¿APRENDAMOS?
"Por Fanny & Camili"
A modo de Prólogo: Recuento del Año.
(SH)
La corbata floja, el chaleco azul marino cuello en V, la camisa blanca fuera del pantalón gris, los zapatos negros bien lustrados y una parte de la camisa de adelante afuera y la otra escondida bajo el chaleco cerrado.
Si, no era la mejor descripción de alguien, pero en él definitivamente encajaba, a la medida para ser precisos.
Caminaba a su casa. Llevaba su mochila en la espalda pasando los tirantes por sus hombros. Como pocas veces, caminaba a casa. Esta vez lo hacía porque presentía que no solo se estaba acabando el año escolar, es más, si fuera sólo eso, su malestar no sería el mismo –al contrario-. Pero dadas las circunstancias, hace algún tiempo notaba algo extraño en su madre y hermanas, no podía decir con precisión que era lo que a ellas les preocupaba y no querían decirle, pero sabía que era algo que, claramente, a él no iba a gustarle.
Las calles de Hong Kong, China, estaban iluminadas ya a estas horas, quizás sin darse cuenta llevaba más de un ratito caminando y mejor se apresuraba, no quería preocupar a nadie, no más de lo que ya están.
Llego a su casa justo a tiempo, a penas entro al vestíbulo la lluvia había comenzado, algo extraño, pero allá el clima y su humor.
- ¡Primito!
- No…no me saltes, Meiling.
- ¡Hay! Si no lo iba hacer –dijo la muchacha a centímetros de saltar sobre el joven. - ¿Por qué te has demorado? Ya empezabas a preocuparnos.
- Caminaba –contesto sin ganas. - ¿Qué sucede, por qué me miras así?
La joven de nombre Meiling había de pronto puesto una cara de pena, en sus ojos se podía distinguir algo de angustia, frustración quizás.
- Tía Ieran esta en la cocina, dijo que apenas llegaras te acercaras a hablar con ella…es…importante.
- Meiling, me asustas…
La muchacha al escuchar esas palabras sacudió su cabeza de un lado al otro para luego darle una hermosa sonrisa, pero no tan sincera como ella hubiera querido.
- Descuida. Ahora, anda, que esta hace un buen rato preguntado por ti.
Y sin más lo empujo rumbo a la cocina.
"Y supe que mi vida daría un giro de 360 grados…No, no quería ir a la cocina a hablar con mi madre"
(ER)
¿Cuánto tiempo llevaba así?
La respuesta a esa pregunta la tenía hace mucho…demasiado tiempo la verdad. Si se la seguía haciendo era únicamente porque no se terminaba convenciendo del todo, por el hecho de que era esencia de su personalidad captar las cosas mucho antes que los otros y divertirse en el proceso. No fue el caso, claro.
Había llegado a Japón hace cerca de dos años ¿O eran más? Quizás menos, pero en realidad poco importaba la precisión del tiempo. Sea cual fuera la cantidad de tiempo que él llevaba en Japón –fuera más o menos- las cosas no cambiarían. Y no lo harán.
La vio entrar a la sala a tiempo, como de costumbre venía tarde y por segundos se salvaba. Sonrió, incluso eso adoraba de ella.
- Buenos días.
- Muy buenos días, pequeña.
La nombrada dejo sus cosas en un banco adelante en diagonal a mano izquierda de Eriol, éste último vio como la recién llegada miraba a todos lados de la sala buscando a alguien.
- Vino la profesora de música a buscar a Tomoyo, algo del festival de fin de año, ya sabes, ella es la voz principal.
- ¡Oh, es cierto! Tomoyo es esplendida.
Y tu también. Sonrió el de pelo azul con una profunda mirada tras sus gafas, que al contrario de lo que se pudiera pensar, sólo hacían de él un joven más guapo y misterioso.
Eriol Hiraguizawa había sido transferido desde Inglaterra por motivos personales, nadie sabía la verdadera razón.
Llego a Japón dizque con sus padres, que nadie jamás había visto, ni siquiera sus más cercanos, Sakura y Tomoyo.
Cuando llego el primer día a clases, hace ya unos años, no pudo reprimir el sentimiento que causo en él la despistada Sakura, era extraño. En un principio la belleza, amabilidad y simpatía de Tomoyo lo habían cautivado, pero esa inocencia, simplicidad y espontaneidad de Sakura terminaron por desarmarlo, claro, sin intenciones de ésta última.
Supo percibir que Tomoyo y Sakura eran dos bellezas distintas, ambas muy bonitas, buenas personas, simpáticas, amables; pero cada una con su brillo especial, con su personalidad, con sus habilidades y defectos.
Una esmeralda y una amatista, las dos joyas valiosas y hermosas, pero las dos con cualidades únicas.
Calló entonces rendido a los pies de Sakura Kinomoto, el famoso monstruo de Touya Kinomoto.
Claro que…Sakura ni siquiera sospechaba que yo no era el único.
Sonó el timbre que daba inicio a la nueva jornada estudiantil. Entro a la sala el profesor y segundos después Tomoyo con el justificativo que le había dado la profesora de música.
Una vez que llego a su puesto, uno delante de Eriol, sonrió a ambos. Y el profesor empezó la clase.
"Y yo una vez más me dije que debía intentarlo, así por los menos después no me arrepiento"
(TOM)
Estaban, como de costumbre a esa hora, escondiéndose del fuerte sol bajo la sombra de un gran árbol en el patio de la escuela.
Cursar la secundaria no era fácil, sin embargo para ellos no era una tarea muy difícil.
Era un grupo responsable, con sus normales problemas de adolescentes, pero nada que ellos mismos no pudieran solucionar.
Se sentó junto a Sakura.
- De seguir así el calor terminara por hornearnos –dijo la castaña agotada.
- Sabías tu que día a día la capa de ozono se esta debilitando. Eso ocurre porque los seres humanos…
- ¡Ya estás diciendo mentiras, Yamasaki!
La recién llegada se sentó junto al joven de nombre Yamasaki y lo miro acusadoramente.
- ¡Que no es mentira, mujer! –se defendió Yamasaki.
- ¿Era…mentira?
- Cabe decir que no –todos voltearon a ver a Eriol – La verdad es que la capa de ozono si se esta debilitando, es por eso que por estos tiempo sentimos el calor más pesado y estamos más propensos a quemarnos.
Todos siguieron su amena plática, entre algunas mentiras y otras verdades.
Cuando hubieron terminado de conversar y cada quien partía a su debida clase fue que Tomoyo, Eriol y Sakura quedaron solos, caminaban a sus respectivos casilleros por los libros que necesitaban.
- ¿Qué es eso?
- Es… ¿Esto? –respondió nerviosa la castaña recogiendo apresuradamente un sobre blanco que había caído de su libro de matemáticas, metiéndolo rápidamente en lo más al fondo de su casillero.
- Si, eso que acabas de ocultar.
- Yo no estoy ocultando nada, Tomoyo.
- Oh, así que tenemos uno nuevo.
Las dos jóvenes habían empezado a caminar a su salón, Eriol se les había adelantado hace un rato. La castaña suspiro pesadamente.
- La verdad…ya no sé que hacer, Tomoyo. ¡Es que no entienden que no estoy interesada en esas cosas!
- No lo estás porque no te has enamorado.
- Y ya… pero cuando eso ocurra pues…tendrá que ocurrir y punto. Además… ¿Qué me dices de ti?
- ¿A qué te refieres?
- Siempre me dices que ya es hora de que acepte siquiera salir con uno de esos chicos, pero tú no haces algo distinto a mi –Tomoyo iba a hablar pero Sakura no la dejo- ¡Y no me vengas con esos discursos de que la situación es distinta! –la amatista cerró la boca- No veo el porqué deba salir con algún chico si siendo que tú, la chica más popular y bonita de la escuela, tampoco lo hace.
- No soy la más popular – y Sakura rodó los ojos- Bueno, tú también estas dentro del grupo ¿Sabes? Y yo…yo, que va, ya verás que algún día te darás cuenta que hay más cosas que la amistad y el amor de familia.
- Si…quizás –suspiro- ¿Pero por qué tu no tienes que lidiar con eso?
Y la pregunta quedó en el aire, porque la profesora había entrado a impartir su clase.
"Yo si tengo que lidiar con eso. Es sólo que…a escondidas"
(YU)
Su piel blanca resaltaba ante el montón de gente que se encontraba en ese lugar a esas horas.
El sol alto e imponente anunciaba la tarde calurosa que vendría, pero ni eso lograría borrar del rostro de Yukito Tsukishiro, la sonrisa que siempre llevaba, una cargada de cariño para quienes conformaban lo que él consideraba su familia.
Yukito ha vivido en Japón toda su vida, con sus abuelos, pero ellos por vaya a saber Dios qué motivos se la pasaban viajando de allá para acá y viceversa. El joven por asuntos de escolaridad no podía seguirles el ritmo a sus abuelos y por eso desde muy pequeño, cuando conoció a Touya Kinomoto, supo que en la familia de él también había un lugar para él.
Lo que nunca imaginó, ni siquiera después de darse cuenta, fue el enamorarse de la hermana menor de su mejor amigo.
Al principio supuso que era la familiaridad con la que ella lo trataba, quizás el afecto que ella le entregaba o, por qué no, la necesidad de sentirse importante para alguien. Pero con el pasar del tiempo supo que eso no era así, y mucho menos de que se tratara de algún capricho.
Estaba completa y estúpidamente enamorado de Sakura, la pequeña Sakura.
Y eso no era algo que le atormentaba, al contrario, era feliz.
Seguía el joven intentando apartar un poco a la gente para que no le robaran su puesto, llevaba cerca de media hora haciendo la fila para comprar su almuerzo, así que no iba a permitir que algún tramposo pasara antes que él. Si, era amable, pero su apetito –en estos casos- podía más.
Al fin, con su almuerzo en mano decidió volver donde minutos antes estaba con su mejor amigo.
- Vaya que se te hizo difícil esta vez. Le diré a papá que prepare almuerzo extra para la próxima.
- Oh, claro que no. Tu papá ya tiene suficiente trabajo como para acarrearle más. Además fue solo esta vez que ayer con los deberes no alcance a prepararme el mío.
- Ya.
Y el joven Kinomoto dio por terminada la conversación. Así era siempre, así había sido siempre y Yukito no se sorprendía, conocía a su amigo casi de toda una vida y las palabras o conversaciones amenas no eran de su dominio.
Se sentaron donde siempre y dieron inicio a su almuerzo.
- ¿Y cómo está Nakuru?
La cara que puso Touya tras la pregunta de Yukito le dio a entender al del pelo platinado que su pregunta era delicadamente desagradable. Yukito simplemente miró al horizonte con una sonrisa en la cara.
- Algún día tendrás que decirle… -aconsejó Tsukishiro
"Si, también tendría yo que seguir mi consejo. Quizás lo hiciera pronto"
(TOU)
Llegaba el hijo mayor de los Kinomoto a su casa ya entrada la noche, justo para la hora de la cena. Se le notaba al joven estudiante de medicina el cansancio.
- ¡Hermano has llegado! – apareció desde el primer peldaño de la escalera la castaña.
- Si, monstruo, no es necesario que lo grites.
- ¡NO LO GRITE!
- ¿Ves? Lo estas haciendo de nuevo –Sakura puso cara de duda- Estás gritando.
- TE DIGO… -y se tapo la boca, y soltó un gruñido mientras seguía a su hermano al comedor – Eres un tonto.
- Hijo, llegaste.
- Hola, papá.
- ¿Qué tal tu día?
- Si…como siempre.
- ¡Papá hizo una cena deliciosa, Touya! –decía la menor de los Kinomoto bailando de un lado a otro con los ojos esmeralda ilusionados y colocando las últimas cosas que faltaban en la mesa.
La cena transcurrió tranquila y con una conversación amena e irrelevante.
Cuando hubo llegado la hora de dormir el joven Kinomoto dio las buenas noches y se dirigió a su cuarto, cerrando la puerta tras de sí, donde recargó su espalda y no prendió la luz.
Por la ventana entraba la tenue luz de la luna que daba al buró junto a la cama del joven; descansaba ahí un cuadro con una fotografía, que se podía distinguir por la luz natural.
Touya se acercó a su cama, prendió la pequeña lámpara y se sentó tomando el cuadro. Lo miró detenidamente. En la fotografía estaba inmortalizada la imagen de dos jóvenes, un hombre y una mujer. El joven era él, la muchacha agarrada firmemente a su brazo era su actual novia, Nakuru Akizuki.
Dejo el cuadro boca abajo encima del buró, para abrir el cajón del mismo, sacando de él otra fotografía, que estaba suelta dentro de las páginas de algún olvidado libro.
Igual que la anterior la miró detenidamente, pero esta vez en su rostro se distinguió el pesar en sus ojos, quizás la culpa.
La muchacha junto a él lo miraba tímidamente, pero decidida, después de todo.
Recordaba perfectamente el día de esa fotografía.
Recodaba perfectamente todo junto a ella.
Volvió a dejar la foto entre las páginas del libro y cerró el cajón. Se deshizo de su ropa, apagó la luz del velador y se dispuso a dormir.
Su cansancio no era físico, era simplemente mental, y porque no, moral.
"Un día de estos tendré que poner las cosas en su lugar. La situación se me esta yendo de las manos y el sentimiento ya no lo puedo controlar"
(SA)
La vida de adolescente –pensaba ella- era una completa idiotez la mayoría del tiempo. Era eso, o ella aún no cabía en cuanta que había que crecer.
Empezó a darse cuenta –algo tarde- que las cosas a su alrededor estaban cambiando, no drásticamente, si no, de forma normal.
Su grupo de amigas, Rika, Naoko, Chiharu y Tomoyo, habían entrado a la etapa de la adolescencia antes que ella, es decir, mentalmente pasaron de niñas a adolescentes antes que Sakura.
Cuando sus amigas pensaban en algún amor prohibido, en alguna caricia subida de tono, en una aventura problemática, en algún musculoso modelo a medio vestir pegado de forma escondida en sus agendas personales, en películas ya no de monitos animados, en asistir a las fiestas del colegio y de quien fuera; ella aun pensaba en algún amor de príncipe, en como sería su primer novio, en alguna aventura normal, en algún actor –totalmente vestido- pegado en su agenda personal, en la siguiente película que sacaría Disney o Pixar, en no asistir a esas fiestas que solo Dios sabía en que terminaban y más si las daba algún extraño chico que invitaba a todo el mundo.
Suspiro pesadamente. Quizás si debía crecer un poco o, por lo menos, intentar aceptar alguna de las actividades de la adolescencia.
Bueno, ya tenía algo: ella ya había besado. Algo era algo. No podía decirse que Sakura Kinomoto nunca había besado y eso para ella era de adolescentes. El hecho que nunca hubiera tenido novio nada más era porque –a su parecer- no había llegado el hombre que le quitara el sueño. Y no descartaba el hecho de que haber estado siempre acompañada por el sexo contrario la hiciera, de cierta forma, inmune a los comunes encantos del mismo.
Su madre había muerto cuando ella tenía tan solo tres años y se crío con su padre y su hermano. Luego a su pequeña familia llego Yukito, el mejor amigo de su hermano. Estudiaba en un colegio mixto, y en su grupo de "amigas" siempre estuvo Yamasaki. Y hace unos cuantos años llego Eriol a su vida y podía considerarlo su mejor amigo.
Entonces, el estar rodeada de todas las maneras posibles por hombres podía crear en ella –inconcientemente, claro- una especie de satisfacción en ese ámbito y no hacerla desear arduamente una relación romántica-sentimental-sexual con la especie masculina… y no, no era lesbiana. Simplemente, nadie despertaba en ella ese deseo.
Tampoco era una especia de puritana física y mentalmente, porque ella si sabía distinguir un buen filete cuando lo veía –según su gusto-. Por ejemplo,
Yukito: cuando era pequeña veía en ese hombre una belleza sin igual, siempre soñó despierta algún romance oculto con el mejor amigo de su hermano, pero atribuyo el hecho a la novela que en ese entonces veía, a medida que crecía se dio cuenta que solo lo encontraba bastante buen mozo como para alucinar con él, pero lo quería como a uno más de su familia.
Eriol: cuando el joven inglés llegó el primer día a clases y el profesor lo tenía enfrente de todos para presentarlo, adoro esa forma en que caía su cabello hasta poco ante de sus ojos azules cubiertos por las gafas y, definitivamente, en él el uniforme del colegio ya no le era tan desagradable.
Y algunos otros que lograron que ella los mirara, pero nada con los sentimientos…quizás Eriol era lo más cercano a un deseo adolescente. Porque sólo Dios sabía cuanto había anhelado repetir su primer beso –que fue con él-.
Aceptaba, reconocía y jamás podría negar que su amigo había dejado en ella una sensación extraña, para nada desagradable, pero que ella no conocía. Quiso convencerse que el efecto se daba a que era su primer beso –seguía intentando convencerse-, pero sabía que no era eso. Sabía que Eriol había despertado aquella vez la curiosidad en ese ámbito por el sexo opuesto y le gustaba… Le gustaba esta nueva etapa.
El morderse el labio inferior cuando miraba a Eriol hablar y ella, inconcientemente, sólo podía concentrarse en sus labios, hasta que se llamaba la atención mentalmente y Eriol le sonreía y ella se sonrojaba ¿Acaso leía su mente?
"No, estúpida, pero hasta el más despistado podía darse cuenta como te lo comes con la mirada…y si, quizás, ya tenía mi primer paso a esta etapa de querer estar con alguien romántica-sentimental y...no, sexualmente no"
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