Advertencias: Shonen Ai
Autor: RavenTears
Beta: Little Kei
Notas del autor:
~Mi beta se está quejando, y eso que ni siquiera ha leído el fic. Yo tenía la sana idea de hacer de este fic uno NC-17, pero como soy YO, y YO no puedo hacer nada serio, no lo ser{a debido a la comedia sin sentido. Pobre que no se rían, pero no como lo está haciendo mi beta detrás de mí. ¡Ja! Encima que está leyendo un reportaje del Papa Juan Pablo II de hace 20 años. ¡Ahhhh, nooo! Ya no está leyendo eso, ahora es algo de "enriquezca su vocabulario".



El Don de Ra



Capítulo 1: El regalo de Ra


-Faraón, ¿se encuentra bien?

El faraón parpadeó un par de veces antes de mantener los ojos abiertos. Al hacerlo, se encontró con el rostro de Mahaado muy cerca al suyo.

-Mahaado... -dijo, acomodándose en el trono.

El faraón estaba sentado en su trono hecho de oro mientras que sus seis sacerdotes estaban de pie a ambos lados de él. Tres de cada lado. El primero del lado izquierdo era Mahaado y a la derecha del faraón siempre estaba Shimon, su consejero.

-Lo lamento. No quise despertarlo, mi señor -se disculpó su sacerdote.

El faraón estaba algo atareado; se acercaba una fiesta grande y lo requerían para todo. Se estaba quedando dormido en cualquier parte, aunque un trono de oro no era cualquier cosa.

-Debería retirarse, Faraón -aconsejó Shimon, con un tono de voz más alto que el que usó Mahaado.

Los otros sacerdotes voltearon a verlo. El faraón no era muy alto pero eso no importaba. Era el hombre más guapo y admirado de todo Egipto, y no porque fuera el faraón, sino porque era perfecto; tenía inteligencia, sabiduría y sentido común, era justo, sabía imponer orden y era extremadamente guapo.

Si el Nilo era el regalo de los dioses, el Faraón era el regalo de Ra. Y todo su pueblo lo alababa por darles semejante don.

-Permítame acompañarlo, Faraón -se ofreció humildemente Mahaado.

El Faraón aceptó el pedido de Mahaado. Se incorporó lentamente, lanzó una mirada a los otros sacerdotes en forma de despedida y se retiró con Mahaado.

En la Sala del Trono sus sacerdotes se mostraban preocupados por el estado del Faraón. Los cinco, menos Aknadin, que se veía feliz con la idea de que al Faraón le diera una enfermedad incurable de pronto. Lástima para él que su Ojo del Milenio nunca le mostraba cosas como ésa.

Pero Seth, el sacerdote más poderoso de los seis, no mostraba preocupación ni alegría; nunca mostraba sentimiento alguno. Pero por dentro, muy dentro, sentía celos. Por alguna razón Mahaado siempre estaba muy cerca al Faraón, demasiado cerca en su opinión. Y Seth sospechaba cuál era esa razón. Saberlo no le ayudaba a contener los celos.

-Se ve demasiado cansado, Faraón. Debería dejar que se encarguen ellos -comentaba Mahaado, mientras caminaban por los pasillos del palacio, seguidos por la guardia imperial.

-Estoy bien. Sólo es cansancio; esto no me matará. Además, me gusta ver cómo hacen los preparativos.

-Sí, supongo que le gusta mucho.

Tardaron algo de tiempo el llegar a las habitaciones imperiales. La escolta hizo guardia fuera y Mahaado entró tras el Faraón. Sus habitaciones eran dignas de él; todo en ellas era majestuoso e eimpresionante, como el Faraón.

-Me perdonarás si me quedo dormido, Mahaado -dijo el Faraón sentándose en el borde del lecho.

-Claro que no -contestó, le gustaba oír su nombre de los labios del Faraón-. Le agradezco el permitirme estar aquí.

-Tienes mi permiso para venir cuando desees.

El Faraón se acomodó sobre su lecho echándose sobre las almohadas. Realmente estaba cansado y de no haber sido por Shimon, se habría quedado dormido en el trono, de nuevo.

De pie, en medio de la habitación, Mahaado estaba sin aire. Estar en las habitaciones del Faraón era un privilegio que con gusto él pagaría con la vida, pero verlo echado en su lecho era más de lo podía pedir.

-Con gusto vendría todas las noches, Faraón. Si es que no estoy abusando de su amabilidad.

-Puedes abusar de ella todo lo que quieras, Mahaado. Por mí está bien.

El Faraón tenía en el rostro una sonrisa que podía ser interpretada de muchas maneras por su sacerdote. Pero su sacerdote estaba demasiado deleitado con la buena vista como para reaccionar. Quizás el Faraón estaba muriéndose de sueño, pero él estaba muriéndose por dormir con él. Pero sabía que no podía. Así fuera él uno de los sumos sacerdotes, el Faraón seguía siendo demasiado para él. Demasiado para cualquiera.

-Faraón, yo...

Mahaado fijó su vista en el rostro del Faraón, porque antes no había estado mirándole el rostro, y se percató de que estaba dormido.

El Faraón se había dormido esperando la reacción de Mahaado; algo le había fallado porque el sacerdote no había hecho nada. Además, estaba tan cómodo que se rindió al sueño.

El Faraón estaba demasiado cansado y tan profundamente dormido que no sintió cuando Mahaado se sentó junto a él. Mahaado se inclinó sobre él mientras llevaba una de sus manos al rostro del Faraón. Comenzó a jugar con sus mechones claros y se quedó así; admirando a su señor, sin atreverse a ir más lejos.

Más de una vez la respiración del faraón estremeció a Mahaado. La piel oscura del Faraón era perfecta; Mahaado deseó poder acariciarla pero no lo hizo. Temía que el Faraón despertara y ese gran momento se terminara. Y eso era lo último que Mahaado deseaba, porque en esos momentos él había llegado al cielo junto a Ra.

Definitivamente, estar con el Faraón te hacía llegar a los dioses, si es que él no era uno.

No sabía qué tanto había pasado. ¿Una hora? ¿Dos? ¿Tres? ¿Cuatro? No lo sabía y no le interesaba. Egipto podía caer y él seguiría en su sitio mirando al Faraón. Hasta que el llamado de uno de los hombres de la guardia cortó ese momento que se había prolongado varias horas.

Con dolor, Mahaado se despidió en silencio de su señor y se dirigió a las puertas. Miró al Faraón unos segundos antes de abrirlas y salir de los aposentos del Faraón.

-¿Qué sucede? -le peguntó al hombre.

-El sacerdote Seth lo requiere, señor -dijo, con un leve tono de miedo en la voz.

-¿Seth? -Mahaado estrechó los ojos-. ¿Te dijo para qué me necesita?

-No, señor. Pero me dio órdenes específicas de llevarlo ante él -respondió el hombre, como si su vida dependiera de ello.

-No hace falta que vengas. Iré solo. -Mahaado sabía para qué lo llamaba, y lo odiaba por eso-. La próxima vez que Seth mande por mí y yo esté con el Faraón, no se atrevan a obedecerlo.

Todos los guardias presentes asintieron. Mahaado no solía hablar en ese tono de voz, pero Seth lo sacaba de quicio. Sabía porqué lo llamaba; porque Seth sabía que él estaba con el Faraón en esos momentos.




Hasta aquí.


Nota de Little Kei:

Por cierto, no me estaba riendo del Santo Padre, sino del argumento del fic - estaba discutiendo algunas partes con Raventears. Me acabo de acordar: estábamos hablando de lo desvestible que eran el Faraón y el sacerdote Seth.
Otra cosa: si el título de este fic les parece harto desinspirado, es porque yo se lo puse en un momento de sequía imaginativa de Raven. Claro, después Raven le encontré un título más simpático y digno de él, pero no ha querido cambiarlo. El título de Raven era Un Par de Piedras. O, al menos, ése fue el provisional, ya que ha terminado por llamarlo Las Piedras del Nilo. Le pondrá así a un futuro capítulo. (Y yo leo esos artículos de gramática y vocabulario... Es por que Raven nunca lo hace.)

No les cuesta mucho dejarme un Review, así que háganlo y háganme feliz.
Críticas y comentarios:
RavenTears02@yahoo.es
RavenTears02@hotmail.com
Carnage Before Breakfast