azotea.
No supo dónde esconderse cuando lo vio, así que acudió al arbusto más cercano. Se agachó.
Ay. Perdón, no vi por donde iba.
Ten más cuidado, despistada.
¡Ah, boté tus mentas!
Mejor. No son mis favoritas.
Levantó la mirada. No podía creer si fue suerte o infortunio.
—¡Kimura-kun! ¡Kimura-kun!
Izumi gritaba a diestra y siniestra por Kouichi, creyendo que su eco arribaría a sus oídos. Si el edificio del Curso de Reserva era tan grande, tembló en pensar el laberinto que sería el del Curso Principal. Si mal no tenía entendido, hasta contaba con un invernadero en su interior, en una de las azoteas. También, con cuatro cafeterías y muchas clases. Sabía que la promoción que acababa de ingresar era la clase 04' [2]. No por ser especiales o nada por el estilo. Eran la clase 04', quienes poseían una capacidad distinta. No de amelgar a alguno de los Royal Knights, sino algo trascendental y distinto. Si a Izumi la trasladaban, sería a aquella clase al contar con la misma edad. Los de la clase 99' [3], ya graduados, la minoría había sido capaz de poseer el don de algún Royal Knight, pero también seres Celestiales y espíritus feroces. La clase 02'[4].contó con solo tres alumnos con diferentes habilidades y un estudiante que estuvo envuelto en misterio. Se corrían rumores que hubo un problema entre este y la Academia pero, al final todo se mantuvo en las sombras. La clase 03' [5] también era especial, con un posible candidato a Royal Knight.
—Todos son fantásticos... —miró la palma de su mano, luego la apretó—. Puedo pensar en esas cosas después. Tengo que encontrar a Kimura-kun.
Con certeza, el destino le estaba jugando una mala pasada, al percatarse que Kouichi andaba mirando el parque desde una distancia, para luego emprender su camino hacia este. Izumi, por curiosa, había estudiado con detenimiento la estructura de la Academia. Supo encontrar un atajo para ganarlo y así encararlo. Encararlo exactamente sin saber por qué pero, sentía que debía de hacerlo. Algo le daba un muy mal presentimiento. Especialmente porque el siguiente mes se llevaría a cabo un examen especial anual, que determinaría si es que uno seguía siendo digno de un don. Si lo poseías, te trasladaban al Curso Principal. A diferencia del examen del Curso de Reserva, el del Curso Principal era incluso más duro. Si no mostrabas poder controlar tu don, serías expulsado al no demostrar mejoría. Esa era la oportunidad que Izumi estaba esperando. Aunque, siendo honesta, no deseaba quitarle el lugar a nadie, al ella tenérsele que cultivar un talento para así ir. Sabía que amaba surcar entre los aires, amar el viento y sentir que era uno con él no bastaba como un talento especial.
Por tal motivo, cuando se chocó con alguien más no reparó en donde se encontraba. Estaba en el parque, eso sí es certero. No entraba en sus planes estrellarse contra otra persona, menos sentir cómo una cositas chiquitas rodaban hacia sus pies, de un color verde claro. Abrió sus ojos verdes, estando sentada en el suelo por la caída, y se dio con un muchacho de ojos azul grisáceo. Su cabello era de un color muy similar, salvo que algo largo y amarrado en una coleta. Le resultaba inusual que un chico tan joven decidiera tener un look tan rebelde, especialmente con una bandana que si no fuera con las franjas amarillas, no iría con el uniforme marrón.
¿Uniforme marrón? ... ¡Qué falta de respeto, es del Curso Principal!
—Ay. Perdón, no sabía por dónde iba—soltó titubeando por los nervios de tan grata presencia.
—Ten más cuidado—y cuando creyó que le ofrecería su mano, cual galante chico del Curso Principal, sus ilusiones se quebraron—. Despistada.
Bueno, ella podía levantarse por su cuenta. Después de todo, Izumi se consideraba una chica bastante independiente.
—¡Ah, boté tus mentas! —recordando el peculiar color del caramelo, vio rodar la última ante sus pies. Creyó que podría compensarlo comprándole una nueva bolsa de caramelos.
—Mejor—su actitud seguía no siendo de su grato agrado. Algo le decía que era un lobo solitario pero, uno de esos lobos solitarios que no mide sus palabras frías pasando como alguien arrogante. Ella sentía que no lo era pero, aún así le fastidiaba en cierto grado—. No son mis favoritas.
Se sentó en la banca de la fuente de agua, viendo el atardecer morir. Los cuervos cantaban, la brisa bailaba. Izumi sintió que la llevaba con ella, escuchando lo que esta le decía, susurrándole al oído. Algo le hablaba con la gran fuerza de un gran huracán. Y no era algo lindo. Se le hizo un nudo en la garganta de nuevo. Se levantó, solo para casi caer al caminar. Su tobillo le dolía y parecía estar lastimado. El chico misterioso alzó por breves segundos su rostro, e Izumi creyó que la ayudaría. Volvió a evitarle la mirada y solo vio que hizo un espacio en la banca.
Su amabilidad es muy extraña. Este chico es muy raro. Me pregunto si todos quienes están en el Curso Principal son tan particulares.
Tomó asiento a su lado, mirando el ocaso.
A este paso, no podré ir a buscar a Kimura-kun. Espero esté bien. La forma en la que partimos me ha dejado con un mal sabor en la boca. Como si mis palabras lo hubieran hecho considerar algo... muy importante.
El silencio le resultaba reconfortante al lado del chico con la cola de caballo y la bandana. No era hostil y frío, sino más bien cálido. Sentía que había una conexión inusual, mucho más intensa de la que sintió con Kouichi en la mañana. Este día había sido un caos, y creyó que esta sería la oportunidad perfecta para presentarse como la persona que realmente es. No la chica presumida y superior de la clase, sino como su verdadero yo. No como una de las millares de personalidades complejas que lleva dentro por viajar constantemente entre Japón e Italia, sin tener un lugar al cual pertenecer.
—De nuevo disculpa por los problemas causados—agachó un poco el rostro, el muchacho sin prestarle atención—. Mi chiamo Izumi Orimoto. Si te lo puedo compensar de alguna manera, me puedes decir.
—No creo que con un tobillo lastimado puedas hacer mucho. Además, te dije que no son de mis favoritas. No es mi color favorito.
—Creí que era por el sabor... —colocó un dedo bajo el mentón, muy curiosa—. El menta es un color lindo. No es ni verde ni azul. Tampoco algo que esté entre ambos. ¡Ah, podría formarse con nuestros colores de cabellos! ¡Si igualamos nuestros colores de cabello [6], se puede formar la menta!
Izumi sujetó un mechón de su cabello y lo juntó con lo que caía de la cola de cabello de él. Los entrelazó sin permiso y formó una sonrisa llena de seguridad. Escuchó los latidos de sus corazones, resonando, sabiendo que pronto iba a iniciar. La cuerda en su interior hacía un clamor, ahora. Ajeno a ella, inútil y sin sentido hasta el final. Sabía que miraba el mundo con desprecio, al igual que él. Por eso, la pregunta salió.
—¿Quién eres?
El chico echó un suspiro y tembló un poco sin saber por qué. Alzó el rostro al cielo, como si buscara algo. Izumi soltó sus cabellos, sabiendo que había sido ignorada de nuevo. Aquello le dolía pero una cálida luz emanaba de él. Ahí reparó en que ese misterioso chico debe de tener algún don especial para estar en ese curso. Quería seguirle preguntando. Quería conocerlo. Deseaba saber más de él.
—¡Mi-na-mo-to-kun!
Retorcido en sus ojos se ve el reflejo de un impávido futuro. Unos ojos rojos llenos de una emoción que le costaba definir. El color menta jamás se le había hecho tan tenebroso como en ese mismo instante. Había algo en la silueta que de la cual emanaba la voz. Pudo escuchar sus delicados pasos acudiendo hacia ellos, dicho color particular siendo el de su corto cabello. Bajo el ojo izquierdo contaba con tres pequeñas franjas negras, e Izumi desvió la mirada para no parecer impertinente. Llevaba un prendedor con un rubí, separando su flequillo hacia la derecha. Ladeó la cabeza, y la sonrisa que formó la paralizó. Algo no le gustaba de esa chica. Izumi se desvanecía en un ayer en el cual no estaba en ese lugar, era solo una chica normal alienada de los demás.
La armonía de mi mundo fue una mentira.
El muchacho de apellido Minamoto también la ignoró. Izumi comprendió que quizás, solo quizás, por eso, el menta no era su color preferido. Esa chica intimidaba. Había algo. Algo posesivo y manipulativo.
—¿Compañía...? —se le acercó a ella, examinándola con la mirada. Volvió a ladear el rostro y sonrió. Verle el uniforme marrón confirmó todo. La chica también pertenecía al curso principal—. Blusa blanca, falda gris... ¡Curso de Reserva, qué curioso!
No soy un animal exótico.
—Minamoto-kun, tienes que regresar. La instructora Yagami ha estado buscándote todo el día. Kanbara-kun te ha cubierto pero se meterá en problemas. Bueno, no es como si me importara en primer lugar—bufó, cruzando sus brazos.
Izumi se sorprendió al no escuchar respuesta, creyendo que había cercanía entre ambos por el trato tan despreocupado.
—Aaa, de nuevo sin respuesta—sacudió el rostro—. Recuerda que el examen es en un mes. Eres el único que no ha querido despertar su Digispirit, Minamoto-kun.
La rubia creyó ver una señal provenir de la mano del muchacho y, por instinto, se la sostuvo con preocupación, ganándose una mirada de sorpresa de él (que pasó desapercibida para la chica intrusa), pero generó fastidio en la otra.
—¿Qué te has creído? —la separó bruscamente. Izumi achicó los ojos con furia, pero se contuvo de decir algo. No deseaba arruinar su probable futura oportunidad de ingresar a donde siempre lo ha deseado y, una suspensión o expulsión no entraba en sus planes—. Alguien sin talento como tú, separada al nacer de aquello con el don, no tienen derecho a mezclarse con nosotros.
—¿Quién te crees que eres? —logró decir al final, al hartarle aquella personalidad presuntuosa.
—Más te vale recordarlo, pues en un futuro ese ya no lo será más. Soy Kaeru. ¡Kaeru Nagia! ...Pero puedes decirme...—con destreza, saltó para colocarse en el agua en medio de la pileta, jugando con el mismísimo elemento entre sus dedos. A Izumi se le agrandaron los ojos, llegando a una realización. Por el otro lado, Minamoto seguía de espaldas, probablemente maldiciendo el hecho de que hoy todo se fuera al tacho en su plan de paz y tranquilidad—, Ranamon. Pronto seré conocida como Ranamon, quien posee el Digispirit del Agua. ¡Parte de los Diez Guerreros Legendarios!
Esa es la clase 04'. Eso significa que...
Izumi, tal cámara lenta, observó fijamente al muchacho de apellido Minamoto. Este, a diferencia de la chica de cabello menta, la miró con una expresión que le costó descifrar. Ese chico era más de lo que aparentaba ser, y estaba dispuesta a averiguarlo a cómo dé lugar.
Al igual que Kimura-kun... ¡Kimura-kun, me distraje mucho... debo de encontrarlo!
No tenía tiempo que perder con esa chica arrogante y mucho menos con el lobo solitario. Aunque, solo aunque, le interesaba el chico. Había hablado con ella, y jamás le devolvió la palabra a la tal Kaeru Nagia (o Ranamon). Izumi pensó en llamarla la próxima vez por su nombre real, al saber que eso la irritaría al querer ser llamada al igual que una de los Guerreros Legendarios. Lo que sí, jamás olvidará, será el característico color menta de su cabello. Dejó una imagen grabada en su mente. Una imagen de terror. De destrucción. Desesperanza. No transmitía lo que un pariente del color verde propone: vida, naturaleza, esperanza. Era todo lo contrario. Una diferencia tan fina como un delgado papel. Aunque, mismos en su propia esencia, incluso si no lo miras.
Era un menta catastrófico. Que no vacilaría incluso en destruir para cumplir su cometido. Tendré pesadillas con ello.
Por un segundo, creyó sentir los dedos del chico de cabello azulado rozar con los suyos, impidiendo que se vaya. Volteó, solo para observar a la tal chica que se autoproclama Ranamon estarle tratando de conversar al tal Minamoto y el rotundo silencio que recibía. Se sintió especial por dentro, y siguió corriendo para buscar a Kouichi. Temía no estar a tiempo.
Y no sé para qué no estaría a tiempo.
—Ah, Kimura-kun. Nos alegra que hayas tomado esta decisión.
El lugar era frío. El uniforme escolar negro le apretaba todo el cuerpo. Nunca había sentido tantas sensaciones en un solo día. Solo habían sido palabras vacías que lo llevaron a, finalmente, tomar este rumbo. Por un minuto, creyó que ser ordinario no sería tan malo. Pero gracias a ella... gracias a Izumi y su determinación, notó lo que el también anhelaba.
—Eres quien más capacidad tiene para retener dicho don, de acuerdo a los exámenes realizados los pasados tres meses.
—¿Es esto lo correcto, Director Wallace? —una delicada voz se hizo paso entre la penumbra—. Quiero decir, señor Cherubimon.
—En esta Academia tenemos la misión de desarrollar los dones que yacen muy dentro de estudiantes de preparatoria que sobresalen en actividades correspondientes sea a Guerreros Legendarios, Royal Knights, seres Celestiales... como bien saben que es nuestro caso, instructora Yagami... o quisiera decir Ophanimon; al igual que otros seres perfeccionados que ayudaron en la creación de este mundo años atrás.
—Estoy de acuerdo con la instructora Yagami... Kimura-kun, todavía puedes reconsiderarlo. Ser normal no tiene nada de malo.
—Instructor Takaishi... no, Seraphimon. Este muchacho ya lo ha decidido. Personalmente, tampoco estoy muy convencido pero, tenemos un candidato a ese Digispirit. No podemos perder esta oportunidad.
Los tales Yagami y Takaishi intercambian miradas, y se percatan que Wallace lucía igual de decaído por más que presionara el asunto.
—No tienen de qué preocuparse. Después de todo, alguien como yo, podrá serle de utilidad a alguien. Mientras logre hacer algo digno, que así sea. No me importa nada.
—¿Sabes lo que eso significa, Kimura-kun? —la instructora Yagami deseó acercársele, pero se contuvo—. Significaría...
—Le repito que no hay nada de qué preocuparse. No me importa si suprimen mi yo actual. Ahí no hay nada de valor. Solo alguien que desea olvidarlo todo.
Especialmente a esa persona especial que tanto anhelo ver.
—De acuerdo. Entonces prosigamos con esto. Que inicie el proyecto del Digispirit de la Oscuridad.
Kouichi observó el exterior antes de que las puertas se cerraran. Contuvo una lágrima, prometiéndose que no lloraría al igual que Izumi, solo una pequeña plegaria abriéndose paso en su corazón.
Por lo menos, me hubiera gustado conocerte de manera personal, Kouji.
.
.
¡Um, hola! Este es mi primer intento en escribir algo de Frontier. No sé si clasificar esto como un AU, ya que técnicamente lo es pero se mantienen las características del universo de Frontier, como los Diez Guerreros Legendarios. Prometo que el color menta cobra mucha más importancia y esta historia tiene como protagonistas a Kouji e Izumi, con Kouichi y Ranamon desarrollando un papel secundario. Hice un par de anotaciones, así que espero que puedan leerme un ratito más para comprenderlas.
[1] Academia de los Royal Knights: Fui por el nombre de Royal Knights, ya que es lo más común. Sonaba raro de los Diez Guerreros Legendarios, al ser solo 10, y como es una academia... sería imposible que solo hayan 10 alumnos.
[2] Clase 04': Alude a Digimon Frontier, al ser la cuarta temporada. Sería la clase de... supongo que ya se hacen una idea.
[3] Clase 99': Creo que se hacen una idea de los integrantes ya graduados de esta clase, que serían los chicos de Adventure.
[4] Clase 02': Nuevamente, creo que ya van atando los hilos a lo que voy con 02.
[5] Clase 03': Los chicos de Tamers. Ellos siguen estudiando, así que serían los senpai de los de la clase 04'.
[6] "¡Si igualamos nuestros colores de cabello, se puede formar la menta!": la frase igualar nuestros colores de cabello, alude al título de este fanfic. "Kami" se puede leer como "papel", "cabello" o "Dios".
[7] Kaeru Nagia: es el nombre "humano" que le otorgué a Ranamon, junto a una apariencia que mantiene algunas características suyas. Kaeru significa Rana, pero en este caso se lee con los kanjis "下会流" = Kaeru. 下 (ka) 会 (e) 流 (ru) & "凪我" = Nagia. 凪 (Nagi) 我 (a). Su nombre significaría algo como: Calma marina egoísta bajo una reunión de exilio. El我es un kanji antiguo de la Era Heian, lo cual indica que Ranamon provine de una clase afluente al tener un Kanji que se encuentra en desuso.
Espero haya sido de su agrado! Nos leemos en el siguiente capítulo!
